Anteayer, en una IV entrega en este blog sobre pruebas de las acusaciones falsas y prevaricaciones de nuestros jueces de izquierda contra militares, quedó expuesta una falsificación documentaria evidente (reemplazar el número "16" por el "17" en un oficio), mediante la cual se perseguía inculpar al delegado del Presidente de la Junta en 1973, general Pinochet, de muertes de las cuales no tuvo la menor noticia.
El oficio falsificado está reproducido en el libro "Los Zarpazos del Puma", de Patricia Verdugo, y fue base de una sentencia del ministro sumariante Juan Guzmán para procesar al general Arellano, delegado de Pinochet. La burda falsificación siguió su curso ante la Corte de Apelaciones, que miró para otro lado, y fue validada por la Corte Suprema para desaforar al entonces senador Pinochet.
Y la relatora del caso ante la Suprema, Ana Gloria Chevesich, tampoco nada dijo, a los jueces que se fundaron en su relato, de que la imputación a Arellano y Pinochet se basaba en un documento adulterado.
Bueno, yo he querido publicar esto para que emerja de la profundidad de un expediente que no lee nadie, y he visto recién que cerca de quinientas personas al menos leyeron mi blog de anteayer y eso ya es algo, porque quinientos chilenos saben que se falsificó un oficio para poder culpar al delegado de Pinochet, que el 16 estaba en Santiago, de unas muertes acaecidas en esa fecha en Copiapó.
Cada mañana en Radio Agricultura se suceden comentaristas, casi todos de derecha, desde las ocho de la mañana, y ni uno solo comenta siquiera un hecho tan insólito como que un juez se base en un documento falso para acusar a alguien, a sabiendas de que es falso; y que se base en el libro de una autora que no sólo ha publicado el oficio falsificado como si fuera auténtico, sino que, una página antes, ha publicado otro oficio, del día anterior, pidiendo al jefe del cementerio de Copiapó ¡sepultar a trece personas que todavía no habían muerto! Es que, "para mentir y comer pescado, hay que tener mucho cuidado!" (ver páginas 150 y 151 de "Los Zarpazos del Puma".)
Bueno, todo esto que habría sido muy entretenido de comentar durante la mañana de ayer en los nutridos programas de conversaciones de Radio Agricultura NUNCA HA SIDO SIQUIERA MENCIONADO por el periodismo chileno, salvo en mis escritos.
Hoy añado otro testimonio más de las prevaricaciones de los jueces, pero en este caso, por lo menos, prevaricaron sin recurrir a un documento ostensiblemente falsificado, como el de Copiapó. Se trata del caso de La Serena, en que tampoco el delegado del general Pinochet participó en la decisión de quitar la vida a personas detenidas allí.
Secretaría Criminal
Rol N° 2.182-98
Ministro de Fuero Sra. Patricia González
Se tenga presente.
ILTMA. MINISTRO DE FUERO
SRA. PATRICIA GONZALEZ
QUIROZ
Sergio Arellano Iturriaga, abogado, por don SERGIO VICTOR ARELLANO STARK, en autos Rol N° 2.182-98 “A”,
Cuaderno La Serena, a V.S. Iltma. respetuosamente digo:
Durante su extenso sumario,
esta causa se ha caracterizado por el sesgo en su conducción por parte del
primer sustanciador, la manipulación de pruebas por algunas de las partes y la
inducción de testigos que muchas veces no eran tales; de supuestas actuaciones
que se dieron por "legalmente establecidas" en autos de procesamiento
que no resisten un análisis elemental en la forma ni en el fondo; en fin, de
imputaciones interesadas de los propios responsables de ejecuciones (como
Lagos, Haag, Lapostol, Del Río, Ortiz, Castillo White, Rivera entre otros); de
autojustificaciones y burdas tergiversaciones de hechos ocurridos hace cuarenta
años. Asimismo, se ha obtenido valiosa prueba documental que desvirtúa tales
hechos inexistentes que el ministro Guzmán dio por "plenamente
establecidos" y que, sin embargo, ha sido sistemáticamente desestimada en
procesamientos y autos acusatorios sin intentar siquiera explicar el motivo
para ignorar, por ejemplo, una copia del acta de un consejo de guerra celebrado
en Copiapó, las declaraciones de los integrantes de otro en Valdivia, la
confesión de un general y juez militar en orden a ser responsable de la muerte
de tres personas por las cuales se acusó a un inocente, las conclusiones del
Informe Rettig (integrado por personalidades del más alto nivel), etcétera,
etcétera. Todo ello ha derivado en el "establecimiento" de hechos de
hace cuatro décadas casi únicamente en base a falsas declaraciones -muchas de
ellas de personas presentadas por los abogados querellantes-, sin que se
observe un intento de corroboración por parte del Tribunal, por lo que asumen
así automáticamente la calidad de pruebas y como tales son citadas en autos de
procesamiento e, inclusive, en autos acusatorios.
Hemos dicho antes que en
este juicio se ha faltado al debido proceso y que, tal como algunos jueces han
tenido la dignidad de fallar con apego al derecho y a la justicia, aun cuando hayan
estado en minoría, ha habido decisiones livianas, sin fundamentos, basadas en
evidentes errores de hecho y, todavía peor, en contra de la prueba rendida. El
ex ministro Guzmán Tapia llegó al extremo de interrogar testigos al tenor del
difamatorio libro de Patricia Verdugo (v.gr. declaración del general Carrasco),
sin considerar en modo alguno la prueba rendida en contra de sus falsas
aseveraciones (es ya insólito que se haya debido rendir prueba en contra de lo
dicho en un libro). En cambio, el libro mi autoría, que también obra en autos,
ha sido simplemente ignorado, a pesar de dar cuenta de antecedentes categóricos
que han sido acompañados al proceso. Es como si la constante campaña mediática
hubiese hecho mella en la Justicia, hasta el punto que la verdad y los
principios de equidad procesal han dejado de importar. Instrumentos
tecnológicos imposibles de refutar -como es el Logbook que ratifica una a una
las fechas indicadas en las respectivas bitácoras de vuelo- no han sido
siquiera mencionados en resoluciones que a todas luces son aberrantes.
Como otros, el llamado
episodio La Serena fue objeto de debate e investigación por distinguidos integrantes
de la histórica Comisión Verdad y Reconciliación y ahí están sus conclusiones,
que a estas alturas poco o nada parecen importar, como tampoco interesan las
opiniones de los dos dignatarios eclesiásticos que más información directa y
personal tenían de lo sucedido en materia de derechos humanos en aquellos
dramáticos días, como son el Cardenal Silva Henríquez y el Obispo metodista
Vásquez del Valle, el primero en su calidad de Arzobispo de Santiago,
presidente de la Conferencia Episcopal y fundador de la Vicaría de la
Solidaridad; y el segundo como fundador del Comité Pro Paz, Comité de Ayuda a
los Refugiados y del hoy desvirtuado FASIC.
Ante
la eventualidad que SS.I. o miembros de los tribunales superiores de justicia
se sientan en la libertad y/o en la obligación de evaluar con rigor y
objetividad el mérito procesal y, consiguientemente, se interesen por
profundizar en la verdad de los hechos, debidamente acreditada en autos, a
continuación transcribo las páginas 234 y siguientes, correspondientes al
capítulo XXVI del libro "De Conspiraciones y Justicia", publicado en
dos ediciones a fines del año 2003, en cuanto constituye un relato fidedigno de
lo sucedido en esa ciudad durante la estada de nuestro representado, con sus
luces y sombras.
=====
En
la mañana del martes 16 de octubre de 1973 Sergio Arellano Stark se dirigió a
Tobalaba a embarcarse en el helicóptero que lo llevaría a las guarniciones del
norte, con las mismas instrucciones que debió cumplir en el sur del país[1]. Ese
viaje cambiaría su vida. Cinco días en la existencia de un hombre
excepcionalmente recto modificarían la imagen que proyectaba hacia mucha gente.
