CAPÍTULO III
“CRÍMENES, EXILIO, TORTURAS Y DESAPARECIDOS”
Sólo diciendo todo eso sin
respirar y sin probar nada ya se descalifica al Gobierno Militar en nuestros
días. Tal retahíla es repetida por una mayoría en Chile y por otra, todavía
mayor, en el extranjero. Eso es crónico, habitual y casi automático. ¿Es que no
hay nada de verdad en eso? Hay parte de verdad, pero se oculta lo sustancial o la mayor parte de la misma.
Conociéndola en su totalidad cambia completamente el juicio moral sobre el
Gobierno Militar.
Éste,
hay que decirlo de partida, tuvo como principal preocupación defenderse de la
asonada armada marxista pero, al mismo tiempo, también de la acusación
propalada desde el KGB soviético en el sentido de que atropellaba los derechos
humanos. Tenía que conciliar la defensa contra el terrorismo de extrema
izquierda con el respeto a los derechos de las personas.
Por
eso la Circular N° 1 de la Junta de Gobierno se titulaba: “Dicta normas de
conducta en procedimientos (que) empleen Fuerzas Armadas y Carabineros”, de 7
de enero de 1974, y comenzaba diciendo: “Nuestra etapa en el gobierno de la
Nación no puede ni debe caracterizarse por actos inhumanos que tengan que
ocultarse a la ciudadanía y que sólo engendran una reacción de violencia, de
odios y venganza…”. Y más adelante precisaba que el concepto de “mano dura no
autoriza el empleo de procedimientos desterrados de la civilización”.
Después
la Circular N° 22 del Ministerio del Interior, de 25 de enero de 1974, ordenaba
que la detención de personas sólo podía llevarse a cabo previo decreto del
ministerio del Interior y ordenaba que todos los CAJSI (Comandantes de
Agrupación de Seguridad Interior), que eran los jefes de zona, le enviaran
listas completas de las personas detenidas a la fecha.
Luego
la Circular N° 74 de fecha 15 de febrero dirigida al personal de Carabineros
llamaba a la “rectitud y corrección” de los procedimientos y condenaba “el uso
de la fuerza física en forma inadecuada”.
Después,
en enero de 1976, se dictó el Decreto Supremo N° 187 prohibiendo los lugares
secretos de detención.
Ese mismo año el
presidente de la Corte Suprema, José María Eyzaguirre, visitó los campos de
detención de Tres Álamos y Cuatro Álamos y formuló a la Junta diversas
denuncias de irregularidades y malos
tratos que observó.
Al
recibir este informe el ministro de Justicia, don Miguel Schwetzer, acompañado
del subsecretario, Mario Duvauchelle, del Director del Servicio Nacional de
Salud y del Director del Instituto Médico Legal visitaron los mismos campos de
detención y comprobaron irregularidades, que generaron una fuerte reprimenda
del Presidente de la Junta al Director de la DINA, con una severa advertencia a
éste. En palabras de Duvauchelle, “Pinochet se lo sirvió”. Ver Gonzalo Rojas:
“Chile Escoge la Libertad”, tomo 1, p. 232.
Al
año siguiente se disolvió la DINA, precisamente por incumplimientos en el tema
de los derechos humanos.
El
11 de marzo de 1974 la Junta promulgó la “Declaración de Principios del
Gobierno de Chile” que en una docena de páginas establecía, como primer punto,
que “El Hombre tiene derechos naturales superiores al Estado” y en el numeral
5) prometía un “orden jurídico respetuoso de los derechos humanos”.
Lo
anterior desmiente que la Junta se hubiera propuesto “el atropello sistemático
de los derechos humanos”, que es la consiga más repetida… y triunfante.
I.
Crímenes.
La enumeración de los atentados al general
Carlos Prats, al ex ministro Bernardo Leighton, al ex canciller Orlando
Letelier y al dirigente sindical Tucapel Jiménez parece cerrar la discusión:
fueron “crímenes de la dictadura” o “crímenes de Pinochet”. Pero eso no es
verdad.
En los tres primeros casos está comprobada
la participación de un agente de la inteligencia chilena, el norteamericano
Michael Vernon Townley. En el caso de Leighton los ejecutores fueron miembros
de un grupo neofascista italiano, pero Townley había viajado a Roma a preparar
el atentado. En los casos Prats y Letelier fue éste quien puso la bomba
asesina.
Pero está objetivamente comprobado que ni
Pinochet ni la Junta sabían siquiera de la existencia de Townley ni, menos, que
tuviera relación con la DINA, hasta 1977. Tras saberlo, disolvieron la DINA.
En el caso de Letelier, su hijo y actual
senador, Juan Pablo Letelier, le declaró a la periodista Raquel Correa, en “El
Mercurio de 4 de junio de 1995: “…lo que he dicho una y otra vez, porque me
enseñaron a hablar con la verdad, es que no hay ninguna evidencia que fluya del
proceso de miles de fojas que permita sostener que hay participación del Ejército
ni de su Comandante en Jefe en el asesinato de Orlando Letelier”.
Apunta en igual sentido la otra evidencia
conocida. En “El Mercurio” del 2 de abril de 2000 se publicó un relato de una
reunión de la Junta en 1977, en una crónica titulada “Y lo Negó Tres Veces”, en
que quedó constancia de que el director de la DINA, general (r) Manuel
Contreras, a requerimiento del general (r) Odlanier Mena, director de su
sucesora, la CNI, negó que la primera hubiera tenido vínculo alguno con Michael
Vernon Townley. Ello sirvió para probar, además, que ni Pinochet ni la Junta
tenían la menor idea de la existencia de Townley y, por consiguiente, nada
sabían de sus acciones en relación a los atentados contra Leighton, Prats y
Letelier.
Justamente al enterarse después la Junta
de que Townley sí había tenido un nexo con la DINA se resolvió la disolución de
ésta, la formación de la CNI y la entrega del mando de la misma a un general
sabidamente respetuoso de la legalidad y los derechos de las personas, Odlanier
Mena.
Por supuesto, hubo otros crímenes, tanto
por parte del terrorismo (asesinatos del teniente Carevic, del subdirector de
la DINA, coronel Roger Vergara, del Intendente de Santiago, general Carol Urzúa,
de tres escoltas del general Santiago Sinclair, del carabinero de guardia en la
Llama de la Libertad, caso simbólico, Heriberto Novoa; de los cinco escoltas
del Presidente Pinochet, del coronel Luis Fontaine de Carabineros, y del agente
Roberto Fuentes Morrison, de la FACH); como por parte de los servicios de
inteligencia, que obraron como lo hacen hoy los de los Estados Unidos e Israel,
es decir, eliminando a terroristas. Pero esta no fue política del Gobierno,
sino que justamente, al comprobarse esos procedimientos ilegales, se acordó
disolver al órgano de inteligencia y reemplazarlo por la CNI, a la cual, cuando
también hubo acusaciones contra ella de actuar fuera de la ley, se la privó de
la facultad de detener personas.
El crimen de Tucapel Jiménez merece
capítulo aparte porque resultó completamente inexplicable, desconcertó al
Gobierno y lo perjudicó en términos tales de que nadie podría pensar que lo
hubiera ordenado, pero al final resultó que fue ejecutado por la Dirección de
Inteligencia del Ejército (DINE). Para mí fue y sigue siendo un crimen tan
inexplicable que, en una visita a Punta Peuco, le pregunté directamente al
condenado como autor material, un ex oficial de Ejército que cumple larga
condena, de quién creía que provenía la orden de matar a Jiménez. “No creo que
Pinochet haya sabido”, me respondió textualmente. No me quiso decir de quién
recibió la orden. Y en seguida mencionó a un funcionario civil del régimen, un
mando medio, como posible fuente del encargo a la DINE de eliminar al dirigente
sindical.
Considero que fue la decisión más
indefendible entre las que han perjudicado la imagen del Gobierno Militar.
Hubo crímenes muy voceados atribuidos a
los servicios de seguridad, como la desaparición en 1976 de Carlos Contreras
Maluje, hijo de un alcalde comunista de Concepción y de la cual el Informe
Rettig acusa a la DINA, pero la verdad es que nunca se supo quién la perpetró,
pues fue secuestrado por personas que iban en el automóvil Fiat 125 celeste,
patente EG-388, que resultó ser del jefe de inteligencia de la Fuerza Aérea,
pero éste negó haber usado su automóvil el día del secuestro.
El Presidente de la Junta, ante el revuelo
suscitado por el caso, en 1977 dirigió al juez militar que conocía de él una
carta negando la participación de nadie del Gobierno. Ni siquiera el general (r)
Manuel Contreras, ex director de la DINA, en sus libros de autodefensa, “La
Verdad Histórica” (Editorial Encina, Santiago, 2000) contiene alusión al caso,
pese a que en todos los demás que son materia de acusaciones contra la DINA, él
ofrece una versión alternativa en su defensa.
En su momento el Gobierno Militar anunció públicamente
que lo aclararía, pero finalmente no pudo hacerlo. Lo concreto fue que el
secuestro de Carlos Contreras Maluje lo perpetraron personas que ocupaban el
auto del jefe de inteligencia de la Fuerza Aérea y que el propio Contreras
Maluje gritó, al momento de ser detenido, que sus captores eran de la DINA. Pero
justamente este caso no resuelto reafirmó la decisión de poner término a ese
servicio de inteligencia, pese a que en él no se pudo determinar culpabilidad
de alguien.
El hecho es que el conjunto de “los
crímenes” sirve para que personas supuestamente bien informadas culpen a
Pinochet hasta de la muerte de Eduardo Frei Montalva. Acaecida tras una doble
operación quirúrgica desafortunada, el propio juez reconoce en su fallo que no
pudo probar la existencia de una conspiración para asesinarlo y no inculpa al
régimen.
Pero sí lo hace el poder difamatorio de
las meras consignas repetidas.
II.
El
exilio no fue una política de gobierno.
También se habla de “miles de exiliados”
durante el Gobierno Militar, pero ése es otro mito. Jamás los hubo. Sí hubo
expulsiones transitorias de personajes políticos acerbamente críticos, pero
pueden contarse con los dedos de las manos y fueron muy excepcionales: Renán
Fuentealba, Eugenio Velasco Letelier, Jaime Castillo Velasco, Manuel Bustos y
la prohibición de reingresar a Andrés Zaldívar. Con el tiempo retornaron al
país los que quisieron hacerlo.
Hubo uno, destacado, el ex ministro
Bernardo Leighton, que se marchó por propia decisión al comienzo de 1974.
Veremos después el caso del atentado en su contra, tras el cual regresó a vivir
a Chile en 1977. Hubo otros opositores que también se marcharon, al tener
ofertas atractivas en el exterior. Suelen llamarse a sí mismos “exiliados”,
pero nunca lo fueron.
Lo que suele confundirse con el exilio es
la conmutación de penas de presidio por extrañamiento a los condenados por
conductas terroristas, es decir, la posibilidad de terminar de cumplir la pena
en el exterior. Como los nexos externos de la izquierda y la DC eran muy
buenos, especialmente en Europa, hubo 999 presos miristas, comunistas y
socialistas que dejaron la cárcel y viajaron a la libertad con buenos empleos
en Europa y Canadá, cumpliendo así la pena de extrañamiento.
Además, se concedió la libertad
condicional a 96 condenados por los Tribunales Militares y a 22 condenados por
leyes especiales que también viajaron al exterior. No se trató de sanciones,
sino de beneficios para esos reos.
Un estudio privado hecho por el general
(r) Gastón Frez, del cual tengo un ejemplar, detalla todos esos casos, que
totalizaron 1.117.
Eso es lo que se llama “el exilio masivo”
que, en realidad, nunca existió pero hoy fortalece las consignas anti Gobierno
Militar.
III.
La
tortura, un mal antiguo en Chile
Hasta 1973, como vimos, la indiferencia
general había caracterizado la actitud de los Gobiernos y los Tribunales frente
a las denuncias de torturas. Para no retroceder más en el tiempo, citaré
evidencias bajo Frei Montalva (1964-1970) y Allende (1970-1973).
En
1970 el clima de indiferencia ante las torturas llevó a la revista “Portada”, una publicación de
derecha, en su número de noviembre de ese año (acababa de asumir Allende la
Presidencia), a publicar un artículo titulado “¡Legalicemos la Tortura!”, en el cual se dice lo siguiente:
“Parece ser un hecho establecido que los
sospechosos en el caso Schneider —o, por lo menos, algunos de ellos— han
sufrido torturas a manos de la policía: aplicaciones eléctricas en órganos y
zonas sensibles del cuerpo; palizas, encierros en la oscuridad o en celdas
inmundas y junto con facinerosos, pervertidos o provocadores, etc.
“Resulta
evidente también que tales torturas son inevitables. En efecto, no han podido
terminar con ellas los superiores directos de los torturadores, a saber: el
entonces Presidente de la República, un jurista demócrata y cristiano
reconocido; su Ministro del Interior, Patricio Rojas, prestigioso ex
funcionario de la OEA, a la cual ha vuelto ahora con unánime beneplácito; el
Subsecretario del Interior del antiguo Gobierno, Juan Achurra, otro jurista
demócrata y cristiano; y el Director interino de Investigaciones de los últimos
días del Gobierno de Frei, el pundonoroso general (r) Emilio Cheyre. Si
personas tan destacadas —e investidas además de autoridad total sobre la
policía— no han podido terminar con la tortura, nos parece indiscutible que
ésta es inextirpable.
“Por otra
parte, asimismo, resulta evidente que la tortura, además de inevitable, es
aceptada por la opinión pública. La prueba está en que tales métodos son
reprobados cuando afectan a los amigos, pero recibidos con complacencia o
indiferencia si recaen sobre los enemigos. Cuando los torturados eran del MIR,
VOP u otros movimientos de ultraizquierda, los círculos de derecha callaban, al
paso que los juristas de izquierda, encabezados por el abogado y profesor
universitario Eduardo Novoa, protestaban indignados ante la Corte Suprema, que
por cierto no hizo nada. Ahora que los torturados son de ultraderecha, es la
derecha la que reclama, mientras los juristas de Novoa guardan su sensibilidad
para mejor ocasión y la Corte Suprema continúa sin hacer nada. ¿Qué significa
esto? Simplemente, como decíamos, que protestar por las torturas es un recurso
de las guerrillas políticas, pero que en el fondo a nadie le importan; luego,
en forma tácita, todos las aceptan.
“Concluimos,
pues, que la tortura es un mal (hablando en teoría, como puristas), pero de
esos males inevitables, y que la opinión pública, supremo juez en las
democracias, a fin de cuentas tolera. ¿Por qué, entonces, no legalizarla y
reglamentarla?”
La denuncia
socialista-comunista
Sobre
la indiferencia a la tortura bajo la administración DC de Frei Montalva ha
quedado el testimonio de una presentación que hicieron cien abogados de
izquierda a la Corte Suprema (aludida más arriba y en el artículo de Portada antes citado) y que se
publicó in extenso en la revista Punto
Final de 13 de agosto de 1970, es decir, en las postrimerías del régimen
DC. Por supuesto, la Corte Suprema tampoco dijo ni hizo nada.
