El desastre
electoral de la derecha en 2013 se gestó a partir de la criminalización de que
la hizo víctima Sebastián Piñera en el 40° aniversario del 11 (declaró a los
miembros de aquélla –que lo habían llevado a él al poder—“cómplices pasivos de atropellos
a los DD. HH.”, poco antes de las elecciones presidenciales y parlamentarias).
Ningún sector político puede aspirar a un gran apoyo ciudadano si desde su
propio seno es acusado de complicidad en supuestos crímenes atroces. Lo peor es
que la esperanza de una rectificación de tan lapidario veredicto se ve cada vez
más lejana, pues la derecha acentúa día a día su apoyo a la campaña dirigida a su
propia destrucción.
Léanse las
siguiente declaraciones de uno de sus precandidatos presidenciales y, paradójicamente,
crítico de Piñera, Manuel José Ossandón (RN), en “La Segunda” del 27.08, p. 15.
Preguntado tendenciosamente sobre “qué le queda a la derecha en el siempre
presente tema de los DD. HH.”, cae redondo en la trampa que le tiende el
periodista y no sólo eso, lo empeora todo respondiendo: “Hay que tener una
postura clara y categórica de rechazo a actuaciones tan deplorables como quemar
vivas a personas porque piensan distinto”.
Insólito.
Como dicen ahora (reflejo de las costumbres dominantes), “¿qué yerba estaba
fumando Ossandón?” La terrorista y el acompañante de ella a que se refiere portaban
bombas incendiarias, en 1986, para quemar a otros, y accidentalmente una se
rompió y los quemó a ambos. Hubo un juicio y una sentencia, que produjo cosa juzgada,
acreditando eso. Quedó claro que no fueron quemados “por pensar distinto” y ni
siquiera por practicar una conducta terrorista, sino por un accidente que el
fallo le atribuyó a la misma portadora de los artefactos. Claro, hoy día un juez
de izquierda, que por ser tal no respeta la prescripción ni la cosa juzgada, ha
reabierto el caso en medio de una maniobra de distracción publicitaria del
gobierno y se encuentra con el intríngulis de que un conscripto ha confesado
haber pateado accidentalmente el explosivo incendiario. Nadie sabe en qué
terminará todo este absurdo judicial, pero si hay algo comprobadamente falso es
que fueron quemados “por pensar distinto”. Es esperable que esto último lo afirme un
comunista obtuso, pero no un senador de derecha que pretende dirigir los
destinos de la República. ¿Cómo va a gobernar si ni siquiera sabe hechos
básicos de la historia reciente? ¿Si, como un Piñera más, repite consignas marxistas
sabidamente falsas?
Lamentablemente
no se detuvo ahí, sino que quiso quedar todavía mejor con la extrema izquierda,
consciente del avance en las encuestas que ese comportamiento le permitió a su
otrora criticado Piñera, de modo que más adelante agregó: “Hay que insistir en la
búsqueda de las personas desaparecidas. Cuando propuse el año pasado la
creación de una comisión final de búsqueda a nivel del Senado, nadie
respondió”.
Otra
consigna de extrema izquierda. Y un rasgo de tremenda ingenuidad política. Los
destinos de todas las personas que eran todavía ignorados ya han quedado
aclarados en publicaciones de prensa que he detallado en la p. 252 de mi libro
“Terapia para Cerebros Lavados”, que cualquiera puede adquirir en internet
según el aviso que se publica en esta misma página. De los 1.102 desaparecidos
consignados en los Informes Rettig y Reparación y Reconciliación, de todos se
sabe el destino. Lo que sucede es que hay restos que LA IZQUIERDA NO QUIERE
IDENTIFICAR y que están en el Instituto Médico Legal y en los patios 9, 12, 25,
26, 27, 28 y 29 del Cementerio General. Hace un par de meses se dieron el
trabajo de identificar a uno, y sólo uno, e inmediatamente se comprobó que era
un supuesto “desaparecido”. Entretanto, han “reaparecido” seis en los últimos
años, que figuraban en la nómina. El senador Ossandón, si hubiera estado
informado, lo que debería haber hecho era apercibir bajo amenaza de alguna
sanción a las autoridades de izquierda para identificar los restos que hay.
Claro, estando el Instituto Médico Legal bajo la dirección de un mirista (que
fue funcionario de la exclusiva confianza de Sebastián Piñera durante todo su
mandato), por supuesto que muchos restos van a permanecer sin identificar,
porque a la izquierda no le conviene quedarse sin desaparecidos. Y por eso
nadie le hizo caso a la propuesta de Ossandón, pese a que todo el mundo vocea
la consigna de los “detenidos desaparecidos” a la primera oportunidad que se le
presenta de denigrar al Gobierno Militar.
