CAPÍTULO II. "1974: El año en que la Junta se dejó estar" (PARTE FINAL).
El “Plan Cóndor” y la verdad
El 14 de junio
de 1974 la Junta, como antes se dijo, aprobó el decreto ley N°521 que creó la
DINA. Esto implica que la frecuente acusación que se le hace de ser responsable
de la mayor parte de las muertes y desaparecimientos de personas durante el
Gobierno Militar es insostenible, pues la mayoría de esas situaciones ya se
había producido antes de junio de 1974: de los 824 desaparecidos detallados en
el Anexo II del Informe Rettig, al
menos 500 ya habían tenido lugar al crearse la DINA. De los 2.279 muertos
totales entre 1973 y 1990 especificados en la página 196 del Informe Rettig, al menos mil 823, es
decir, el 80 %, ya habían perecido al crearse la DINA.
Otra
imputación gratuita la hace el historiador Gonzalo Vial: “La DINA armó
‘Cóndor’”, afirma en la página 240 del primer tomo de “Pinochet, la Biografía”
(31).
En realidad,
lo que motivó la coordinación de los servicios de inteligencia de varios países
sudamericanos en 1974 no fue una decisión de la DINA, sino la fundación en
París de la Junta de Coordinación
Revolucionaria (JCR) integrada por el Ejército
de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) de Argentina, el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaro
(MLN-T) de Uruguay y el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile.
La
comisión política del MIR, en su periódico El
Rebelde en la Clandestinidad (pues durante la UP ese diario del grupo
terrorista circulaba ampliamente y se siguió distribuyendo de manera similar
durante el Gobierno Militar) daba cuenta, en su edición de octubre de 1974, de
la coordinación revolucionaria sudamericana en los siguientes términos:
“9°.
En el campo internacional nuestro partido redoblará la coordinación y el trabajo
conjunto con el ERP, el MLN-Tupamaros y el ELN de Bolivia y junto con ellos
luchará por fortalecer y acelerar el proceso de coordinación de la Izquierda
Revolucionaria Latinoamericana y Mundial.
“10°
(…) llamamos a todas las organizaciones y movimientos hermanos a redoblar la
lucha en sus propios países, a fortalecer y ampliar la Junta Coordinadora del
Cono Sur” (32).
Era
obvio que los servicios de inteligencia sudamericanos iban a responder a la
coordinación revolucionaria, coordinándose a su turno en la defensa contra esa
revolución, y eso se llamó Plan Cóndor.
Era similar a la posterior coordinación de España y Francia ante la acción
terrorista de la ETA.
Y el
Presidente de Bolivia, Hugo Bánzer, respondió así a una pregunta periodística
sobre el Plan Cóndor, cuando dejó el poder en 1978: “En alguna parte escuché un
comentario de que era como un sistema de inteligencia, en el que cada gobierno
informaba al de otro país de la existencia de personas que conspiraban contra
la estabilidad de esa época, pero nunca como un plan tenebroso” (33).
Pero
la propaganda de la izquierda lo transformó en tal, dentro del esquema general
de la estrategia publicitaria inspirada en la URSS y Cuba, que consistía en
transformar a los agresores armados en agredidos y en acusar a quienes se
oponían con armas a sus armas de “atropellar los derechos humanos”.
El atentado contra el general (r) Prats
Las
actividades del general (r) Carlos Prats, exiliado en Buenos Aires, eran objeto
de seguimiento por parte de la inteligencia
chilena, y es probable que también de la CIA.
El autor
argentino Ernesto Ekaizer afirma: “El agregado militar de la embajada de Chile
en Buenos Aires había organizado su seguimiento permanente, del que informaba
con puntualidad al entonces jefe del servicio de inteligencia militar, general
Augusto Lutz” (34).
Esto
era natural, pues las actividades de Prats no se limitaban a escribir sus
memorias y cumplir una activa vida social. Con seguridad los servicios de
inteligencia norteamericano y chileno conocían otros aspectos de su quehacer,
como el que refiriera el desertor y ex agente soviético Vasilii Mitrokin, en su
libro El KGB y la Batalla por el Tercer
Mundo (35).
Allí
revela que un importante agente soviético enviado a Buenos Aires para la
asunción del mando de Juan Domingo Perón, en 1973, bajo el alias de Sergei
Sergueyevich Konstantinov, pero de apellido real Tolstikov, aprovechó su
vinculación con el general Prats para obtener una entrevista con la
vicepresidenta argentina, Isabel Perón, la cual consiguió precisamente gracias
a Prats y le sirvió para entrevistarse finalmente con Perón mismo.
Lo
que añade Mitrokin y es de interés para Chile es lo siguiente: “A Prats se le
entregaron diez mil dólares de los fondos asignados al Comité Central para
‘trabajo con la resistencia chilena y la comunidad de inmigrados’, después del
derrocamiento de Allende”.
Veamos
qué dice el ordenamiento jurídico chileno sobre la conducta de un militar que,
aun estando en retiro, a cambio de dinero se pone a las órdenes de la principal
potencia enemiga de su país en esa fecha, la URSS, para “trabajar con la
resistencia chilena”: el art. 244 del Código de Justicia Militar dice que será
castigado con la pena de muerte el militar que cometiere cualquiera de los
crímenes enumerados en los artículos 106, 107, 108 y 109 del Código Penal.
Y
el artículo 107 sanciona al “chileno que militare contra su patria bajo
banderas enemigas”.
Es difícil que a los servicios de inteligencia chilenos y norteamericanos, en
plena Guerra Fría, se les haya escapado esta actividad del general Prats y, en
particular, su compromiso con la Unión Soviética.
El
investigador Víctor Farías, por otra parte, ha documentado los acuerdos que
durante una visita a Moscú en 1972 concretó el general Prats, en su calidad de
Comandante en Jefe del Ejército, con la extrema izquierda (36).
Es
concebible que en 1974 la actividad del general (r) de “trabajo con la
resistencia” fuera considerada equivalente a cometer los delitos de traición
tipificados en el Código Penal y en el de Justicia Militar, castigados con la
pena de muerte.
El norteamericano Michael Townley
había llegado de vuelta a Chile en octubre de 1973, después de haberse marchado
durante la Unidad Popular. Había trabajado para el Movimiento Nacionalista Patria y Libertad por convicción. Se
había ofrecido a la CIA, que no aceptó sus servicios. Y finalmente se había
puesto a disposición del subdirector de la DINA, coronel Pedro Espinoza.
Estuvo
en Buenos Aires entre el 19 y el 30 de agosto de 1974, enterándose de los
movimientos de Prats. Éste recibió dos llamadas de advertencia acerca del
peligro que corría su vida. Su cónyuge, Sofía Cuthbert, tramitaba pasaportes
para ella y su marido con el fin de cumplir un compromiso con la Universidad
Complutense de Madrid, pero ya Michael Townley y su cónyuge, Mariana Callejas,
estaban el 15 de septiembre en Buenos Aires para cumplir la misión de eliminar
al general.
Éste
recibió una segunda llamada:
--General,
che, te vamos a matar. Tenés que declarar públicamente que no estás
conspirando, che, contra la junta militar de Chile— dijo la voz… (37)
“Prats
envió a su esposa al consulado general de Chile a fin de insistir en los
pasaportes.” Pero ya el viernes 29 Townley se había colado en el
estacionamiento del edificio de los Prats y había colocado la bomba. El domingo
31 el matrimonio volvía de una comida y cuando él se bajó a abrir el portón y
volvió a su asiento de conductor, Townley hizo volar el vehículo, matándolos a
él y su cónyuge”.
Ese
mismo domingo Townley y Mariana Callejas volvieron a Santiago (38).
Pinochet
declaró sobre el crimen: “Informado de la trágica muerte del General de
Ejército (r) Carlos Prats González y su señora esposa, doña Sofía Cuthbert de
Prats, el Gobierno lamenta tan brutal acto de violencia y lo condena
enérgicamente.
