Los
chilenos nos hemos olvidado de lo que es ser un país pobre. Nos hemos
acostumbrado a que lleguen peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos y,
últimamente, hasta argentinos y españoles a trabajar acá, porque los
condiciones están mejores que en sus países de origen.
Bueno, la
revolución izquierdista en curso revertirá esa tendencia y primero dejarán de
llegar trabajadores extranjeros, como ya estábamos acostumbrados, y empezarán
los chilenos a buscar mejores horizontes afuera. El proceso lo ha explicado muy
bien un reputado economista, Rolf Lüders, en diferentes intervenciones: la
revolución izquierdista, y en particular su reforma tributaria, está atacando
al capital y la rentabilidad de éste tiende por eso a disminuir, por cuyo
motivo baja la inversión. Esto ya se está traduciendo en menos empleo y, como
consecuencia, la remuneración del factor trabajo tenderá a disminuir. Con
trabajo más barato, el capital ve mejorada su rentabilidad y deja de emigrar,
de modo que se retorna a un mayor nivel de inversión y se recobra la tasa de
crecimiento. Entonces, finalmente, tenemos como consecuencia de la revolución
izquierdista una economía con impuestos más altos, sueldos más bajos y
ganancias del capital recuperadas, para hacer posible nuevamente un mayor
crecimiento.
En
resumen, los mayores impuestos los van a pagar a largo plazo los trabajadores,
aunque los autores de la reforma tributaria digan que los van a pagar los capitalistas.
Pero éstos van a pagarlos sólo inicialmente, van a buscar mejores horizontes y luego volverán
cuando la rentabilidad del capital se haya restablecido.
Naturalmente,
esto no tiene contenta a Michelle 2.0, que pasó a ser Michelle 3.0 cuando moderó
su reforma tributaria y "chuteó para adelante", aunque se le saliera el zapato, la reforma constitucional. Pero la tributaria, moderada y todo, sigue siendo perjudicial, y ella
lo sabe. Por eso reunió a sus colaboradores en el Palacio Cerro Castillo (los
izquierdistas quieren que todos seamos más iguales pero cuando se reúnen no lo
hacen en un galpón de La Pincoya sino en un Palacio donde está servidos “a todo
trapo”). Y no los reunió para felicitarlos por la marcha de la revolución sino
porque se ha estado dando cuenta de lo que señalé en los párrafos anteriores.
Los izquierdistas, como los maridos engañados, son siempre los últimos en enterarse.
En el
extranjero se percatan mejor que nosotros de lo que viene. El rector de la
Universidad Mayor, Rubén Covarrubias, en carta a “El Mercurio” del lunes,
refería que en una conferencia de mil rectores universitarios en Brasil el
presidente del evento lo interpeló intempestivamente diciéndole que en Chile,
que ocupaba el primer lugar en educación en América Latina, se iban a llevar a
cabo reformas que habían fracasado en otros países de la región y que cómo
podía explicarse eso. Él seguramente tuvo que explicar el curso de la revolución
izquierdista en Chile y decir que no le quedaba más que lamentarla.
Conste que
estamos sólo en el comienzo. La izquierda ya está anunciando golpes
revolucionarios en la legislación laboral que encarecerán la contratación, así
es que el fenómeno desatado por la reforma tributaria se va a redoblar con la
laboral. Y la señora que descubrió que la cotización de salud es un impuesto
está preparando el ambiente para que el Estado le dé también el zarpazo a la
salud privada, con el eventual resultado de que todos los cotizantes de las
Isapres pasen a tener un nivel de atención como el de Fonasa, pero empeorado,
porque cuando terminen con las primeras la atención en el sistema público se va
a volver todavía peor que ahora. Fenómeno parecido al que desatará la intervención estatal en la educación particular subvencionada, donde la gratuidad forzada hará que se redoble la emigración hacia ella, saturándola, desde la enseñanza municipalizada ya en decadencia.
Y el apetito socialista también se dirige a las AFP. Y como también han manifestado hambre por administrar los derechos de agua, la agricultura tal vez deba “poner sus barbas en remojo”.
Por
fortuna Michelle 3.0 chuteó para adelante la reforma constitucional “por las
buenas o por las malas” de Michelle 2.0 y por el momento todos han dejado de
hablar de la Asamblea Constituyente. Yo había pronosticado que cuando fuera impulsada
ésta nos encontraríamos, en la revolución izquierdista chilena, en el estado
equivalente al Asalto del Palacio de Invierno en la rusa o los Acuerdos de la
Sala del Juego de Pelota en la francesa. Es decir, en el momento en que definitivamente
se desbordó el torrente. Todas las revoluciones tienen un patrón parecido. La
chilena actual ha abierto muchos frentes simultáneos de lucha y su conductora
se ha asustado.
De
momento, cuando dejen de llegar extranjeros a nuestro mercado de trabajo ya
habrá una prueba fehaciente de que la reforma tributaria la habrán terminado
pagando los asalariados, que es lo que todo economista preparado, objetivo y no
socialista sostiene en este momento que va a suceder.