Algún día llegaría a ser más conocido por lo sucedido en esos fatídicos cinco
días que por lo obrado a lo largo de toda su vida. Porque en tres ciudades del
norte sí hubo irregularidades, hubo crímenes injustificables de personas
detenidas, de seres indefensos que ni siquiera tuvieron la oportunidad de
enfrentar un juicio por sus reales o supuestos delitos. Porque esta vez en el
grupo a su mando hubo alguien que fue a matar.
Durante
la tarde anterior a su viaje se había presentado en el despacho del general el
comandante Sergio Arredondo González, el mismo que se desempeñara como su jefe
de estado mayor en la Agrupación Centro durante el 11 de septiembre y los días
siguientes. Le manifestó que estaría
gustoso de acompañarlo, recordándole que no se había puesto término formal a la
mencionada agrupación, por lo que él seguía siendo técnicamente su jefe de
estado mayor. La “tinterillada” hizo sonreír a Arellano, pero la idea le
pareció bien. El “Rorro” era un tipo simpático y había sido un buen colaborador
en los pocos días que trabajaron juntos. Siendo el general del arma de
infantería y el comandante de caballería, nunca habían tenido mayor contacto,
pero el mes anterior había surgido entre ambos la camaradería y confianza
suficientes como para justificar su presencia en la delegación. Le expuso
brevemente las tareas que debía emprender en los planos institucional,
jurisdiccional y de gobierno interior, señalándole que esperaba su ayuda en el
primero de ellos.
Arellano
no sabía que en esos días el comandante Arredondo estaba al mando de la
Academia de Guerra. Es cierto que se trataba de algo circunstancial, de un
interinato en un instituto por ahora algo disminuido por las recientes
destinaciones de sus oficiales más antiguos, pero mucho tiempo después tendría
motivos para reflexionar por qué no se lo comentó. Es claro que de saberlo el
general probablemente no habría accedido a su oferta, porque ¿qué sentido tenía
que el director de la Academia de Guerra del Ejército dejara su cargo para
incorporarse motu propio a una
actividad de coordinación en la que tendría un papel menor? No tenía ninguna lógica. Más aún, constituía
una falta de responsabilidad que Arredondo dejara el mando del instituto
militar más importante del país para asumir una tarea que hasta entonces había
desempeñado un joven oficial.
Lo
que Arellano tampoco sabía es que en la Academia de Guerra estaba funcionando
el “comité de coroneles” de que habla el Informe Rettig, grupo de oficiales que
colaboró activamente con Manuel Contreras en la elaboración de estatutos,
tareas y objetivos de la naciente DINA, así como en la confección de fichas para
el apremiante reclutamiento de cuadros. Esta actividad se llevó a cabo con la
mayor reserva, por lo que prácticamente nadie en el Ejército tenía conocimiento
que allí se incubaba una organización que funcionaría al margen de las Fuerzas
Armadas y estaría destinada a reprimir a los opositores al naciente régimen,
estableciendo en la institución (y en lo posible en los restantes cuerpos
armados) cadenas de oficiales de enlace cuyo mando real estaría radicado en la
propia DINA, aparte de los oficiales, suboficiales y civiles que durante los
meses siguientes fueron directamente asignados a la que inicialmente se
denominó “Comisión Dina”, dependiente del Servicio Nacional de Detenidos,
SENDET.
El
brazo derecho de Contreras en esta intensa tarea fue su compañero y compadre
Sergio Arredondo, quien desde su posición de Director de la Academia se
constituyó en privilegiado convocante del selecto grupo de oficiales que
trabajaría en la formación de este organismo que, aunque tendría existencia
legal, se asemejaría mucho a un grupo paramilitar. El “Rorro” se convirtió en
esos días en el alter ego de Contreras, quien debía repartir su tiempo entre
Tejas Verdes y Santiago, a lo que se agregaba la necesidad de conversar casi
diariamente con el general Pinochet. En buenas cuentas, el popular equitador
había asumido en cuerpo y alma una labor que para su temperamento era
fascinante: bajo el mando de su gran amigo, era el aglutinador y conductor de
los hombres que darían vida a una organización de inusitado poder, que permitiría
destruir para siempre a la izquierda marxista y transformar a Chile en un
estado policial. Nunca se vio en algo de semejantes proyecciones y, claro, se
trabajaba contra el tiempo, porque la oposición del general Pickering había
impedido a Contreras tener algo preparado, y la Dirección de Inteligencia
Nacional era una necesidad ahora. La
espaciosa oficina de la dirección del instituto fue el lugar en que se dio
origen a esta organización. Participaban en estas reuniones no más de cinco
tenientes coroneles de la propia Academia más un par de coroneles de plena
confianza de Contreras y, ocasionalmente, algún coronel de provincia
especialmente invitado. Luego se integrarían algunos alumnos del mismo
instituto.
En
tales circunstancias era impensable que Arredondo dejara esas tareas, a menos
que hubiese una muy buena razón, una razón necesariamente relacionada con el
incipiente organismo, con las urgentes tareas a que el grupo de su dirección
estaba abocado, porque eso sí era más importante que la transitoria dirección
de la Academia de Guerra. Contreras y su
amigo tampoco podían perder de vista que al interior del Ejército había
generales que contaban con ascendiente y prestigio, como eran los que
dirigieron la conspiración e hicieron posible el golpe, entre los cuales -a
pesar de su baja antigüedad- la cabeza visible era Arellano. Su tarea
primordial no era otra que fortalecer el poder personal de Pinochet, para lo
que había que eliminar o neutralizar cualquier amenaza.
Ya
hemos visto que los integrantes de la llamada “Cofradía de Lo Curro” habían
comenzado a reunirse secretamente en una residencia particular ubicada en ese
sector cuando se hizo evidente que el presidente Allende no respondería el
memorándum del Comité de los Quince. Quienes fueron parte de este Comité en
representación del Ejército, los mismos que formaron el primer núcleo de las
reuniones de Lo Curro, sólo aceptaron la posibilidad de un golpe de estado
cuando se hizo evidente que estaban bloqueadas todas las posibilidades de
encontrar una salida democrática a la crisis nacional. Pero para quienes el
objetivo no era la democracia sino la instauración de un gobierno de fuerza, de
una dictadura que sólo reconociera metas y no plazos, estos generales
dialogantes constituían un obstáculo. Aunque Oscar Bonilla solo estuvo en la
primera reunión del comité y nunca participó en los encuentros de Lo Curro, el
carisma y el espíritu conciliador que mostró desde el Ministerio del Interior
también amenazaba las aspiraciones de los nuevos conspiradores, aquellos que no
estaban ahora conjurados contra un gobierno colapsado, sino contra los
tradicionales valores de las fuerzas armadas y de la democracia, cuya defensa
irrestricta había sido la razón de la intervención militar.
Algunos
de estos flamantes conspiradores, como fue el caso del propio Arredondo, habían
participado en algunas de las últimas reuniones de la “cofradía”, a las que
fueron invitados precisamente por su calidad de profesores de la Academia de
Guerra, cuyos planes para enfrentar hipotéticas contingencias internas fueron
utilizados el 11 de septiembre. Además, en razón de sus grados militares y por
considerarse que tenían mayor movilidad que los generales, fueron los
encargados de sondear las posiciones de los comandantes de unidades de Santiago.
Esta participación también sirvió a los factotums de la DINA, ya que obtuvieron
información de gran utilidad sobre el pensamiento político de los generales
asistentes, lo que de otra manera habría sido una tarea prácticamente
imposible.
Del
viaje que el general Arellano hizo al sur entre el 30 de septiembre y el 4 de
octubre probablemente Arredondo y Contreras ni siquiera se enteraron y, si así
fue, no pareció interesarles o bien no estaban preparados para actuar. Pero
-aunque al parecer a última hora- sí
supieron del viaje al norte, que se iniciaría el 16 de octubre. Era una
oportunidad inmejorable para “agitar el tablero”. No debió ser el comandante
Arredondo el gestor de la idea, pero la asumió como propia, pletórico de
entusiasmo ante la que sería “la primera misión de la DINA”. Daba por descontado que el general lo
aceptaría en su delegación, por lo que sólo quedaba definir en qué lugares
contaba con oficiales “duros” de confianza.