“Se
han arbitrado las medidas para que se trasladen a Buenos Aires, de inmediato,
los familiares que residen en Chile, otorgándoseles las más amplias
facilidades.
“El
alevoso homicidio del señor General Prats y su esposa y el clima de terror que
el extremismo crea internacionalmente vienen a justificar las medidas de
seguridad y orden que el Gobierno de la República ha adoptado y seguirá
adoptando para tranquilidad y resguardo de la vida de todos los habitantes de
Chile”. (…)
“Ese mismo día
dispuse como preocupación permanente para el Ministerio de Relaciones
Exteriores que tomara contacto con su homólogo argentino y se realizaran las
investigaciones para encontrar al o los culpables” (39).
Quedará
acreditado más adelante que Pinochet ignoraba la existencia misma de Townley,
hechor del crimen, y con mayor razón su vinculación con la DINA. Esto se
comprobó justamente a raíz de descubrirse, dos años más tarde, su participación
en el atentado contra Letelier en Washington. Ello explica también la
ignorancia de Pinochet acerca de su actuación en el atentado contra Prats.
Desafío (no aceptado) al bloque soviético
El historiador
norteamericano James Whelan llamó la atención sobre un desafío público e
internacional que lanzó la Revolución Militar Chilena al mundo socialista y que
pocos recuerdan, tal vez por conveniencia propagandística, porque echa abajo la
acusación de que hubo “un exilio” generalizado, en circunstancias que lo que sí
hubo fue una conmutación de penas a elementos acusados o sospechosos de
terrorismo:
“En el primer
aniversario del golpe, Pinochet anunció que, con la excepción de los casos
especialmente graves, todos los prisioneros que lo deseen tienen libertad para
dejar el territorio nacional definitivamente (…) Pero nuestro amor a la
libertad y nuestro respeto por los derechos naturales del hombre no nos
permiten hacer oídos sordos a los dramáticos lamentos de millones de seres
humanos que hoy viven oprimidos por tiranías comunistas. En esos países,
regímenes plenamente consolidados y que no viven, como es el caso de Chile, una
situación de emergencia, han construido un sistema completo de violación de
toda libertad y de los derechos humanos. Por esta razón, antes que la decisión
que acabamos de anunciar se materialice, consideramos nuestro deber moral
desafiar a la Unión Soviética y a Cuba a que, bajo la supervisión de la Cruz
Roja Internacional, con sede en Ginebra, procedan a permitir que deje sus
países un número de prisioneros equivalente a aquel que se va a beneficiar con
nuestra decisión” (40).
El
desafío, no tiene que decirse, no encontró eco.
Muerte de Miguel Enríquez
El jefe de la
asociación ilícita terrorista MIR, Miguel Enríquez, no sólo logró eludir la
acción de la justicia, primero amparado por el régimen de Allende y después
ocultándose del régimen militar, sino que fue activo cometiendo asaltos y
atentados después del 11 de septiembre de 1973.
Pocos días
antes de su muerte, el 26 de septiembre, había asaltado la sucursal “Huelén”
del Banco de Chile, cuyo agente, Renato
Robinson del Canto, tuvo el coraje de negarse a entregarle las llaves de la
caja fuerte y, ante el apremio de Enríquez, que llevaba un revólver en la mano
con el cual le golpeó la cabeza, le asestó temerariamente a éste un golpe de
puño en la cara que lo lanzó lejos sobre un escritorio.
El terrorista,
sin poder incorporarse, le ordenó a otro de los suyos: “¡bájalo!”, a raíz de lo
cual Robinson recibió seis disparos de calibre 38, pese a lo cual salvó con
vida. Se erigió así en un héroe de la civilidad democrática que rara vez ha
sido recordado y nunca homenajeado.
Días
después el escondite de Enríquez fue descubierto por el teniente de Ejército
Miguel Krassnoff, que se desempeñaba en la recién creada DINA. Las versiones de
la izquierda y de la sesgada Comisión
Rettig hablaron de tanquetas y helicópteros con un contingente de cincuenta
hombres que habrían dado muerte a Enríquez, pero el protagonista principal,
Krassnoff, dio su propia versión a El
Mercurio, que es muy diferente. Escribe la historiadora Gisela Silva
Encina, en su biografía Krassnoff:
“El hecho ocurrió el 5 de octubre de 1974 en
una vivienda ubicada en la comuna de San Miguel. En el lugar estaban, además de
Enríquez, su pareja Carmen Castillo y otros individuos que consiguieron huir.
Este es el relato de Krassnoff:
"Ese sábado, cerca
de las 14 horas, recorremos en dos vehículos varias veces las calles. Van
conmigo dos agentes, más una ayudante de 19 años que operaba como mi
secretaria. No obtenemos nada, pero cuando nos retirábamos, vecinos nos dicen
que en una casa entran y salen vehículos, escriben a máquina toda la noche y
hay un señor que parece inválido porque entra sin bajarse.
“La información
había que comprobarla tocando el timbre y si salía una señora diciendo que no
pasa nada nos íbamos, así de simple. Pongo a la mujer a cargo de los vehículos,
a un segundo en una esquina y voy con el otro integrante a la puerta de la
casa. Cuando cruzábamos frente a la ventana, quien iba a mi lado me dice
‘¡Cuidado, Miguel!’, me empuja y me tira al suelo. Había escuchado el
movimiento del cierre de un fusil cargándose. Entonces pasa sobre nosotros una
andanada de tiros impresionante.
"No disponíamos de
ningún tipo de comunicación y la única manera de llamar a la central era por
teléfono. Mandé a ubicar uno y mientras disparé mi fusil Aka parapetado en un
poste frente a la casa. Escuché tiroteo en otro lado, pero no vi a ningún
adversario. De repente apareció un fulano en la azotea con un lanzacohetes
soviético antiblindaje y me dispara. Afortunadamente, por la poca distancia, el
proyectil no alcanza a desarrollar su máxima explosión y vuela una moto y parte
de la casa que tenía detrás, pero a mí no me pasó nada. En eso se me acaba la
munición y me tengo que retirar.
"Cuando vuelvo, un
equipo de Investigaciones se introducía en la casa. Lo detengo, porque podría
haber cazabobos y explosivos, y entro. Me encuentro con una mujer embarazada
desangrándose tendida en el piso con su fusil. Creí que estaba muerta, pero
vivía. Con su ropa traté de parar la abundante sangre de su hombro y antebrazo.
Y cuando me avisaron que llegaron ambulancias la tomé bajo mi protección, la
puse en una de ellas con un ayudante mío y la llevaron urgente al Hospital
Militar. Sobrevivió gracias a la oportuna atención médica. Era Carmen Castillo
Echeverría, conviviente de Miguel Enríquez, sobrina de Jaime Castillo Velasco,
actual presidente de la Comisión de Derechos Humanos e hija del actual alcalde
de La Reina.
"En eso el hombre
que dejé a un costado de la casa se enfrentó con Enríquez. Estaba herido, trató
de subir por una pared y, al asomarse, fue conminado a levantar las manos y a
no moverse. Pero siguió, se le volvió a insistir y sacó un revólver calibre 38.
El agente reaccionó en defensa propia y Enríquez cayó muerto.
“A las cuatro o
cinco de la tarde (más de dos horas después) llegaron fuerzas de Carabineros y
militares para cercar el perímetro. Yo estaba en el Hospital verificando el
estado de Carmen Castillo. Cuando comenzó a recuperarse tuvimos conversaciones
muy largas hasta que se fue a Inglaterra (yo mismo la fui a dejar al
aeropuerto) y nunca más supe de ella. En 1992 me llamó por teléfono, pero no la
atendí. Me mandó un mensaje a través de un personaje político importante en el
Gobierno Militar. A éste le impresionó cómo se refería a un adversario. Quería
tomar contacto para agradecerme. No acepté porque cumplí con mi deber y no
tenía que aceptarle agradecimientos a quien me quiso asesinar”.