El
documento se titula “¿Es Chile un Estado de Derecho? Crímenes, torturas y
violaciones de los derechos humanos”. Entre quienes lo firman cabe
mencionar a los profesores de derecho Eduardo Novoa Monreal, Aníbal Bascuñán
Valdés, Sergio Politoff, Álvaro Bunster, León Grinberg, Raúl Brañes. Juan
Bustos y Ricardo Lagos Escobar, a la sazón Secretario General de la Universidad
de Chile.
La
denuncia de 71 páginas —dice Punto
Final— está redactada en un frío lenguaje jurídico, “sin argumentaciones políticas, lo que pone
aún más de relieve los antecedentes objetivos que ilustran la situación: seis
homicidios, diecisiete casos de torturas y vejámenes físicos y morales, tres
allanamientos ilegales, numerosos casos de violencia innecesaria y otros graves
atropellos policiales”.
¿Había en Chile un movimiento guerrillero
o terrorista significativo entre 1964 y 1970? Apenas un puñado de estudiantes
de la Universidad de Concepción, que comenzaban a organizar el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR); o grupos guerrilleros menores, como la VOP
(Vanguardia Organizada del Pueblo). A partir de 1965 el Partido Socialista
había proclamado la vía armada para hacerse del poder, en sus Congresos del año
indicado y de 1967 y 1969, y comenzaba a formar cuadros paramilitares, tarea
que se intensificó durante el gobierno de la UP, al igual que en el Partido
Comunista, en la Izquierda Cristiana y en el MAPU.
¿Cuántas
habrían sido las denuncias de torturas si la Policía Política del Gobierno de
la DC se hubiera enfrentado, como el Gobierno Militar, a veinte mil o más
guerrilleros dedicados a la subversión y al terrorismo, con abundante
abastecimiento bélico, apoyo logístico y justificación propagandística
externos?
En la
denuncia de los abogados de izquierda se añadía que el profesor francés
Benjamín Fabre había sido sometido a castigos policiales y sufrido la rotura de
un tímpano. Posteriormente, sin que nadie, ni menos el gobierno francés, se
preocupara de investigar nada al respecto, el Gobierno DC lo expulsó del país.
¡Qué distinto era cuando el Gobierno Militar expulsaba a algún agitador
francés!
Demasiado pedir
Una
visión honesta e imparcial de este problema habría debido comenzar por
reconocer que era muy difícil, si no imposible, que en 1973 un
nuevo gobierno improvisado, enfrentado a un desafío terrorista de miles de
guerrilleros que cometían atentados y crímenes, sin que pudiera preverse dónde
y cuándo los iban a perpetrar, repentinamente transformara hábitos policiales
antiguos —de los cuales los apremios ilegítimos eran práctica habitual— en
otros mucho más civilizados y benévolos. Habría sido demasiado pedir y, de
hecho, nadie lo pidió ni pensó en eso a la sazón.
Particularmente en los primeros tiempos
después del 11 de septiembre, en que los militares estaban bajo la misma
impresión que Aylwin I y Frei Montalva (recordemos: el primero declaraba que
había “milicias armadas muy
fuertemente equipadas y que constituían un ejército paralelo para dar un
autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder (...) y con la colaboración
de no menos de diez mil extranjeros que había en este país”; y el
segundo, “el mundo ignora que los
marxistas chilenos disponían de un armamento, oculto en miles de escondites,
superior en cantidad, y a veces en calidad, al del Ejército nacional”), lo natural y hasta aconsejable era
detener a las personas que aparecían como sospechosas de estar comprometidas en
la lucha armada y a muchas que las rodeaban. Eso era de elemental urgencia y
necesidad, particularmente si no se sabía la real entidad de las fuerzas
armadas irregulares.
Y por eso ni Frei ni Aylwin ni los demás
políticos democráticos dijeron nada en los primeros tiempos tras el
pronunciamiento sino al contrario, apoyaron y defendieron a los militares que
concentraban a centenares de detenidos en lugares improvisados como, en
Santiago, el Estadio Nacional y el Estadio Chile.
Fue
considerado natural que en los primeros meses después del 11 hubiera miles de
detenidos en todo el país y que fuera necesario habilitar lugares especiales. Ninguna
protesta elevaban los líderes políticos democráticos por ello. Porque les parecía
una medida necesaria, ante la existencia de decenas de miles de terroristas que
ellos mismos habían denunciado.
Pero
todo eso se les olvidó a todos. Y eso constituye otra gran miseria moral nacional
de la actualidad.
Fue un período de emergencia y bajo estado
de sitio, excepcionalidad que, jurídicamente, habilitaba al Gobierno para
detener personas sin las formalidades propias de tiempos normales. Y es probable
que si el Gobierno Militar hubiera sido, en ese aspecto y en ese momento, menos
draconiano o blando, hubiéramos visto surgir en Chile a unas FARCH, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Chile,
a semejanza de las FARC colombianas, que llegaron a tener tal poder que dominaron
zonas del territorio por muchos años y provocaron centenares de miles de
muertes.
El Gobierno Militar se anticipó a eso y lo
previno.
Aprovechamiento
terrorista de la tortura
Pues bien, como siempre lo ha hecho la extrema
izquierda, una vez que su propia violencia ha provocado un conflicto armado —y
tal como sucede hasta hoy— ella recurrió a la Iglesia Católica, en la cual,
desde luego, y particularmente en esos años, no faltaban sacerdotes y prelados
simpatizantes de la UP y del MIR.
La denuncia de las torturas policiales es
una táctica conocida y antigua del terrorismo, existan aquellas o no. En un
instructivo guerrillero incautado a los Tupamaros
uruguayos y reproducido en un artículo del ex Presidente de
Uruguay, Juan María Bordaberry, se afirma:
“Los informes recibidos (...) marcan las etapas de los interrogatorios
en que la fuerza de represión tiene que ser atacada, utilizando para ello
hechos reales o montando un gran escándalo mediante versiones que impacten a la
opinión del pueblo. Esta campaña debe montarse mediante el adoctrinamiento de
nuestros compañeros para cuando sean detenidos (...) Se debe utilizar la mayor
cantidad de denuncias, a modo de sistema (...) Utilizar la prensa como
principal medio, obligándola a publicar lo que queremos.
“Deben
generalizarse a todas las ciudades los métodos de tortura que se denuncien para
demostrar todo un sistema de apremios ilegales y castigos (...) En los relatos
debe llegarse a los mayores detalles, tratando de convertirlos en repugnantes.
Siempre se debe tratar de mencionar a aquellos militares cuyos apellidos son
más conocidos por la población (...) Siempre hay que estar atento para que
cualquier hecho casual, enfermedad, accidente o muerte sea explotado para que
la culpa recaiga en la fuerza de represión.” (Revista “Gladius” N° 50, B.
Aires, 2001).
El Cardenal Silva Henríquez, cuya
inclinación por las ideas de centroizquierda era conocida, pero que en los
últimos tiempos del gobierno de la UP había evolucionado y veía que la salida
militar era inevitable, pese a esto no pudo menos que acceder a establecer una
organización que defendiera a las personas masivamente detenidas por las
autoridades militares bajo el Estado de Sitio.
Al amparo
de la Iglesia
Así nació el Comité Pro-Paz,
que posteriormente fue sucedido por la Vicaría
de la Solidaridad del Arzobispado de Santiago. Entonces, por gravitación
natural, la extrema izquierda, que formaba el entorno de los grupos armados
existentes en todos los partidos de la UP, se integró a la Vicaría, sin que,
probablemente, ésta pudiera evitarlo ni, tal vez, advertirlo, pero esto último
sólo al comienzo...
Entonces la Vicaría prestó, primero,
auxilio judicial a los detenidos. Explicable. Pero con el tiempo prestó incluso
auxilio médico a terroristas heridos, como sucedió bajo la responsabilidad de
monseñor Valech, en los años ’80. Y algunos comunistas alcanzaron en la Vicaría
posiciones de mando. Vimos el caso de José Manuel Parada. Esto sí que era
objetable, pues esa repartición de la Iglesia se convertía parcialmente en un
ala logística del terrorismo, como quedó demostrado en tribunales.
En efecto, el 25 de abril de 1986 el
FPMR tendió una trampa mortal a Carabineros: llamó denunciando un asalto a la
panadería “Lautaro” de La
Cisterna. Allí acudió un furgón policial, al cual estaban esperando
guerrilleros fuertemente armados, que asesinaron al joven carabinero Miguel
Ángel Vásquez Tobar. Sus compañeros repelieron el fuego, dejando herido a un
subversivo, Hugo Gómez Peña, que huyó y fue atendido por cuenta de la Vicaría
en la Clínica Chiloé. Recibió
protección y auxilio del abogado de aquélla, Gustavo Villalobos, y del médico
de la misma, Ramiro Olivares, que no notificaron a las autoridades.
Ambos fueron encargados reos por la
Fiscalía Militar como encubridores de terroristas. Pero la justicia nunca
consiguió que monseñor Valech proporcionara las fichas de atención en la Clínica Chiloé, lo cual, si se
hubiera tratado de un seglar, le habría acarreado ser procesado por obstrucción
a la justicia.
En fin, como se sabe que en Chile la
ley no es igual para todos, monseñor Valech quedó impune y años después fue
premiado por la extrema izquierda y presidió, en medio de honores generales y
como si hubiera sido un prohombre imparcial y jamás comprometido con el
encubrimiento del MIR y el FPMR, la Comisión
para la Prisión Política y la Tortura. Y el abogado Villalobos,
por su lado, recibió el cargo de Director de la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) bajo el gobierno de Aylwin II,
encargada de combatir al terrorismo. ¿Qué mejor garantía? No digo para quién.
Pero había más vinculaciones de la Vicaría
con el FPMR, como ya se vio: el encargado del Archivo o “Jefe de Análisis” de
ella era, sabemos, el alto dirigente comunista y del FPMR José Manuel Parada.
El amistoso, discreto y respetado archivero iba reuniendo durante los años y
adaptando todas las declaraciones de las personas que acudían a ella.
La militancia de Parada sólo vino a
hacerse pública tras su asesinato. Hemos visto el detalle de ese crimen y sus
consecuencias.
Con ese apoyo eclesiástico el FPMR llegó a
ser, entre 1985 y 1986 (como lo señalaban informes de la Embajada de los EE.
UU.) la principal causa de muertes violentas en Chile. La vinculación con el
FPMR del “Jefe de Análisis” de
la Vicaría quedó de manifiesto tras la detención, en 1986, del guerrillero
Alfredo Malbrich Labra, quien refirió en los siguientes términos su
incorporación a la guerrilla a través de Parada:
“El 1 de mayo
de 1979 soy detenido por Carabineros en la Alameda Bernardo O’Higgins y
trasladado a la 1ª Comisaría. Mi esposa concurrió a la Vicaría de la Solidaridad
y pone un recurso de amparo a mi favor. Al quedar libre, concurro a la Vicaría,
lugar en que trabo amistad con José Manuel Parada, el cual me pide que colabore
prestando el teléfono de mi casa como buzón y llevando pequeños recados.
Posteriormente me preguntó si me gustaría colaborar en una forma más
sistemática; al aceptar, me dice que me dará un vínculo con Enrique”.
A partir de allí Malbrich refiere sus
actividades en compra y transporte de armas, sus viajes a y desde Argentina,
Bolivia, Panamá y Alemania, como correo del Partido Comunista; su participación
en el gran desembarco de armas de Carrizal Bajo, “para instaurar un gobierno revolucionario marxista-leninista,
siguiendo el ejemplo de Cuba y Nicaragua”, según sus palabras en “El
Mercurio” del 28 de agosto de 1986.
Miles
de páginas de relatos
Entonces,
los archivos de testimonios de personas detenidas en la lucha antiterrorista de
la Vicaría estaban a cargo de un alto dirigente terrorista.
¿Qué creen ustedes que hacía cuando iban a
declarar ante él o sus subordinados personas que habían sido detenidas?
Obviamente, lo que indica el recién citado artículo de Bordaberry y lo que
aconseja el teórico brasileño de la guerrilla, Carlos Marighella, autor del “Manual de Marighella”: inducir al
declarante a declararse siempre, pero absolutamente siempre, torturado por sus
aprehensores.
Así, con los años se acumularon miles de
páginas de relatos de torturas, reales (vimos que era una práctica inmemorial y
habitual en Chile) o ficticias, porque a muchas personas no las torturaban
durante su detención. Fueron aproximadamente treinta y cuatro mil declaraciones
las que recibió la
Comisión Valech, lo que no es excesivamente numeroso para una subversión integrada por diez mil chilenos y unos doce mil extranjeros clandestinamente ingresados al país; y frente al premio de una pensión vitalicia por sólo declarar.
Comisión Valech, lo que no es excesivamente numeroso para una subversión integrada por diez mil chilenos y unos doce mil extranjeros clandestinamente ingresados al país; y frente al premio de una pensión vitalicia por sólo declarar.
Bien,
pero ¿qué pasó con estos miles de páginas de testimonios depositados en el
Archivo de la Vicaría de la Solidaridad? Quedaron guardados. Tuvieron que
esperar a que el país estuviera “maduro.” A que el lavado cerebral hubiera sido
suficientemente prolongado y reiterado. Y el momento llegó en 2004, cuando se
formó la Comisión para la Prisión
Política y la Tortura, presidida por monseñor Valech.
Éste era una persona de confianza de la
Concertación, especialmente de la izquierda. Ya vimos cómo se ganó esa
confianza.
Entonces Lagos anunció que a todas las
personas torturadas bajo el Gobierno Militar, y sólo bajo el Gobierno Militar (obviamente, no iban a estar
estimulando a que concurrieran los torturados en los gobiernos de ellos, es
decir, de la UP y de la DC), se les iba a dar una compensación económica.
Bastaba presentarse y exponer su caso. Y si los antecedentes expuestos
eran fehacientes (y más de 28 mil de los 34 mil que se presentaron resultaron
fehacientes) se les daba una pensión de por vida que, inicialmente, era de
alrededor de ciento veinte mil pesos mensuales.
La amplia publicidad del cometido de la Comisión Valech operó como el
más eficaz de los lavados de cerebros practicados por la Concertación. Pero eso
poco tiene que ver con la verdad, pues el hecho de haber descrito a decenas de
miles como víctimas de “prisión
política y tortura” y haberlas atraído a declarar mediante una retribución
pecuniaria no resiste ninguna exigencia de prueba válida dentro de un debido
proceso.
La prueba
de la tortura
Cuando vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a Chile, en 1974, se
la acusó de aceptar como verdaderos los relatos de torturas, sin detenerse a
analizar los antecedentes objetivos que ella misma recogió al respecto:
“Por ejemplo,
de las 109 personas cuyas declaraciones se incluyen (en el Informe de la
Comisión) 44 manifiestan que no han sido sometidas a malos tratos (...) 46
dicen que sufrieron maltrato inmediatamente después del 11 de septiembre, una
circunstancia que, por lo demás, parece ser justificada por la propia Comisión
(...) sólo 19 personas declaran que han sufrido golpizas en los últimos
tiempos, y, de éstas, sólo tres pueden mostrar señales en sus cuerpos que
podrían haber sido causadas por esa clase de malos tratos (...)”. (Citado por
James Whelan, “Desde las Cenizas”, Zig Zag, 1993, p. 664).
