Miguel Krassnoff está preso hace veinte años y sus condenas
suman alrededor de un milenio, sin haber cometido delito alguno. Pero la
mayoría de los chilenos, que sólo conoce la realidad a través de consignas, ha
sido convencida de que él es un verdadero monstruo, asesino y torturador
incansable e incesante. ¿Por qué? Porque la propaganda dominante lo dice y
reitera así desde hace treinta años y porque hay numerosas sentencias
judiciales ajenas a la verdad y contrarias a las leyes que lo han condenado por
los más reiterados delitos. Ésa es la
“verdad judicial” imperante en Chile, que en realidad es “mentira judicial”. Un
solo juez, que nunca lo interrogó en relación a los numerosos casos por los
cuales lo condenó, le ha impuesto el 90 % de su tiempo de presidio. Todas sus
solicitudes de libertad condicional han sido rechazadas casi con humor burlesco,
pues se descartan fundadas en que él no da señales de arrepentimiento de
crímenes que no ha cometido. Y la última ha llevado ese humor negro al extremo,
cuando se le ha notificado que puede volver a solicitar la libertad condicional
¡el 26 de enero de 2450!
Miguel Krassnoff hace tiempo ha enviado, tras varios
escritos-denuncia anteriores, un extenso “Manifiesto” al Presidente de la
República y al Comandante en Jefe del Ejército, ninguno de los cuales siquiera ha
acusado recibo. Parece que no vale la pena responderle a un “condenado por
unanimidad”. Pero últimamente dos youtubers impresionados, Johannes Kaiser y
Pablo Fontirroig, han leído in extenso el Manifiesto en sus respectivos espacios.
Hace dos noches estuve desde las 23.30 hasta las 01.30 atento a su lectura por
Fontirroig, pese a que tengo el texto en mi computador y ya lo había leído
antes, porque el relato expone una sucesión de hechos tan inverosímiles que uno
realmente necesita que se los repitan para cerciorarse de cuán bajo ha caído la
conciencia moral del país. Se refiere a hechos acontecidos en Chile y de los
cuales la posteridad –ya que no la generación actual, que no lee casi nada y,
cuando llega a hacerlo, un 80 % de ella no lo entiende-- se va a enterar con
pasmo y no va a poder creer lo sucedido durante un cuarto de siglo y bajo las
propias narices de una opinión pública dominada por las consignas falsas y la
estupidez, si es que no por el alcohol y las drogas.
Hace un cuarto de siglo conversé dos días enteros con Miguel
Krassnoff, brigadier del Ejército que se estaba acogiendo a retiro voluntario debido
a una persecución judicial que no comprendía, pero de la cual su institución no
lo defendía. Dado eso, pidió a Alfonso Márquez de la Plata arreglar una
entrevista conmigo. Me refirió su impecable hoja de servicios y me explicó su
decisión de acogerse a retiro porque estaba siendo citado en numerosos juicios
por muertes de personas del MIR, en los cuales lo inculpaban como autoridad
superior (“miembro de la cúpula”) de la extinta DINA, en circunstancias que
sólo se había desempeñado en ella como teniente y cumpliendo la función de
analista de información entre 1974 y 1976, sin tener mayor autoridad y sin
haber nunca detenido a nadie, salvo cuando entregó a una ambulancia a Carmen
Castillo, la pareja de Miguel Enríquez, jefe del MIR, herida ella durante el
combate en procura de capturar al primero, cuyo escondite descubrió Krassnoff
en 1974.
Una historiadora, Gisela Silva Encina, se interesó en su
caso hace años y escribió la biografía del perseguido político, “Prisionero por
Servir a Chile”. Me correspondió presentar su tercera edición, pues fue un best-seller,
en el Club Providencia rodeado de comunistas que lanzaban piedras y destrozaban
todos los vidrios del local, bastante resistentes, hay que decirlo. Pudimos
abandonar el recinto ya de noche y en buses de carabineros con rejas metálicas,
siempre bajo las piedras comunistas. En 1987, bajo la presidencia de Pinochet,
se había rendido un homenaje izquierdista a Salvador Allende en el Teatro
Cariola, sin incidentes. En 2010, bajo la presidencia de Piñera, no se podía
homenajear a Pinochet sin ser víctima de la violencia. ¿Cuándo había más
democracia? Es que nadie odia tanto a Krassnoff como el comunismo, que se encargó
de ejecutar en Moscú a su padre y a su abuelo, cosacos partidarios de la
libertad como él.