El
Ejército investigó los hechos que rodearon la muerte de Miguel Enríquez y
decidió entregarle, a través de la persona del general Pinochet, la Medalla al
Valor Militar a Krassnoff, con lo cual se convirtió en el único en recibirla
desde la Guerra del Pacífico (41).
No
obstante, cuando la “justicia de izquierda” se enseñoreó de los tribunales a
partir de fines de los ’90, se dio pie a que el extremismo se convirtiera, de
victimario, en “víctima”, de agresor en “agredido”, y a que en 2017 se haya
dado la suprema ironía de que el hoy brigadier Krassnoff, que cumple ya 18 años
preso, haya sido condenado por el “asesinato” del terrorista Enríquez. Notable
tránsito de una “medalla al valor” a una “cadena perpetua de facto”.
Arellano no pudo ser dos personas a la vez
La literatura en
general, y en particular el libro de Ekaizer varias veces citado, no vacilan en
inculpar al general Sergio Arellano de muertes injustificadas y, a través suyo,
al general Pinochet. Pero el propio Ekaizer en su obra da a conocer una carta
de 24 de noviembre de 1974 del general referido al Presidente Pinochet, con
motivo de la condena que recibió ese año el Gobierno en la Comisión de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas.
El tenor de la carta es incompatible con el papel de “asesino en serie” que el mismo libro le atribuye en el caso de la llamada Caravana de la Muerte, cuyo actuar he descrito en un libro mío, nunca refutado y que fue best-seller por muchas semanas en Chile, La Verdad del Juicio a Pinochet, y al cual el historiador Gonzalo Vial, muy crítico de la Revolución Militar y en particular de Pinochet en materia de derechos humanos, califica de “provocador análisis jurídico de las irregularidades cometidas (afirmaba) por el ministro Guzmán en el juicio Pinochet. Nadie recogió el guante. No era el derecho el tema fundamental que se disputaba” (42).
El tenor de la carta es incompatible con el papel de “asesino en serie” que el mismo libro le atribuye en el caso de la llamada Caravana de la Muerte, cuyo actuar he descrito en un libro mío, nunca refutado y que fue best-seller por muchas semanas en Chile, La Verdad del Juicio a Pinochet, y al cual el historiador Gonzalo Vial, muy crítico de la Revolución Militar y en particular de Pinochet en materia de derechos humanos, califica de “provocador análisis jurídico de las irregularidades cometidas (afirmaba) por el ministro Guzmán en el juicio Pinochet. Nadie recogió el guante. No era el derecho el tema fundamental que se disputaba” (42).
A
su turno Ekaizer, tras culpar a Arellano de crímenes atroces e injustificados
en su capítulo titulado La Caravana de la
Muerte, publica la carta antes referida de Arellano a Pinochet:
“Otro
aspecto que puede haber incidido en esta materia (la condena de Naciones
Unidas) es la acción que ha realizado la DINA y en menor escala la Fiscalía de
Aviación. Algo de esto te conversé en tu gira a la provincia de Coquimbo.
Ninguno de estos dos organismos depende de mí, pero debiera trabajar en una
estrecha colaboración y armonía con ellos, ya que como no proporcionan
información a civiles, éstos recurren indefectiblemente a la Comandancia de la
Guarnición, al igual que instituciones y otras autoridades civiles, lo que me
ha permitido orientarme de algunas técnicas y modalidades de trabajo que me
hacen concluir que se han olvidado de lo que significa derechos humanos
fundamentales y que vivimos en un Estado donde la legalidad tiene plena
vigencia (…) Se puede buscar y encontrar dónde está la falla y la vemos
claramente en los procedimientos que emplea, los cuales nos han creado y nos
seguirán creando problemas, salvo que pongamos drástico término a algunas
prácticas y técnicas inaceptables, las cuales, muchas veces magnificadas, han llegado
a conocimiento de importantes círculos civiles, religiosos y también
uniformados.
“Debemos
tener paciencia y preocuparnos fundamentalmente de mantener cohesionado nuestro
frente interno. Y para ello es necesario que se respire confianza en la más amplia
extensión de la palabra. Esto no sucede en la actualidad en la proporción que
corresponde por algunas prácticas incorrectas de la DINA y de la Fiscalía de
Aviación. Se ha maltratado y sometido a diversos apremios en forma innecesaria
y torpe a muchos detenidos (…)
“No
es posible que ya se esté hablando de una Gestapo, con todos los macabros
recuerdos que esta palabra trae desde la Alemania nazi, cuando se encerraba a
los jefes en una torre de marfil y se les hacía navegar en una maraña de
intrigas y soplonaje, que significó el comienzo del fin del citado sistema de
gobierno (…)”
Eso le
escribía el general Arellano a Pinochet. Es, sin duda, repito, incompatible con
la imagen de “asesino en serie” que ha logrado imprimirle la propaganda
izquierdista (43).
Pero había un militar delincuente
Sostengo
que a la fecha de escribir estas líneas, y
si se identificara los restos inhumados en el Cementerio General o mantenidos en el Instituto Médico Legal, aparte de considerar los de quienes fueron
lanzados al mar tras se desenterrados y cuyos nombres son conocidos, ya no
restan, prácticamente, casos de “detenidos-desaparecidos”. En el capítulo final
de este libro eso se detalla. Pero sí conozco uno: el caso del detenido-desaparecido tras una flagrante acción homicida y delictiva de un
militar.
El
hermano de mi amigo Juan Pablo de la Jara Goyneche, Félix Santiago, era miembro
de la organización ilícita terrorista MIR. Manifestaba a su familia su temor a
ser detenido, pero no vivía con ella, sino por su cuenta en actividades que los suyos
no conocían, pero podían suponer. En un momento dado fue detenido. Fue seguida su
trayectoria por su hermano Juan Pablo, quien supo que permanecía en el centro
de detención de Villa Grimaldi, con una herida gangrenosa en una pierna.
Un
día se presentó en el domicilio de Juan Pablo un oficial de Ejército y le
manifestó que si le entregaba diez mil dólares en un plazo de tres días, su
hermano sería embarcado desde Arica a Frankfurt, donde quedaría libre. El
oficial no se identificó, pero Juan Pablo de la Jara lo había visto oficiando de custodio del general Pinochet y
supo su nombre. Y pese a haberle entregado el sobre con los diez mil dólares en la fecha
convenida, su hermano Félix Santiago no fue embarcado desde Arica a Frankfurt y,
de hecho, de él nunca más se supo. El dinero tampoco le fue devuelto. El alto oficial se quedó con él.
No
doy el nombre del militar extorsionador e
incumplidor, porque podría querellarse en mi contra por injurias, pero creo en
el relato de Juan Pablo de la Jara, abogado de derecha y, pese a todo, aún hoy partidario
del Gobierno Militar.
Puede
haber más casos como ése, pero son excepciones y yo, por lo menos, no conozco
ningún otro. De ello no puede culparse a
la Junta, ni a su Presidente, ni al Ejército, pero de existir, existió y fue constitutivo de grave delito.
Pinochet Presidente de la República
Inicialmente se
había acordado de manera informal que la presidencia de la Junta iba a ser
rotativa y anual, y así lo había declarado Pinochet en una entrevista citada en
el capítulo anterior, pero con el curso del tiempo se fue haciendo notar el
predominio del primer Presidente de la Junta, con la aquiescencia de Merino y
Mendoza y la reticencia y aun resistencia de Leigh. Todo conducía a desechar la
Presidencia rotativa y a confirmar la noción de un conductor principal que,
junto con tener la personalidad de tal, tuviera “suficientes divisiones” bajo
su mando.