El
ex compañero de los dos principales gestores del naciente organismo -y pariente
político de Arredondo- Tommy Harris, era un buen nombre en La Serena. En Calama Carlos Minoletti había dado desde
los primeros días muestras de ser un hombre dispuesto a todo, habiéndose echado
al bolsillo a su errático jefe Eugenio Rivera. Antofagasta representaba un buen
desafío: era la sede de la 1ª División de Ejército, al mando de un general de
poco relieve pero de mayor antigüedad que Arellano, y entre ellos se mantenía
una conocida distancia desde hacía muchos años. Pero su segundo era un duro de
todo el agrado de Arredondo. El coronel Adrián Ortiz era también oficial de
caballería y Lagos, otro hombre de la misma arma, le había mostrado una
ilimitada confianza, hasta el punto que Ortiz había instalado su oficina en la
Intendencia, asumiendo directamente tareas de gobierno interior que le
correspondían a su jefe. Además de eso tenía el control de detenidos, incluida
la cárcel pública y la dirección de la Escuela de Unidades Mecanizadas, lo que
garantizaba contar con vehículos, tropas, armas y acceso a los presos
políticos.
Así
fue como en las postreras horas del 15 de octubre el teniente coronel Sergio
Arredondo González se integró a la delegación dispuesta por el comandante en
jefe del Ejército, atribuyéndose el pomposo cargo de “jefe de estado mayor” de
la misma. No se trataba de una actuación de la Agrupación Centro ni de las
emergencias del 11 de septiembre (para cuyo efecto fue creada la agrupación),
pero haber tenido ese cargo un mes atrás daba alguna justificación a su decisión
y algo de lustre a una función muy por debajo de las que se encontraba
realizando hasta entonces.
El
martes 16 de octubre, cuando el general llegó al aeródromo con su ayudante, el
teniente Juan Chiminelli, ya se encontraba allí un sonriente Arredondo junto a
los dos oficiales de seguridad que lo habían acompañado al sur, Moren y
Fernández. Estaban también los miembros de la tripulación, el mayor Espinoza
vistiendo de civil, y el mayor Carlos López Tapia, a quien no se le alcanzó a
avisar que había sido reemplazado por Arredondo. El general Arellano le dio las
explicaciones del caso y dispuso su regreso al cuartel general de Peñalolén.
Antes
de embarcarse, el jefe militar informó a Arredondo, Espinoza y Chiminelli que
el día anterior la auditoría de la 2ª División de Ejército, con sede en
Santiago, le había dado cuenta de un consejo de guerra efectuado en Copiapó y
dispuesto por el jefe de la 1ª. División, cuya formalidad debía revisar.
Asimismo se le había entregado un proyecto de sentencia que contemplaba la
condena a muerte para tres personas en La Serena -Roberto Guzmán, Manuel
Marcarian y Carlos Alcayaga-, a quienes en los antecedentes enviados por el
comandante del regimiento se les imputaba la sublevación de mineros del
campamento Desvío Norte y robo de explosivos para fines terroristas.
Esa
guarnición quedaba (al igual que hoy) dentro de la 2ª División y sometida a su auditoría y juez militar.
Además no contaba con auditor propio, por lo que los antecedentes que
inculpaban a esos tres detenidos fueron enviados a Santiago para su evaluación.
Mirando en retrospectiva, el procedimiento era extraño, puesto que se pretendía
que el consejo de guerra que debía juzgarlos, integrado por personas sin
formación jurídica, acatara sin más la proposición -o imposición- de la
jefatura de división. Esta no sabía que, luego de enviar los antecedentes en
consulta a Santiago, el teniente coronel Ariosto Lapostol, intendente de
Coquimbo, había dispuesto la formación de un consejo de guerra sin esperar la
opinión solicitada, tribunal que, según se dijo en su momento, habría dispuesto
condenas de treinta años (información que al parecer no era efectiva). Lo
cierto es que el delegado debía entregar el proyecto y exigir la formación de
un tribunal.
Este
episodio, característico de esos días, fue representado acertadamente como una
irregularidad por la Comisión Rettig, en cuyo informe se hizo ver la
improcedencia de iniciar un nuevo juicio para un delito que se entendía ya
juzgado. De cualquier modo, en el mismo párrafo en que se refiere a esta
situación, el Informe agrega: “Pero no se hablaba de ejecuciones sin
proceso; más aún, el mensaje del delegado en viaje contenía una referencia
expresa y repetida a facilitar el derecho a defensa de los procesados”,
calificando -por lo anterior- su actuación como caracterizada por su “relativo respeto de los marcos jurídicos”.
Detengámonos por un momento en algunos de los
acompañantes del general en esta gira. Su ayudante Chiminelli y los miembros de
la tripulación, eran de su dependencia habitual en el llamado Comando de Tropas
de Peñalolén, como lo había sido el mayor López, su segundo al mando en el
viaje al sur. No era parte de esa repartición el mayor Pedro Espinoza, quien
recordemos que viajaba de civil sin pertenecer a la delegación y manteniendo
dependencia del director del Servicio de Inteligencia Militar general Augusto
Lutz. Y tampoco lo eran el integrante de la nueva cofradía conspirativa Sergio
Arredondo ni los oficiales de seguridad Marcelo Moren Brito y Armando Fernández
Larios. El hecho es que todos los mencionados fueron después incorporados a la
DINA. Por ello es que el Informe de la Comisión Verdad y Reconciliación
expresa: “A estas alturas, conviene precisar que el alto oficial delegado se
trasladó a los distintos lugares del país que debía visitar en compañía de
otras personas, también oficiales de Ejército, que aparecían a simple vista como integrantes de un grupo oficial, para
apoyo del delegado principal y bajo su autoridad. Sin embargo, la Comisión ha
podido establecer que ello no fue necesariamente así, pues casi todos los
demás integrantes de la comitiva provenían de distintos estamentos y unidades
del Ejército, donde no estaban supeditados ordinariamente a la jerarquía única
y exclusiva del alto oficial delegado. Un elemento de juicio adicional, e
importante, es que todas estas personas,
salvo el jefe superior, pertenecerán después a la DINA, y varias de ellas con
cargos destacados en dicho organismo e intervención relevante en ejecuciones
irregulares”.[2]
Es
del caso precisar que en estas misiones la actuación de los oficiales
Chiminelli y Espinoza fue netamente profesional, sin que ninguno de ellos
tuviese participación en los crímenes que se cometieron. Por el contrario, sin
hacer un juicio de valor sobre los procesos que posteriormente ha debido
enfrentar Pedro Espinoza, es justo señalar que mantuvo invariable lealtad hacia
su superior -a pesar de no estar en su línea de mando-, hasta el punto que su
desacato a la convocatoria del coronel Ortiz en Antofagasta y la información
que entregara al general en Calama permitieron a éste conocer y apreciar la
dimensión de lo que sucedió a sus espaldas.
En octubre de 1990, con ocasión de las
investigaciones que llevaba a cabo la Comisión Rettig, Espinoza se acercó a mi
padre -a quien no veía desde hacía muchos años- para expresarle su intención de
entregar un testimonio. Este se tradujo en una declaración suscrita ante el
notario Eduardo Avello Concha, en la que manifestó que, además de la carga que
le ha significado ver su nombre relacionado con hechos a los que fue
completamente ajeno, “se ha estremecido
mi conciencia de soldado ante la aberrante injusticia con que se ha tratado a
un soldado prestigiado, querido y respetado por generaciones de militares, como
es el general Sergio Arellano Stark, quien
no sólo no tuvo ninguna injerencia en ejecuciones sin juicio, sino que actuó
con decisión y energía en cuanto se enteró de lo sucedido. Por eso, y luego
de mucho meditarlo, he resuelto hacer esta declaración, en la que me ceñiré estrictamente
a la verdad y en la que sólo me referiré a hechos de los que fui testigo
directo y presencial.”
Agrega
Espinoza: “Hubiese preferido que los verdaderos responsables hubiesen tenido la
dignidad de asumir con rectitud y coraje las consecuencias de sus actos, pero
en éste, como en otros casos, no ha sido así, por lo que mi conciencia y
respeto por mí mismo me obligan a prestar este testimonio”.
