Parece que el destino me ha condenado a
ocuparme de delatar los montajes que la izquierda realiza para denostar a la
figura de Pinochet. Misión imposible, por lo frecuentes y generalizados que
son. Pues la izquierda sabe que él es el principal estadista chileno del siglo
XX, en términos de la obra que realizó y de los progresos logrados bajo su
gobierno y que la Historia con mayúscula al final registrará. Sabe que subió
de categoría al país en el escalafón mundial. ¿Cómo opacar sus logros? Desprestigiándolo,
mediante la falacia ad hóminem. Pinochet es el “Enemigo N° 1” del socialismo mundial
y la izquierda no le perdonará nunca su éxito como estadista. Por eso busca
liquidarlo como persona.
Y por eso lo ataca mediante la caricatura. Ha
habido un autor, Manuel Gárate, que ha podido publicar un grueso volumen con
las publicadas contra Pinochet en todo el mundo desde el 12 de septiembre de
1973 hasta su muerte en 2006. Ninguna otra figura mundial contemporánea ha
merecido ser caricaturizada tanto como él.
Y el montaje periodístico es otra estratagema
de la izquierda, similar a la caricatura, para hacer desmerecer su figura sin
tener que probar nada. Como en estos
días se ha cumplido otro aniversario del asesinato de Orlando Letelier en
Washington, en el cual está comprobada la ninguna participación del entonces
Presidente de la Junta, como luego se verá, entonces, “oportunamente”, se
informa que se ha “desclasificado” información de la CIA que lo culpa de haber
ordenado el atentado. Justo cuando Michelle Bachelet se encuentra en Washington
y deposita una ofrenda floral en el sitio del atentado. Ella “agradece” a la
CIA la “desclasificación”. Por supuesto, acá se publica en todos los medios que
“Pinochet ordenó asesinar a Letelier”. Pero todos saben, o deberían saber, que
es otro montaje, porque la CIA no investigó el caso y sus documentos
“desclasificados” son meras opiniones de funcionarios norteamericanos de cuarto
nivel, que no aportan prueba alguna de la responsabilidad de Pinochet. Pero lo
que importa es generar un titular, que es lo único que le llega a la gente.
Pero es falso. “La Tercera”, el
único diario local que, aparte de publicar el titular, se explayó algo más extensamente
acerca de las supuestas “desclasificaciones”, expone meras
opiniones de funcionarios subalternos. Entre ellas hay un solo testimonio
directo, el del ex teniente y desertor chileno Armando Fernández Larios,
asilado en los EE. UU. a cambio de una “delación compensada”, es decir, a
cambio de revelar todo lo que sabía del “caso Letelier”. ¿Y qué dijo éste, de
acuerdo con los papeles “desclasificados”? Contradijo el titular de “Pinochet
Ordenó Asesinar a Letelier”, pues afirmó que “no sabía si Pinochet estaba
involucrado en la preparación del asesinato” (“La Tercera”, 24.09.16, p. 14).
Luego, el único testigo válido que aparece en la “desclasificación” desmiente
el título de la información.
¿Quién más lo desmiente? El senador
Juan Pablo Letelier, hijo del asesinado, quien declaró en “El Mercurio” de
04.06.95 lo siguiente: “Lo que he dicho una y otra vez, porque me enseñaron a
hablar con la verdad, es que no hay ninguna evidencia que fluya del proceso de
miles de fojas que permita sostener que hay participación del Ejército ni de su
comandante en jefe en el asesinato de Orlando Letelier”.
En realidad,
la CIA no tuvo parte en la investigación norteamericana del asesinato, que
estuvo siempre y desde un principio a cargo del FBI. En Chile lo investigaron
los tribunales de justicia y de ellos no surgió condena alguna contra Pinochet,
por ser ajeno al caso. Tan ajeno era que, cuando se descubrió que quien había
puesto la bomba era el norteamericano residente en Chile Michael Townley,
Pinochet le encargó a la CNI, dirigida por el general (r) Odlanier Mena,
averiguar quién era dicha persona, porque nada sabía de ella. Naturalmente, al primero
que interrogó Mena fue al general (r) Manuel Contreras, ex director de la
disuelta DINA. Este también negó conocer a Townley. Pero Mena lo llevó ante
Pinochet.