El
general Leigh se ausentó del país en junio de 1974 por algunas semanas y a su
vuelta se encontró con que se había dictado el decreto ley N° 527, publicado el
26 de ese mes en el Diario Oficial, que designaba como “Jefe Supremo de la
Nación” al general Augusto Pinochet. Para el día 27 se había convocado a una
ceremonia en el edificio de gobierno en la cual investiría al recién designado
Jefe Supremo el Presidente de la Corte Suprema, Enrique Urrutia.
Dice
Pinochet en sus memorias que, de acuerdo con esa normativa, “el Poder Ejecutivo
sería detentado por el Presidente de la Junta, quien, como Jefe Supremo de la
Nación, ejercería las atribuciones que el estatuto le otorgaba y aquellas otras
que la Constitución y las leyes confieren al Presidente de la República. Dos
días más tarde, en una sencilla ceremonia, asumí el Mando Supremo de la Nación.
Con esta medida la situación de responsabilidades en la cúpula se iba
aclarando” (44).
Pero “en la
cúpula” había disensiones: Leigh, sorprendido por la convocatoria a la
ceremonia del día 27, acusó a Pinochet de actuar a espaldas de la Junta y,
según el investigador argentino Ernesto Ekaizer (bastante predispuesto en
contra de Pinochet), le habría dicho:
“—
¡Te creís Dios! ¡Hasta cuándo!
“--
¡Aquí ya está bueno de joder! —habría respondido Pinochet –. Si hay tanto
barullo se suspende todo y veremos cómo se arregla esto. ¡No voy a permitir que
se juegue con el país!”
Dicho
lo cual, según esta versión que estoy reproduciendo, dio un golpe sobre la mesa
que quebró el cristal que la cubría. Entonces Leigh, resignado, (tenía “menos
divisiones” que Pinochet) habría dicho:
“--
Has convocado a la prensa, a las autoridades, a medio mundo. ¡Qué vas a suspender!”
(45).
El Estatuto de la Junta
La Junta, que
había asumido con plenos poderes ejecutivos, legislativos y constituyentes –si
bien respetando al Poder Judicial— funcionaba un poco en la nebulosa. La
autoridad de Pinochet se hacía notar y sólo se le oponía eficazmente Merino
cuando discrepaba de él, porque los unía una amistad que se remontaba a la
infancia en el colegio de los Sagrados Corazones de Viña del Mar. Leigh se le
oponía también, pero ineficazmente.
Con éste la
relación de Pinochet era difícil, porque continuamente Leigh reclamaba una
igualdad de derechos, sobre todo a presidir la Junta, que a aquél le
incomodaba, tal vez porque inicialmente él mismo había anunciado que la
Presidencia sería rotativa.
Recapitulando:
se dictó el ya visto decreto ley 527, de 26 de junio de 1974, Estatuto de la
Junta de Gobierno, que designó a Pinochet como Jefe Supremo de la Nación, y a
fines de junio fue investido solemnemente como tal por el Presidente de la
Corte Suprema, en las circunstancias y con el enojo de Leigh que antes se ha
relatado.
Finalmente, en
diciembre de 1974 se dictó el decreto ley N° 806 que incorporó a la legalidad
una realidad que se había hecho manifiesta desde las primeras horas del 11 de
septiembre de 1973: nombró explícitamente “Presidente de la República” a quien
encabezara la Junta. Y reiteraba que éste era el Jefe Supremo de la Nación.
Éste
gobernaba y administraba, nombraba y removía a los ministros, conducía las
relaciones internacionales, nombraba Intendentes, Gobernadores y Alcaldes. Y
seguía siendo miembro de la Junta, que tenía el Poder Legislativo y
Constituyente, con derecho a veto dentro de ella.
Curiosamente
fue a instancias de los economistas representados por el ministro de Economía,
Fernando Léniz, y no de ministros o asesores abogados, que se modificó de la
forma que reclamaban el sentido común y la claridad, el decreto ley 527, mediante
el 806, afirmándose explícitamente que el Poder Ejecutivo sería ejercido por el
Presidente de la Junta, quien con el título de Presidente de la República,
administraría el Estado y sería el Jefe Supremo de la Nación (46).
Así, recibe
las atribuciones del cargo, con lo que se va delineando para él un poder
ejecutivo unipersonal y un papel legislativo y constituyente para la Junta de
Gobierno, la cual preside. Los demás integrantes de ella tienen sus Comisiones
Legislativas asesoras. El Presidente tiene su propio equipo de ministros y
asesores. Por eso la I Comisión Legislativa es la de la Armada; la II, de la
Fuerza Aérea; y la III, de Carabineros.
Sólo cuando
Pinochet sea ratificado como Presidente por ocho años, en el plebiscito de 1980, que
también aprobará la Constitución, habrá un Vicecomandante en Jefe del Ejército
que integrará la Junta de Gobierno, pero en el cuarto lugar de precedencia y no
en el primero que ocupaba Pinochet. Entonces ese Vicecomandante en Jefe del
Ejército pasará a presidir su propia IV Comisión Legislativa.
Poco después
de asumir el cargo que le confiere el decreto ley 806, en diciembre de 1974, el
Presidente designa un nuevo gabinete: Interior, general César Raúl Benavides;
Relaciones Exteriores, vicealmirante Patricio Carvajal; Economía, Fernando
Léniz Cerda; Hacienda, Jorge Cauas Lama; Justicia, general de Carabineros Hugo
Musante; Defensa, general Óscar Bonilla; Educación, contralmirante Hugo Castro;
Obras Públicas, general de Aviación Sergio Figueroa; Agricultura, general de
Carabineros Tucapel Vallejos; Tierras y Colonización, general de Carabineros
Mario Mackay; Trabajo, general de Aviación Nicanor Díaz Estrada; Minería,
general Agustín Toro Dávila; Vivienda, contralmirante Arturo Troncoso; Salud,
general de Aviación Francisco Herrera; Transportes, general Enrique Garín;
Coordinación Económica, Raúl Sáez; Secretario General de Gobierno, coronel
Pedro Ewing (47). Este último sería pronto reemplazado por el coronel Humberto
Béjares.
La gravísima situación económica
Así
como fue producto de la coincidencia la designación de Léniz en Economía, pues,
como ya vimos, había ido al edificio de gobierno a reclamar por la suspensión
del diario Las Últimas Noticias y
salió de ahí nombrado ministro, su persona también fue providencial en la
reconstrucción económica, porque, sin ser economista ni Chicago Boy, comprendió el sentido de la economía libre y al mismo
tiempo tuvo flexibilidad para explicar, especialmente a uniformados impacientes
y al público en general, descontentos con las fuertes alzas de precios
derivadas del retorno a la realidad económica, la necesidad de mantener el
modelo. Esta tarea la cumplía mediante frecuentes apariciones en televisión.
Pero
“el frente interno” no cedía: los generales Bonilla, Nuño, Viveros y Arellano
telefoneaban continuamente al ministro Léniz para criticar las alzas generalizadas
y sus repercusiones sobre los sectores de más bajos ingresos. Al otro lado de
la línea no se encontraban con un economista frío, sino con un hombre
experimentado y dúctil, hábil negociador acostumbrado a tratar, en la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones
y en El Mercurio, con los más
avezados dirigentes sindicales y, por tanto, perfectamente entrenado en el arte
de la persuasión.
El
general Bonilla, todavía ministro del Interior, con profunda vocación social, lleva a
Léniz a visitar poblaciones marginales y a ver los efectos de las alzas de
precios, del desempleo y la pobreza. Y Léniz, naturalmente, va, explica,
concede, reconoce. Pero no cambia de línea (ni podría imponer otra).
Y
cuando intenta cambiar, los economistas lo paran en seco y él se somete. Desde
el sector militar, por ejemplo, se propone un fuerte impuesto al capital. La
propuesta tiene visos de estatismo y populismo. Léniz negocia y contrapropone
la entrega de un diez por ciento del capital de las empresas a los
trabajadores. Pero los economistas vetan su idea y Léniz se somete a éstos y se
resiste ante al sector militar.