El libro se publicó en Rusia, cuyo gobierno ofreció discretamente a Krassnoff nacionalidad y residencia allá, para ponerlo a salvo de la persecución judicial comunista de acá, pero él declinó, agradeciendo el ofrecimiento. Tras veinte años de prisión injusta parece que se equivocó.
Oyendo el “Manifiesto” una vez más recordé al personaje de
Jean Valjean, el acusado inocente de “Los Miserables” de Víctor Hugo. Antes y después
he pensado muchas veces también que si estuviera vivo Emile Zola se habría
sentido motivado a publicar otro “Yo Acuso”, como en el caso del capitán
Dreyfuss. Pero en la sociedad francesa había una conciencia moral capaz de
reaccionar. Acá ella no existe. Acá sólo presiden el debate los insultos y las consignas.
¿Qué se ha hecho la conciencia moral de los chilenos? ¿La
tienen? En mis primeras letras aprendí “no es mío ese huerto/ no es mío, lo sé/
pero yo de esa fruta/ quisiera comer/ y si lanzo una piedra/ tendrá que caer”. Se
llamaba “La Tentación” y tras leerlo nos enseñaban que si a uno no lo
sorprendían tirando la piedra para hacer caer la fruta ajena, tal como
sorprendieron a Boric en el supermercado de Punta Arenas o pasando debajo de
los torniquetes del Metro, de todas maneras había una “voz de la conciencia” que a uno lo
acusaba y condenaba. Ahora en Chile esa voz ya nadie la oye. Se ha perdido la
conciencia.
Yo tuve la oportunidad privilegiada de preguntarle al juez
Alejandro Solís en 2015, en el programa “El Informante”, conducido por Juan
Manuel Astorga, por qué en sus fallos contra Krassnoff él sostenía que éste
mantenía presas hasta esa fecha a personas supuestamente “secuestradas”. Y como
el brigadier (r) ya llevaba preso catorce años, le pregunté a Solís dónde podía
mantenerlas en esa condición en su celda de dos por tres metros durante tanto
tiempo. Y entonces éste confesó que eso era una “ficción jurídica”, es decir, de
hecho confesó haber cometido y cometer continuadamente una monstruosidad jurídica,
pues los jueces tienen la obligación de “probar” y no “fingir” la culpabilidad
del acusado, para superar la presunción de inocencia, que es la base del
derecho penal en todo el mundo. Si no la superan no pueden condenar.
Fue tan escandalosa y pública la confesión de Solís de que mentía en sus fallos, que el ministro
de Defensa de Michelle Bachelet en esa época, José Antonio Gómez, se vio
obligado a contratarlo en condiciones muy generosas como “asesor de DD. HH.” en
su ministerio, se supone que para hacerle más llevadero su desprestigio.
Cuando he intentado denunciar otra situación como ésta en la
Revista del Colegio de Abogados, éste me ha hecho objeto de censura previa, negándose
a publicar mi artículo. Entonces lo reproduje en este blog el 27 de marzo de
2015 y acabo de ver que ya ha recibido 2.319 visitas.
A todo esto, el candidato Piñera en 2009 había prometido a
los militares (r) preocuparse de que se pusiera pronto término a sus procesos y
se les aplicara la prescripción, pero tras ganar la elección para la cual les
solicitaba sus votos fue el gobernante que más querellas contra ellos presentó. Piñera,
por cierto, no personifica en modo alguno “la conciencia nacional”, porque ha
evidenciado carecer de ella y se limita siempre a “hacer lo que le conviene
más”. Nadie pudo prever que alguna vez el alcalde de “La Pérgola de las Flores”,
que tenía ese lema, iba a existir tan redivivo en La Moneda. La opinión
pública, asimismo, sabe –y mira impávida-- que esto de condenar ilícitamente a
militares se ha convertido en un gran negocio a expensas del fisco, pues en
cada juicio sin pruebas eso no obsta a que se ordene pagar a los querellantes
indemnizaciones de decenas o centenares de millones de pesos.
