El Gálibo

          Los chilenos, que vivimos en “un país que no es corrupto”, estamos viendo cómo salir del berenjenal de corrupción en que políticos de todos los sectores están metidos. En mi blog anterior anuncié el “perdonazo” que se van a autoconceder, pero como ese nombre es impresentable, como dicen ahora, le están buscando otro. La periodista Pilar Molina dice que lo van a llamar “solución”. Naturalmente, la solución va a ser “a la chilena”, tal como la vez anterior, bajo Lagos, en que se dictaron leyes de probidad, declaración de patrimonio, alta dirección pública, financiamiento de los partidos y otras cosas que nos iban a convertir en ángeles pero que se cumplieron “a la chilena”, es decir, no evitaron un  nuevo escándalo general como el de hoy.

          El símbolo de estos tiempos chilenos es el “gálibo”, la altura de un puente o túnel para admitir por debajo suyo el paso de barcos o vehículos. Se ha necesitado un capitán holandés para darnos a conocer lo obvio: que el puente de Chacao de 700 millones de dólares, que va a reemplazar al elefante blanco de Lagos de 900 millones, no tiene suficiente gálibo para admitir los cruceros turísticos de pasajeros más grandes que vienen a nuestras costas. Ya antes los habíamos expulsado con la absurda norma de que no podían tener casinos de juego, la cual se derogó cuando los cruceros dejaron de llegar. Entonces, ahora que recién vuelven, decidimos impedirles el acceso por falta de “gálibo” en Chacao. Y el capitán holandés advierte que si no pueden llegar a Puerto Montt se van a saltar todos los demás puertos chilenos y seguir a otro país con “gálibo” más alto.

          El acuerdo anticorrupción va a tener, a su turno, su propia falta de gálibo: como los políticos han sido transversalmente sorprendidos faltando a las reglas, están buscando a quien echarle la culpa. Que es, por lo demás, la primera  medida que uno debe adoptar cuando lo pillan. La víctima propiciatoria parece ser la Constitución. Las faltas las cometieron ellos, pero la culpa será de la Constitución.

Por supuesto, la Constitución no ha fallado en nada, pero se ha hecho carne en la opinión pública que la crisis de corrupción se debe a que no ha sido reemplazada. Y nosotros nos vamos a tragar esta rueda de carreta del porte de un gálibo mayor.

Pues el fundamento del gran éxito chileno de las últimas décadas ha sido el marco que ha dado la Constitución. Ella se aprobó por gran mayoría del pueblo, la cual confirmaban todas las encuestas nacionales e internacionales, en 1980. Garantizó la libertad y la propiedad y posibilitó que Chile creciera y prosperara, siendo el primer país en salir de la crisis de los 80 (“la década perdida de América Latina”) y dando origen a un modelo de sociedad libre que todos, incluidos Gran  Bretaña y los EE. UU., quisieron imitar y de hecho imitaron, liberando y privatizando.

Gracias a ese marco de libertades Chile pasó a ser la primera nación de América Latina en materia de progreso y bienestar. Por supuesto, la Constitución no tiene nada qué ver con el hecho de que las personas trasgredan las leyes. Cuando esto sucede hay que sancionar y cambiar a las personas, pero como éstas son las que mandan en los poderes públicos, no sólo no van a admitir ser cambiadas sino que se van a apernar, van a culpar a la Constitución y van a decir que es ésta la que hay que cambiar.

¿Quién tiene la culpa de que el administrador electoral de la campaña de Piñera y administrador de Bancard, controladora de Bancorp, del mismo Piñera, firmara un contrato de forward encargado por el gerente de Penta, Hugo Bravo, por $50 millones, al igual que otros 101 hoy investigados (“El Mostrador”, 24.03.15)? ¿Quién tiene la culpa de que Bancorp haya cobrado 36 facturas a SQM, por $340 millones, a partir de 2009 y en plena campaña presidencial? (“El Mostrador”, 01.04.15)? No Piñera, sino ¡la Constitución, por supuesto!

Perdonazo... perdón, "solución" para los trasgresores y guillotina para la Constitución. Entonces, naturalmente, la corrupción va a seguir rampante en todas partes. Desde la oficina donde escribo estoy mirando un letrero del tránsito de “ceda el paso”, que debimos instalar ¡al interior de nuestro terreno! ¿Qué hace ahí un letrero del tránsito? Es que la municipalidad lo exigió para darnos patente de funcionamiento, además de exigirnos poner otros, incluso en la esquina de la calle. Costaron millones de pesos. Adivine lo que yo pienso de la relación entre los funcionarios municipales y la fábrica de letreros. ¿Algo de eso va a cambiar? ¿Usted cree que los cambios de uso de suelo van a pasar a ser procesos incorruptibles gracias a que va a haber una nueva Constitución? ¿En qué país vive usted? ¿Qué gálibo tiene su boca para que pueda entrar la próxima rueda de carreta que le van a meter?