Específicamente
respecto de lo sucedido en la primera etapa del viaje al norte la declaración
señala:
“En La Serena
debíamos estar unas pocas horas y no se me había ordenado (por
el general Lutz) ninguna labor especial
en esa ciudad. Asistí a una charla que el general Arellano dio al personal
sobre la responsabilidad que el Ejército tenía frente a la población civil y la
necesidad de actuar con moderación y buen criterio. Luego el general ingresó a
la oficina del teniente coronel, comandante del regimiento, Ariosto Lapostol,
con éste y otra persona, que supongo era el fiscal. Yo permanecí en
dependencias contiguas a la del comandante del regimiento en compañía del
teniente Juan Chiminelli. Los demás miembros del grupo militar se retiraron del
recinto de la comandancia en cuanto comenzó esta reunión.
“Debió transcurrir una hora y media o dos,
cuando se sintieron unos disparos. El general y el comandante del regimiento
continuaban reunidos. Con el teniente Chiminelli acudimos al patio desde donde
provenían los disparos, en el sector opuesto al que estábamos, y vimos un
número indeterminado de personas que estaban muertas. Naturalmente yo ignoraba
si se había cumplido algún fallo del consejo de guerra. Era de suponer que
efectivamente así había sido, aunque el número de fusilados me sorprendió”.
“Inmediatamente
después nos dirigimos al helicóptero, por ser la hora ordenada para partir.
Allí el general Arellano, que estaba junto al comandante Lapostol, habló
brevemente con el comandante Arredondo y subimos a bordo. En el interior del
helicóptero era prácticamente imposible hacerse escuchar, por lo que no se
habló más del tema. En ese momento no supe que al general se le informó sólo de
los tres reos condenados, como tampoco supe que la sentencia respectiva no
había sido firmada por los integrantes del consejo. Por lo demás no eran
materias de mi incumbencia”.
Lapostol
y Arellano no volvieron a conversar. En 1990, interesado en aportar
antecedentes a la Comisión Rettig y aprovechando la circunstancia de haber
conocido a su hijo Cristián en nuestras comunes actividades relacionadas con
seguros, le planteé la posibilidad de reunir a nuestros padres a tratar el
tema, con presencia de ex oficiales que podrían hacer de testigos. Lapostol no tuvo problemas y la reunión se
hizo el 22 de agosto en la casa del general (r) Jorge Court, a quien
acompañaban los generales (r) Jorge Barba y Ernesto Videla.
Éstos
confeccionaron un acta de los testimonios de cada uno, los que resultaron
bastante coincidentes, hasta el punto que el ex comandante del regimiento Arica
de La Serena expresó al final con cierto dramatismo: “Mi general. Yo creo que las cosas están claras y ninguno de nosotros
tuvo responsabilidad en esos hechos. Yo soy su testigo y usted es mi testigo”.
Esta frase sería recordada años después por Court en una declaración judicial.
En
lo sustantivo, lo dicho por Lapostol fue lo siguiente, relatado en tercera
persona por tratarse de un acta redactada por los generales mencionados:
“..............
mientras tanto, había ordenado la reunión de todo el personal del regimiento,
pues el general Arellano había manifestado su deseo de conversar con todo el
personal. Es de hacer presente que, durante el trayecto del aeropuerto al
cuartel del regimiento, el general Arellano le manifestó la naturaleza de su
misión y le entregó la carta de delegación que traía del comandante en jefe del
Ejército, la que no leyó porque hizo fe en su superior, como lo habría hecho
cualquiera otro en aquellas circunstancias”.
“Después de un lapso
prolongado, mientras se reunía al personal, parte del cual se encontraba fuera
del cuartel..., se le informó que éste se encontraba ya reunido en el casino de
suboficiales, por lo que se trasladó con el general y su comitiva a ese
recinto. Allí el general Arellano dio a conocer la naturaleza de su misión, la
situación que se vivía en todo el país e hizo presente al personal que había
que asumir una conducta tranquila, sin abusos ni prepotencias”.
“Al término de la
reunión se trasladó con el general a la comandancia de la unidad. En ese lugar
estuvo exponiéndole los antecedentes de la situación de unos 900 detenidos,
entre los cuales se encontraban los señores Guzmán, Marcarian y Alcayaga. Sobre
éstos le hizo presente que ya tenían sentencias, por lo que no correspondía
hacerles un consejo de guerra, que era lo que él estaba recomendando al general
para el resto. Este no le contestó nada, por lo que entendiendo que había
informado correctamente a su superior, se retiró al jardín del regimiento, en
donde se quedó por un lapso de unos diez minutos. Transcurrido ese tiempo, el
general Arellano se reunió con él en el jardín. Allí estuvieron nuevamente
analizando la situación”.
En
la reunión de 1990 ambos coincidieron en recordar que se mantuvo la
discrepancia en relación a los tres detenidos mencionados, por cuanto el
general insistió en validar el criterio de la Auditoría en Santiago, el que
había sido previamente consultado por el propio comandante en razón de su
dependencia jurisdiccional. Por ello al delegado le parecía que el consejo de
guerra debía incluir a dichas personas y tener en cuenta el proyecto de
sentencia enviado.
Al
igual que Arellano, Lapostol recordó que, mientras conversaban en el patio, “ambos escucharon un disparo. Posteriormente
se supo que uno de los reos había agredido a un conscripto, asiéndole el fusil
y tratando de quitárselo, por lo que éste disparó, dándole muerte”. El ex
coronel agregó que llamó “a un capitán
(Mario Vargas) que se encontraba en el
jardín a averiguar qué estaba sucediendo. Mientras seguían analizando la
situación, los sorprendieron los estampidos de varios disparos. Al oírlos el
general Arellano manifestó que podría ser el resultado del consejo de guerra
que ya se habría realizado. El capitán en cuestión no volvió a traer ninguna
noticia de lo acontecido. Luego se presentó la comitiva del general, por lo que
se trasladaron todos al aeropuerto para el embarque en el helicóptero.” Ambos oficiales coincidieron en que este
zarpó sin que ninguno de ellos fuese informado de lo acontecido, de lo cual
afirmó Lapostol, haberse enterado “sólo
al regresar al cuartel del regimiento”.
El ex comandante agregó respecto del mayor Marcelo Moren,
entonces segundo comandante del regimiento Arica: “...éste fue enviado a Santiago a cargo de tropas de la unidad el 10 de
septiembre de 1973. Participó en la desocupación de la Universidad Técnica del
Estado. Después se apartó de las fuerzas a su cargo y no regresó al regimiento
ni lo volví a ver hasta la fecha en que llegó con la comitiva del general
Arellano. Ignoro donde estuvo en el lapso intermedio”. Tampoco el general lo sabe, al menos
respecto del período posterior al regreso del contingente a su cargo y hasta el
inicio del viaje al sur.[3]
Semanas después de esta reunión, Ariosto Lapostol fue
invitado a prestar su testimonio ante la Comisión Verdad y Reconciliación.
Accedió y recibió en su oficina al abogado de la Comisión Francisco Javier
Recabarren, a quien entregó un completo relato, coincidente con el recién
transcrito.
En este aspecto la declaración prestada por Arellano en
el juicio no difiere mayormente de la anterior y, por cierto, es exactamente la
misma versión que éste ha sostenido en forma invariable:
“El comandante
Lapostol me informó sobre varios procesos; yo le impartí instrucciones
generales, sin profundizar en casos concretos. No recuerdo haberme separado del
comandante, con quien conversamos en su oficina y en un patio adyacente.
Mientras tanto, creíamos que se estaba efectuando el consejo de guerra, ya que
se disponía de un abogado. Había pasado un momento cuando escuchamos un disparo
y le pedí al comandante que mandara a un oficial a averiguar el motivo, pero
éste no regresó. Pocos momentos después, estando en la oficina del comandante,
escuchamos una descarga, sin saber ninguno de los dos de qué se trataba, aunque
pensamos que podría ser que el consejo de guerra había dictado sentencia y la
había ejecutado. Después de escuchar los disparos nos dirigimos al helicóptero,
y antes de subir pregunté al comandante Arredondo qué había sucedido. Él me
informó que se había cumplido la sentencia. Yo entendí que se refería a las
tres personas anteriormente mencionadas...”