En ese mismo programa televisivo Solís dijo ante las cámaras
que Krassnoff había asesinado a la mirista Diana Arón y había salido del lugar
del crimen con las manos ensangrentadas, murmurando “era extremista y judía
además”. Yo entonces fui a Punta Peuco a
consultarle al brigadier (r) sobre esta nueva revelación, en particular porque
al consultar Wikipedia había visto que el abogado UDI Gabriel Zaliasnik corroboraba
el horrorífico relato de Solís. Entonces el brigadier (r) me aseguró que no
sólo no había tenido parte alguna en el combate donde había caído la mirista
Arón, sino que en la respectiva fecha estaba fuera del país y así lo había
acreditado. Supe que posteriormente hizo una recopilación de documentos
probatorios de lo anterior y se los envió al embajador de Israel en Chile, pero
éste se los devolvió sin examinarlos ni comentarlos y pidiéndole hostilmente no
volver a enviarle nunca nada más. Ahora he vuelto a consultar Wikipedia sobre
el caso y he comprobado que, por lo menos, no aparece ahí Zaliasnik corroborando
el relato de Solís, que fue basado en dichos de extremistas de izquierda que
habían sido informantes de la DINA, como Marcia Merino (“la flaca Alejandra”) y
Osvaldo “el Guatón” Romo, quienes al parecer buscaban congraciarse con el juez de
izquierda y librarse de la venganza del terrorismo. De todas maneras, entre los
mil años impuestos a Krassnoff se encuentra sumada la condena a 15 por la
muerte de Diana Arón ocurrida mientras él estaba fuera del país.
La conciencia de los chilenos se ha tornado tan laxa que a
casi nadie le importa nada de lo anterior ni que exista un conjunto de jueces
que miente deliberada y sostenidamente en sus sentencias ni que se condene en
virtud de un delito creado después de acaecidos los hechos (“lesa humanidad”, para
no tener que seguir mintiendo en las sentencias con lo del “secuestro
permanente”), ni que se prive de libertad a un número creciente de militares,
marinos, aviadores, carabineros y policías civiles en retiro de avanzada edad y
contra todas las leyes y muchas veces contra la verdad de los hechos ya
largamente prescritos, amnistiados y muchas veces también juzgados, negándoles
todos los derechos carcelarios.
Algo aún peor es que, como los autores materiales de muertes
de extremistas en los años 70 han fallecido, ahora los jueces, para poder seguir
extrayendo más dinero del fisco, inculpan a personas que en nada participaron y
a las cuales saben inocentes. Porque “el negocio es el negocio”. El caso más
notorio y casi risible ha sido el procesamiento de quien era fiscal de los
consejos de guerra de Calama cuando allá hubo fusilamientos ilegales, Oscar
Figueroa. Como los hechores han fallecido, se “inventa” un nuevo “culpable” para
poder cobrar las millonarias indemnizaciones, que son el verdadero móvil de
todos estos juicios a casi medio siglo de los acontecimientos. Es un gran
negociado ilícito, desarrollado a vista y paciencia de todos los chilenos, sin
que nadie diga ni haga nada, como también sucede en el caso de los falsos
exonerados. Lo único que no se sabe es cómo se reparten las platas.
Por eso cabe preguntarse, ¿tienen conciencia los chilenos? Pienso
que, muy en el fondo, deben tenerla, pero priman para dejarla de lado el miedo a los comunistas y
las consignas de éstos. La mayoría obedece a ellas y vota como consecuencia de
ellas. Esto lo aprendí de joven en la Escuela de Derecho. No en clases, sino en
el casino. Un alumno comunista me enseñó a hacer llamadas sin pagar en el
teléfono del casino, doblando debidamente un billete de cinco pesos de entonces
e introduciéndolo en vez de la moneda en la ranura. “Los yanquis nos están
robando, entonces nosotros tenemos que robarles a ellos”, me enseñaba. Toda una
lección de moral social, igual que la que da Boric cuando pasa bajo el
torniquete del metro. Esa es nuestra moral social actual y la que va a inspirar
el “manotazo” del nuevo régimen sobre los bienes y recursos de los
particulares, en nombre de las “transformaciones”, previsiblemente similares
en sus resultados a las que han convertido a la otrora bella Plaza Baquedano en
el peladero actual.
Pero debe existir alguna conciencia moral inmanente, supongo,
que más tarde que temprano podrá emerger como fuerza rectora en la comunidad,
porque ésta no puede sobrevivir indefinidamente en la inmoralidad que denuncia el
Manifiesto del brigadier(r) Krassnoff. En todo caso, seguramente en la
historiografía nacional este documento va a figurar como testimonio principal
del momento más oscuro de la conciencia moral de la chilenidad, como lo es el
actual.