Es muy fácil que una persona detenida,
pero no torturada, declare haberlo sido, sobre todo si con ello va a obtener
una pensión vitalicia. Todos lo hemos visto ni más ni menos que en el caso de
Michelle Bachelet. Yo la vi y oí personalmente, entrevistada en un canal de
televisión, cuando había sido nombrada Ministra de Salud, en 2000, refiriendo
que había sido detenida en 1975, junto a su madre, durante unos días y
añadiendo, tras ser preguntada si había sido torturada: “Yo no, pero mi madre sí”. Eso me lo podrán rebatir, pero
estoy seguro de que lo vi, lo recuerdo perfectamente y espero que algún día el
video respectivo suba a YouTube.
Pero su madre, Ángela Jeria, muy
honestamente, declaró después a “La Segunda”
del 18 de noviembre de 2004 lo siguiente:
“En el centro de torturas fuimos sometidas a
violentos interrogatorios”. Pero el diario agregó: “No relata torturas físicas a su persona,
pero sí un duro tratamiento.”
Y en “La Tercera” del 17 de noviembre de
2006 la misma señora fue más explícita:
“...estuve seis días durmiendo en un cajón, con los
ojos vendados y me sacaron solamente un día para ir al baño y me dieron comida
solamente un día. El trato era vejatorio, soez, todo el lenguaje de la cintura
hacia abajo”.
Fueron
“seis días” y en ninguna
parte menciona torturas.
Pese a
ello, Michelle Bachelet con el tiempo fue haciendo un upgrade de los
sufrimientos a raíz de su detención, e incorporó las torturas. En un comienzo
dijo que durante sus cinco días de arresto en 1975 (no nueve, como alguna vez
afirmé yo, equivocadamente; ni catorce, como dijo ella en “El Mercurio del 23
de abril de 2000):
“Nos
llevaron a Villa Grimaldi y después a Cuatro Álamos. Estuve con los ojos
vendados y recibí golpes.”
Tampoco
habló de torturas.
Pero
ya el 14 de noviembre de 2004, en plena campaña presidencial propia, no
resistió más la tentación y declaró a la misma periodista:
“Soy una sobreviviente”, para, más
adelante, agregar: “Sí, me
torturaron... me cuesta recordar detalles. Como que se me bloquearon los malos
recuerdos...”
Pero hubo un fundamento para la detención
de Michelle Bachelet: su colaboración con el MIR, que desde hacía años cometía
atentados y segaba vidas. La represión del Gobierno Militar era entonces
comprendida, pues el temor al trrorismo era grande y los cerebros no habían
sido todavía lavados. Y ella estuvo, como señalé, sólo cinco días presa.
Los detalles de su colaboración con el MIR
y su detención están en las págs. 95 y 102 de la biografía suya de los
periodistas Andrea Insunza y Javier Ortega. También un notable artículo sobre
la Presidenta, del historiador James Whelan, aparecido en “The American Spectator”, en su
edición de mayo de 2007, precisa la naturaleza de sus vinculaciones con el MIR
y, posteriormente, con el FPMR. “La
Tercera” del 20 de abril de 2003 ha dado detalles de sus lazos
con este movimiento.
Más aún, la pronta liberación de Michelle
Bachelet en 1974, sin ningún intento de procesamiento judicial, tal vez pueda
sólo explicarse por las peticiones de oficiales que fueron amigos de su padre.
La muerte
del general Bachelet
Pero el lavado de cerebros, chileno y mundial, ha podido más que la
verdad en el caso de ella. En el exterior (y también en Chile) no sólo se la
presenta como torturada, sino que se afirma que su padre murió a consecuencia
de los apremios físicos. Hemos visto que lo primero no es verdad. Ahora veremos
que lo segundo tampoco.
El ex senador socialista Eric Schnake estuvo en prisión junto con el
general Bachelet en 1974 y fue testigo directo de su muerte, que no se debió,
como comúnmente se publica, a la tortura, sino a la práctica de un deporte
desaconsejado para la dolencia cardiaca que padecía. He aquí lo que declaró
Schnake a “Qué Pasa” del 24 de noviembre de 2006:
“— Usted
conoció al general Alberto Bachelet.
— Yo estaba con él cuando murió. A la
Michelle la conocí justamente cuando él estaba preso. Estuve detenido con el
general Bachelet en la Academia de Guerra,
primero, y después en la Cárcel Pública. Recuerdo que estábamos jugando un
partido de básquetbol en la calle Los Aviadores (en la Cárcel) cuando se sintió
un poquito mal. Paramos el partido y Bachelet cayó al
suelo. Entonces se lo llevaron a su celda y lo examinó rápidamente el doctor
Yáñez, un viejo compañero mío del Liceo Manuel de Salas y médico de la FACH,
que también estaba preso. Él pidió una ambulancia, porque pensó que se trataba
de un infarto.”
El general Bachelet no estaba privado de
libertad por ser meramente disidente,
sino por los procesos de la FACH, referidos en otra parte de este libro, por
graves actos de traición a su institución armada. La entidad de esa trama queda
de manifiesto en la siguiente declaración del jefe del MIR y sobrino de
Salvador Allende, Andrés Pascal Allende, a “El Mercurio” del 3 de octubre de 1999:
“Cuenta Andrés
Pascal: ‘Él (el coronel Ominami) quiere que le transmita al Presidente
(Allende) la situación que los oficiales democráticos antigolpistas están
sufriendo, que los están sacando de los mandos de todas las unidades, los están
dejando en una oficina, en un escritorio, sin mandar tropa (...) Él estaba a
cargo del arsenal de la FACH que había allá en la base de El Bosque. Y yo
recuerdo que trabajando con él, y con otros oficiales de la FACH, ellos se
comprometieron a que en el caso de haber ya una situación de enfrentamiento, de
golpe, ellos estaban en disposición de entregar las armas a las organizaciones
populares, milicianas.”
Si eso no era
una conspiración digna de investigarse ¿qué lo era?
Un antiguo torturador
Una de
las cosas más curiosas de la operación de lavado de cerebros realizada mediante
el Informe Valech fue la salida
a la escena pública de un antiguo detective de Investigaciones, Sergio Rivas,
descrito como “uno de los flageladores
de la DINA entre 1974 y 1975.”
Su
testimonio era necesario para magnificar los horrores, pero la máquina
publicitaria oficial no contaba con que dijera la verdad. Pues terminó
revelando que él era ¡un antiguo
especialista en torturas con electricidad, desde mucho antes del gobierno militar!
Dice el reportaje que se le hizo en “El Mercurio del 21 de noviembre de 2004:
“Rivas fue enviado a la DINA porque sólo los
agentes de la PP (la Policía Política de Investigaciones de los años 70) tenían experiencia en interrogatorios con
electricidad”.
Es
decir, la confirmación más palmaria de que la tortura era un método policial
antiguo, tradicional y aceptado, en el cual “tenían experiencia” antes del
Gobierno Militar. ¿Querían que, justo cuando había más terroristas y atentados
que nunca y que costaban la vida a inocentes, el gobierno de turno renunciara a
esta herramienta?
Continúa
el reportaje:
“Al aportar esta solución, los detectives enviados
a la DINA fueron bautizados como ‘los papis’ (...) Más de 80
funcionarios nos presentamos en el cuartel de la DINA de calle Bucarest, donde
un sargento del Ejército, muy prepotente, nos hizo hacer una especie de
juramento y nos aseguró de frentón que si no éramos leales seríamos fusilados.”
Como
se sabe, otro centro de detención de la DINA, Londres 38, es descrito en todos
los documentos oficiales y en el Informe
Valech como “centro de torturas”, pero, al parecer, allí no sucedía nada
distinto que en los cuarteles policiales chilenos tradicionales, pues el
detective Rivas dice, ante la pregunta:
“¿Usó electricidad en Londres 38?:
“Felizmente no. Al menos en mi caso, a nadie,
aunque se interrogaba con corriente y había una parrilla (...)
“¿Escuchó gritos de dolor?
“En Londres, no (...) Tampoco allí vi cosas
terribles.
“¿De
qué fue testigo?
“Es que hay cosas que son secreto del sumario (...)
A fines de 1975, luego de que echaran a un colega por violación...”
Pero ¿no dice el Informe Valech que la violación era uno de los métodos
preferidos contra las presas? Ahora resulta que, a los violadores, la DINA los echaba...
Un testimonio no buscado echa abajo la leyenda negra
de Londres 38.
IV.
Verdades sobre los detenidos desaparecidos
El otro gran tema de las consignas de la izquierda, que
la mayoría cree, es el de los llamados “detenidos-desaparecidos”.
De
partida, el número de los mismos que la oposición al gobierno militar
denunciaba hasta 1990 estaba en las publicaciones de la Vicaría de la
Solidaridad, en siete tomos titulados “¿Dónde Están?”, y sumaba 600 casos. Ésa
era la entidad real del problema.
¿Qué origen
tenía? En otro libro mío más, “La Verdad del Juicio a Pinochet” (Editorial El
Roble, 2001), pude comprobar actuaciones lamentablemente sicopáticas de uno que
otro uniformado y en particular de un oficial que se incorporó a la comitiva
del general Arellano en su gira al norte. Sin conocimiento de éste, procedió a
ordenar la ejecución inconsulta de alrededor de 56 personas, que en al menos
dos lugares (Antofagasta y Calama) fueron enterradas en el desierto, ello
seguido de la tentativa de otros oficiales, inocentes de las ejecuciones, pero
sin debido criterio, de ocultar a
posteriori los restos.
La Junta Militar
no supo lidiar con este problema en los años ’70 y se confió en los CAJSI
(Comandantes de Área de Justicia y Seguridad Interior), máximas autoridades de
cada zona en estado de excepción, que si hubieran, cada uno, cumplido bien sus
deberes, aplicando la propia normativa militar, habrían minimizado el número de
los detenidos-desaparecidos. Hubo CAJSI que después de 2000 tuvieron problemas
con la justicia y hubo uno que no tuvo ninguno (Washington Carrasco, III
División de Ejército con sede en Concepción). Quiere decir que siempre se ciñó
a los reglamentos. En cambio, el general Joaquín Lagos Osorio, bajo cuyo mando
sucedieron las peores cosas, después de 1990 “se pasó al enemigo” y procuró
culpar de todo a Pinochet y la Junta. Pero en 1973 él tenía atribuciones para
haber sancionado todo lo indebidamente sucedido bajo su jurisdicción, lo supo
perfectamente y a tiempo, y no lo hizo.
Chilenos actuando sin orden superior
En las emergencias suceden siempre cosas no deseadas
por los altos mandos. Esto es histórico en Chile. ¿Cómo la Junta iba a saber lo
que hacía cada uno de los hombres bajo su mando? No podía saberlo.
Ya
durante la Guerra del Pacífico, a raíz de la ocupación militar de Lima,
ocurrían cosas vergonzantes para los altos mandos chilenos, obradas por sus
tropas. En 1881 ellas cometieron en Lima desmanes injustificables, que hoy
serían descritos como “delitos de lesa humanidad”. La tropa chilena de
ocupación, en estado de ebriedad, provocó incendios y los bomberos de la Bomba
Italia, todos italianos o descendientes de italianos, en número de trece,
acudieron a apagarlos. Pero fueron capturados por soldados chilenos y
ejecutados en el acto. Sus restos fueron esparcidos en una playa cercana. Los
detalles los refiere en “La Segunda” del 18 de mayo de 2019 el historiador
Jaime González Colville, de la Academia Chilena de la Historia, que dice:
“No
se ha probado que Baquedano u otro oficial de alta graduación haya dado la
orden de esta bárbara acción. Este episodio fue narrado por el corresponsal de
El Mercurio de Valparaíso en la edición del 22 de marzo de 1881”.
Después,
en 1931, bajo el gobierno de un demócrata cabal como el Presidente Juan Esteban
Montero, hubo alzamientos comunistas en Copiapó y Vallenar que terminaron con
alrededor de cuarenta muertos sin forma de juicio, veintitrés de ellos
ejecutados y luego enterrados con las manos atadas en Copiapó, en evidentes
excesos no autorizados de la tropa que había sido llamada a poner orden. Los
sangrientos detalles están en las páginas 524 y siguientes de la obra “Del
Avión Rojo a la República Socialista”, de Carlos Charlín, Editorial Quimantú,
1972.
El
carácter chileno, poco apegado a la observancia puntillosa de normas y
reglamentos, da pie en las emergencias a que algunos individuos dotados de
poder momentáneo abusen de él a costa de los derechos humanos de otros
compatriotas.
Siempre
antes se amnistió y se dio vuelta la hoja mediante el olvido, salvo en el caso del
Gobierno Militar, en que se ha recurrido a resquicios legales para eternizar
las situaciones y las odiosidades consiguientes.
Culpas injustamente atribuidas
Cuando en Chile
y en el exterior se habla de “los crímenes de Pinochet”, se está haciendo
referencia principalmente a lo sucedido al paso de la comitiva del general
Arellano por el norte, de cuyo detalle el general Pinochet ni siquiera supo con
anticipación y del cual, con posterioridad, fue muy mal y contradictoriamente
informado.
En una
oportunidad, en los años 90, en que me convidó a tomar té a Los Boldos, lo
sorprendí absolutamente al referirle la verdad de los hechos acaecidos al paso
de la comitiva. Y lo desengañé respecto de algún alto oficial al cual él creía
un muy buen amigo suyo, pero que faltó a la verdad en perjuicio suyo ante el
juez Juan
Guzmán, que lo único que buscaba, para hacerse famoso, era incriminar a Pinochet (de quien había sido partidario, como que le pidió a su hija Lucía Pinochet, cuando era juez de Talca y el Presidente estaba allá, conseguirle el autógrafo de la foto, que efectivamente ella le obtuvo. Eso me lo contó la propia Lucía Pinochet.)
Guzmán, que lo único que buscaba, para hacerse famoso, era incriminar a Pinochet (de quien había sido partidario, como que le pidió a su hija Lucía Pinochet, cuando era juez de Talca y el Presidente estaba allá, conseguirle el autógrafo de la foto, que efectivamente ella le obtuvo. Eso me lo contó la propia Lucía Pinochet.)
Y para los
efectos de la imagen nacional y mundial del régimen, agravó la situación creada
por un oficial de la comitiva de Arellano, actuando por su exclusiva cuenta, al
dar muerte a numerosas personas sin forma de juicio, el simultáneo caso de
Lonquén, que fue recién descubierto cinco años después, en 1978. Este hallazgo fue
decisivo, y aunque la Junta tampoco tuvo ninguna responsabilidad en la
ocurrencia de las muertes, constituyó un “punto de inflexión” muy mal resuelto
por ella.
Ese caso lo
originó la actuación unilateral y no autorizada de carabineros rasos,
acompañados de civiles, que quisieron hacer justicia por su mano y también
cobrar venganza de personas que habían cometido abusos durante la UP. Dieron
muerte a 16 personas de izquierda e intentaron ocultar sus restos en un horno
abandonado de una mina en Lonquén. Pero éstos fueron descubiertos cinco años
después, la noticia recorrió el mundo y el gobierno chileno se halló con que no
tenía nada qué decir, porque lo ignoraba todo.