Ese
16 de octubre en La Serena fueron ultimados 15 detenidos, aparte de un preso de
apellido Ramírez, quien probablemente estaba también destinado al cadalso, por
lo que puede que al escuchar algún cruel alarde se haya rebelado, recibiendo un
disparo que anticipó su suerte en algunos minutos. La información fue publicada
al día siguiente en el diario local “El Día” aduciendo un consejo de guerra que
no existió y la calidad de “confesos” de diversos delitos por parte de los
fusilados, entre los cuales había connotados serenenses, destacándose el músico
Jorge Peña, ciertamente ajeno a cualquiera de las fechorías imputadas.
Obviamente
el general no tuvo acceso a ese diario, puesto que se retiró de la ciudad el
mismo día. Sólo habían participado en los hechos tres de los cuatro oficiales
ajenos a su mando regular: Sergio Arredondo, Marcelo Moren y Armando Fernández,
aparte de oficiales locales, entre los que tuvo un papel protagónico el
recientemente reincorporado Tommy Harris. En esos días la muerte no era
noticia: centenares de partidarios del gobierno depuesto y 82 uniformados
murieron durante 1973. Transcurrieron años antes que Arellano Stark se enterara
de lo que sucedió ese fatídico día en el regimiento Arica.
A
mediados de 1986 mi padre golpeaba las puertas de las oficinas militares para
obtener antecedentes que le permitieran defenderse de las imputaciones que se
le hacían públicamente. El comandante en jefe, por intermedio de su
vicecomandante, general Santiago Sinclair, había rechazado sin más sus dos solicitudes para constituir un
tribunal de honor y ni siquiera le fue posible obtener audiencias con las
máximas autoridades de su institución, a pesar que decenas de oficiales
retirados (y varios activos) se agrupaban en torno a él para manifestarle su
solidaridad. Fue el general Humberto Gordon, director de la CNI, quien rompió
el hielo e instruyó al abogado Víctor Gálvez para hurgar en los archivos de la
Institución hasta encontrar las piezas procesales que podrían explicar en parte
lo sucedido. El propio Gordon ratificó el contenido de las mismas ante la
Comisión Rettig y años más tarde lo hizo ante el ministro Juan Guzmán, al igual
que el abogado Gálvez.
Cuando
éste último encontró los antecedentes requeridos, el general Gordon nos invitó
a sus oficinas, señalándonos que nos tenía buenas noticias. Y efectivamente lo eran,
ya que constituían la prueba definitiva de la veracidad de todo lo que mi padre
había sostenido. Ante mi solicitud de obtener fotocopias, Gálvez me respondió
que no sería posible, considerando que se trataba de enfrentar un debate
público, por cuanto los juicios que se iniciaban abortaban prontamente por la
aplicación de la ley de amnistía, política que el Ejército no quebraría
alentando investigaciones de ninguna naturaleza. De cualquier modo, me señaló
que los procesos estarían disponibles.
Respecto
de La Serena había algunos expedientes no muy voluminosos. Lo verdaderamente
importante, que fue lo se nos exhibió, era un extenso legajo: el proyecto de
sentencia elaborado en la Auditoría de la Segunda División, el que contemplaba
la pena de muerte para los tres detenidos mencionados, al cabo de numerosos y
fundados considerandos previos, con impecable técnica jurídica. Como hemos dicho antes, al final venía lo más
sorprendente: un simple párrafo, escrito con otro tipo de máquina, agregaba al texto del fallo imputaciones de delitos
subversivos similares a otras doce personas, las que -literalmente de una
plumada- eran también condenadas a la pena máxima. En el margen de la hoja, en
forma manuscrita, se daba cuenta del incidente que terminó con la vida de
Ramírez. Se cerraba este híbrido jurídico con un gráfico ininteligible y de
forma redondeada. Pero no había firma alguna, como tampoco referencia a ningún
consejo de guerra.
La información entregada por
Humberto Gordon a la Comisión Verdad y Reconciliación (similar a la aportada
después al juez Guzmán) era la siguiente:
“Entre dichos antecedentes estaba una sentencia sin
firma que, luego de largas y acuciosas consideraciones, condenaba a muerte a
tres detenidos, uno de ellos de apellido Guzmán. Una vez redactada la
sentencia, había un párrafo en que se hacía referencia a situaciones más bien
generales y se condenaba a muerte a otras doce personas. En el margen se
escribió a mano una nota que daba cuenta de una persona fallecida al atacar a
un guardia, seguida de una media firma ilegible. Este documento no fue firmado
y estaba separado de los procesos respectivos.”
La calidad de la justicia en el
declarado estado de guerra dejaba mucho que desear, y también la coherencia de
algunos jefes militares: la causa rol 5A-73, relacionada con el fusilado
Roberto Guzmán, no se cerró con su muerte. Los supuestos 30 años de presidio a
que habría sido condenado antes de ser ejecutado en virtud de una sentencia que
no llegó a ser tal, se transformaron en algún momento posterior a su muerte en
cinco años. Y el 26 de junio de 1975 se rebajó la pena ¡¡a 541 días de
cárcel!! Al parecer el comandante
Lapostol nunca cerró el proceso, o al menos no incluyó en el mismo la
pretendida sentencia que lo habría condenado a 30 años ni el certificado de
defunción, lo que en algún momento debió llevar a revisiones superficiales que
terminaron en esta aberración. Lo dramático es que no sólo se trataba de
formalidades; eran seres humanos los que estaban en juego. En lo que le
correspondió hacer con motivo del frustrado proyecto de sentencia, relacionado
con un consejo de guerra que ya se habría efectuado (al menos fue lo
informado), al general Arellano le cupo indudablemente una responsabilidad. En
su descargo sólo puedo acotar que tuvo la hombría de enfrentarla, como en todos
los actos de su vida. Pero definitivamente nada tuvo que ver con las restantes
personas asesinadas por sujetos para quienes la vida de los llamados enemigos
no era más que una pieza en un sórdido juego de morbo y poder.
En
algún momento, muy posterior a 1986, alguien decidió que los expedientes de los
consejos de guerra se habían quemado en
un incendio o que se destruían
periódicamente. Por ello, durante el juicio llevado por el ministro Guzmán,
las solicitudes que hiciéramos por intermedio del tribunal resultaron
infructuosas, si bien pudimos contar con las declaraciones de las dos personas
que nos permitieron su conocimiento.
En
sus primeras declaraciones judiciales Arredondo y Moren contestaron vaguedades,
soslayando toda responsabilidad. El primero llegó a decir que los recuerdos se
le confundían en la vorágine de acontecimientos de esa época, en que las noches
eran días y los días noches. Ya revisarían convenientemente tales
declaraciones, pero invariablemente eludiendo la verdad y, a nuestro entender,
sin experimentar la menor presión del juez para obtenerla.
Lo
que efectivamente sucedió al interior del regimiento Arica lo supimos mucho
después, durante la tramitación del juicio. Imprudentemente Sergio Arredondo se
jactó ante sus amistades -incluido su abogado- de haber fraguado la matanza con
un ex compañero de curso de él y Contreras, llamado Tommy Harris Haegen, quien
se había retirado del Ejército, reincorporándose en esos días con el grado de
capitán o mayor. Harris, actualmente
fallecido y a quien nunca habíamos escuchado mencionar, no sólo retiró de su
lugar de reclusión a los tres que enfrentaban la pena capital, sino a otros doce
detenidos, “por su propia iniciativa” según la versión de quien dirigió la
masacre. Cuando conversamos al respecto con el abogado, éste nos dijo que su
cliente no entregaría ese antecedente al tribunal porque no deseaba manchar la
memoria de su amigo. Hicimos algunas indagaciones y comprobamos que no sólo
tenían relaciones de amistad, sino familiares. Lo que quedó claro con esta
información es que el sonriente teniente coronel se sentía con respaldo para
actuar a su antojo a espaldas de quien -al decir del Informe Rettig- aparecía como su autoridad, aunque “no fue
necesariamente así”.[4] Así
se consumaría la primera cruenta operación de los nuevos conspiradores.