Entretanto,
en 1974 se logra restituir a sus propietarios unas 200 empresas confiscadas
ilegalmente y licitar otras 49.
Pero el
general Arellano, de gran ascendiente entre sus pares, sostiene que se puede
autorizar la restitución de empresas textiles siempre que se postergue la
privatización de los bancos (48).
Los militares
no quieren que el Estado se les vaya de las manos… así es que tardará en
írseles. No se han dado cuenta, pero el éxito de su Revolución depende
precisamente de que “se les vaya”.
Nombramientos y avances económicos
Dicha
Revolución Militar, con idas y venidas, con dudas y contradicciones internas, de
todas maneras avanza.
El general
Javier Palacios, que comandó las tropas de ocupación de La Moneda, fue
designado Vicepresidente de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO).
El
coronel (r) Sergio Cadenasso es puesto al frente de la Empresa de Comercio
Agrícola (ECA), que le costaba al erario la, para esos años, exorbitante cifra
de 500 millones de dólares al año.
Un
importante hito de la Revolución fue el de la forestación. Hasta 1974 sólo se
había plantado 290 mil hectáreas con bosques artificiales. En Chile un bosque
de pinos está en condiciones de ser explotado a los 20 años. En Canadá, Europa
y el norte de los Estados Unidos eso toma entre 40 y 80 años. El ex ministro
del régimen, Alfonso Márquez de la Plata ha recordado después:
“Para
transformar esta riqueza potencial en realidad se dictó el decreto ley N° 701
en 1974, destinado a fomentar la forestación artificial de los suelos aptos
para esa explotación. Se establecen beneficios tributarios como la exención del
impuesto territorial, el impuesto de herencia y el de la renta presunta para
las tierras plantadas. Éstas sólo tributarán al momento de la explotación. El
cuerpo legal también establece una bonificación por 20 años del 75 % del costo
neto de forestación, de las labores de poda y administración. Esta bonificación
le costó, hasta 1989, al erario nacional, 87 millones de dólares, cifra
insignificante si se considera que gracias a esos recursos se creó una riqueza
forestal de un valor de varios miles de millones de dólares (…) Ese decreto ley
fue perfeccionado en 1979 por el decreto ley N° 2.565. (…) Hombre clave en el
diseño y materialización del decreto ley N° 701 fue el Director Ejecutivo de
Conaf, el ingeniero forestal Julio Ponce Lerou” (49).
Definiciones en Brasil
En
marzo de 1974, como antes se señaló, Pinochet visita Brasil, donde asume el gobierno el general
Ernesto Geisel, que es de línea aperturista. Pinochet no puede sustraerse a esa
atmósfera, por cuyo motivo sostiene “que es necesario que haya una recuperación
inicial con un desarrollo inmediato y una fase de despegue a partir de 1978,
descartando quedarse con el poder para siempre o entregarlo tres años después a
elecciones, lo que devolvería a Chile al marxismo.
“Con el paso
de los meses afirma que ‘éste no es un Gobierno de transición, sería el peor
error que se hubiera adoptado; un error que tendría consecuencias funestas’, lo
que ha matizado afirmando que cuando las metas estén cumplidas, ‘llamaremos a
elecciones y no tendremos ningún inconveniente en entregar el país a quien
resulte vencedor” (50).
Estos
puntos de vista son compartidos por el principal diario del país y decano de la
prensa, El Mercurio, que editorializa
así: “La Honorable Junta de Gobierno funda un régimen nuevo que supone un
cambio profundo en las instituciones y hábitos del país; la solidez del sistema
está ligada a la ejemplar disciplina de las FF. AA. y a su evidente capacidad
para tomar el control del país; la continuidad está garantizada, porque tanto
los uniformados como los civiles no divisan otra alternativa de poder a corto o
mediano plazo que no sea el régimen iniciado por la Junta” (51).
La oposición económica dentro del gobierno
Por
decreto ley N° 460 de mayo de 1974 se
legaliza el Comité Asesor de la Junta
de Gobierno, el cual integra un grupo selecto de oficiales de las tres ramas de
la Defensa y de Carabineros. Tiene por misión asesorar a la Junta, pero pasará
a serlo del Presidente de la República cuando éste asuma el Poder Ejecutivo y
se formen las comisiones legislativas que asesorarán a los miembros de la
Junta.
Este
Comité tuvo un carácter marcadamente
crítico del equipo económico, en el cual predominaban los Chicago Boys y cuyo centro de operaciones era el Odeplan de Roberto
Kelly. Eso me correspondió comprobarlo personalmente cuando, siendo yo un
público defensor de la política de libre mercado y teniendo espacios de
comentarios en el noticiero de Televisión Nacional y en dos radioemisoras, en
los cuales defendía las políticas que estaban implementándose, fui citado por
el Comité Asesor y me di cuenta de
que en su seno predominaban el escepticismo y la crítica.
El
Comité Asesor estaba encabezado por
un coronel de Ejército, Julio Canessa Roberts, un hombre de baja estatura pero
singularmente enérgico y vivaz, con gran don de mando y singular ascendiente en
el Ejército, de quien muchos años después, en los noventa, llegué a ser muy
amigo, como que manteníamos un ritual de almuerzos periódicos en mi restaurante favorito, el Carrousel, que sólo se
interrumpieron a raíz de su última enfermedad, cuando se aproximaba a los
noventa años.
De
hecho, uno de los manejos de estadista más hábiles que desplegó Pinochet fue el
de mantener vigente y activo al Comité
Asesor, confiriéndole todo el rango que merecía, sin permitir detrimento de
las políticas de liberación económica que ponían en práctica los Chicago Boys. En ese sentido fue lo que
algunos llaman “un intuitivo genial”, porque la crítica a las medidas de libre
mercado eran no sólo generalizadas, sino que provenían de fuentes altamente
colocadas en el Gobierno Militar, hasta del nivel del almirante Merino, según
el episodio que hemos relatado, relativo a las decisiones cambiarias de fines
de 1973; y según la carta antes reproducida parcialmente del general Arellano.
El
Comité Asesor de sesgo estatista y
tuvo señalados “éxitos”. El mayor de los mismos fue reservar la propiedad
minera para el Estado, idea que venía de la reforma a la Constitución impulsada
por Salvador Allende en 1971 y se filtró después en la Constitución de 1980. La
misma, constituyendo un perjudicial desincentivo para la inversión en
la minería, debía ser privada de su efecto negativo sobre las inversiones
mineras de particulares, cosa que logró en los años ’80 el ministro de Minería José
Piñera Echenique, mediante la creación del “derecho real de dominio privado
sobre las concesiones mineras”, lo que fue esencial para promover la
prosperidad en ese vital sector de nuestra economía.
Inicialmente
el Comité Asesor, representado por su
presidente, el coronel Canessa, se planteó desafiante ante la Oficina de Planificación
Nacional encabezada por el oficial (r) de la Armada, Roberto Kelly, típicamente
un hombre de acción y profundamente convencido de las bondades de la libertad
económica. Se había retirado en 1967 de la Armada y había entrado a trabajar en
el grupo de empresas controladas por el dueño principal de El Mercurio, Agustín Edwards Eastman, cuyo asesor más próximo era
Hernán Cubillos Sallato, otro marino retirado extraordinariamente capaz y
emprendedor.
Ambos, Kelly y
Cubillos, eran amigos próximos del almirante Merino y tuvieron un papel
primordial en proveer, desde el mismo 11 de septiembre de 1973, de economistas
capacitados e ideas libremercadistas a la Junta.
Y Kelly, tras
ser designado Ministro de Odeplan, se convirtió en el centro neurálgico de la
influencia de los Chicago Boys en el
Gobierno.