La Junta se dio
cuenta de que podía haber otras situaciones parecidas sin descubrir y ello dar
lugar a una sucesión de hallazgos macabros que sólo iban a acentuar su
desprestigio nacional e internacional. Ordenó entonces una investigación
confidencial interna, a lo largo de todo el territorio, para que quienes
supieran de ejecuciones sin forma de juicio y sin orden superior que hubieren
tenido lugar, las revelaren bajo promesa de secreto e impunidad. Pero, en lugar
de disponer entonces la entrega a las respectivas familias de los restos que
fueran recuperados, ordenó lanzarlos al mar. Posiblemente fue la decisión más
desafortunada y torpe de la Junta en su período de gobierno 1973-1981, y la ha
pagado cara.
De ahí derivó
que, a lo largo del país, los restos de 327 personas muertas en 1973 y 1974 e
inhumadas clandestinamente fueran exhumados de manera igualmente confidencial,
llevados a aeródromos y lanzados al mar.
Esto lo sé
porque un oficial que debió cumplir con ese procedimiento en Calama, después
del hallazgo de Lonquén, me relató toda su experiencia.
Pero el número
de muertos quedó precisado y, por averiguaciones posteriores, las identidades
quedaron determinadas. En rigor, dejaron de ser personas cuyo paradero se
ignorara, es decir, desaparecidas.
Un lema propagandístico
La escritora francesa Suzanne Labin vino a Chile en
los ’70 bajo la impresión de lo que se decía mundialmente y trató de
comprobarlo. He aquí su experiencia:
“Yo
he venido a Chile considerando el primer número de 2.500 desaparecidos citado
por Rosalynn Carter (cónyuge del Presidente Jimmy Carter), el cual era desde ya
considerablemente bajo en relación a los números lanzados por todos los medios
de comunicación y que rondaban los 15 mil desaparecidos. Mi primera sorpresa fue
constatar que la Vicaría no mantenía sino 651 casos de desaparecidos. Primer
golpe: el número de desaparecidos había caído de 15 mil a 651” (“Chili, le
Crime de Résister”, Debresse, París, 1980, p. 243).
Con
el tiempo, todos los destinos de esas personas han sido precisados, pero falta
identificar restos… y no hay interés en hacerlo, como veremos.
Mínima significación numérica
De ahí que, en
el hecho, en la actualidad el tema de los detenidos-desaparecidos tiene escasa o
ninguna significación numérica. Los restos de muchos han sido hallados y los
paraderos de otros ya han sido determinados. Además, han reaparecido algunas
personas o se ha determinado que murieron sin haber sido detenidas, en una
media docena de casos.
Este es, pues,
un problema que se mantiene vivo en la actualidad noticiosa sólo por razones
políticas, porque si los familiares quisieran aportar sus ADN y los sucesivos
gobiernos se allanaran a financiar los exámenes correspondientes, en los 209
casos de restos que están en los cementerios o en el Instituto Médico Legal, ya
se habría hecho claridad, como se ha hecho en los demás casos.
Los
informes de las comisiones de “Verdad y Reconciliación” y de “Reparación y
Reconciliación” determinaron, respectivamente, 979 y 123 detenidos
desaparecidos. Total, 1.102, entre 1973 y 1990.
Más de
la mitad desaparecieron en 1973 y 1974; y entre 1978 y 1990 hubo 23, es decir,
menos de dos por año.
En la
página web de Carabineros no encontré la sección “Denuncias por Presunta
Desgracia”. Pero sí la había encontrado hace años, en 2006, y tengo los datos:
ese año hubo 23.970 denuncias por presunta desgracia y fueron encontradas, de
ésas, 21.538 personas. Es decir, al fin del año hubo 2.432 personas todavía
desaparecidas de 2006.
Y en “El Mercurio” del 12 de febrero de
2018 se informaba que, según registros de Carabineros y la Policía de
Investigaciones, “más de 15 mil personas están desaparecidas desde 2003”. Y eso
no le importa a nadie y ni siquiera fue comentado después de que se publicó,
pese a ser información oficial. Es que son desaparecidos “apolíticos”.
Paraderos
determinados de personas
En mi libro “Terapia para Cerebros
Lavados”, “El Mercurio-Aguilar”, 2008, expuse lo que pude investigar en
“fuentes abiertas” sobre el tema y mi conclusión fue la misma que expuse más
arriba: que, posiblemente, ya no había realmente detenidos desaparecidos, pues
las Comisiones de Verdad y Reconciliación (Rettig) y de Reparación y
Reconciliación habían determinado que, en el total de ambas, eran 1.102
personas, y de mis investigaciones sobre cosas publicadas al respecto yo había
determinado el paradero de 1.108 personas, es decir, seis demás, que derivaban
de:
1) Restos
entregados a sus familiares: 172
2) Restos
encontrados y sin entregar según “El Mercurio” de 22.05.07: 281
3) Restos
en el Instituto Médico Legal: 96
4) Restos
enterrados en patios 9, 12, 25, 26, 27, 28 y 29 del Cementerio General: 113
5) Enterrados
en Cuesta Barriga y luego exhumados y lanzados al mar:153
6) Muertos
en combate o ejecutados y luego lanzados al mar: 174
7) Personas
sin existencia legal, según el Registro Civil, contenidas en las listas de
detenidos-desaparecidos: 26
8) Personas
de esas listas y que pasaron a Argentina: 56
9) Personas
de esas listas y que abandonaron el país con otros destinos: 33
10) Personas de esas listas y que han sido vistas,
según declaraciones juradas ante notario: 4.
El total, 1.108 personas, seis más que las
oficialmente consideradas detenidas-desaparecidas de ambas comisiones. En los
últimos dos años se ha informado de seis personas que figuraban en las nóminas
de detenidos-desaparecidos y que han reaparecido. En cada caso se ha informado
públicamente de ello.
En
concreto, “el problema de los detenidos-desaparecidos” no existe, porque los
destinos de todos pueden ser aclarados, pero el tema es demasiado eficaz
propagandísticamente como para reconocer lo anterior de manera oficial.
En mi
libro “Historia de la Revolución Militar Chilena 1973-1990”, p. 598, hice un
listado de diez publicaciones, no desmentidas, sobre el paradero conocido de
personas supuestamente detenidas-desaparecidas y me dio un total de 1.299.
Entre ellas pudo haber repeticiones.
Pero
la Cámara de Diputados, que forma comisiones investigadoras para todo, no ha
formado ninguna en 29 años para determinar si hay o no detenidos-desaparecidos.
¿Por qué?
Es curioso (¿o no es curioso?) que ningún
gobierno ni candidato ofrezca aclarar cuántos hay, si todavía los hay. Un
gobierno de derecha lo haría, supongo, pero no ha habido ninguno desde 1990.
Si el tema ha sido
mantenido artificialmente en la nebulosa, es probable que se deba a una razón propagandística:
atrapa los sentimientos, en especial los de las mujeres.
Es que
no se quiere aclarar paraderos de personas
Tan poco quiere la
izquierda determinar su destino que en “La Tercera” del domingo 18 de julio de
2018, en una crónica titulada “La Memoria de los Huesos”, se informó, sin que
haya desmentido hasta la fecha, que en la sede de la AFDD (Asociación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos) hay bolsas con huesos de supuestos detenidos-desaparecidos
y nadie los quiere identificar.
Alicia
Juica, encargada de comunicaciones de la AFDD, dijo:
“En los
90, cuando estaba estudiando en la universidad, el rector me llamó a su
oficina. Unos conscriptos estaban ahí. Me dijeron que en dictadura habían visto
cómo mataban gente y que los habían obligado. Me entregaron una bolsa con
huesos. Siempre pensé que podían ser los restos de mi padre”.
“¿Y qué
pasó?
“Nada. No
eran, respondió Juica. (…)
“Todas
subieron al tercer piso. Vieron tres bolsas arriba de un estante: dos del Duty
Free y una del Líder. Ahí estaban casi 80 fragmentos óseos, que por primera vez
veían.” (…)
“En un mes
se darían a conocer los resultados para saber la identidad de los misteriosos
huesos que estaban olvidados en la sede de la Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos”.
Han pasado once meses al escribir
estas líneas y nadie ha informado nada.
¿Comisión
Investigadora de la Cámara? ¡No!
En Chile, con cualquier
pretexto, se forma una “Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados”.
Rodeada de gran publicidad, las fotografías de sus integrantes y sus declaraciones
ganan cámaras y titulares… hasta que todo se olvida, porque “la actualidad”
pasa a otro tema.
Pero nunca
se ha formado una de esas comisiones para determinar el paradero de los
supuestos detenidos-desaparecidos. ¿Por qué? Yo tengo una sospecha: porque ya no
los hay.
Pese a ello,
una parlamentaria de derecha declara, demostrando implícitamente la superioridad
de la consigna por sobre la verdad y también que ella “compró” completo el
paquete político-publicitario: “¿Cómo yo no tendría un mínimo de empatía de
entender que hubiera sido igual o peor si hubiera desaparecido un hijo mío o
hubieran matado a mi marido? Créeme, yo hubiera sido mucho peor”. (Diputada RN
Ximena Ossandón, en radio La Clave, “La Segunda”, 21 de agosto de 2008).
Ése es el problema: hasta
la gente de derecha repite la consigna y no toma nota de la verdad objetiva. Es
otra “miseria de la chilenidad actual”.
CAPÍTULO IV
UNA DERECHA IMPERDONABLE
La vuelta de chaqueta
“La vuelta de chaqueta”
es una institución netamente chilena, pues nace de un episodio de la Revolución
de 1891: en las batallas finales, Con Con y Placilla, cuando ya se perfilaba la
derrota del gobierno y su Ejército, las tropas de éste, que vestían casacas
azules, comenzaron a pasarse al bando contrario, que vestía casacas blancas.
Para acercarse y entregarse sin ser abatidos, los soldados del Ejército
descubrieron que, siendo el forro de sus casacas blanco, si “se daban vuelta la
chaqueta”, los del ejército rebelde no les disparaban.
Entonces, a diferencia de 1973, la
doctrina del odio (el marxismo-leninismo) no había llegado todavía a las costas
chilenas y, por tanto, al final del conflicto fueron dictadas prontamente todas
las amnistías necesarias para garantizar perdón y olvido. “Amnistía” significa
“olvido”, de modo que los resquemores y las divisiones quedaron en el pasado y
se reanudó la vida en común, produciéndose alianzas políticas variadas y
caracterizadas porque indistintamente en ellas estaban asociados “gobiernistas”
con “revolucionarios” de 1891 en los diferentes bandos.
Pero hoy el odio manda y hasta, a veces, forma
parte del gobierno su principal cultor, el comunismo. Éste domina los eslóganes
colectivos y así no hay reconciliación posible.
Pues bien, la peor miseria de la derecha
política chilena ha sido hacer suyas consignas del marxismo contra el Gobierno
Militar. “Se ha dado vuelta la chaqueta”, sobre todo en cuanto dominadora de
los principales medios de comunicación, en los cuales ha dejado que la
izquierda no sólo participe sino que mande.
En eso ha consistido “perder la posguerra
después de haber ganado la guerra”.
Después de restablecida
la plena democracia, en 1990, el único líder de derecha con personalidad fuerte
y que habría permitido ganar la posguerra fue Jaime Guzmán, pero el marxismo se
encargó de asesinarlo en 1991.
Los restantes dirigentes de derecha eran
inclinados a confraternizar con el adversario, presas de un verdadero pánico de
ser víctimas de la agresión verbal o física de la extrema izquierda.
Justamente
entonces apareció incorporándose a la derecha, muy inoportunamente, un
personaje con dotes de liderazgo pero sin atributos morales para ejercerlo, de
ideas confusas y democratacristiano de alma, porque no había firmado en el
partido pero sí había trabajado y participado en él: Sebastián Piñera.
Constituyó una inadvertencia de Hernán
Büchi llevarlo en 1989 a la dirección de su campaña presidencial, que era la
representativa del Sí y a la cual Piñera, reconocido partidario del No, no tuvo
el menor inconveniente en pasarse, saltando la valla que las separaba.
Las ideas nunca han sido problema para él,
porque tiene fidelidad a una sola: la elevación de sí mismo a las máximas
alturas del poder y la fama. Todo lo demás lo considera negociable.
En el
hecho, ha aclarado no ser de derecha y sí ser partidario de un Estado poderoso,
que “norme, regule, fiscalice”.
Comenzando el nuevo milenio hizo una “toma
de control hostil” de RN, y lo puso a sus órdenes. Fue cuando “dio vuelta” al
Consejo General del partido, antes de elegir candidato presidencial para 2005 y
cuando Lavín iba a ser proclamado por aquél.
En años previos había, literalmente, destruido
a los liderazgos alternativos al suyo que podrían haberle hecho competencia,
como los de Evelyn Matthei y Andrés Allamand.
Su
conspiración contra la primera fue descubierta y delatada por el empresario y
dueño de Megavisión, Ricardo Claro, en el caso conocido como “Piñeragate” y de
la grabadora Kyoto, en la cual quedó la voz de Piñera “para perpetua memoria”
urdiendo una intriga que desprestigiara públicamente a su compañera de partido
y competidora por la candidatura presidencial del mismo. A la postre ella, que
fue la víctima de la intriga, quedó ante la opinión pública como culpable de
faltar a la verdad y él quedó como víctima. Sin embargo, hoy han vuelto a ser
aliados. Los políticos no tienen memoria.
Algo parecido hizo al otro competidor
interno suyo en RN, Andrés Allamand. En la elección senatorial de 1998 en
Santiago-Oriente, Piñera apoyó económicamente al competidor de Allamand, Carlos
Bombal (UDI), que triunfó sobre el compañero de partido de Piñera, derrota que
envió a aquél a su famosa “travesía del desierto”. La información de que Piñera
ayudó a Bombal me la dio, en un avión al sur, un dirigente próximo al segundo.
Cuando le pregunté quién se lo había dicho, me respondió escuetamente:
“Carlos”.
También en el caso de Allamand, como en el
de Matthei, todo quedó atrás y hoy el primero es, al igual que ella, parte
activa y entusiasta del “piñerismo”. Los políticos no tienen memoria.
Por otra
parte, una virtud de Piñera es no reparar en medios para hacerse perdonar de
quienes ha dañado.
Con el
tiempo ambos partidos de derecha se pasaron al bando de Piñera. Dejaron de ser defensores
del Sí y perdieron su esencia y su temple, a cambio de estar en el gobierno de
dicho cultor del No, tanto entre 2010 y 2014 como desde 2018 hasta la fecha. El
gobierno que formaron se dedicó a perseguir a los militares en los tribunales,
éstos ya con mayoría de izquierda. Principal factor para ser declarados “una
derecha imperdonable”.
La propensión a rendirse políticamente
La falta de temple de esta derecha de
Piñera ha sido lamentable. Es un sector tan anímicamente feble que ni siquiera
es capaz de mantener sus principios. Como más arriba comenté, en los últimos
años ambos partidos, Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente, nacidos
bajo el alero del Gobierno Militar, han debido cambiar sus Declaraciones de
Principios justamente para excluir de ellas las referencias favorables a aquél,
al gusto de sus adversarios de centro y de izquierda, y así ganarse su
beneplácito.
Se ha recordado, a propósito de ese doble
renunciamiento, al famoso humorista norteamericano Groucho Marx, que decía: “Estos
son mis principios. Pero si no le gustan, tengo otros…” A esa altura está la
derecha chilena actual.