Obviamente esta información fue entregada en el juicio,
pero no hubo seguimiento. El propio general Arellano la hizo pública en una
entrevista concedida a El Mercurio en marzo de 2000. Fue también reproducida
por Hermógenes Pérez de Arce en su libro “La verdad del juicio a Pinochet”. Y
ahí quedó, consignada para la posteridad, pero al parecer considerada poco
relevante por el ministro de fuero, probablemente porque podría desmoronar todo
el andamiaje en que se construyó su caso. Porque si se validaba este
antecedente, ¿cómo hubiese podido sostener que “se encuentra plenamente justificado que....... el delegado del a la
sazón Comandante en Jefe del Ejército Augusto Pinochet Ugarte, el entonces
general de Ejército Sergio Arellano Stark, ordenó
sacar desde la Cárcel Pública de la ciudad a....(los quince fusilados)”?
El
entramado manejado desde un escritorio de la Auditoría General también operó
para bloquear buena parte de los contactos con oficiales en retiro, quienes
recibían oportuna “orientación”. Tanto Lapostol como algunos “olvidadizos”
oficiales modificaron casi simultáneamente sus anteriores declaraciones para
acusar concertadamente a Arellano. Resultó insólito comprobar cómo Ariosto
Lapostol afirmaba bajo juramento que nunca había declarado ante la Comisión
Rettig, que lo aseverado en casa del general Court fue al calor de una “reunión
social”, que el general Arellano había hecho marcas junto a nombres de
procesados (sin indicar en base a qué información), que Marcelo Moren (!!)
estuvo junto a ellos en su conversación, que el capitán Vargas había regresado
y dado cuenta de los muertos al general.
Nada
de esto era sostenible, pero el juez nada cuestionó. Ni siquiera mostró signos
de rectificación cuando, tiempo después, compareció el ex capitán Mario Vargas
afirmando que dio cuenta directamente al propio Lapostol de lo que había visto
y que no estaba presente el general, quien ya se había retirado. Tampoco
pareció hacerle fuerza lo informado por un integrante de la Comisión Rettig,
quien confirmó que el ex comandante había efectivamente declarado ante esa
entidad[5]. Ni
la ratificación judicial entregada por quienes suscribieron el acta de la
reunión de 1990. Ya la verdad parecía no importar. El general Sergio Arellano
se había transformado en un chivo expiatorio necesario para muchos fines
diversos. Parecía que para él ya no habría justicia.
Arellano
perdió, al menos entonces; pero otros ganaron. No tuvimos conocimiento que
surgiesen querellas contra el ex comandante del regimiento Arica de La Serena
por otros homicidios registrados en el Informe Rettig, como la muerte de José
Rodríguez Torres en el interior de esa unidad militar el 1 de noviembre, como
tampoco por el homicidio, seis días después, del padre del anterior, José
Rodríguez Acosta, también dentro del regimiento; ni por el crimen del ciudadano
argentino Bernardo Lejderman y su cónyuge mexicana María Avalos, ambos víctimas
de personal de dotación del regimiento Arica. La trenza de la DINA también
lograba su objetivo: los dardos apuntaban hacia donde ellos querían; ya no
prosperaría la línea de investigación que Arellano solicitaba, altamente
peligrosa para sus intereses. Y por supuesto ganó Juan Guzmán, que avanzaba a
paso firme hacia su objetivo, en la certeza que difícilmente la prensa o la
opinión pública estaría en condiciones de analizar la consistencia de sus
resoluciones o los vacíos de su proceso estrella. De hecho ni aún los
tribunales superiores se han abocado a hacerlo.
=======
Lo
anterior,
Sírvase US.I. tenerlo presente.
[1] En
página 164 del libro "De Conspiraciones y Justicia", que obra en
autos, se transcribe íntegramente carta a Augusto Pinochet, enviada al Senado
por correo certificado el 17 de julio de 1998.
[2] La
posición del general Arellano sobre las actuaciones posteriores de la DINA fue
expresada en carta privada al general Pinochet, enviada a fines de 1974, en que
comparaba a esa entidad con la Gestapo, denunciando la violación a los derechos
humanos fundamentales. Copia íntegra de dicho documento obra en autos y está
parcialmente transcrito en la página 111 del libro "De Conspiraciones y
Justicia", que obra en autos.
[3]
Antes de esa fecha el general no conocía a Moren y Fernández Larios, quienes le
fueron asignados por el Estado Mayor del Ejército como oficiales de seguridad.
[4] En
otra de las paradojas de este caso es que el ignorado (en este juicio) Informe
Rettig contiene, en su página 91, un expreso reconocimiento al desempeño del
general Arellano como juez militar de la II División, función que ejerciera
desde diciembre de 1973, en lo que entendemos constituye la única nota
favorable de ese Informe sobre un jefe militar.
[5] No
fue el único integrante de la Comisión Rettig en entregar su testimonio a la
Justicia. El ex ministro de la Corte Suprema Ricardo Martin expresó:
"Tengo la certeza que al general Arellano no le correspondió ninguna
actitud criticable en su misión"; en tanto que el entonces presidente de
la Comisión Chilena de Derechos Humanos Jaime Castillo declaró sobre su
actuación y responsabilidad: "Los delitos de un dependiente de mando
superior, cometidos fuera de la esfera de ese mando, no involucran penalmente a
su jefe, sin perjuicio de la responsabilidad militar que pueda corresponderle
asumir". Raúl Rettig declaró a la prensa: "Es indudable que el hecho
de haber ido a declarar a la Comisión y haber esclarecido su situación le
sirvió al general Arellano".
don hermogenes sigue "goebelliando".... una declaracion o recursos presentados por la defensa del asesino arellano stark no representan prueba alguna de una supuesta prevaricación.
ResponderEliminarbueno sería que este señor publicara también las querellas y los fallos,pero,al igual que la aclaracion por el chamullo de la fortuna de mandela,podremos morinos esperando.
así espera ud que alguien le crea?
Seria bueno que leyeras la declaración antes de opinar
Eliminarsería bueno, ergo, no lo hará.
Eliminarla leeré cuando pueda leer también la querella y el fallo,leer solo eso es perder el tiempo,no creen?
Eliminarlo dicho
EliminarCopio lo escrito ayer en este blog, y por alguna razón se que se sirve para este también, solo hay que cambiar donde dice 'endiucacion' por prevaricación . Ya que estoy seguro que los comentarios que a continuación vendrán de parte de Aplantagenado, Apangado y sus trolles, serán todo menos en referencia al tema, y como son reyes del copy-paste., se les hace agua la boca por quien contesta primero.
ResponderEliminarAl plantaginetero, apagao y trolles, el tema era otro en este día, la 'endiucación' obligatoria, o a la pinta comunista, o 'pico en el ojo'.
Porque no responden a este tema, sino que desvían el comentario.
Me trae recuerdos, malos recuerdos de cuando imponer la ENU..
Pero ya creo que no existe cabida para comunistas (ni en Rusia se la creen ya) ni para dictaduras ni dictablandas(o será democracia)
Lo peor ya paso, la gente ya sabe mucho(malo para los comunistas, ya que así solo saben gobernar, con la ignorancia de la gente).
Y como el tema era la 'ENDIUCACIÓN' que nos quieren meter ahora, valga la redundancia.
Los comunistas quieren que todos sean iguales, PLANTAGENETERO, APANGAO Y OTROS, Ustedes son Comunistas..????
Y que les paso en estos más de 20 años de ' alegría ya viene.... Endiucación gratis...?
Ahora si la van hacer.....?En Lo que le queda de tiempo a la' gordis'...... Noooo lo creo...!!!!
El lema (comunista) es, hazles creer que deben ser todos comunistas, endiucación igual para todos pero mediocre para abajo, me trae recuerdos de Rusia comunista y satélites,
Siguen siendo comunistas o no..?? Porque será....???
Espero que alguno de los trolles tenga alguna respuesta, y no se nos vaya por las ramas... hacia el 'perrito 'que tanto adoran y recuerdan, ya que sin el no hay pega aquí....
Saludos a todos. Yo no' segrego'...
" endiucación igual para todos pero mediocre para abajo..."
