El argumento que sigue puede reiniciar una discusión que he perdido siempre, al igual que las que he tenido al sostener que debe decirse "no hay bien que por mal no venga", y no "no hay mal que por bien no venga", como dicen los chilenos (y también los españoles) cuando a raíz de una cosa mala sucede otra buena; o al defender la idea de que la derecha debió llevar candidato propio y no a Sebastián Piñera en la última elección presidencial, y otras discusiones de las cuales no quiero acordarme y que también siempre pierdo.
Pues soy un detractor del "Día de la Madre" desde sus inicios y, por consiguiente, de los otros goles que nos han metido a los consumidores en esa misma línea, como el "Día del Padre", el "Día del Niño", el "Día de la Secretaria" y demás trucos de que se vale el comercio para aumentar sus ventas, obligándonos a gastar demás.
Por un móvil netamente lucrativo abusan de nuestros sentimientos, porque ¿quién se atreve a no comprarle nada a la madre en "su" Día? Nadie que yo conozca, ni siquiera yo, cuando mi madre estaba viva.
Yo argumentaba y argumento que toda madre ya tiene su propio día, el de su santo. Yo le regalaba algo y festejaba a mi madre para las Marías, el 12 de septiembre, y aprovechaba de subrayarle lo buen hijo que había sido siempre con ella.
De modo que el "Día de la Madre" es, a lo menos, redundante.
Ayer leí en el diario que el domingo último los centros comerciales habían vendido más que en la Navidad. Por supuesto, todo el mundo tuvo que ir a comprar algo para el "Día de la Madre" que es este domingo.
Soy tan honestamente contrario a esta presión psicológica masiva para hacernos comprar algo que me opongo también al "Día del Padre", que claramente me beneficia, pues mis hijos se ven obligados a regalarme cosas, aparte de que ya lo hacen (algunos, porque no todos se acuerdan), para mi santo, San Hermógenes, que es el 19 de abril, si bien mi nombre ha sido desplazado del santoral de la fecha, injustamente, por cierto, por Santa Ema y San Expedito. En el caso de este último la injusticia es patente, porque Hermógenes y Expedito eran soldados romanos mártires, que fueron ajusticiados por haberse convertido al cristianismo. Y lo fueron el mismo día, un 19 de abril, no obstante lo cual sólo Expedito se ha quedado con la fecha para sí, junto a Santa Ema, cuya intromisión nunca me pude explicar, pues fue la primera en desplazar mi nombre del santoral de una manera inopinada, hace unos sesenta años.
Y pueden en cualquier momento aparecer el "Día del Abuelo", el de la Abuela, el del Tío, el de la Tía y así sucesivamente con "el Hermano", "la Hermana", "el Amigo, "la Amiga" y hasta de "la Suegra". Todo para hacernos comprar cosas extras todas las semanas del año en un volumen, tal como el domingo pasado, similar al de la Navidad, con las consiguientes albricias para los comerciantes y extenuación para nuestros bolsillos.
Y nótese que todo esto se hace sin ninguna ley ni mandato ni nada. Simplemente anunciándolo de manera pública. Así queda la imperatividad del regalo establecida y los que osamos protestar tibiamente ante tal imposición pasamos a tener la categoría de "deshumanizados", que es lo que me dicen a mí cada vez que renuevo mis argumentaciones contra estos "Días".
Porque apelan a nuestros corazones y almas, pero el resultado es que quienes lo hacen se llenan los bolsillos, que no tienen nada que ver con el corazón ni con el alma. Y nosotros quedamos con el corazón y el alma henchidos, pero con los bolsillos más vacíos.
Entre paréntesis, he notado que muchas veces individuos que hablan demasiado del "alma" son, en los hechos, particularmente "desalmados".
Sé que no se pueden prohibir los "Días de...", pero, por lo menos, a los que nos damos cuenta de que nos están pasando por el aro nadie nos puede privar de nuestro sagrado "derecho a pataleo".
martes, 4 de mayo de 2010
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