El comando económico
El
grupo de Chicago inicialmente y todavía en 1974 estaba, políticamente,
integrado por derechistas o gremialistas y demócratacristianos. Su mérito
residió en que a través del ejercicio de mandos medios fueron controlando el
poder de decisión del Gobierno en lo económico.
Los
inicialmente asesores derechistas fueron Sergio de Castro y Pablo Baraona en
Economía, y el segundo también en Agricultura, ambos provenientes de la
Facultad de Economía de la UC. Los asesores demócratacristianos fueron Álvaro Bardón, Andrés Sanfuentes y José
Luis Zabala en el Banco Central; y Juan Villarzú en
Hacienda.
A
su turno, en Odeplan el comandante Kelly tenía a sus jóvenes y “menos jóvenes”,
pero aguerridos todos, economistas de vanguardia: Ernesto Silva, Juan Carlos
Méndez, Hernán Büchi, Sergio de la Cuadra, Ernesto Fontaine y
Miguel Kast. Este último fue su subdirector en Odeplan desde fines de 1973.
Y
dejamos para el final al más importante de todos en ese momento, también
demócratacristiano, Jorge Cauas, que será la mano de hierro que, por fin,
ajustará la economía chilena tambaleante desde la crisis provocada por la UP, a
la cual se había sumado el impacto internacional derivado del alza del petróleo.
Cauas fue
recomendado por Raúl Sáez, ingeniero civil y ministro de Coordinación Económica
que, sin embargo, no simpatizaba demasiado con los Chicago Boys. Por eso recomendó a uno que parecía no ser de
aquéllos (también ingeniero civil, graduado en Economía en Columbia, otra
universidad norteamericana, y DC), pero resultó serlo como el que más: Cauas,
para Hacienda, donde juró en julio de 1974.
Tal vez muchos
pensaban que era blando, por su trato afable, pero resultó el más duro de
todos. Curioso, proviniendo del equipo económico de Frei Montalva en los ’60. Resultó
a la postre fundamental en el éxito de Gobierno Militar, precisamente cuando la
crisis económica mundial amenazaba hundirlo.
Pero el ’74
fue un año en que, en materia económica, la Junta “se dejó estar”. El ’75 Cauas
la hizo “jugarse entera” o, para emplear el lema y arma secreta de la marina
chilena, “Vencer o Morir”.
Visita de Stroessner y ruptura con México
Cuando Pinochet
había estado en Asunción había invitado al Presidente paraguayo a venir a
Chile. Su visita se concretó el 17 de septiembre y se desarrolló en los
términos de máxima amistad entre ambos países, que se habían perdido durante el
gobierno de la Unidad Popular.
Ambos
mandatarios asistieron al Te Deum de
la Catedral, pero la homilía del Cardenal Silva Henríquez no suscitó
comentarios entre ambos, que fueron despedidos con un apretón de manos por el
prelado y subieron a un auto descubierto en que recorrieron las calles entre
aplausos, precedidos de una guardia montada de lanceros.
El
día 19 los mandatarios asistieron a la Gran Parada Militar, junto con otros
invitados de honor, como el ministro de Defensa argentino, general Adolfo
Sabino, el Comandante en Jefe de la Armada argentina, almirante Emilio Massera,
y el ministro de Aeronáutica del Perú, general Rolando Hiliardi.
Mientras
se recomponía lazos con Paraguay, los mismos se deterioraban con México, pues
el 27 de noviembre el gobierno de ese país decidió romper relaciones con Chile.
“El motivo principal de mantener abierta su Embajada –dice Pinochet en sus
memorias-- era la recepción de asilados,
actividad que prácticamente había concluido. Los vínculos, en todo sentido,
habían fenecido de ‘muerte natural’, como lo declaró el Canciller mexicano
Emilio O. Rabassa en conferencia de prensa” (52).
Los dos polos de
Pinochet
La
vida económica se entrelazaba con el quehacer organizativo y político de la
Revolución Militar. Y en ambas se confrontaban dos mentalidades: la dirigista y
la libremercadista. Ante el comandante Kelly, mentor de los Chicago Boys, se presentó, como dijimos,
apenas creado el Comité Asesor de la
Junta, el coronel Canessa, que “en una conversación no muy cálida” (53) le da a
conocer las atribuciones del organismo recién creado y le pide antecedentes
sobre organización y planificación regionales.
Kelly sabe que
está para otra cosa: para implementar el corazón de la nueva política
económica, pero no puede dejar de reconocer que es ministro de Planificación, en la cual cree poco.
En
todo caso, el viernes 10 de mayo recibe “una hoja de calendario de fecha
vencida, que alguien arrancó urgentemente del taco y que viene escrita en tinta
roja con un trazo vigoroso que ha rasguñado el papel. En la hoja se lee: “¿Para
qué sirve ODEPLAN? Que lo explique su Director el próximo lunes 13 a las 12
horas”.
¿Sería de
Merino o de Pinochet? Nunca lo supo. Pero venía de la Junta. La exposición
sería ante ésta en pleno (54).
Kelly
reúne a sus economistas dedicados a instaurar un modelo de economía libre y no
planificada. Los hace trabajar ese mismo viernes, el sábado y el domingo. Cada
técnico se reserva una parte de la exposición, que abre Kelly con una
descripción somera de los fines de Odeplan.
Pinochet
pregunta con ceño adusto: “¿Dónde está el Plan de Desarrollo?” Kelly responde
que sólo lo habrá en 1975.
Después los
economistas, que se han dividido las materias, describen un programa de
instauración de una economía libre en Chile. Pero salen desmoralizados de la
reunión, porque han visto frialdad en la Junta.
Con todo,
Kelly les asegura: “Nos sacamos un diez”.
Al día
siguiente recibe una felicitación de Merino, quien le dice que la Junta ha
determinado que no conviene interrumpir la labor que está desarrollando Odeplan,
es decir, que en Chile imperará un sistema económico de libre mercado sin
planificación centralizada.
Pinochet
mantuvo siempre al Comité Asesor,
pero hizo lo que decía el equipo de Kelly. La adopción de este equilibrio
decisivo fue uno de los “Momentos Estelares” de la Revolución Militar.
Los pilares del equipo uniformado
Entonces, por
orden cronológico, el primer pilar fue el Comité
Asesor uniformado, bastante estatista y adverso a las políticas severas de
ajuste económico. Contra la frialdad de los economistas, afirmaba que se podía
actuar con “audacia e imaginación” y criticaba a los economistas la severidad
del ajuste recesivo.
El
segundo pilar era la Casa Militar,
que cumplía todas las labores de secretaría de Pinochet.
Luego
estaba el tercero, el Estado Mayor
Presidencial, para monitorear la acción política del gobernante y que venía
de su gabinete en la Junta, igual al que tenía cada uno de los otros miembros
de ella, de acuerdo con el antes citado decreto ley N° 527, que en el caso de
los otros tres miembros se llamaban Comisiones
Legislativas, la I (Armada), II (Aviación) y III (Carabineros). Desde 1981, cuando se integrara a la
Junta el Vicecomandante en Jefe del Ejército, esta rama tendría su propia Comisión Legislativa, la IV (Ejército).
Inquietud universitaria
Los rectores delegados
manejaban las universidades con dispares resultados, pero el Gobierno se fue
encontrando en algunas con resistencias políticas más fuertes que en otras. Ese
tema había ido saliendo, por la simple gravitación de los hechos, de las manos
del miembro de la Junta que oficialmente tenía a su cargo las materias
educacionales, el general Gustavo Leigh. Pues cuando la transigencia y la
contemporización que a éste le resultaban más naturales se traducían en
problemas de autoridad, Pinochet no vacilaba en tomar las riendas.
Tal vez esto
fue alimentando algún resentimiento en el general Leigh, que terminaría por
estallar en una crisis institucional muy seria en 1978, la cual hasta puso en
duda la permanencia del Gobierno Militar.