Eliminar¿¿"ENDIUCACIÓN"??, ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja
Me ha quedado claro el culpable Tommy Harris y por suerte que no hubo guerra con algun pais vecino ya que Arellano no se hubiese enterado ni del comienzo ni del fin.
ResponderEliminarEn todo caso el responsable de esta conspiracion es Pinochet y despues la poca vision de Arellano pensando que podia ser un moderador y queo pringado hasta el cogote y como podia pensar hacer algo cuando Pinochet le pidio la renuncia junto a Bonilla y terminaron trabajando codo con codo para tenerlos controlados y si no lo mataron sencillamente no lo consideraban un problema.
ResponderEliminarSólo me gustaría saber en que planeta se encontraban quienes creyeron ser los amos del país, mientras quienes cumplian con su servicio militar, gobernaban, y hacian de la suyas con los ciudadanos chilenos ? Tropa de míseros cobardes, que ya sin asco, pretenden culpar a cualquiera que sirva para ello. Hermógenes me da asco usted, asco y repulsa, en una cosa difiero con el FPMR. Se equivocaron en asesinar a Guzmán, ya que hoy seguramente guzmán formaría parte de todos aquellos que no pueden ya defender los crímenes cometidos en la dictadura, y que han elegido el camino del olvido. A gentuza como usted se debió eliminar para siempre.
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NO Simon, aunque comparto casi todos tus planteamientos, en uno estoy profundamente en desacuerdo contigo:
EliminarNO DEBES DESEARLE LA MUERTE A NADIE
Salvo que sea por el legitímo derecho a rebelión, derecho que, no aplica en el caso del asesinato de Guzman y tampoco sería plausible con Perez de Arce.
Por muy en desacuedo que estemos con ambos, por muy mal que nos caigan, por mucha repulsa que nos produzcan. NO
Ambos, etica y moralmente pueden ser responsables de las atrocidades cometidas en Chile por medio de sus apoyos (complices pasivos les llamo muy bien Piñera) justifificaciones, defensas, tergiversaciones históricas y propagandaal estilo Nazi , pero no son responsables directos, no fueron autores materiales, ni intelectuales no ideológicos del genocidio político chileno (aún cuando lo de Guzman se podria debatir, en pricipio no creo en tal responsabildad) ni hoy y entiendo (corrijanme si me equivoco) tampoco en aquellos oprobiosos tiempos.
Guzman no representaba un peligro contra la integridad de las personas y sus asesinos deberían estar encarcelados hace mucho tiempo, y el Goebbel chilensis, de nuevo NO, solo debería estar encarcelado por incentivar, promocionar y realizar apologia del odio, la violencia y la discriminación, como sucedería si viviera en paises desarrollados. Pero ninguno elimanado, pues no poseen el merito para ejercer el derecho de rebelión, como si eran los miembros de los organismos represivos con cuarteles clandestinos, laboratorios, etc, y quizas hasta también Pinochet era acreedor de tal acción.
Pero estos 2 Goebbelitos que mencionas, NO. Eso sería un crimen politíco, como los que realizo durante 17 años la dictadura.
Nosotros no les devolvimos la mano con la misma moneda, cuando llegamos al poder en los 90, no hicmos lo que ellos, no los detuvimos, no los torturamos con las manos amarradas por la espalda, no los hicmos desaparecer, ni más cobardemente aún (si se puede serlo..) los lanzamos al mar para que nos los pillaran, solo por el hecho de pensar distinto.
NO, los enemigos de entonces, cuando el poder cayo en manos de sus enemigos, estos no actuaron cobardemente como ellos y aunque piensen distinto, tienen la seguridad de vivir en paz, y no de sufrir y pasar por lo que pasaron decenas de miles de chilenos con su su anuencia y beneplacito
Esa es la gran diferencia etica, moral, de principio y sobretodo de DECENCIA Y HUMANISMO
En concreto, Simón, permiteme una sugerencia:
No actues como ellos, eso es lo que quieren. así son ellos, no nosotros,, por algo estan vivitos y colenado.
RESPETO A LA VIDA, no se te olvide.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarDERECHO DE REBELION
Eliminar"El derecho de rebelión, derecho de revolución o derecho de resistencia a la opresión es un derecho reconocido a los pueblos frente a gobernantes de origen ilegítimo o que teniendo origen legítimo han devenido en ilegítimos durante su ejercicio, que autoriza la desobediencia civil y el uso de la fuerza con el fin de derrocarlos y reemplazarlos por gobiernos que posean legitimidad.
El derecho a la resistencia frente al tirano, que ha llegado a justificar la muerte de éste, se puede encontrar en la Antigüedad. Así ya Platón trató el tema de la tiranía y del derecho del pueblo a defenderse contra el tirano y la injusticia. A partir de él, numerosos autores han desarrollado el tema a lo largo de la historia, tales como San Isidoro de Sevilla y Santo Tomás de Aquino.".....
Mas información:
http://es.wikipedia.org/wiki/Derecho_de_rebeli%C3%B3n
Leonardo. Ciertamente que en mis principios está están establecidoas las normas del absoluto respeto a la vida. pero si alguien como este payaso enfermo de Hermógenes, a través de una retórica enfermiza, niega,o disculpa los crímenes ocurrridos en Chile durante la dictadura, He dicho, que quien escupe a la cara a miles de torturados, asesinados, sometidos, humillados y desaparecidos, la vida de quien llega al paroxismo de defender tal cosa, esa vida para mí no vale nada, y estoy convencido de que millones de chilenos piensan lo mismo. Es que son tipejos como este seudo intelectual de feria, quien con sus opiniones que ofenden, y mantiene dividido a nuestro pueblo, se da el lujo de reirse de la barbarie cometida en Chile durante la dictadura. Seguramente en su escasa filantropía este sujeto debe de ser profundamente creyente, y hasta del Opus. Es a este tipo de fanáticos al que la sociedad debe de combatir y repudiar con todos los medios posibles. Es este tipo de fanatismo esquizofrénico el que causa muerte y desolación, esa muerte y desolación que fue posible en el Chile de Pinochet, y son tipos enfermos como Hermógenes quienes han sustentado la idolatría a dictadores criminales en toda nuestra historia. Para qué ? para luego en su cobardía ocultar la verdad, y culpar a los más débiles del sistema, son los jerarcas quienes ordenan para que los sometidos se conviertan en perros mastines en contra de la población. Y son seudo periodistas corruptos como este payaso de Hermógenes quienes se encargan de desinformar. Hoy Hermógenes Perez de Arce debería de estar encarcelado, pero en una cárcel común, ya veriamos si le quedan ganas de ir por ahí rindiéndole pleitesía a los criminales, ladrones y corruptos mas grande de nuestra historia.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¿Quién fue capaz de leer todo lo que escribió don Hermógenes? Uf!!! es como si alguien leyera lo que escribe hugo solo
ResponderEliminarMoi.
ResponderEliminarYo también. En resumen Arellano queda bien y el Mamo y sus acólitos mal.
ResponderEliminares una soberana lata leer esto sin tener la querella y el fallo. pero eso jamás será publicado por don hemorroides,por tanto gastar tiempo en leer estas huevadas es una lesera.
ResponderEliminaracaso con la declaracion de arellano intentan convencerme de que existió prevaricación? es una huevada.
arriba leí a leonardo montes y estoy de acuerdo con sus planteamientos,gente como don hemorroides,e incluso sus adorados carniceros presos en punta peuco gozan de todos los derechos que alguna vez,ellos mismos negaron a miles de chilenos,es por esto que podemos leer las brutalidades que se rebuznan aqui,ya que no somos como ellos,por tanto aca cualquiera puede decir lo que se le plazca sin temor a ser detenido,torturado y arrojado al mar.
esa es la diferencia entre la gente decente,y los amorales como perez de arce.
perdon acaso Don Hermógenes cometió alguna vez algun delito ???
Eliminarno,pero muchos de los asesinados por quienes don hemorroides siente "inmensa gratitud" tampoco,su unico delito fue pensar de un modo determinado,y fueron asesinados para deleite de este caballero.
Eliminaragrego que toda esta "defensa" que hace don hemorroides es hacia alguien que en este momento NO ESTA PRESO,sino libre por motivos humanitarios y de salud. "alzheimer avanzado y alcoholismo crónico" segun reza el informe que pueden buscar en internet.