Es decir, ha sido incapaz de mantener públicamente
lo mejor de su historia partidista y lo que la diferenciaba de las demás colectividades:
el servicio prestado a Chile al haberlo rescatado de un destino totalitario,
consagrando un sistema económico-social fundado en la libertad personal, que
trajo prosperidad; y haber instituido y legado una democracia sólida, protegida
y estable, aunque mayoritariamente malagradecida, como la que tenemos en vigor
desde 1990.
Pues posiblemente lo más constructivo y
honroso que ha hecho la derecha chilena en el siglo XX ha sido servir de
sustento ideológico y aportar el recurso humano civil a la Revolución Militar 1973
-1990. Ésta salvó al país del comunismo, lo reconstruyó a partir de la ruina, evitando
una guerra civil; derrotó a la guerrilla de extrema izquierda, preservó
nuestras fronteras, probó ante el mundo que la libertad económica era exitosa y
legó una democracia estable.
Debido a esta exitosa mezcla de libertad
económica y democracia representativa el académico y escritor inglés Niall
Ferguson ha declarado: “los primeros (en el mundo) fueron los chilenos:
Thatcher y Reagan vinieron después”, refiriéndose al exitoso modelo que se ha
ido imponiendo en todo el mundo.
Pero en el siglo XXI esa derecha del Sí de
1988 ha probado que, en su mayor parte, carece de fibra y temple moral. Por eso
ha “comprado” la versión sobre el pasado reciente que divulga la izquierda y ha
entregado en bandeja al marxismo las cabezas de los militares que pusieron el
pecho a las balas terroristas. Hoy, a consecuencia de eso, centenares de estos
últimos purgan condenas ilegales e inicuas a manos de jueces parciales. Y esa
amenaza se cierne sobre cientos o tal vez miles más de los que acudieron al
llamado de auxilio formulado por los políticos democráticos el 22 de agosto de
1973.
La persecución “inconstitucional, ilegal y
arbitraria” contra los uniformados, como la ha calificado el abogado y autor
Adolfo Paúl Latorre en su obra “Procesos Sobre Derechos Humanos” (Editorial El
Roble, 2015), que ha desatado la justicia de izquierda, ha tenido lugar
mientras los dirigentes y el electorado derechistas miran para otro lado o,
peor, se convierten en cómplices –y los dos gobiernos de Piñera en coautores-- de
la traición a los militares.
Coautoría de la persecución ilegal
Pues ésta ha sido continuada y acentuada
en sus dos gobiernos por Sebastián Piñera, quien, para conseguir los votos de
la familia militar, le prometió en 2009 debido proceso y aplicación de la
prescripción para sus miembros víctimas del desconocimiento del estado de
derecho por parte de la justicia roja.
Sin embargo, tras asumir su primer período
de gobierno (2010-2014), se convirtió, más que en principal coautor de la
prevaricación de esos jueces rojos. Desde su Ministerio del Interior triplicó
el número de querellas que había contra los militares, los tildó públicamente de
“violadores de derechos humanos”, tachó injuriosamente a la mayor parte de quienes
lo eligieron a él mismo y habían apoyado al régimen militar, de “cómplices
pasivos” de tales supuestas violaciones y, a través de las casi mil querellas
que interpuso su gobierno, permitió pasar por sobre las leyes de amnistía, prescripción, cosa juzgada
y los principios básicos in dubio pro reo,
de legalidad y de la presunción de inocencia.
Contribuyó, en síntesis, a arrasar con el
debido proceso que había prometido restablecer, lo que habría podido cumplir haciendo
uso de su atribución constitucional de “velar por la conducta ministerial de
los jueces”, que viene de la más antigua tradición constitucional chilena y
está establecida en el art. 32 N° 13 de la Constitución). En virtud de esta
norma el Presidente podría haber acusado a los jueces prevaricadores ante el Ministerio
Público por el ostensible abandono de su deber de aplicar las leyes, esencial
de su ministerio. Hizo todo lo contrario y colaboró con ellos a través de las
querellas ilegales e inconstitucionales de sus Oficinas de Derechos Humanos de
sus ministerios del Interior, primero, y de Justicia después, contra los ex
uniformados.
El primer gobierno de Piñera llegó al
extremo, como más arriba recordamos, de dar en el gusto al comunismo para ganar
su apoyo en las encuestas, que le eran adversas, al trasladar a los principales
oficiales presos de alta graduación de un penal (“Cordillera”) situado al
interior de un recinto militar, a una cárcel alejada y peor.
Otro salto
al otro lado
En capítulo anterior vimos que uno de los instrumentos
políticos concebidos para denostar y perseguir ilegalmente a los militares fue
el “Informe Rettig”. Pues bien, en otro paso en el tránsito hacia posturas de
izquierda, el senador de RN Andrés Allamand ha propuesto que esa mañosa
presentación de la historia de nuestro pasado reciente, que es el Informe, y la
correspondiente amnistía inmoral para la izquierda armada contenida en él, sean
lectura obligatoria para los niños de Chile, como si el falseamiento de la
verdad y la traición política desatadas por Aylwin II fueran algo que nuestros
menores deberían aprender desde su más temprana edad.
Pero la
claudicación y la renuncia a los principios y a la defensa de la verdad
histórica no han sido políticamente rentables para los partidos de la derecha.
Cuando en la década de los 90 la parte más genuina de ella, representada por la
UDI, permaneció en su ideario propio y mantuvo su línea de apoyo al legado del
Gobierno Militar, como heredera del “Sí” que obtuvo el 43,5 % de los votos en
el plebiscito de 1988, fue precisamente cuando ese partido cosechó sus mejores
resultados electorales. Pasó en los 90 a ser el mayor partido del país,
mientras RN se desdibujaba como “centroderecha” y emigraba al “No” siguiendo a
“los muchachos impacientes” encabezados por Sebastián Piñera (los otros eran Andrés
Allamand, Alberto Espina y Evelyn Matthei, según los denominó la revista “Qué
Pasa” en un libro que publicó bajo ese título en los ’90).
Precisamente porque la UDI mantuvo su
línea cosechó un mayor éxito electoral, pese al durísimo golpe que le significó
perder a su líder, el senador Jaime Guzmán, asesinado por el brazo armado
comunista FPMR en 1991. Y fue asesinado por, justamente, mantener una línea de
derecha y votar en el Senado contra la reforma que confería a Aylwin II la
atribución de indultar terroristas, norma que él y sus sucesores aprovecharon
hasta no quedar ninguno tras las rejas.
Los buenos resultados electorales derivados
de su línea dura le permitieron a la UDI llevar en 1999 a su candidato a la Presidencia
de la República, Joaquín Lavín, a competir mano a mano con el de la Concertación,
Ricardo Lagos, quien finalmente pudo ganar en segunda vuelta gracias al apoyo
comunista, pues el partido rojo había llevado candidato propio en primera.
El
aspirante de RN en 1999, Sebastián Piñera, ante la elocuencia de las encuestas
favorables a Lavín, había comprendido que no tenía nada que hacer frente a la
popularidad de éste y, característicamente, como ya no iba a ser él el
protagonista, optó por marginarse de la campaña, olvidando su voceada “vocación
de servicio público” y dedicándose exclusivamente a sus negocios.
Así, Ricardo Lagos ganó en 2000 y asumió
la presidencia en marzo de ese año, para iniciar el último período de gobierno
de seis años, pues en virtud de una reforma constitucional con amplio apoyo
político, desde 2006 en adelante los gobiernos durarían sólo cuatro años.
Con
los votos de la izquierda
La
siguiente campaña presidencial se inició en 2005 y el candidato indiscutido de
la UDI y RN iba a ser nuevamente Joaquín Lavín. Sebastián Piñera seguía bajo él
en las encuestas y se consideraba que su proclamación por el consejo general de
RN iba a ser un mero trámite. El presidente del partido era el senador Sergio
Diez, quien declaraba no haber nadie más lavinista que él en la colectividad.
Pero Sebastián Piñera estaba haciendo algo
para sí mismo, en lo cual siempre pone el máximo entusiasmo, y recorría metódicamente
el país visitando a los consejeros generales de su partido. Nadie puede saber
qué les dijo u ofreció, pero fue un trabajo de convencimiento persona a persona
muy sacrificado, pues en alguna oportunidad se quejó de que en muchos lugares
debió alojar en hoteles “de tercera clase”.
Cuando llegó la fecha del consejo general
de RN y todos, partiendo por el senador Diez, presidente de la colectividad, daban
la proclamación de Lavín por hecha, resultó que la votación favoreció a
Sebastián Piñera por amplio margen. Hasta “se le había pasado la mano” en el
reclutamiento de consejeros, porque obtuvo más votos de los necesarios.
Y otra
pequeña ayuda de la izquierda
Lavín, aunque ya se
había declarado en 1999 “arrepentido” de haber votado Sí en 1988 y hablaba el
lenguaje de la izquierda sobre “atropellos a los derechos humanos”, era el
único candidato de derecha que iba a postular en 2005, pues Piñera, el de RN,
declaraba no ser de derecha y hacía valer su condición de votante del No en
1988.
Siempre
inclinado a la izquierda, era propenso a hacer gestos de amistad a los
comunistas, como contribuir económicamente a financiar los gastos de última
enfermedad de la Secretaria General, Gladys Marín, o declarar, a raíz del
fallecimiento del caracterizado senador rojo Volodia Teitelboim, que lo
consideraba “un grande de la historia de Chile”. Coincidentemente Gladys y
Volodia, junto al también ex Secretario General del PC Orlando Millas, habían
acordado en Moscú, en los 70, que miembros de las Juventudes Comunistas fueran
a recibir entrenamiento militar a Cuba para después volver a luchar en la
guerrilla chilena. Esto lo confesó Millas en sus memorias y fue el origen del
FPMR, que costó muchas vidas nacionales en los años 80.
Pero las
encuestas daban en 2005 amplia ventaja sobre Lavín a Michelle Bachelet, la
candidata de la Concertación, que había ganado gran popularidad por las razones
equivocadas, especialmente al subirse a un tanque, en calidad de ministra de
Defensa de Lagos, y mostrarse poco odiosa, pese a serlo tanto que se declaraba
torturada (cosa que no fue) en cinco días de detención durante los años 70,
cuando era “ayudista” del MIR, según la biografía de ella de Andrea Inzunza y
Javier Ortega. Asimismo, se presentaba como hija de un general también torturado
y supuestamente fallecido como consecuencia de ello, lo que tampoco fue verdad,
como antes vimos, pero quedó consagrado como tal por un fallo espurio de la
mayoría de izquierda en los tribunales, en 2018.
En el
segundo lugar figuraba Lavín, pero con poco margen sobre Piñera. Al terminar la
primera vuelta, que ganó ampliamente Michelle Bachelet, se produjo la sorpresa:
Piñera superó a Lavín y pasó a segunda vuelta.
Lo más llamativo de la campaña, a mi
juicio, fue que en uno de los foros de los candidatos presidenciales le
preguntaron a Piñera cuál gobierno consideraba peor, si el de Allende o el de
Pinochet, y respondió que el de Pinochet. Ésa fue la prueba de su nulo nivel de
conocimiento de la historia reciente o de su manifiesta mala fe para ocultar la
verdad histórica con tal de obtener apoyo de la izquierda. Y también de su nulo
grado de identidad de pensamiento con los partidos que adhirieron a Pinochet
hasta 1990 y que después lo apoyaron a él, primero, en 2005, sólo RN y luego ambos
en 2009.
Y lo segundo más llamativo fue que, al
final de la primera vuelta de 2005, entrevistada en televisión la triunfadora,
Michelle Bachelet, confesó que ella les había dicho a sus partidarios en las
últimas semanas de la primera vuelta que tenía el triunfo asegurado y les pedía
que votaran por Sebastián Piñera, para impedir el paso a segundo vuelta de
Lavín, seguramente pensando que lo primero era asegurar que el próximo
presidente fuera del No.
Esa ayuda extra de Michelle Bachelet puede
explicar por qué Piñera se impuso a Lavín por muy pocos votos, contradiciendo
las encuestas, y pasó a segunda vuelta.
El triunfo de Bachelet en esta última fue
amplio, pues Piñera visiblemente “tiró la toalla” antes de tiempo e hizo campaña
“pro forma” y sólo “por cumplir”, dándose por satisfecho con quedar posicionado
para la elección de 2009, donde se enfrentaría a un debilitado DC, Eduardo Frei
Ruiz-Tagle, muy amenazado desde la izquierda por Marco Enríquez-Ominami y desde
la derecha por su cuasi correligionario Piñera.
Éste había trabajado dentro de la DC por
la candidatura de Eduardo Frei Ruiz-Tagle en los 80, con vistas al 89 (esto me
lo contó Frei antes de un foro en Radio Portales en 1989, durante la campaña
senatorial). En la DC también luchaban entonces por la presidencia del partido
Gabriel Valdés y Andrés Zaldívar, con vistas a la candidatura presidencial
opositora, pero no Patricio Aylwin, quien decía ser el único sin ambiciones
presidenciales, por lo que reclamaba el derecho a presidir el partido y así
darles garantías a todos los aspirantes. Pero Aylwin II ganó la presidencial
del partido y también la candidatura a la Presidencia de la República, que era
el “premio mayor” buscado por Valdés, Zaldívar y Frei Ruiz-Tagle.
La
agonía de la derecha
Con Piñera presidente en 2010 se inicia la
muerte doctrinaria de la derecha chilena, hoy sin otros signos vitales que el
surgimiento de la candidatura de José Antonio Kast y de su movimiento Acción
Republicana y la sorprendente primera mayoría nacional de Cristián Labbé, hijo,
nombre simbólico del gobierno militar, entre los consejeros regionales en la
elección de 2017, donde obtuvo, sin publicidad, sin recursos económicos y sin
promoción de ninguna especie, 70 mil votos, es decir, más que todos los
candidatos a consejeros regionales, más que todos los candidatos a diputados,
salvo Giorgio Jackson, y a senadores, salvo Francisco Chahuán; dando así una
señal de que la verdadera derecha, es decir, el Sí, todavía vive en la base
ciudadana y tiene algo qué decir después de siete gobiernos sucesivos del No e,
incluso, después de que los partidos que la representaban también han desertado
al No, siguiendo la estela de Sebastián Piñera.
Esta “vuelta de chaqueta” de la derecha
partidista ha quedado particularmente de manifiesto en el cambio de postura de
uno de los principales dirigentes y parlamentarios de la UDI, el ex, senador y
actual Ministro de Justicia y DD. HH., Hernán Larraín, cuyo “antes” y “después”
se examina en seguida.
Hernán
Larraín I
La postura
definida de la UDI como sucesora del “Sí” todavía en los 90 y antes de la
irrupción de Piñera, quedó bien reflejada en la carta que el senador Larraín,
uno de los principales herederos del legado de Jaime Guzmán, le dirigiera al
general Pinochet con motivo de cumplir éste 80 años de edad.
Fue publicada en “La Segunda” del 24 de
noviembre de 1995 y titulada “Reconocimiento a gigantesca contribución al progreso
de Chile”. Sus párrafos principales decían:
“Su natalicio, ocasión en que un importante
número de chilenos celebrará tal fecha junto a su persona, a lo largo de todo
Chile. Sin embargo, lo más relevante de todo es que en esta oportunidad, bajo
la iniciativa de un grupo muy cercano de sus ex colaboradores, se aprovechará
la conmemoración para tributarle un reconocimiento a su gigantesca contribución
al progreso de nuestro país. Por ello, quisiera enviarle estas líneas que
contienen algunas reflexiones que me surgen a propósito de este acontecimiento,
perdonándome usted que, por su propia significación, las haga públicas.