“En
abril de 1974 el Intendente de Magallanes informa al Ministro de Defensa sobre
la delicada situación en la Universidad Técnica del Estado en Punta arenas, la
que tiene profesorado y personal mayoritariamente marxista. El Ministro se
dirige a la Junta y hace suya la proposición en orden a designar un vicerrector
delegado y sugiere que esa persona tenga las facultades para investigar y
erradicar al profesorado irresponsable y tendencioso y normalizar la
universidad. La reacción del Presidente no se deja esperar: se dirige al Comandante
del Teatro de Operaciones Austral indicándole que ‘dispondrá la suspensión
inmediata del Vicerrector de la UTE de Punta Arenas y designará en forma
interina en su reemplazo a un coronel de su dependencia, en espera del
nombramiento definitivo del nuevo rector’. Es el tipo de asuntos que Pinochet
considera prioritario resolver” (55).
Expulsión de Renán Fuentealba
El ex senador DC
y ex presidente de su partido, Renán Fuentealba, concedió en noviembre de 1974
una entrevista al corresponsal en Chile de Agence
France Press, Jacques Kaufman, quien transcribió el texto a su país y la
dureza de las críticas al Gobierno Militar allí contenidas llevaron a que la
versión diera la vuelta al mundo.
Fuentealba
fue detenido apenas La Segunda
publicó partes de la entrevista en Santiago, calificándolas el ministro del
Interior de “altamente lesivas para nuestro país y para su gobierno”, añadiendo
que se sumaban “a la infamante campaña emprendida por el marxismo internacional
en contra de la Patria”.
Esa
tarde unos lacónicos detectives de Investigaciones detuvieron a Fuentealba y lo
pusieron a bordo de un avión LAN que despegaría con destino a Miami. Ya en
vuelo, con dificultad Fuentealba consiguió una entrevista con el piloto,
expresándole su deseo de ser dejado en Costa Rica. Éste le expresó que podía
desembarcarlo en Panamá, pero Fuentealba le aseguró que si lo hacía así, sería
asesinado. Finalmente el piloto accedió a desembarcarlo en Lima, donde el
diplomático chileno Augusto Aninat lo acogió en su departamento.
El
caso produjo mucho revuelo en Santiago. Pinochet se hallaba en Talca, donde, en
el gimnasio municipal abarrotado de mujeres y jóvenes, expresó: “En días
pasados me he visto en la necesidad de sacar fuera del país a un político
porque estaba sembrando la cizaña”.
Esa
noche en la televisión apareció el ministro del Interior subrogante, general
Enrique Montero, expresando que Fuentealba “… ha tenido la incalificable falta
de patriotismo de formular a una agencia extranjera declaraciones que se suman
a las falsas acusaciones de que los derechos humanos no están siendo respetados
en nuestro país”.
Entretanto,
la prensa publicó declaraciones de 69 ex ministros y ex parlamentarios DC,
encabezados por Eduardo Frei Montalva, protestando contra la expulsión.
La
propia familia del ex senador publicó una inserción en El Mercurio con el texto íntegro de sus declaraciones a France Press, para demostrar que no
había nada subversivo en ellas, pero el ministerio del Interior señaló que no
correspondía al texto publicado en el exterior.
Paradójicamente,
en ese tiempo Frei Montalva se sentía “amargado y derrotado” y “a veces se
aislaba de sus íntimos amigos”. Lo que sucedía era que en el exterior era
repudiado por su responsabilidad en la caída de Allende. “En la Universidad de
Harvard le había sido imposible dictar una conferencia, porque los estudiantes
se lo impidieron” (56).
Pagaba
por un lado, en Chile, el costo de ser opositor y al mismo tiempo, en el
exterior, (viajaba mucho) el de haber apoyado a la Junta.
La exagerada imagen de la represión
Fue la propia
confesión del MIR la que dejó en evidencia la exageración de las acusaciones de
“violaciones a los derechos humanos” contra el Gobierno Militar. Un reconocido
crítico y juzgador en estas materias de dicho régimen, el historiador Gonzalo
Vial, escribió:
“A
fines del 74 el Comité Central y Comisión Política del MIR contabilizan nueve
caídos, veinticuatro presos, diez exiliados, ocho prófugos y un expulsado. Así
lo informó a la prensa y a la televisión un patético cuarteto de miristas
detenidos, que el Movimiento de inmediato marginó y condenó a muerte.
“Los
comunistas, por su lado, llegaron a adormecerse en un vivir clandestino sin
demasiadas peripecias” (57).
La
imagen externa de lo que sucedía en Chile era mucho más exagerada que esa
realidad.
Pues
la acción represiva más dura, como informa el mismo autor, tuvo lugar contra
comunistas y socialistas después, en 1975 y 1976.
Un
caso que llamó la atención nacional e internacional en el mismo 1974 fue el de
la militante del MIR Lumi Videla, cuyo cadáver fue lanzado a los jardines de la
embajada de Italia en Santiago, donde residían como asilados decenas de
extremistas buscados por las fuerzas de seguridad.
El
caso cobró notoriedad y derivó finalmente, muchos años después de
terminado el Gobierno Militar, en la condena de altos oficiales de la DINA como
autores del homicidio de la militante mirista y llevó al embajador de Italia,
Emilio Barbarini, ya retirado de su función, a escribir un libro en Italia,
“¿Chi a ucciso Lumi Videla?” (“¿Quién mató a Lumi Videla?”), Editorial Muria,
Milán, en 2012.
Aparte
de las circunstancias de su muerte, poco se ha dicho del largo compromiso de
Lumi Videla con la violencia en los años ‘60, parte del cual se refiere en el
siguiente párrafo del libro “Chile Bajo la Democracia Cristiana”, del ex
ministro del Presidente Ibáñez (1952-1958) Arturo Olavarría Bravo:
“Ese
día (22 de mayo de 1967), 40 alumnas del Instituto Pedagógico de la Universidad
de Chile, se trasladaron al local del Liceo N° 7, ubicado en calle Carmen
Covarrubias de la comuna de Ñuñoa, que se encontraba ocupado por sus educandos
en señal de adhesión a la huelga del magisterio. Junto con ello, las susodichas
40 alumnas del Instituto interrumpieron el tránsito en la Avenida Irarrázaval
cubriendo la calle con ramas provenientes de la poda de árboles que anualmente
se efectúa en esa época. Luego, acudieron al lugar de los hechos numerosos
carabineros al mando del teniente don Alberto Méndez Méndez a fin de disolver a
la manera acostumbrada la acción estudiantil. Pero esta vez los muchachos y
muchachas habían tomado sus precauciones y, armados de garrotes que llevaban
consigo, se enfrentaron valientemente con la fuerza policial, a la que
apalearon sin consideración. El ataque fue dirigido especialmente contra el
teniente Méndez, quien después de sufrir un traumatismo encéfalo-craneano y
numerosas lesiones en la cabeza y todo el cuerpo, debió ser internado en el
Hospital de Carabineros con diagnóstico reservado. Se acusó de la agresión a
los estudiantes señores Sergio Alfredo Pérez Molina, Lumi Videla Mora, Rubén
Aedo Barrientos y la señorita Carmen Rodríguez Zúñiga, quienes fueron
detenidos” (58).
Italia y sus contradicciones
Cuando la DC
acordó mandar una delegación al exterior para defender la imagen de la Junta,
sólo logró convencerse de que esa imagen era indefendible y en ese mismo
momento el partido empezó a reconsiderar su apoyo a la Revolución Militar.
El
veredicto de la delegación fue que el país donde el clima era peor para la
Junta era Italia. El gobierno italiano había retirado a su embajador y había
quedado a cargo de la misión el Encargado de Negocios, Tomaso de Vergottini.
Éste escribió unas memorias (“Miguel Claro 1359”) sobre los dos años en que
debió lidiar con una situación difícilmente sostenible: el gobierno de su país
y la opinión pública mayoritaria en éste execraban de la Junta, al tiempo que
los italianos residentes en Chile eran casi unánimemente partidarios del
Gobierno Militar.