Vlad, toda la razón, salvo porque creo que cometiste un gran error, involuntario por supuesto:
EliminarA que caballero te refieres.?
fe de erratas : donde digo "muchos de los asesinados por quienes don hemorroides siente "inmensa gratitud"
Eliminarquise decir : "muchos de los asesinados por cuyos verdugos siente don hemorroides inmensa gratitud"
y el caballero es el mismo,don hemorroides.
El punto es que muchos juicios contra militares carecen de cualquier legalidad y se ha condenado injustamente a personas que no estuvieron involucradas en ciertos hechos de violencia .
EliminarEsta bien que Arrellano este libre si tiene un estado de salud tan critico , pero el punto de fondo es que muchas de las condenas que se le imputan carecen de fundamento para declararlo culpable .
y eso tu lo deduces por la declaracion del mismo arellano? o por el libro del tal paul latorre? de ser asi,te faltan 2 de las 3 piezas del puzzle : la querella y el fallo.
Eliminarlo demas es como decir que por ejemplo sakarach es inocente solo leyendo lo que el declara....
Nadie sabe con certeza si cada uno de los condenados son culpables o inocentes, ni siquiera de quienes se encuentran condenados o absueltos, porque es un hecho que en oportunidades, la justicia también se equivoca y muchas veces existen sesgos políticos en las sentencias. Que terrible debe ser eatar acusado o condenado injustamente por crímenes en los que no se estuvo involucrado. Que tal si hay casos en que es así? No seamos tan cerrados de mente y no descartemos que a lo menos en algunos casos pudo haber sido así.
EliminarPara que Perez de Arce siga disfrutando y tenga material de estudio, para aprobar la asignatura Metodos Goebbelianos I, sus aplicaciones al Chile del siglo XXI.
ResponderEliminarNoticia publicada hoy en varios diarios eletrónicos:
"Un exgeneral y dos coroneles en retiro del Ejército chileno fueron procesados y detenidos hoy por orden del juez Mario Carroza, con dedicación exclusiva para causas por crímenes de lesa humanidad, por el asesinato de tres detenidos durante la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990).
Según fuentes judiciales, se trata del general Guido Riquelme Andaur y los coroneles Roberto Hernández Maturana y Ernesto Bethke Wulf, este último encausado también como uno de los asesinos del cantautor Víctor Jara.
Los tres fueron procesados por el crimen de Jorge Pacheco Durán, Denrio Álvarez Olivares y Ernesto Mardones Román.
Las víctimas fueron detenidas y conducidas en diciembre de 1973 -en el juicio no existe constancia del día- por militares al regimiento Buin de Santiago, y desde allí trasladados a la cárcel de esta capital.
Pero el 19 de diciembre de 1973, una patrulla del Buin al mando del teniente Kenny Aravena Sepúlveda que integraban otros cuatro oficiales de Ejército, los sacó desde la cárcel, los condujo hasta un lugar aislado en la periferia de Santiago y les dio muerte.
La patrulla la integraron además los tenientes Ernesto Bethke y Roberto Hernández, además de los entonces capitanes Guido Riquelme y Carlos Rudloff Molina, actualmente fallecido.
Una vez ejecutados, los cadáveres de los tres prisioneros fueron llevados por la misma patrulla hasta la morgue de Santiago, donde dijeron que habían sido encontrados ya fallecidos en una carretera.
La verdad de estos crímenes se conoció porque el teniente coronel retirado Kenny Aravena, quien ya había sido procesado por el juez Carroza, finalmente relató los hechos al magistrado el pasado 10 de enero de 2014, entregando los nombres de los otros cuatro integrantes de la patrulla.
Fuentes judiciales vinculadas a la investigación, dijeron a EFE que “se esperan nuevos procesamientos y arrestos por otras víctimas del regimiento Buin”.
Tiene toda la razón Don Hermógenes cuando titula esta chistosa columna suya como "Más FANTÁSTICAS Prevaricaciones Judiciales". Porque sus estrafalarias acusaciones en contra del Poder Judicial, respecto a las condenas recibidas por los VULGARES ASESINOS DE PERROCHET, se ajustan perfectamente a la primera acepción que el Diccionario de la Lengua Española le asigna a la palabra FANTÁSTICO:
ResponderEliminar"1. adj. Quimérico, fingido, que no tiene realidad y consiste solo en la imaginación."
¡Qué bueno es constatar que Don Hermógenes también puede ser SINCERO CONSIGO MISMO cuando se lo propone!, ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja
Estamos hablando sólo de la condena de Arellano.
ResponderEliminarLA SRA ROSANA MIRANDA FUNO UN ACTO DONDE PARTICIPABA EL JEFE DE LA CORTE SUPREMA,EN EL SUR RENUNCIO UN FISCAL POR MIEDO A UNOS IMPUTADOS,PARECE QUE LOS RABANITOS ESTAN TOCANDO EL PODER JUDICIAL Y ESO QUE ES DE SU CORRIENTE IDEOLOGICA ,YA NO SE RESPETA NADA, ESTAMOS DADOS
ResponderEliminarUn betseller
ResponderEliminarPodrá Venezuela ejercer su " Derecho a Rebelión " ?. Cumple con los estándares que autorizan la desobediencia civil y el uso de la fuerza ? .¿ Si , no , por qué ...? .
ResponderEliminarHola: Sí, pueden protestar de la manera que deseen pero no pueden llamar a derrocar al gobierno por la fuerza si este no ha violado la constitución venezolana (rehecha por Chavez).
EliminarPor otro lado las FFAA venezolanas apoyan al gobierno de Maduro así que la única forma de cambiar allá las cosas es ganando alguna elección presidencial en el futuro (casi, casi lo lograron en la pasada elección si no fuera por algunos "bits extraviados").
Saludos
MUZICPROG
Como puede existir tanta falta de imparcialidad. Por supuesto que está mal asesinar o torturar a alguien, a quien sea, del color político que sea. Y si se prueba que alguien asesinó o tuvo participación en un asesinato, debe existir justicia. Pero no por eso hay que desconocer que la gente asesinada eran en general terroristas. Aclaro que eso no justifica en ningún caso que algunos de ellos hayan sido asesinados y torturados, salvo, en el caso de los asesinato, que haya sido en defensa propia, pero no por ello hay que desconocer que se trataba en su mayoría de terroristas y colaboradores de estos que surgieron a raiz de un intento de revolución armada comunista que motivó la toma del poder por parte de las FFAA. Probablemente existió también gente asesinada y torturada por error, que no tenía nada que ver con los terroristas. Tampoco podemos descartar que haya miembros de las FF.AA. que no hayan amparado los asesinatos y torturas y que no tuvieron nada que ver con estas que por circunstancias del puesto que ocupaban y de odiosidades políticas han sido condenados injustamente. Hay todo tipo de gente en todos lados y es razonable pensar que los asesinatos y torturas que se pudieron haber cometido por miembros de las FF.AA. en general contra tereoristas y cómplices de estos hayan sido cometidos y amparados por una fracción de las FF.AA., no por todos. Tampoco hay que olvidar que los terroristas de los que hablo también asesinaron e intentaron asesinar a muchos miembros de las FF.AA., y hubo gente que apoyó estas acciones, tan condenables como las que pudieron haber cometido miembros de las FF.AA. Seamos imparciales. No nos dejemos llevar por los odios y pasiones. No justifiquemos el asesinato del senador Guzmán. Es algo tan condenable como los asesinatos que pudieron haber cometido miembros de las FF.AA. contra terroristas. Tal vez la única diferencia es que los terroristas no fueron asesinados por su color político, sino por ser terroristas; el senador Guzmán en cambio, fue asesinado exclusivamente por su color político. Seamos justos por favor. Finalmente, no ataquemos a alguien como don Hermógenes Pérez de Arce por pensar distinto, no olvidemos que en una democracia como la que vivimos hoy después de que las FF.AA.decidieron entregar el poder, cada uno opina lo que quiera y debe existir respeto a las diferencias de opinión.
ResponderEliminarInteresante, pero no todo es así de real ....
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