Algo de su Propia Medicina

El fútbol es una actividad particular. Los clubes son privados, tan privados que uno de ellos pertenece al Presidente de la República y al Director de Deportes, que son sus principales accionistas. Ese club se ha negado a prestar jugadores a la selección nacional, en alguna ocasión en que ésta los necesitó. En su derecho estaba al negarse. Le convenía negarse, para ganar partidos y dinero. Cero problema.
Y la ANFP es un organismo privado, formado por los clubes. No depende del Gobierno. Cuando su directiva propuso distribuir los fondos de la televisación del Mundial por partes iguales entre los clubes, el del Presidente y del Director de Deportes se opuso, porque quería una parte mayor que la de los otros clubes. En su derecho estaba.
El Presidente de la ANFP, Mayne-Nicholls, se molestó. También estaba en su derecho de molestarse.
El Presidente de la República, político avezado, quiso visitar a la selección de fútbol antes de su viaje a Sudáfrica. Los focos estaban ahí y a él le gusta estar donde están los focos. Hizo un discurso pretendidamente humorístico, aludiendo por sus sobrenombres al entrenador y jugadores. Pero a mucha gente no le agrada que la aludan por su sobrenombre. Varios, entre ellos el entrenador, se molestaron y este último saludó fríamente al Presidente. Frustró en parte el propósito de éste, que era atraer hacia sí parte de la popularidad de los futbolistas y el entrenador.
Terminó la participación en el Mundial y La Moneda dijo que la selección, cuerpo técnico y dirigentes, todos pertenecientes al mundo privado, iban a ir a visitar La Moneda. Pero Mayne-Nicholls dijo algo obvio: nadie le había cursado invitación al palacio presidencial y sólo se había enterado por los diarios. Si yo leo en algún diario que el Presidente me espera a comer mañana, no iré si no me llega un llamado o una tarjeta suyas convidándome. Es obvio que tiene que ser así y fue lo que dijo Mayne-Nicholls, pero lo criticaron, como si hubiera sido un subalterno alzado del Presidente.
Claro, todos sabemos "la firme", el Presidente necesita popularidad y quería quedarse con parte de la de la selección, cuerpo técnico y directivos. Los políticos son así. Si aquéllos hubieran perdido todos los partidos, S. E. no habría querido tenerlos ni siquiera cerca. Pero ganaron dos, como desde hacía cincuenta años no había sucedido en un mundial fuera de Chile.
Bueno, en fin, dijeron Mayne-Nicholls, el cuerpo técnico y los jugadores, si La Moneda quiere que vamos para allá, iremos. Y llegando del aeropuerto pasaron por La Moneda. A Bielsa ostensiblemente no le caen bien los dos antedichos señores, uno de los cuales lo trata de "Loco" y ambos, controladores de Colo Colo, le niegan jugadores y no quieren compartir con los clubes pobres las ganancias de la televisación, como lo propone su amigo Mayne-Nicholls. Entonces procuró pasar inadvertido, pero todo el mundo sabe que Bielsa no puede pasar inadvertido, de modo que el Presidente hizo lo posible por darle la mano para la foto, y Bielsa accedió a dársela. ¿Qué más querían?
Cuando Sebastián Piñera no tiene interés en alguien tampoco lo saluda, y no importa. Creo que fue el 4 de julio de 1988, en la Embajada de los EE. UU., donde yo había sido invitado a la recepción del aniversario patrio norteamericano, con mi mujer. Estaba solo con ella, porque nadie se acercó a conversarnos, tal vez porque soy bastante fome para el "small talk", así es que hablábamos entre nosotros. En eso se nos acercó Sebastián Piñera, que sin saludar a mi mujer y ni siquiera mirarla me dijo varias cosas de actualidad que le interesaba comunicarme, porque yo en ese tiempo escribía la Semana Política en "El Mercurio" y supongo que él ya tenía sus ambiciones. Cuando me hubo comunicado lo que le interesaba, se alejó, también sin despedirse de mi mujer ni mirarla. Fue como si ella hubiera sido transparente, como si no hubiera estado ahí. "¿Quién es ese roto?", me preguntó ella, cuando él se alejó. "Sebastián Piñera", le dije yo, "es amigo mío y me trató bien cuando me hizo clases en Economía". "Pero ni siquiera me saludó. Habló contigo y después se mandó cambiar", me replicó ella, con el aire de que yo no captaba la gravedad de la situación. "Bueno, es un poco distraído", le expliqué.
Ahora he recordado ese episodio. Sebastián no tenía ganas de saludar a mi mujer, porque sólo le interesaba transmitirme algunas ideas para los efectos de lo que yo podría escribir.
Ahora Bielsa tuvo que ir a La Moneda. No le interesaba compartir con Sebastián Piñera la popularidad que tiene y procuró pasar inadvertido. Pero a Sebastián sí le interesaba compartirla y consiguió el respectivo apretón de manos. Pero lo forzado de la situación se notó. Entonces la hija de Sebastián ha tratado a Bielsa, por eso, de "roto". Es que las mujeres no entienden estas cosas.
Sea como fuere, a todos nos hace bien probar a veces de la misma medicina que les damos a los demás.