Éste
era un fenómeno generalizado: los extranjeros residentes entendían el proceso
vivido en Chile y por eso apoyaban a la Junta, pero en sus países de origen
prevalecía la campaña propagandística diseñada por el Departamento de Desinformatsiya del KGB en contra de la Junta y la
mayoría de la opinión pública era adversa al régimen chileno.
En
el libro “Miguel Claro 1359”, dirección de la Embajada de Italia, queda de
manifiesto que un contingente de 250 subversivos de extrema izquierda habían
hallado refugio en la sede diplomática, obligada a alojarlos y mantenerlos, y
clamaban por un salvoconducto para viajar a Italia, donde sabían que serían
bien acogidos. A la vez, la prensa local más importante, El Mercurio y La Tercera, fustigaban
editorialmente a la diplomacia italiana por proteger a terroristas; y, en fin,
la colonia residente no sólo repudiaba a sus diplomáticos, sino que hasta
amenazaba con hacer un raid en Miguel
Claro 1359, sacar de ahí a los refugiados y entregarlos a las autoridades
chilenas.
Balance económico anual
Al
final del ejercicio de 1974 el PIB había crecido 1 %, insuficiente para
recuperarse de la caída de -5,6 % del año anterior. La inflación, medida por la
variación del IPC, había disminuido a 375,9 %, desde el 508,1 % oficial del año
1973. Entretanto, el desempleo había subido de 4,6% a 9,7%.
La Tasa de Inversión en Capital Fijo aumentó casi tres puntos, a 17,4 %
del PIB.
El déficit del presupuesto fiscal equivalió al 10,5 % del PIB, menos de
la mitad que el año anterior.
El saldo de la Balanza Comercial (exportaciones menos importaciones de
bienes) se había tornado positivo: 135 millones de dólares. El déficit de la
Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, que incluye, además de la Balanza
Comercial, intereses y movimientos de créditos, disminuyó a 210,8 millones de
dólares. La Cuenta de Capitales de la Balanza de Pagos tuvo un superávit de 273
millones de dólares.
El saldo de la Balanza de Pagos fue negativo en -55 millones de dólares.
La Deuda Eterna subió a 4.028 millones de dólares (59).
Las Reservas Internacionales
Brutas del Banco Central alcanzaron a 94 millones de dólares, con una
caída de 73 millones 400 mil dólares respecto al año anterior (60).
Un alza del precio del cobre había ayudado ese año. Pero la Revolución
Militar “se había dejado estar”, era imprescindible un ajuste de proporciones y
lo más difícil estaba por venir.
REFERENCIAS DE LA PARTE FINAL DEL CAPÍTULO II:
(31) Vial, Gonzalo: “Pinochet: la
Biografía”, op. cit., t. I, p. 240.
(32) Heinecke Scott, Luis:
“Chile: Crónica de un Asedio”, tomo IV, p. 10.
(33) “La Hora”, Santiago, 5 de
noviembre de 1998, p. 6.
(34) Ekaizer, Ernesto: “Yo,
Augusto”, op. cit., p. 234.
(35) Mitrokin, Vasilii: “El KGB y
la Batalla por el Tercer Mundo”, Basic Books, Nueva York, 2005, p. 98.
(36) Farías, Víctor: “Salvador
Allende: el fin de un mito”, Maye, Santiago, 2006, p. 173.
(37) Ekaizer, Ernesto: “Yo,
Augusto”, op. cit., p. 236.
(38) Ekaizer, Ernesto: “Yo,
Augusto”, op. cit., p. 242.
(39) Pinochet, Augusto: “Camino
Recorrido”, t. II, p.73.
(40) Whelan, James: “Desde las
Cenizas”, op. cit., p. 630.
(41) “El Mercurio”, Santiago, 6
de julio de 2003, p. D8.
(42) Vial, Gonzalo: “Pinochet: La
Biografía”, op. cit., tomo II, p. 693.
(43) Ekaizer, Ernesto: “Yo,
Augusto”, op. cit., p. 245 y 246.
(44) Pinochet, Augusto: “Camino
Recorrido”, op. cit., t. II, p.54.
(45) Ekaizer, Ernesto: “Yo,
Augusto”, op. cit., p. 211.
(46) Rojas, Gonzalo: “Chile
Escoge la Libertad”, op. cit., t. I, p. 40.
(47) Cuevas, Gustavo:
“Pinochet…”, op. cit., p. 69.
(48) Fontaine, Arturo: “Los
Economistas y el Presidente Pinochet”, op. cit., p. 70.
(49) Márquez de la Plata,
Alfonso: “El Salto al Futuro”, Zig-Zag, Santiago, 1992, p. 93.
(50) Rojas, Gonzalo: “Chile
Escoge la Libertad”, op. cit., p. 141.
(51) “El Mercurio” de Santiago,
14 de julio de 1974.
(52) Pinochet, Augusto: “Camino
Recorrido”, t.I, p.77.
(53) Fontaine, Arturo: “Los
Economistas y el Presidente Pinochet”, op. cit., p.73.
(54) Ibíd, p. 77.
(55) Rojas, Gonzalo: “Chile
Escoge la Libertad”, op. cit., t. I, p. 125 y 126.
(56) González Camus, Ignacio:
“Renán Fuentealba en la Génesis de la Concertación”, Catalonia, Santiago 2007,
p. 215.
(57) Vial, Gonzalo: “Pinochet: la
Biografía”, op. cit., t. I, p. 239.
(58) Olavarría Bravo, Arturo:
“Chile Bajo la Democracia Cristiana”, Talleres Gráficos Alfa, Montevideo, 1999,
t. II, p. 269.
(59) Díaz, Jose; Lüders, Rolf y
Wagner, Gert: “La República en Cifras”, op. cit., p. 514
(60) Banco Central de Chile:
“Indicadores Económicos y Sociales 1960-1985”, Dirección de Estudios, Santiago, 1986; “Indicadores
Económicos y Sociales de Chile 1960-2000”, Santiago, 2001.
(CONTINUARÁ MAÑANA).
Sin duda una infortunada concatenación de injusticias.
ResponderEliminarPero si el pronunciamiento/golpe comienza con el bombardeo de La Moneda la muerte del presidente Allende entonces el terreno estaba abonado para que la izquierda mundial aplicase toda la injusticias y mala propaganda contra el GM.
Ya que nombra a la DINA y Krassnoff porque cree que llego a pertenecer a esta por su capacidad mental y sus ojos claros para obtener información a los detenidos solo con mirarlos mas la vibración de su voz o por su completo odio a todo lo que oliese a comunista(Historia familiar)aparte de se de puño y patada rápida?
No pongo en duda que los generales no se enteren de cada asunto pero la inercia nos dice que no hace falta se cumplen y es lo que se espera de un militar a grosso modo.
Pinochet casi una blanca paloma preocupado de los derechos humanos lo demás ocurrió por unos malos oficiales que no paraban de liarla.
Pin8 era "duro" pero no es lo mismo correrle bala a guerrilleros y ejecutarlos sumariamente como combatientes irregulares, y otra es cebarse con inocentes en masa, que es una acusacion un poquito absurda, sin sustento y ridícula si se ven los números.
EliminarAhora resulta que el politico fracasado Mario Vargas Llosa, a quien el pueblo peruano rechazo en la unica oportunidad en que se presento a candidato, es hoy un guru indesmentible y su palabra y opinion es la ley. Que se meta sus opiniones en pais ajeno donde mejor le quepa!
ResponderEliminarSobrevalorar las opiniones de artistas y famosos tiene un nombre: farándula.
EliminarTanta paja copy paste para que, es buscarle la quinta pata al gato o tirarle mierda a Kaiser con mala intencion sabiendo que su filosofia es de hecho minarquista, por lo que dificilmente podria gustarle el autoritarismo.
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