Al menos en
Chile, lo que la mayoría de la gente cree o sabe está equivocado, porque no es
verdad. Es lo que en Inglaterra han bautizado como la “posverdad”, consistente
en comprobar que algo que se creía cierto, no lo era. Y a lo que en definitiva
resultó cierto, que era distinto, lo llamaron “posverdad”.
Acá en Chile
existen dos “verdades” compartidas por la mayoría: que a los militares presos
en Punta Peuco y otros recintos se les ha probado que cometieron delitos y
están bien condenados por los tribunales; y que Trump es tan malo que el
“Washingon Post” lo ha presentado vistiendo el uniforme de gala de Pinochet, un
gobernante universalmente demonizado.
Primera
“posverdad”: la revelada por la ex ministra de Corte Gabriela Pérez: a
Guillier, ha dicho, lo absolvieron en un juicio “por ser masón”. Vamos ya
sabiendo algo que sólo los de la minoría sabíamos: que los jueces chilenos no
fallan según las leyes, sino según quién sea el acusado. Si es masón, sale
libre; si es militar, va preso, diga lo que diga la ley.
Esta posverdad ha sido
reiteradamente acreditada en relación a los militares y la Biblia acerca de
ella fue el mejor libro de 2014, proclamado en este blog: “Procesos Sobre
Derechos Humanos: Ilegalidades, Arbitrariedades e Inconstitucionalidades”, de
Adolfo Paúl Latorre.
Yo escribí
un artículo sobre el tema para la revista del Colegio de Abogados (cuya directiva
es de “centroderecha”) denunciando las falsedades flagrantes e ilegalidades de
un fallo de la Corte Suprema contra cinco uniformados, redactado por un abogado
integrante pro-DC y amigo de esa directiva. La revista denegó su publicación. Es
decir, encubrió la prevaricación. Entonces yo publiqué ese artículo en este
blog el 27 de marzo de 2015 y acabo de comprobar que a esta fecha lo han leído 1.911
personas. Seguramente más de las que lo habrían leído en la revista del
Colegio. Todo es explicable, sin embargo, pues la “centroderecha” defiende a su
ex Presidente y actual candidato, Sebastián Piñera, coautor de la mayoría de
las prevaricaciones, desde que su gobierno triplicó el número de querellas
ilegales contra militares, por ser “militares”.
Aprovecho de recordar que la
“derecha” tiene candidato propio, José Antonio Kast, que solidariza con los
Presos Políticos Militares.
Entonces, posverdad
confirmada por la ex ministra Pérez: los jueces fallan según quién sea el
acusado, no según las leyes. Amplio encubrimiento transversal de su delito, tipificado
por el código como “prevariación”.
La otra posverdad,
esta vez del “Washington Post”: es sabido que Trump ha proclamado como su propósito
principal “hacer a los Estados Unidos grandes de nuevo”. ¿Y qué hizo Pinochet?
Hizo a Chile “grande de nuevo”: recibió un
país azotado por la hiperinflación y la pobreza, donde quedaba “harina
para pocos días más”, como reconoció Allende; y lo entregó próspero y a la
cabeza de América Latina. Como dijo Bill Clinton a comienzos de los ’90, “Chile
es la joya más preciada de la corona latinoamericana”. ¿Qué mayor
reconocimiento que el de un izquierdista norteamericano?
Es que, como
escribió Paul Johnson en su libro “Héroes”, “el mayor éxito del KGB antes de
ser lanzado al basurero de la historia fue la demonización de Pinochet”. El KGB
consagró, entonces, una “verdad” mundial: Pinochet era el demonio. Pero ahora
el “Washington Post”, diario de izquierda, sin proponérselo, de seguro, publica
destacadamente la posverdad: al que se propone hacer a los Estados Unidos
grandes de nuevo, lo viste con el uniforme de gala del que hizo a Chile grande
de nuevo, Augusto Pinochet.
Es la segunda
posverdad de estos días y, por una de esas ironías del destino, se ha encargado
de comunicarla al mundo un órgano norteamericano responsable de haberse hecho
eco de la respectiva y falsa “verdad” pergeñada por el KGB.