“Los pueblos, por lo general, son poco agradecidos con quienes colaboran en su desarrollo en vida de sus protagonistas. Más bien la crítica y la descalificación, cuando no la envidia, dan cuenta de nuestra pequeñez e incapacidad para tributar en forma oportuna un justo reconocimiento.
“La historia de Chile no sería la misma de no haber intervenido usted en momentos cruciales de nuestra evolución. No podemos olvidar el estado crítico, la ruina material y la descomposición moral en que se encontraba nuestra nación en 1973. La desesperanza cundía en todos los ámbitos y la ciudadanía, indefensa y desprotegida, se derrumbaba junto al fracaso de la institucionalidad vigente para impedir la destrucción de la chilenidad promovida por una ideología fundada en el odio y la lucha de clases.
“Ni los Tribunales de Justicia, ni la Contraloría General de la República, ni el Congreso Nacional, pudieron impedir estos hechos o revertir la situación caótica que se había producido. El país pidió, entonces, la intervención de las Fuerzas Armadas, llamamiento que luego de advertir la imposibilidad de evitar de otra forma el desplome nacional, fue finalmente escuchado por nuestros hombres de armas.
“En la perspectiva del tiempo, este proceso adquiere especial significado. Luego de ser un país encaminado – al parecer de la época – en forma irreversible al colapso, Chile pasó del Gobierno Militar a ocupar la posición expectante que hoy tiene, configurando una situación inmejorable para superar la pobreza y el subdesarrollo a que décadas de malos gobiernos anteriores – salvo excepciones – nos habían conducido. Aunque les duele a muchos en la actualidad, esta es una realidad sólida y evidente como la cordillera de los Andes, que fuerza a muchos hoy a prestarle su reconocimiento público.
“Otra vez fue necesario coraje y sentido de bien común para adoptar el camino difícil y no demagógico que permitió lograr estas metas. Nuevamente usted, al liderar el proceso, mostró la calidad de estadista que pocos chilenos han podido exhibir a lo largo del siglo que expira.
“El proceso seguido a lo largo del régimen militar fue largo y doloroso. La interrupción del proceso institucional, causada por los hechos previos mencionados, generó enfrentamientos que costaron la vida de muchos compatriotas. Recordarlo nos causa pesar y enluta el alma nacional. Nadie quiso que ello ocurriera y nadie desea que ello vuelva a repetirse.
“Incluso los errores y excesos que se cometieron – no podemos olvidar la naturaleza humana – y más allá del aprovechamiento político que de ellos se ha venido haciendo durante muchos años, deben servir para comprender lo profundo del quiebre social que existió a comienzos de la década del setenta y el grado a que había llegado la justificación del uso de la violencia por los sectores políticamente mayoritarios en ese tiempo.
“Hoy, cuando aún quedan heridas por restañar y cuando se buscan fórmulas para terminar con los problemas pendientes, derivados de esos hechos en materias judiciales, producto de la mala aplicación de la Ley de Amnistía dictada en 1978 para contribuir a la paz social, advertimos la inequidad de algunos sectores que, por un lado, procuran superar las dificultades procesales y penales de terroristas de izquierda, para intentar, por otra parte, la persecución implacable de todo uniformado que pueda tener alguna responsabilidad en hechos de entonces.
“Fue necesario tener coraje para actuar en su debido momento, como lo es necesario hoy para superar esas inquietudes, sin olvidar el debido respeto por los sentimientos de todos los afectados. Usted supo actuar entonces y lo ha sabido hacer en estos días, dando ejemplo de autoridad, respeto personal y observancia de las normas jurídicas vigentes en la actualidad.
“La restauración de la democracia exigió comprender la profunda crisis institucional que entonces existió… La Constitución Política de 1980 es fiel demostración de esa vocación fundacional. La transición posterior y la actuación de los gobiernos que han sucedido al Gobierno Militar permite acreditar que esa institucionalidad ha funcionado con éxito. De ahí que nos resulte incomprensible el esfuerzo de algunos por revisar aspectos medulares de la misma, sin que existan antecedentes objetivos que lo justifiquen.
“Los hechos que he reseñado muy sucintamente justifican, pues, la recordación y celebración de estos días. No podemos restarnos a esta situación, entendiendo que la obra de todo hombre, por grande que sea, es fruto del trabajo mancomunado de muchos. Creo justo recordar entre todos quienes colaboraron con usted a una sola persona que, sin dudas les representa, pero que, por la fidelidad a sus principios, ya no nos acompaña. Me refiero a Jaime Guzmán, cuya figura – como la suya – se agiganta con el paso del tiempo.
“Por circunstancias particulares, no podré acompañarlo personalmente en alguna comida de celebración de las muchas que tendrán lugar el día de mañana. En esos momentos, obedeciendo a una invitación del Comandante en Jefe de la Armada, Almirante Jorge Martínez Busch, estaré visitando el Campo de Hielo Sur, respecto del cual existe un diferendo limítrofe con Argentina, el que deberá ser revisado próximamente en el Senado.
“La triste experiencia vivida hace poco con motivo del conflicto de Laguna del Desierto me fuerza a participar en ese evento, lamentando tener que ausentarme en esta justa celebración. Usted, que tuvo el coraje de defender cada pedazo de tierra chilena con la determinación que rodea todas sus acciones, podrá disculparme y, a la vez, comprender el sentido de mi ausencia. Hernán Larraín Fernández, Senador.”
“Los pueblos, por lo general, son poco agradecidos con quienes colaboran en su desarrollo en vida de sus protagonistas. Más bien la crítica y la descalificación, cuando no la envidia, dan cuenta de nuestra pequeñez e incapacidad para tributar en forma oportuna un justo reconocimiento.
“La historia de Chile no sería la misma de no haber intervenido usted en momentos cruciales de nuestra evolución. No podemos olvidar el estado crítico, la ruina material y la descomposición moral en que se encontraba nuestra nación en 1973. La desesperanza cundía en todos los ámbitos y la ciudadanía, indefensa y desprotegida, se derrumbaba junto al fracaso de la institucionalidad vigente para impedir la destrucción de la chilenidad promovida por una ideología fundada en el odio y la lucha de clases.
“Ni los Tribunales de Justicia, ni la Contraloría General de la República, ni el Congreso Nacional, pudieron impedir estos hechos o revertir la situación caótica que se había producido. El país pidió, entonces, la intervención de las Fuerzas Armadas, llamamiento que luego de advertir la imposibilidad de evitar de otra forma el desplome nacional, fue finalmente escuchado por nuestros hombres de armas.
“En la perspectiva del tiempo, este proceso adquiere especial significado. Luego de ser un país encaminado – al parecer de la época – en forma irreversible al colapso, Chile pasó del Gobierno Militar a ocupar la posición expectante que hoy tiene, configurando una situación inmejorable para superar la pobreza y el subdesarrollo a que décadas de malos gobiernos anteriores – salvo excepciones – nos habían conducido. Aunque les duele a muchos en la actualidad, esta es una realidad sólida y evidente como la cordillera de los Andes, que fuerza a muchos hoy a prestarle su reconocimiento público.
“Otra vez fue necesario coraje y sentido de bien común para adoptar el camino difícil y no demagógico que permitió lograr estas metas. Nuevamente usted, al liderar el proceso, mostró la calidad de estadista que pocos chilenos han podido exhibir a lo largo del siglo que expira.
“El proceso seguido a lo largo del régimen militar fue largo y doloroso. La interrupción del proceso institucional, causada por los hechos previos mencionados, generó enfrentamientos que costaron la vida de muchos compatriotas. Recordarlo nos causa pesar y enluta el alma nacional. Nadie quiso que ello ocurriera y nadie desea que ello vuelva a repetirse.
“Incluso los errores y excesos que se cometieron – no podemos olvidar la naturaleza humana – y más allá del aprovechamiento político que de ellos se ha venido haciendo durante muchos años, deben servir para comprender lo profundo del quiebre social que existió a comienzos de la década del setenta y el grado a que había llegado la justificación del uso de la violencia por los sectores políticamente mayoritarios en ese tiempo.
“Hoy, cuando aún quedan heridas por restañar y cuando se buscan fórmulas para terminar con los problemas pendientes, derivados de esos hechos en materias judiciales, producto de la mala aplicación de la Ley de Amnistía dictada en 1978 para contribuir a la paz social, advertimos la inequidad de algunos sectores que, por un lado, procuran superar las dificultades procesales y penales de terroristas de izquierda, para intentar, por otra parte, la persecución implacable de todo uniformado que pueda tener alguna responsabilidad en hechos de entonces.
“Fue necesario tener coraje para actuar en su debido momento, como lo es necesario hoy para superar esas inquietudes, sin olvidar el debido respeto por los sentimientos de todos los afectados. Usted supo actuar entonces y lo ha sabido hacer en estos días, dando ejemplo de autoridad, respeto personal y observancia de las normas jurídicas vigentes en la actualidad.
“La restauración de la democracia exigió comprender la profunda crisis institucional que entonces existió… La Constitución Política de 1980 es fiel demostración de esa vocación fundacional. La transición posterior y la actuación de los gobiernos que han sucedido al Gobierno Militar permite acreditar que esa institucionalidad ha funcionado con éxito. De ahí que nos resulte incomprensible el esfuerzo de algunos por revisar aspectos medulares de la misma, sin que existan antecedentes objetivos que lo justifiquen.
“Los hechos que he reseñado muy sucintamente justifican, pues, la recordación y celebración de estos días. No podemos restarnos a esta situación, entendiendo que la obra de todo hombre, por grande que sea, es fruto del trabajo mancomunado de muchos. Creo justo recordar entre todos quienes colaboraron con usted a una sola persona que, sin dudas les representa, pero que, por la fidelidad a sus principios, ya no nos acompaña. Me refiero a Jaime Guzmán, cuya figura – como la suya – se agiganta con el paso del tiempo.
“Por circunstancias particulares, no podré acompañarlo personalmente en alguna comida de celebración de las muchas que tendrán lugar el día de mañana. En esos momentos, obedeciendo a una invitación del Comandante en Jefe de la Armada, Almirante Jorge Martínez Busch, estaré visitando el Campo de Hielo Sur, respecto del cual existe un diferendo limítrofe con Argentina, el que deberá ser revisado próximamente en el Senado.
“La triste experiencia vivida hace poco con motivo del conflicto de Laguna del Desierto me fuerza a participar en ese evento, lamentando tener que ausentarme en esta justa celebración. Usted, que tuvo el coraje de defender cada pedazo de tierra chilena con la determinación que rodea todas sus acciones, podrá disculparme y, a la vez, comprender el sentido de mi ausencia. Hernán Larraín Fernández, Senador.”
Hernán
Larraín II
Pero el mismo autor de
esa carta, sin que hubieran cambiado los hechos del pasado a que la misma se
refería, con el transcurso de los años y el martilleo propagandístico de la
izquierda cambió completamente su versión acerca de ellos. En efecto, el 24 de
agosto de 2013, en “La Tercera”, el senador, además de explicar por qué estaba
bien hablar de “dictadura”, sometiéndose así al idioma del adversario, acto
seguido pedía público perdón por, se supone, lo que aquélla hizo.
Cuando algunos le
recordaron su carta al general Pinochet de 1995, en que le reconocía y ponía de
relieve su condición de salvador del país, Larraín explicó su cambio de actitud
mediante un artículo en “El Mercurio”, pero como “quien se excusa, se acusa”,
hasta hoy todavía nadie sabe de qué actos “punibles o moralmente inaceptables
del pasado” (para usar los términos de otro que se rindió incondicionalmente)
desea ser absuelto.
Como,
objetivamente, parece no haber ninguno, su arrepentimiento sólo es un signo
exterior de derrota política, porque designa al gobierno del cual fue
partidario y para el cual trabajó, con el mismo epíteto, “dictadura”, con que
lo califican sus enemigos (no meros “adversarios”, pues eran y son los mismos
que organizaron los grupos que mataban o intentaban matar a los representantes
o partidarios de ese gobierno, como el senador Guzmán).
Y ya
como ministro, preguntado por “La Tercera” del 25 de marzo de 2018 respondió a
la pregunta:
“Ha
abierto la puerta para que en situaciones ‘excepcionalísimas’ se indulte a
personas que estén condenadas por crímenes de lesa humanidad. ¿Por qué permitir
este beneficio a quienes han cometido esos crímenes?
Respuesta:
“No somos partidarios de indultar a violadores de derechos humanos ni asesinos
en serie ni pedófilos que han abusado de menores. (…) El indulto tiene un
problema que no es menor. Altera una decisión de los tribunales de justicia en
un largo proceso. Y yo respeto las decisiones de los tribunales y no me parece
que haya que cambiarlas”.
Es
decir, avala ciento la prevaricación judicial contra los militares que
enfrentaron la subversión armada.
Por
contraste, nadie de la Concertación ni del comunismo y ni siquiera de la DC,
habla hoy del “régimen marxista-leninista” para referirse al gobierno de
Allende, pese a que, siendo peyorativa, es una denominación legítima, pues
Allende le dijo expresamente a Regis Debray, en su famosa entrevista antes de
asumir en 1970, que su propósito era establecer un socialismo “marxista,
científico, integral”.
Es que
la izquierda “no se ha rendido”, como la derecha. Al contrario, ha triunfado en
la posguerra, al imponer en el país y al país, y de paso hasta a sus
adversarios, sus propios términos.
Es que
en Chile los militares ganaron la guerra, pero perdieron la posguerra y,
además, los que fueron sus partidarios (y algunos de los propios militares,
como se verá en capítulo aparte) en número cada vez mayor se están “rindiendo
incondicionalmente” en la arena política.
Entretanto,
los izquierdistas no piden perdón ni siquiera por sus crímenes más aleves e
intencionados, como el atentado contra el ex Presidente Pinochet que costó la
vida de cinco uniformados. Al contrario, se ufanan públicamente de su autoría,
como lo han hecho con total impunidad el ex jefe del FPMR, “encargado militar”
comunista y actual diputado comunista Guillermo Teillier y también el autor
material de dicho atentado, César Bunster, a quien se le ha rendido homenaje en
el Congreso.
¿No es
absurdo que sí pida perdón el senador Hernán Larraín, que en su vida le ha
disparado a nadie, y no lo hagan los autores intelectuales y materiales de
asesinatos múltiples que, peor aún, se declaran orgullosos de haberlos cometido?
“Los civiles
no agradecemos nada”
El
historiador Gonzalo Vial, que en 1990 y 1991 clavó un cuchillo en la espalda a
Pinochet con el Informe Rettig, después se arrepintió y ya en el siglo XXI se
reivindicó defendiendo al régimen militar.
El 28
de septiembre de 2004, en su columna de “La Segunda”, escribía:
“El
comandante en jefe del Ejército (Juan Emilio Cheyre) ha dicho que el país no
tiene nada que celebrar el 11 de septiembre.
“El
candidato presidencial de la Alianza por Chile (Joaquín Lavín), interrogado con
anterioridad al aniversario, expresó que para él y sus seguidores sería una
jornada cualquiera, normal, de trabajo.”
