Los
extremistas de izquierda, sabedores de que gozan de impunidad por haber sido todos
sus antecesores indultados, perdonados y generosamente indemnizados con cargo a
los contribuyentes chilenos, ahora han asesinado a mansalva a otro joven
carabinero, Alejandro Gálvez Gálvez, quien cumplía la misión de resguardar a la
ciudadanía de los atentados, durante la insólita efeméride que festejan impunemente bajo el nombre de “Día del Joven Combatiente”. Sólo en un
país que ha perdido la razón puede suceder que los asesinos celebren
públicamente su festividad.
Es que la
nuestra es una ciudadanía ingrata y veleidosa. Por una parte, declara en las encuestas
como su institución más admirada al Cuerpo de Carabineros, pero, por la otra, elige para gobernar a los que en el pasado hicieron profesión de fe en la
violencia armada, cuyas víctimas predilecta eran los carabineros. Sobre todo
que los así electos y sus jueces afines tienen como tarea preferente la
persecución judicial ilegal de los carabineros que han enfrentado al extremismo
armado.
Justamente en el trigésimo
aniversario de la fecha en que dos miristas de apellidos Vergara Toledo
dispararon a mansalva contra los miembros de una patrulla de carabineros,
hiriendo de gravedad en el abdomen y una pierna al uniformado Marcelo Muñoz
Cifuentes, tras lo cual sus compañeros respondieron el fuego y dieron muerte a
los miristas, éstos son recordados como “víctimas” y los guardianes del orden
son perseguidos como “victimarios”.
Pues ¿cómo
ha respondido el pueblo chileno? Ha encarcelado a esos carabineros, que todavía
purgan condena en Punta Peuco, mientras su colega herido, Marcelo Muñoz, fue
sometido a proceso y se libró por un pelo de no haber ido también a presidio.
Poco tiempo
después de ese 29 de marzo de 1985 un tercer hermano Vergara Toledo colocaba un
explosivo en una torre de alta tensión, pero éste explotó prematuramente
dándole muerte a él y su compañera de fechorías. Como llevaban identidades
falsas, pasó tiempo antes de ser identificados.
La miseria
de la opinión pública chilena ha conducido a que la verdad de los hechos
anteriores no sólo haya sido ocultada sino gravemente tergiversada: justamente
en estos días, en todos los medios, se habla de “los asesinados hermanos
Vergara Toledo”, cuya familia, naturalmente, defendida por el mismo abogado
comunista que se ha caracterizado por blindar judicialmente a todos los
extremistas de izquierda, ha conseguido millonarias indemnizaciones y
pensiones. Los medios de comunicación, sin excepciones, presentan el hecho como si los carabineros hubieran dado muerte sin motivo a dos hermanos indefensos.
Por
contraste, con la generosidad con que el Estado indemniza a las familias de los terroristas caídos, las de los carabineros muertos a manos de elllos reciben una magra indemnización, financiada por los propios carabineros
activos.
Y los que
están presos como efecto de la prevaricación de los jueces ni
siquiera logran que les sean respetados sus beneficios carcelarios. Pertenezco
a un grupo que financia abogados para conseguir que tales derechos les sean
respetados, lo que debería suceder automáticamente, pero sólo se logra mediante arduas gestiones profesionales. Y, por cierto, los que respondieron el fuego de los hermanos
Vergara Toledo deberán esperar todavía años en Punta Peuco para cumplir la condena que
recibieron por haber defendido a la civilidad del extremismo. Están presos por
no haber muerto a manos de sus agresores. El uso legítimo de armas por la
policía uniformada ha pasado a ser en Chile un
delito.
El 29 de
marzo de 2008, al inaugurar el respectivo “Día del Combatiente”, la también entonces
Presidenta Bachelet celebraba la “efeméride” aludiendo al “crimen horrible” cometido
por los carabineros el 29 de marzo de 1985. ¿Con qué cara expresa hoy, entonces, condolencias a la viuda y el hijo del carabinero asesinado por un continuador
de los “jóvenes combatientes”? Todo tiene explicación: ella misma en su tiempo ayudaba
al MIR, primero, y al FPMR después, con cuyo vocero convivía justamente cuando
los hermanos Vergara Toledo disparaban contra los carabineros o colocaban
bombas terroristas. Pero eso ha sido borrado de la memoria colectiva.
Sólo en un país en que el
cinismo político-judicial ha triunfado en los términos en que lo ha hecho en
Chile es posible que los mismos que inspiraron a los “jóvenes combatientes” a
matar carabineros se hagan presentes en el entierro de éstos cuando caen bajo las balas de aquéllos, mientras mantienen presos a los uniformados que han incurrido en el “delito” de no haber resultado muertos.