“El Mercurio” de 2 de abril de
2000 informó lo siguiente, en una crónica titulada “Y lo Negó Tres Veces”:
“Pinochet le preguntó a Contreras: ‘Categóricamente, dígame si tiene alguna
relación lejana o que usted no sepa, con este individuo’. ‘No, ninguna, mi
general’, respondió Contreras. Tres veces le preguntó lo mismo. ‘Como máximo
podría haber sido un informante, pero jamás un agente de la DINA’, reiteró
Contreras. Entonces Pinochet planteó: ‘Quiere decir que tenemos que expulsar a
Townley. ¿Usted se opone a eso?’ ‘No, por ningún motivo, si no tiene nada que
ver con nosotros’, dijo Contreras”.
Yo tuve un testimonio personal
de la ignorancia de Pinochet sobre el atentado un año después de éste, pues fui
invitado en 1977, junto con otros directores de diarios (yo lo era de “La
Segunda”) a asistir con el Jefe del Estado a la firma del Tratado del
Canal de Panamá en Washington. Una mañana leí en el “Washington Post” una
columna de Jack Anderson según la cual había “funcionarios chilenos
involucrados en el asesinato de Letelier”. Era primera vez que se publicaba algo
así. Esa tarde nos reunimos con el Presidente en la embajada chilena, y yo le
hice ver lo que decía Anderson, lo que lo enfureció. Me dijo algo así: “¡Cómo
puede siquiera repetir eso, que es una canallada! Usted no sabe el perjuicio
que nos provocó ese atentado, que interrumpió el otorgamiento de préstamos a
Chile que se tramitaban en esos mismos días”. Cuando yo le insinué que podría
haber sido una acción de la DINA de la cual él no tuviera conocimiento, me dijo
(evidentemente equivocado): “Yo sé todo lo que hace la DINA y jamás podría
haber estado envuelta en eso”.
Después de asilado Townley en
los EE. UU. tras su delación compensada, declaró que, al enterarse a través del
general Contreras que nada se había informado al Presidente Pinochet sobre el
atentado, él le habría replicado: “Una decisión así no debería haberse tomado
sin su conocimiento”.
Lo que nunca se va a aclarar
es el papel de los norteamericanos en ese atentado y en el del general Carlos
Prats. Nunca se va a aclarar, porque no hay interés ni medios para investigarlo
y porque ha muerto el principal testigo y protagonista de los hechos, el
general norteamericano Vernon Walters, connotado agente secreto muy amigo del
general Contreras (pese a que ni siquiera menciona a éste en sus memorias,
tituladas “Misiones Discretas”, que leí íntegramente; tal vez si hubiera
escrito otro tomo sobre “Misiones Muy pero Muy Discretas” habríamos sabido algo
más).
Letelier era un activo e
incómodo (para los EE. UU.) agente de Fidel Castro en Washington. Y del
contenido de su maletín, recuperado por los norteamericanos tras el atentado,
nunca se ha logrado saber nada.
En resumen, este nuevo montaje
de subalternos izquierdistas de la CIA, carente de toda seriedad y sustancia,
se añadirá a la lista de otros, como “el oro de Pinochet” en el Banco de Hong
Kong y Shanghai, un completo invento; la “fortuna de Pinochet de 27 millones de
dólares”, que nunca apareció por ninguna parte, pues está limitada a los dos
millones embargados por los tribunales chilenos y algunos inmuebles de su
propiedad cuyas contribuciones paga su viuda cuatro veces al año pidiendo que el
tribunal libere fondos para poder solventarlas e impedir el remate judicial de
las propiedades; y las supuestas torturas a un joven, en 1989, en una remota
comisaría de Curacautín, que fue lo único que encontraron los “altos lores” británicos, para mantener su detención en
Londres en 1998.
Hay una ironía histórica en todo esto: el historiador Paul Johnson, en su libro "Héroes", designa como tal a Pinochet, pero reconoce que el KGB soviético, "antes de ser lanzado al basurero de la historia", logró demonizar al general a los ojos del mundo. La ironía reside en que el papel del KGB ahora lo asume la CIA.
Pues el falso titular
periodístico es, en definitiva, lo único que queda y lo que forma la opinión de
la pobre gente que mal lee diarios, mal ve TV y mal oye radios. Cambiar eso es una
misión imposible. Pero es mi misión.