Como la izquierda escribe la historia, pero no la verdadera, los izquierdistas comparan el tránsito a la democracia que hizo Pinochet con los avatares que está viviendo Maduro por querer disfrazar de democracia una dictadura de izquierda que, hasta ahora, no ha sido completamente totalitaria, pues mantiene un margen de propiedad privada y una apariencia electoral.
Completamente distinto era el gobierno constitucional de Pinochet, elegido Presidente por ocho años en el plebiscito de 1980, en el cual también se aprobó la Constitución que nos rige hasta hoy. Iba a terminar en 1989 si él era reelegido en 1988. Como a esas alturas ya se había restablecido de hecho la libertad política, el plebiscito de 1988 para reelegirlo contempló amplias garantías para la oposición, un Tribunal Calificador de Elecciones imparcial y una Franja Publicitaria pluralista.
El ambiente democrático fue todavía mucho más allá, porque permitió una intervención extranjera masiva contra el incumbente Pinochet, con los Estados Unidos y Europa Occidental financiando la campaña del No abiertamente, encabezados por el embajador Harry Barnes. Éste le dio a la oposición millones de dólares a través del "Endowment for Democracy" y con la Comunidad Europea financiaron desembozadamente los medios de prensa opositores, como los diarios "La Época" y "Fortín Mapocho" y las revistas "Hoy", "Cauce", "Apsi", "Análisis", "Punto Final" y otras, contra una sola pro-gobierno, "Ercilla". Había pluralismo real y una intervención foránea descarada, contra la cual el comunismo, que siempre acusó al "imperialismo norteamericano" de intervenir en Chile, nunca dijo nada.
El peor defecto de esa amplitud de libertad, garantías y millonario financiamiento externo en 1988 fue que mintieron de una manera vergonzosa. Porque a través de la Franja Electoral Publicitaria de la TV, millonaria y mucho mejor que la del Sí, instalaron una falacia: que otros 8 años de Pinochet era seguir con el gobierno militar. La verdad era que habría sido un gobierno civil plenamente democrático, igual que lo fue el de Aylwin.
Por eso la "cara del No", que era mi compañero de colegio y amigo Patricio Bañados, insistía en repetir: "¡No más!", mostrando una señora, que por lo demás era pinochetista, llorando por las bombas lacrimógenas derivadas de los desórdenes opositores en el centro, perfectamente organizados para ser filmados y así acusar de violencia al gobierno. ¿Les suena parecido a algo? Lograron grabar en la mente de la mayoría, hasta hoy, que habría sido como continuar un gobierno militar. Y gracias a esa falacia millonariamente respaldada ganaron, porque antes de divulgarla, el Sí superaba al No en todas las encuestas.
Entonces, el régimen de Pinochet no tuvo nada que ver con el de Maduro. Estaba restableciendo la libertad y la democracia plena, dando garantías a sus opositores y dejó el poder cuando perdió, mientras el segundo trata de suprimir la democracia mediante el fraude y perpetuarse en el poder.
Ahora, hay un gran tema: para qué Maduro hace elecciones, cuando Fidel Castro y su hermano llevan 65 años en el poder con partido único y sin ninguna oposición. La respuesta es que Maduro sabe que los cubanos se mueren de hambre, que el socialismo es un fracaso y que debe mantener algo de mercado, alguna propiedad privada y una apariencia de democracia. Haciendo trampas, por supuesto, de toda clase, pero dejando que vayan a votar sin olvidar la enseñanza del padrecito Stalin: lo importante es quién cuenta los votos. Y los cuenta él. Lo malo es que lo han pillado. Porque la totalidad de las encuestas, incluidas las "a boca de urna", no se equivocó y ganó Edmundo González ampliamente. Hasta la inocente selfie de un miembro del equipo de gobierno para el recuento de votos quiso, para dignificar su trabajo, hacerla circular por las redes, sin darse cuenta de que en todas las pantallas aparecía González ganando lejos.
Maduro quiso, como Allende, mantener una apariencia de democracia mientras procuraba mantener el poder por medios vedados. Allende fracasó y Maduro también va a fracasar.
Ahora tiene que elegir: o cede el poder, porque lo ha perdido en una elección y esa es la realidad, o adopta el camino de los Castro, aplasta militarmente a la oposición y sigue las aguas de Cuba.
Mi impresión es que va a optar por esto último. El Eje Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán, Rusia, China y Corea del Norte lo va a respaldar y el éxodo desde el que alguna vez fuera el país más rico de América Latina no va a cesar. Pero sólo por un tiempo, pues a la larga la libertad va a triunfar.