Pero luego
Vial continuaba explicando que, si no se hubiese dado el golpe, las
alternativas eran:
“I.
La consolidación irreversible de un Estado y de una sociedad marxista-leninistas
(…)
“II.
La alternativa II era que hubiera golpe, pero con sólo parte de las Fuerzas
Armadas. (…) Consecuencia casi segura: la guerra civil. Quinientos mil a un
millón de muertos, según el general Prats.
“TODOS
ESTÁBAMOS DISPUESTOS A LA GUERRA CIVIL.TODOS CREÍAMOS QUE LOS VALORES EN JUEGO
LA JUSTIFICABAN, SI NO HUBIERA OTRO CAMINO. (Mayúsculas de Vial). (…)
“Pero no hubo Alternativa I. No hubo Chile a la Cubana. Ni
hubo Alternativa II, Guerra Civil. Hubo 11 de septiembre de 1973.
“¿Cómo no conmemorarlo? ¿Cómo no celebrarlo? ¿Cómo no…
iba a decir ‘cómo no agradecerlo’?, pero retiro mis palabras. Los civiles no
agradecemos nada”.
Después
el mismo Vial escribía en “La Segunda” del 19 de febrero de 2008, sobre la
discriminación legislativa y judicial contra los militares y recordaba:
“Los años 2003 y 2004 se despacharon leyes de
origen concertacionista, que permitieron la libertad de numerosos condenados
por terrorismo, los cuales habían cumplido diez años de cárcel a raíz de
crímenes cometidos en democracia.
Justificación: cooperar a la ‘paz social’. La Iglesia Católica dio a esta
iniciativa un fuerte apoyo. Fue ley gracias a la Alianza” (nota mía: oposición
de centroderecha).
“Al mismo tiempo, senadores aliancistas y concertacionistas planteaban un
proyecto con igual rebaja de pena, y la misma exigencia de haber completado
diez años de prisión efectiva, para los autores de delitos contra los derechos
humanos cometidos durante el régimen militar.
“El año pasado, la Cámara Alta rechazó la iniciativa. La ‘paz social’
ya no importaba. La Iglesia no se interesó” (...) (Nota mía: el voto decisivo
para el rechazo lo aportó el senador DC Andrés Zaldívar, quien en agosto de
1973 señalaba que “los militares son una reserva moral y tal vez sean los
llamados a arreglar las cosas aquí”. Así les agradeció).
Continuaba Vial: “Hay una perfecta asimetría al abordar los atropellos a
los derechos humanos del régimen militar (la severidad y persecución vistas), y
al abordar el terrorismo comunista del Frente Patriótico Manuel Rodríguez o del
MIR (indulgencia y aun secreta y vergonzante admiración). (...)
“No hace muchos meses, el jefe directo del
frustrado magnicidio contra Pinochet del año 1986, fue objeto de un homenaje
público por parte de un grupo de parlamentarios, quienes le ofrecieron un
almuerzo en el comedor oficial de la Cámara. No era visible, pero sobre los
manteles del ágape, corría y goteaba la sangre de los cinco escoltas
presidenciales, totalmente inocentes, ultimados en ese crimen. Que yo sepa,
nunca el homenajeado ha sufrido la menor molestia por su ‘hazaña’”.
Entonces
también llamó la atención la frase del senador Hernán Larraín en el sentido de
que su voto a favor de la reducción de condenas a los terroristas de izquierda
“no debía ser considerado como moneda de cambio para reconocer el mismo
beneficio a los violadores de derechos humanos”. Otro “arrepentido”.
Más
vueltas de chaqueta
Como
antes recordábamos, el 27 de agosto de 2013 el entonces candidato a senador
Andrés Allamand, que había reconocido “malgré lui” haber votado “Sí” en el
plebiscito de 1988, declaraba en Radio Agricultura que el “Informe Rettig”
debería ser lectura obligatoria para todos los escolares chilenos. Con eso lo
decía todo sobre su postura política; había abandonado por fin el Sí.
Y,
además, en una entrevista declaraba que su político más admirado era Patricio
Aylwin, un político de centroizquierda. En todo caso, debería aclarar a cuál
Aylwin admiraba ¿el que denunciaba en octubre de 1973 que la Unidad Popular se
aprestaba “a través de la organización de milicias armadas muy fuertemente
equipadas y que constituían un verdadero ejército paralelo, para dar un
autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder”, o el que declaraba
en 1993, “yo nunca pensé que la Unidad Popular, ni menos Salvador Allende,
estuvieran interesados en dar un golpe y establecer una dictadura”?
¿O los
admira a ambos? En 2019 (abril) acaba de reiterar nuevamente esa admiración por
Aylwin en entrevista a “El Mercurio”, tampoco precisando a cuál exponente de
esa doble personalidad es al que tanto admira.
Pero
lo más grave es su más arriba recordado propósito de hacer obligatoria la
lectura del “Informe Rettig” para todos los escolares de Chile. Es decir, lavado
de cerebros desde la temprana infancia. Como se le menciona como un permanente
aspirante a la Presidencia, se supone que esa idea formará parte de su programa
de potencial gobernante. Y es una idea gravísimamente negativa, porque el
“Informe Rettig” fue declarado por el Pleno de la Corte Suprema en 1991 como un
documento “apasionado, temerario y tendencioso, producto de una investigación
irregular y de probables prejuicios políticos”. Y además se ha comprobado la
recurrente falsedad del Informe, como se acredita en el capítulo II, no
obstante lo cual ha servido para sacrificar la imagen del Gobierno Militar a
los ojos de la opinión pública.
Sucesivamente
otros líderes de la UDI también, a lo largo de los años, han ido declarando su “arrepentimiento”:
Como se vio antes, Joaquín Lavín ya lo hizo como candidato presidencial en 1999
y en 2005, cuando declaró que “si hubiera sabido de los atropellos a los
derechos humanos habría votado No en 1988”. Pero lo que sabía entonces era la
verdad histórica y lo que posteriormente le lavó el cerebro fue el mar de
consignas de la extrema izquierda, que él compró completo, como la mayoría de
los chilenos.
Andrés
Chadwick, ministro del Interior de Piñera I y Piñera II, durante el primero de
esos mandatos proclamó violenta, repentina y elocuentemente las peores imputaciones
contra el Gobierno Militar, todas falsas, y quedó ya definitivamente
“arrepentido” y en pleno acuerdo con su jefe, el Presidente.
Así, el
único “coronel” de la UDI que “no se ha dado vuelta la chaqueta”, a estas
alturas, es Jovino Novoa, hoy retirado de la política.
La
fortuna electoral de Renovación Nacional
Dado que el electorado
de derecha es mejor que la dirigencia de sus partidos, se mantuvo en gran parte
fiel al legado del régimen militar, aunque en 2009 y 2017 haya votado pragmáticamente
por Sebastián Piñera, que no es de derecha y es del No. Fue elegido como “mal
menor” y para evitar el triunfo de la izquierda.
En los 90 la UDI superaba a RN en votación
y parlamentarios, probablemente debido a que se mantuvo como más firme heredera
del Sí que la otra colectividad. Pero entonces tuvo lugar un fenómeno
imprevisto, que alteró esa relación de fuerzas: la acentuación de la
izquierdización de la Democracia Cristiana, al entrar ella a pactar con el
comunismo para formar, en vez del pacto de la Concertación, que excluía al
partido rojo, el de la Nueva Mayoría, en 2014, que lo incluía. Eso perjudicó a
la UDI. Se verá por qué.
Pues la
izquierdización de la DC redundó en un éxodo de su electorado más moderado
hacia la derecha. ¿Y cuál podía ser el destinatario de ese éxodo? Obviamente,
el partido de derecha que más vocación mostraba por marcharse hacia la
centroizquierda, RN, el partido del diputado Allamand, que se declaraba
admirador de Aylwin II y propiciaba que en los colegios se instituyera como
lectura obligatoria el Informe Rettig.
Consecuencia
electoral del izquierdismo DC
El éxodo
de votantes DC hacia la derecha, a raíz de pactar aquélla con el comunismo, se
manifestó en la elección parlamentaria de 2013 en una caída de la votación DC y
un aumento de la de RN, lo que permitió por eso a los candidatos a senadores de
este último partido ganar en las dos circunscripciones de la Región
Metropolitana: donde antes el UDI Carlos Bombal había derrotado al RN Andrés
Allamand, ahora el RN Manuel José Ossandón ganó al UDI Laurence Golborne, al
tiempo que se perdía la tradicional primera mayoría DC de esa circunscripción,
Soledad Alvear y la superaba y resultaba electo el socialista Carlos Montes (un
“hijo del sistema binominal”, pues salió elegido senador sacando menos votos
que Golborne, de la UDI, que no resultó electo).
Y en la
otra circunscripción metropolitana el RN Allamand, antes derrotado por el UDI
Bombal cuando ambos habían competido en la circunscripción oriente, ahora
vencía al UDI Pablo Zalaquett, mientras el DC Alberto Undurraga era desplazado
por el PPD Guido Girardi.
En
resumen, grandes pérdidas DC por su izquierdización; y ganancias para RN,
gracias al aporte de los DC moderados. Y la izquierda cosechaba dos senadurías
que antes eran de la DC, por el éxodo de la votación moderada de ésta hacia los
candidatos de RN.
El ala
derecha DC, a la que pertenecían Alvear y Undurraga, sufría entonces las
consecuencias de pactar con el comunismo. Y la gran beneficiaria era RN. La UDI
no, porque también hizo lo mismo (derivar hacia el lado opuesto), apoyando a un
candidato presidencial del No, como Sebastián Piñera, y presentando toda una mayoría
de sus “coroneles”, otrora del Sí, como Andrés Chadwick, Hernán Larraín y
Joaquín Lavín, pidiendo públicamente perdón por haber pertenecido al gobierno
militar y renunciando a sus antiguos principios. Incluso el “más duro de los
duros”, el que siempre “le plantaba cara” a Piñera en sus esfuerzos por
perjudicar a la UDI (recuérdese su participación proactiva en el episodio
Gemita Bueno), su ex presidente y senador Pablo Longueira, terminó subyugado
por ese principal enemigo del partido y se integró como ministro a su gabinete.
Llegó a
tanto su piñerismo que filmó un video junto a Joaquín Lavín en la primera
vuelta de 2017 para convencer a los partidarios del único candidato
presidencial del Sí, José Antonio Kast, de votar por Piñera, pues éste, decían,
“está a punto de ganar en primera vuelta”. No era verdad. Piñera obtuvo sólo 36%,
pero el video sin duda perjudicó al único candidato del Sí, José Antonio Kast, que
había sido correligionario de ambos en la UDI.
Quiebre
en la UDI
De todo ello no podía resultar sino el
éxodo desde la UDI de su ala derecha más consecuente, representada por el
mencionado ex diputado José Antonio Kast y, más recientemente, por el diputado
más firme de la colectividad, Ignacio Urrutia, el único capaz de rendir un
homenaje a Pinochet en la sala de la Cámara y de votar en contra en la sala de
un bono millonario extra a los interrogados por vinculación al terrorismo bajo
el gobierno militar.
Es decir, lo que pudo ganar la UDI hacia
la izquierda adhiriendo a un portaestandarte del No, lo perdió hacia la derecha
al marcharse el electorado que permaneció fiel al Sí.
A estas alturas –1919-- casi todas las
encuestas de opinión presentan a José Antonio Kast como la carta presidencial
más sólida de la derecha con miras a la elección presidencial de 2021. Lo que
indica que la opinión pública de derecha es de superior integridad ideológica y
consecuencia política que la dirigencia de sus partidos.
¿Juventud
comunista? No: la de RN
Pues la siguiente carta
fundamenta por sí sola de lo anterior. Apareció en “La Tercera” del 4 de enero
de 2019 y testimonia la fuga de la derecha hacia el lado contrario:
“Pinochetismo.
“Señor Director: El retorno del
pinochetismo es sin duda un retroceso para la derecha en términos políticos,
valóricos, ideológicos e incluso electorales. No hay nada más nefasto que
revivir un pasado tan oscuro como las terribles violaciones a los derechos
humanos, todas injustificables y aberrantes. Hace tiempo que RN se desvinculó
del pinochetismo y derogó de su declaración de principios toda alusión al
régimen militar del dictador.
“Hoy es tiempo de mirar hacia el futuro y
unirnos como sector en torno a lo que actualmente compartimos. Basta de
conservadurismos obsoletos y arcaicos.
La derecha liberal llegó para quedarse y, junto con ello, una juventud
fortalecida que hoy se desmarca con orgullo del pinochetismo. Francisca Richards
U. Vicepresidenta Juventud RN”.
Otro columnista liberal, Fernando Claro,
en “La Segunda” del 15 de mayo de 2019 se manda el siguiente párrafo: “…el
poder que tienen los gobernantes en países liberales para manejar nuestras vidas…
ya lo habrían querido los tiranos del pasado –entendamos Pinochet o Pol Pot--.”
Increíble: un tirano comunista bajo cuyo
régimen murió un millón y medio de los siete millones de habitantes de su país
es igual a un gobernante militar de derecha que le dio libertad económica al
suyo, legó una democracia estable, dejó el poder tras perder una elección y
debió enfrentar a un peligroso terrorismo armado, el cual estaba respaldado por
el mundo comunista, con apenas el costo de 3.197 caídos en casi 17 años. ¡Qué
manera de comprar las consignas comunistas!
Mayne-Nicholls
¡“of all people”!
Y un hombre de derecha,
como Harold Mayne-Nicholls, que perdió la presidencia de la Asociación Nacional
de Fútbol Profesional a raíz de una intriga personalmente gestionada desde 2010
por el entonces Presidente de la República, Sebastián Piñera, controlador (pero
no partidario) de Colo Colo, era un hombre del Sí. Yo defendí su permanencia en
el cargo por su rectitud y honestidad.
El hecho
es que en diciembre de 2016 ya había sido virado, políticamente, por completo.
No supe quién le lavó el cerebro. O tal vez fue víctima inconsciente de la
repetición de las consignas marxistas con que nos martillan la mente los medios
de la corriente dominante. He aquí lo que respondió Harold a una pregunta de
“La Tercera” en diciembre de 2016:
“¿Es cierto que ud. votó
por el Sí en el plebiscito del 89? (fue el 88).
“La
historia me enrostra a diario ese grave error. Por eso voto en cada elección.
Aprendí, con hechos, el valor de preservar la democracia”.
Cerebro
completamente lavado. ¿Quién le contó ese cuento a Harold? ¿Piñera? ¡Si la
democracia se la debemos a Pinochet! Con el Sí habríamos tenido una democracia más
próspera y mejor desde el mismo 1989 y no un año después, y nadie nos habría
podido engañar tanto como lo hicieron los triunfantes del No.
A Harold (y a todos los chilenos) le
mintieron y le mintieron, hasta que algo le quedó. Entre todos, habría sido el
último de quien habría esperado esa vuelta de chaqueta.
