En 2008 le
pronostiqué a la UDI un aciago destino si apoyaba la candidatura de Sebastián
Piñera, pero no voy ahora a reclamar reconocimiento para mi profecía por
estarse produciendo exactamente ese desenlace, porque el tiro de gracia ha
tenido su origen en el affaire Penta que todos conocemos, que si bien obedece a
conductas de personas muy próximas a Piñera, eran destinadas a ayudar a la UDI
y no a liquidarla.
Pero, ya antes
de eso, el fracaso electoral de 2013 había dejado a la UDI en la agonía, y ésta
sí era atribuible a Piñera, que criminalizó a los partidos que lo apoyaban,
llamándolos “cómplices pasivos” de supuestos delitos, imputación suficiente
para que una masa considerable e inadvertida de sus partidarios les restara su
voto.
Pero el propio
“tiro de gracia” ha sido magnificado por los medios y justamente eso lo
transforma en una amenaza de muerte política. La clave es el acoso mediático.
Sin él, Ricardo Lagos sorteó crisis peores: su –como dicen ahora-
“impresentable” adquisición de aulas tecnológicas con sobreprecio, como
Ministro de Educación, no obstante la cual después fue premiado por el pueblo
con la Presidencia, por ejemplo. Es que los medios no se ensañaron con él, como ahora con la
UDI. Y durante su administración sorteó el aún más “impresentable” affaire MOP
Gate, plagado de boletas y facturas falsas, pese a lo cual abandonó La Moneda
rodeado de una alta aprobación. Porque la prensa y sus adversarios políticos
(en particular la UDI) fueron mucho más benévolos con él de lo que lo han sido
ahora los de ella con ésta. Y seguramente Lagos hasta habría resultado
reelegible en 2009 si no hubiera sido por el Transantiago y su fracasado el Tren
al Sur, dos engendros que lo privaron, hasta ahora (porque en política nunca
debe decirse “para siempre”) de suficiente piso electoral.
El
hundimiento de la UDI ha arrastrado por el momento a toda la Alianza, que en la
última encuesta Adimark aparece con un 78% de rechazo y un 11% de aprobación,
cifras reveladoras de un repudio inédito.
Ahora, siempre
según las encuestas, el único heredero verosímil de la difunta derecha aparece
siendo, paradójicamente, su enterrador, Sebastián Piñera. Éste, tanto gracias a
su manejo propio como a los recursos de que dispone para su triunfo personal en
política (es decir, todos los que tiene), sortea barreras que otros no pueden
pasar. Por ejemplo, Hugo Bravo, el gran denunciante del caso Penta, lo nombró y
dijo que le habían donado $50 millones para su campaña presidencial a través de
la Fundación Futuro, pero esta última lo desmintió y Bravo no insistió, como en
otros casos, ni produjo la boleta o factura en cuyo respaldo él hubiera escrito
“SP”, como lo hizo con la de Andrés Velasco. Pues éste también había negado en
un principio, pero los medios no le dieron respiro, los detectives allanaron su
oficina y hasta su domicilio y, lo decisivo: en su caso Bravo, produjo el
documento por $20 millones en cuyo respaldo había escrito “AV”, y AV se hundió.
En cambio, Piñera quedó a flote.
Entonces y
en teoría el único que queda a flote puede hacerse a bajo precio de la herencia de la derecha
difunta, que parece menguada pero es considerable (pues los “cómplices
pasivos” son muchos y no vacilan en asirse a un clavo ardiente si con ello se
salvan de la revolución socialista en curso). Piñera le debe mucho a esta
última. Sedicentes derechistas horrorizados por el actual “Gobierno Contra
Natura”, como lo he llamado en mi anterior blog, y también por el caso Penta,
que se extiende y se profundiza cada vez más, me han dicho, alzando los brazos
en señal de rendición incondicional: “Piñera es lo único que nos queda”.
