Yo iba a escribir un blog lapidario, "Cruces Reiterados de la Línea Roja", y ya tenía un borrador, cuando leí en El Mercurio la condena del ex comandante en jefe Juan Emilio Cheyre y otros en el "Caso Caravana", episodio La Serena, recién dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago. Ese fallo es constitutivo de delito y tan ridículo, ilegal y vergonzoso que se justifica postergar mi otro blog.
La judicatura chilena figura en estadísticas internacionales como la peor del mundo y se lo tiene merecido. Este caso, que conozco bien, explica por qué. Lo traté en mi libro, nunca desmentido y best-seller en su tiempo (2000), "La Verdad del Juicio a Pinochet". Lo de La Serena fue el comienzo de lo peor que le aconteció al gobierno militar y culpa del comandante Sergio Arredondo, hoy fallecido.
El 16 de octubre de 1973, temprano, salió de Santiago la comitiva de Arellano, encargada de acelerar consejos de guerra, porque los regimientos mantenían numerosos presos cuyos familiares los rodeaban y reclamaban a voz en cuello. Al partir a La Serena, por primera vez se incorporó a la comitiva, que venía del sur, donde no había tenido contratiempos, el comandante Arredondo. Llegados a destino, mientras Arellano trabajaba con el comandante del regimiento local, coronel Ariosto Lapostol, el comandante Arredondo sacó a 15 presos de su lugar de detención, acompañado de su amigo, un oficial local recién reincorporado, Tomás Harris. Los llevaron a un galpón, a cuadras de distancia de donde se hallaban Arellano y Lapostol, según me confirmó personalmente el general Cheyre hace unos veinte años, en un almuerzo en el fundo del almirante Poisson.
Arredondo, por sí y ante sí, hizo fusilar a los 15, participando él directamente. Eso fue sucintamente lo que ocurrió y quedó reiteradamente aclarado en el juicio ante Juan Guzmán y en un "consejo de honor" convocado en el año 2000 por el general (r) Jorge Court, amigo tanto de Lapostol como de Arellano. Ambos estuvieron de acuerdo en que ninguno tuvo nada que ver en las 15 muertes ni las ordenó. Por supuesto, menos tuvieron que ver los ayudantes de ambos, los entonces jóvenes tenientes Juan Emilio Cheyre, de Lapostol, y Viterbo Cheminelli, de Arellano; ni tampoco el piloto del helicóptero, Emilio Robert de la Mahotiére. Pero la Corte ahora condena a 10 años y un día a Cheminelli como coautor, a 5 años y un día al piloto como cómplice y a 3 años y un día a Cheyre como encubridor, amén de imponer 5 años y un día a otros dos jóvenes oficiales locales que tuvieron la mala suerte de estar cerca del galpón. Todo lo cual es disparatado, pero se explica porque el verdadero y único responsable falleció y el propósito del juicio es el lucro: para cobrar es preciso cargar el delito a alguien vivo, por inocente que sea.
Como Cheyre ha prestado invaluables servicios a la izquierda, entre ellos declarar en 2004 que el Ejército reconocía su responsabilidad "en TODOS los hechos punibles y moralmente reprochables del pasado" que eran culpa de la izquierda, la Corte, agradecida, le remitió la pena, es decir, la cumplirá en libertad. Yo he situado a Cheyre, en otro libro mío, "Miserias Morales de la Chilenidad Actual", entre los tres mejores colaboradores del comunismo en su tarea de vengarse de los uniformados. Los otros dos: Patricio Aylwin y Sebastián Piñera.
La Corte de Santiago ha violado en este caso la ley de amnistía, la presunción de inocencia, la prescripción, la cosa juzgada, las leyes reguladoras de la prueba y las que obligan a buscar la verdad de los hechos y a considerar tanto las circunstancias que acreditan culpabilidad como las que eximen de ella, todo con tal de sustraer al fisco centenares de millones de pesos. Su ostensible prevaricación debería algún día llevar a los firmantes del fallo a cumplir una pena privativa de libertad de hasta tres años, de acuerdo con el art. 224 del Código Penal.
Espero me quede suficiente vida para ver que se haga justicia.