En esta
materia, pues, la derecha ha devenido una lamentable cómplice de la DC y la izquierda
en la tarea del “asesinato de imagen” del señalado régimen. Y Ossandón no es el único: recuérdese a Hernán Larraín (UDI) rindiendo público homenaje de
desagravio a la extremista quemada, en compañía de Patricio Walker. ¡Un culto
“republicano” al terrorismo de izquierda! Así, pues, no sólo Piñera está en ese
afán suicida. Suicida, porque nadie va a convencer a los chilenos –y eso es
indeleble-- de que los partidos de derecha no fueron la base política civil del
Gobierno Militar.
Otro
testimonio de esta complicidad de la derecha lo dio días atrás la plana mayor
del Colegio de Abogados, es decir, su presidente, Arturo Alessandri Cohn, su ex
presidenta, Olga Feliú, y su consejero, Pedro Pablo Vergara, a los cuales se les
vio orgullosos en la prensa recibiendo como nuevo asociado del Colegio al
presidente de la Corte Suprema, Sergio Muñoz, connotado juez de izquierda que
preside un tribunal cuyo pleno, el 27 de marzo último, en un informe a
propósito de una materia legal, confesó paladinamente, en el considerando 5°,
desconocer la legalidad interna para los efectos de obtener las condenas de
militares en juicios de derechos humanos.
Hace unos
días me correspondió contribuir, en la televisión estatal, a dejar en evidencia
al ex ministro de corte Alejandro Solís y llevarlo a confesar que no impuso
condenas a los militares por haberles probado ser autores de delito, como era
su deber, sino en virtud de una mera “ficción”. Fue el término empleado por él
para definir la peregrina invención del “secuestro permanente”.
El clima de
escándalo moral soterrado (pues ni la izquierda ni su derecha cómplice quisieron
destacar tan escandalosa confesión de prevaricación) fue tal, que el gobierno
decidió premiar a Solís, aliviándole su desprestigio, y nombrarlo jefe del
departamento de DD. HH. del Ministerio de Defensa, cargo desde el cual puede
sostener mejor las “ficciones” para condenar a más uniformados fuera del estado
de derecho. Debió jubilar como juez, según la ley, pero “se le saca la vuelta" a
la misma nombrándolo “perseguidor jefe” en el Ejecutivo. El presupuesto da para
todo.
El año
pasado escribí un artículo denunciando una prevaricación similar a las de Solís,
cometida en un fallo de la sala penal de la Corte Suprema, redactado por su
abogado integrante Luis Bates, y fundado expresamente en la misma ficción que confesó aquél en la TV. Envié
el artículo a la revista del Colegio de Abogados. Después de meses de
vacilaciones, su director me informó que, por acuerdo del consejo editorial, en
que hay mayoría de derecha, mi artículo no se podía publicar. Eso me indujo a
reproducirlo en este blog el 27.03.15, donde ha recibido a esta fecha 1.847
lecturas y 99 comentarios, ciertamente más, por ambos conceptos, de los que
habría suscitado en la revista del Colegio.
Obviamente,
tal complicidad del Colegio con los atropellos de los jueces de izquierda debe
haber conmovido el corazoncito revolucionario de Sergio Muñoz, presidente de la
Corte Suprema, que dejó de manifiesto su extrema politización en la última
inauguración del año judicial, cuando llamó a la justicia del trabajo a
destruir el “modelo neoliberal” de relaciones laborales establecido en la
legislación.
Entonces seguramente
Muñoz, emocionado por la renuencia del Colegio a acoger críticas a la tarea de
desconocer el tenor de las leyes en que se halla empeñada la mayoría de la judicatura,
decidió asociarse a esa entidad tan bien comportada ante la labor de la
retroexcavadora judicial que remueve las bases del estado de derecho.
Tampoco cabe
hacerse ilusión alguna con la nueva justicia penal: en la revista “Sábado” de
“El Mercurio” de hoy he leído que el principal exponente de esa nueva justicia,
el fiscal Carlos Gajardo, declara que sus jueces más admirados son,
precisamente, Alejandro Solís y Carlos Cerda, principales exponentes de la doctrina
de que deben fallar, no según lo que ordenan las leyes y la verdad de los
hechos, sino según lo que les dictan sus particulares ideas políticas y las “ficciones”
que logren discurrir en apoyo a ellas.
Parodiando a
Nicanor Parra, cabe reiterar una vez más un lugar común: en el actual proceso de
demolición del estado de derecho en Chile, “la izquierda y la derecha unidas
jamás serán vencidas”.