Pero ¡por
favor! Un momentito.
Es verdad
que este personaje, como no es de derecha, tiene una virtud de la cual aquella
carece, y es que nunca reconoce una culpa. Así siempre sale adelante y logra
que los demás también lo absuelvan o se olviden de las que tiene. Esto último quedó
patentizado el otro día (31.01.15) en “La Segunda”, en una entrevista a quien
compite con Carlos Alberto Délano por ser su mejor amigo, Andrés Navarro. El
diario le preguntó a éste (que está pretendiendo clavar una pica para Piñera y
su partido, la DC, en Flandes, léase la Sofofa) cuál estimaba la más imperdonable
conducta empresarial reciente de las muchas que se ha denunciado, y él mencionó la compra de acciones con información privilegiada de que se acusa a
Juan Bilbao. Entonces el cronista de “La Segunda”, de memoria menos feble que
Navarro, le preguntó si entonces condenaba también de la misma manera la compra
de acciones de LAN con información privilegiada por parte de Sebastián Piñera,
poniéndolo en una de esas situaciones en que los americanos exclaman “Oops!”
Desconcertado, Navarro se limitó a decir “es distinto”. Pero no pudo explicar
por qué. Tal vez porque no es distinto.
Es que
Piñera navega en medio de sus renunciamientos como si tal cosa y así consigue
que todos los olviden: sus presiones para conseguir la fusión de las Cascadas,
que lo beneficiaba a él, siendo Presidente; la recién citada compra de LAN, la
tardía y tributariamente ventajosa venta de LAN en 2010, sólo materializada una
vez que él hubo designado nuevo Director de Impuestos Internos (al cual después
le quitó el piso); la primera y negociada compra de LAN al gobierno de Aylwin
mientras le aprobaba a éste en el Senado su alza tributaria, su ventajosa venta
de las Chispas, el episodio de la Kyoto, la quiebra del Banco de Talca y su
participación en sociedades que compraban acciones del mismo banco y un largo
etcétera. Todavía recuerdo, y esto es una anécdota, si bien demostrativa, cuando
en los ’90 le dije a Sebastián, quien aparecía en los diarios, siendo senador,
como presidente del directorio de una sociedad anónima editorial suya, que yo iba
a pedir, de acuerdo a la Constitución, su cesación en el cargo, el cual
entonces debía pasar a mi persona, por haber sido su compañero de lista cuando
fue elegido. Pues la Carta establecía esa sanción para quien fuera parlamentario
y a la vez director de una S. A. Pero, como no me gusta ganar por secretaría,
ni siquiera lo intenté. Y nadie más lo hizo, de modo que él se salió una vez
más con la suya.
Pero, “that
is NOT the question”. “The question” es que no puede ser el único heredero en
la Sucesión por Causa de Muerte de la derecha alguien que no es de derecha, que
votó “no” en 1988, que estuvo siempre en la oposición al gobierno que salvó a
Chile del totalitarismo y sólo se pasó a las filas de éste en 1989, cuando
avizoró allí la expectativa de una carrera política; alguien que encabezó un “V
Gobierno de la Concertación”, subió los impuestos y creó ministerios,
subsecretarias, superintendencias, agencias de control y entes burocráticos a
discreción; alguien que declaró a la semilla de la actual revolución
socialista, el movimiento comunista del 2011, como algo “noble, grande y
hermoso” y posteriormente, cual verdadero precursor de Eyzaguirre, se propuso
condenar el lucro en la educación y subir los impuestos para ella siguiendo
exactamente las exigencias de aquel movimiento totalitario; alguien que fue “cómplice
activo” en la prisión política de los militares que combatieron al terrorismo,
que para hacer una “pasada” y remontar en las encuestas trasladó a esos presos
políticos a un penal peor y hacinado (lo que provocó el suicidio de un digno
general inocente al cual reiteradamente le había negado el indulto); alguien
que dio financiamiento al Museo de la Desmemoria Marxista y a la Oficina de Derechos Humanos del
Ministerio del Interior, la cual triplicó bajo su administración el número de
querellas contra uniformados, todas ellas sin fundamento legal, convirtiéndose
así en “cómplice activo” y también en coautor de prevaricación; y alguien que, “last
but not least”, porque prueba el carácter del sujeto, mantuvo como funcionario
de su exclusiva confianza en la dirección del Instituto Médico Legal a un
mirista actual y confeso (lo dijo por televisión sin ser cesado en el cargo),
como lo es Patricio Bustos, que, por cierto, fue ratificado por el gobierno de la
Nueva Mayoría.
A mí algunos
me critican cuando digo estas cosas porque, afirman, “te has quedado pegado en
la lógica del ‘sí y el ‘no’”. Pero, les replico yo ¿y en qué lógica están
ustedes? Pues están en la lógica del “no”, la de condenar la obra del Gobierno
Militar y darles en el gusto a las huestes del “no”. La derecha, si quiere
subsistir, nunca puede caer en esa lógica. Es la del viejo proverbio: “Si no
puedes con tu enemigo, únete a él”. Otra manera de describir la rendición incondicional
del propio ideario, rendición de la cual estamos, los que somos “de derecha”, ya muy
cerca. Pues lo único que nos queda es la UDI, y la UDI está agonizando. Ya RN
murió como derecha, cuando pasó a ser “Renegación Nacional” al modificar su
Declaración de Principios y suprimir el reconocimiento a la obra del Gobierno
Militar, que adoptó el ideario de la libertad, es decir, el de la derecha, y
legó a Chile una democracia estable que en estos días está siendo
sistemáticamente demolida y que una retroexcavadora marxista se apresta a echar
dentro de la tolva de un camión rojo para que la vaya a vaciar a un botadero de
basura.
De modo que no estoy en
la lógica del “sí y el no”, sino que estoy, categóricamente, en la lógica del “sí”. Es
la de la verdadera derecha chilena. El único partido que la representa es la
UDI, que no ha “adaptado” su Declaración de Principios a lo que demandan los
del “no”. Mientras haya un parlamentario como Ignacio Urrutia que pida un
minuto de silencio en la Cámara en homenaje a la memoria de Pinochet y
permanezcan en la sala media docena de diputados de su partido, para molestia
de otros imberbes de cerebros lavados que ya se pasaron al “no”, habrá todavía
UDI y habrá derecha de verdad. Mientras la UDI sea capaz de llevar como candidato
a Alcalde de Providencia a un Cristián Labbé, la única autoridad del país que
en 2011 se atrevió a aplicar la ley a los estudiantes extremistas que usurparon
colegios por la fuerza, la UDI representará a la derecha de verdad.
El hecho de
haber incurrido en irregularidades para financiar campañas, como por lo demás
lo hacen todos, no invalida a un partido ni al ideario de la libertad ni la
verdad histórica ni el concepto de respeto al individuo y a la vida que son el
núcleo del pensamiento de derecha. Por eso la UDI debe subsistir para seguir
representando tales valores. Si va a renunciar a ellos para sumarse a los que condicionan su actuar político a las encuestas, entonces sí
que estaremos asistiendo al entierro de la derecha en Chile.
Peor que eso, a su
cremación.
Pero incluso
después de la cremación quedan todavía las cenizas. Y Chile ya resucitó una vez
“Desde las Cenizas”, como tituló su obra dedicada a tal epopeya ese derechista
inclaudicable que fue James Whelan (Q.E.P.D.)
La derecha
también lo puede y lo debe hacer, aun si lo único que nos queda, la UDI, también
termina por claudicar. Pero, por ahora, “aún tenemos Patria, ciudadanos”, como
decía Manuel Rodríguez cuando decidió quedarse, pese a que la mayoría cargaba
las mulas para huir a Mendoza.