Se derrumba otro ídolo
Los
Huasos Quincheros, el más tradicional conjunto folklórico, fueron
característicos partidarios del Gobierno Militar, tampoco han quedado ajenos a
la marea de los eslóganes comunistas. Dice a “La Tercera” de 27 de agosto de
2017 el principal exponente del famoso conjunto, Benjamín Mackenna, su “voz
cantante”:
“Trabajé
un año y medio en el gobierno militar para que la música chilena no se perdiera
en la radio. Me declaré pinochetista y luego participé en la campaña del Sí (…)
Yo estaba alineado con un movimiento que contaba con todo mi entusiasmo. Ese
fue un período notable, el país no soportaba más. Ahora es una etapa pasada.
Los problemas de derechos humanos son imperdonables”.
El eslogan
comunista repetido por años también lo cambió de bando.
En la deriva de la
Iglesia Católica hacia la izquierda desde los años 60, sólo interrumpida por
Juan Pablo II, quedó atrás una isla, una tierra firme de discreto derechismo eclesiástico-político:
el Opus Dei.
Pero en
los últimos años la prelatura ha ido cuidadosamente alejándose del Gobierno Militar.
Su destacado columnista de “El Mercurio”, profesor y abogado Hernán Corral,
dedicó uno de sus fundados comentarios a “Neil Gorsuch y el ‘gobierno’ de los
jueces”.
El
comentario se refiere a que el presidente Trump designó a Gorsuch como nuevo
ministro de la Corte Suprema norteamericana, y ese jurista conservador se ha
destacado por criticar el “gobierno de los jueces” y el “activismo judicial”,
consistente en que éstos dictan fallos más inclinados a sus posturas políticas
personales que a lo que dictan las leyes.
Justamente el rasgo más visible del
activismo judicial en Chile ha sido el abandono de la legalidad por parte de
los jueces de izquierda, para condenar a militares (r), desconociendo la
Constitución y las leyes y, en consecuencia, prevaricando abiertamente.
Lo
interesante fue que Corral, en su análisis, precisamente NO mencionó ese
aspecto más frecuente, flagrante y llamativo del “activismo judicial”, que es
el más grave e importante en Chile. En cambio, sí mencionó el fallo que, apartándose
de la ley, determina a qué sistema previsional deben adscribirse ciertos
funcionarios públicos. También citó las sentencias que, asimismo apartándose de
la ley, congelan el precio de los planes de las isapres. Y también mencionó la
demanda del Movilh para obligar a legislar sobre matrimonio homosexual.
“Es decir”, escribió, “lo que
eventualmente decidiría un grupo de jueces no elegidos democráticamente
coartará la deliberación política que corresponde hacer a los órganos
legisladores”.
Ni una sola palabra para los juicios y
fallos donde, desconociendo la Constitución, la legislación penal chilena y los
fundamentos del debido proceso, se condena a militares y se indemniza
millonariamente a los terroristas que delinquían para establecer un régimen totalitario.
Otro columnista Opus Dei de El Mercurio,
Joaquín García-Huidobro, no pudo permanecer indiferente al escandaloso caso de
la condena al general nonagenario Héctor Orozco y la comentó, pero “se cuidó”
de hacerlo sólo en términos humanitarios. Porque en términos jurídicos y
políticos ese columnista se ha trasladado también al campo de los “arrepentidos”.
Escribía el 27 de agosto de 2017 y bajo el título de “Manos sin sangre”:
“Nos gustaría haber sido más diligentes
para informarnos y haber contribuido, al menos un poco, a mitigar el dolor de
unas personas que, aunque en algunos casos no eran del todo inocentes, merecían
otro trato.”
¡Qué fácil es ser general después de la
batalla! ¡Qué difícil serlo durante la batalla! (A Pinochet la guerrilla
marxista le ametralló su casa de Laura de Neves en los propios días siguientes
el 11. Tuvo que establecer un perímetro con guardias). Y 32 militares murieron el
mismo 11. Bajas del Opus Dei: cero.
Gobierno
de centroderecha (¿?) censura a la derecha
En el Museo Histórico Nacional
se presentó en junio de 2018 una muestra con frases de personalidades
nacionales, acompañadas de las efigies de sus autores, y entre ellas una breve
alusión del ex Presidente Augusto Pinochet en un discurso, al lado de su imagen,
referida al triunfo de Chile sobre el marxismo.
En una
reacción sorprendente, tratándose de un sedicente “gobierno de la centroderecha”,
la entonces ministra de las Culturas y el Patrimonio, Alejandra Pérez, pidió la
renuncia al director del Museo, Pablo Andrade, que había sido designado por
concurso público, y aludió a un supuesto “dolor” que en ciertos sectores de la
sociedad habría producido la exhibición de esa imagen y esa cita de Pinochet.
Porque la derecha, en su miseria moral, ha llegado a considerar “doloroso” que
se haga o diga algo que contraríe las consignas comunistas.
La
decisión, de la cual nunca he culpado a la ahora ex ministra que apareció
tomándola, sino al Presidente en persona, pareció en su momento tan draconiana
que hasta la senadora socialista Isabel Allende la estimó “exagerada”.
Tal
despido y por ese absurdo motivo habría sido ya reprochable en un gobierno de
izquierda, por denotar un escaso respeto al pluralismo político, de modo que resultó
simplemente incomprensible en un régimen autocalificado “de centroderecha”.
El
destituido director del Museo, Pablo Andrade, en carta a “El Mercurio”
publicada el 26 de agosto de 2018, señaló que en el libro de visitas del Museo el
92 % de las personas “expresaron opiniones favorables en relación con la
exhibición”, desmintiendo justificaciones en sentido contrario expresadas por
la ministra y “el dolor” a que ella aludía.
Terminó su carta el removido Andrade diciendo:
“La única respuesta que puedo dar, en este breve espacio, es que la posverdad
se ha tomado nuestra naciente institucionalidad cultural y es urgente restituir
la honestidad y la transparencia en este ámbito fundamental de nuestro
desarrollo”.
Lo que
quedó más claro fue que para Sebastián Piñera la exhibición de la efigie del ex
Presidente Pinochet y una frase suya relativa al triunfo sobre el marxismo
constituyen motivo de “sufrimiento popular” y causal de despido del funcionario
que las permita. Pero con ello no está de acuerdo el 92% de los que vieron la
muestra.
Ministros de la confianza comunista
El grado de “entreguismo”
de los dos supuestos gobiernos “de centroderecha” de Sebastián Piñera, que no
lo son, es evidente: tan entregados a la izquierda están que si sus ministros
no gozan de la confianza de ésta deben renunciar.
Un caso
fue el del, a mi juicio, mejor ministro que tenía la UDI en el primer gobierno
de Piñera, Rodrigo Álvarez Zenteno, ex diputado del partido que pasó a
subsecretario de Hacienda en 2010 y luego a ministro de Energía en 2011 y 2012.
Álvarez intentó, ante una paralización
ilegal en Aysén, hacer prevalecer el principio de autoridad fundado en la
legalidad, pero empezó a recibir el ataque de la izquierda, que culminó con una
columna injusta y derogatoria del principal columnista de “El Mercurio”, Carlos
Peña, un hombre de izquierda. El ataque de éste al ministro Álvarez fue
demasiado para Piñera, que lo desautorizó, le pidió la renuncia y después tuvo
que acceder en todo a los alzados de Aysén para terminar el conflicto. Gran
éxito de la izquierda.
Yo comenté
en mi blog que el columnista Peña removía ministros de Piñera con entera
facilidad, pues no era la primera vez.
Este
“entreguismo” llegó al colmo cuando el recién nombrado ministro de las Culturas
y del Patrimonio en 2018, el escritor chileno-sueco Mauricio Rojas, que había
sido diputado de derecha en Suecia y trabajaba en el “segundo piso” de La
Moneda como asesor y redactor de discursos de Piñera, fue nombrado por éste
para suceder a Alejandra Pérez, pese a que ya ésta había “hecho méritos” con la
izquierda, como vimos, al exonerar al director del Museo Histórico, pero era
muy combatida por el senador RN Francisco Chahuán y tenía sus días contados.
Pero,
designado Mauricio Rojas, alcanzó a estar en el cargo 94 horas, es decir, menos
de cuatro días, wikén incluido, porque la izquierda descubrió que alguna vez él
había dicho una gran verdad intolerable: que el Museo de la Memoria Marxista
era “un gran montaje” y que es “un museo de la izquierda para contar una
versión falsa de la historia de Chile”. (“La Tercera”, 11 de agosto de 2018).
Había agregado también, en una entrevista
a CNN, que el señalado museo “es algo para que la gente no piense, para atontarte”.
En su
libro “Diálogo de Conversos”, escrito conjuntamente con el actual Canciller,
Roberto Ampuero, estaban contenidos conceptos similares.
Evópoli,
un partido de ChileVamos, y por tanto “del No” y de “arrepentidos” irredentos,
que hacen de caja de resonancia de la izquierda, se sumó a ésta y fulminó
también a Rojas, repitiendo la consigna falsa sobre “atropellos a los derechos
humanos” del Gobierno Militar que han propalado los comunistas, y exigió la
renuncia del recién designado.
Piñera
cedió inmediatamente, una vez más, ante le extrema izquierda y, en su afán de
estar en todos los titulares, fotos y pantallas posibles, fue a Mesa Central de canal 13 a defender su
decisión, sin imaginarse que le iban a preguntar si no había leído “Diálogo de
Conversos”, antes de nombrar ministros a ambos autores, y entonces Piñera,
pillado una vez más (siempre lo pillan, pero nunca le pasa nada) salió con una
“piñericosa” memorable y contestó: “Leí el libro, pero no página a página”.
Pregunta: ¿cómo puede leerse un libro si no es “página a página”?
Y se fue
el ministro que perdió la confianza de la izquierda.
Costo electoral de la “vuelta de chaqueta”
El 1° de octubre de
2018 “La Tercera” publicó una encuesta de Criteria-Research, encargada por el
Instituto Igualdad, próximo al PS, donde a la pregunta “Si fuera 1988 y el
próximo domingo fuera el plebiscito convocado por Pinochet para decidir su
continuidad ¿por qué opción votaría?: No: 70 %. Sí: 18 %. No sé: 12 %”
A eso se
ha reducido en treinta años el 43,5 % que obtuvo el Sí el 5 de octubre de 1988.
Puede cuantificarse así el “costo electoral” de la “vuelta de chaqueta” de la
derecha en el país y el dividendo que le ha rendido a la izquierda el lavado de
cerebros practicado durante 29 años por sucesivos gobernantes del No.
Don Hermogenes no solo se considera tortura golpear aplicar electricidad.
ResponderEliminarLa descripción de la madre de la Bachelet aunque no le hayan puesto la mano encima se considera tortura igual como los falsos fusilamientos etc etc.
Ud nombra al general Baquedano y unos hechos sucedidos en un tiempo en donde matar a los Selknam en la Patagonia era de lo mas natural a mas en esos años las gentes la mayoria no se enteraban de nada.
Borrón y cuenta nueva que echa de menos pero es que los tiempos cambian durante El Tancazo un reportero filma su propia muerte y eso se vio en gran parte de las tv de medio mundo dias despues.
Pero cuando menciona al gral Baquedano ahi estan en guerra que no es lo mismo que un golpe militar y si comparamos busque en Wikipedia que le sucedio al general Koster despues de la masacre de Mi Lai en Vietnam donde habia una feroz guerra no un golpe militar.
Siempre que leo sus escritos justificando a los militares pienso que estan presos por tontos y lo que es muy mala señal ya que entonces da por entendido que es un ejercito chapucero que solo desfila bien.
Ese Pinochet diciendo que en Chile no se mueve una hoja sin que yo lo sepa o toda la conspiracion que se pone en marcha a finales del 70 hasta el 11s73 un plan bien engrasado y según Ud los generales no sabian nada la gente moria porque los oficiales suboficiales y soldados hacian las cosas por su cuenta y esa verticalidad del mando tan famosa?
La diferencia es que el general Koster estaba volando en un uh1h en medio del combate con miles de hombres resumiendo un cacao total en una GUERRA brutal y los generales chilenos en un golpe con escasa resistencia no se enteraban de lo que hacian sus hombres.
Ice law .......
EliminarHugo, la verticalidad del mando en ningún caso evita situaciones extremas. Eso es así de válido acá y en la cochinchina. El modelo de venganza marxista es igual en todas partes. En españa todos los delincuentes comunistas murieron en su cama, el más notorio Carrillo el de paracuellos de jarama. Don Hermógenes, ni nadie, pretende decir que en Chile no hubo hechos lamentables, por algo hay ley de amnistía. Lo que hace Don Hermógenes es dar un contexto y poner en su debida dimensión política y acotar los números de los afectados. Dicho de otra manera reemplaza la propaganda marxista por un análisis con fundamento. Gracias. Sigue participando.
EliminarAgree ......
EliminarNo compares una guerra civil con un golpe de estado y mas en un continente ya en guerra GUERRA!
EliminarUna ley de amnistia promulgada por un jefe de estado/dictador como que no tiene mucha validez.
Creo que como fundamenta don Hermogenes es pura propaganda de derechas.
El golpe militar de Chile duro poco y eso contribuyo que la memoria se mantuviese intacta no son 40 años como con Franco en un pais mucho mas grande y poblado y otras circunstancias.
Has escuchado alguna noticia de ajuste de cuentas en la ex Urss o en el resto de paises de su orbita?
El tiempo se lo traga todo pero no ennel caso de Chile que quizas pecaron de soberbia y 17 años y en un pais con poca poblacion estrecho es muy dificil desaparecer con tranquilidad.
No hay de momento nada o nadie en todo el mundo que se interese por los militares presos ni por su suerte ni nada.
Los intentos de justificar lo sucedido con argumentos sin fuerza no sirven de nada.
Seguramente sin Allende muerto un Toha etc etc es muy posible que las cosas hubiesen tomado otros derroteros.
La pena la sienten los familiares de los presos pero a nivel internacional es un tema que no le interesa a casi nadie.
Pinochet no se llevaba bien con la fotogenia ni con sus hechos para terminar cuando sale de Londres a punto de morir y llega a Chile y se levanta triunfante le tomo el pelo a medio mundo y sus acompañantes sonrientes sentencio la prision futura de muchos.
Don Hermógenes nos tiene leyendo full en esta cuarentena. Hoy leo el capítulo 2. Gracias.
ResponderEliminarEl autoflagelo no es obligatiorio
EliminarIce law .......
EliminarApango, es una lástima que no rebatas a Don Hermógenes, daría respetabilidad a tus intervenciones que sólo se limitan a insultar. Como argumento un insulto desacredita a quien insulta en mucho mayor medida que al insultado.
EliminarTe equivocas mi muy estimado Weberto...no necesito rebatir la diarrea pinochera de don Hermogenes...de eso se ha encargado la historia
EliminarPor eso lo corren de donde quiera que se para...
Ice law .......
EliminarEl resumen de la diarrea pinochetera expuesta por el autodenominado « abogado », « periodista », « economista » y « ufólogo », Hermógenes Pérez:
ResponderEliminar1. Dentro de la estructura jerárquica de la dictadura, nadie sabía nada. No discuta eso.
2. Hubieron algunos « excesos », que yo mismo como calumnista fui explorando, pues recuerden, en el régimen de Perrochet « nadie sabía nada ». Tampoco es que haya sido algo fuera de lo común, puesto que eran todos terroristas. Y no discuta eso.
3. La tortura formó parte de estos « excesos », pero « todos lo hacían » y la opinión popular « lo aceptaba, o era indiferente ante ello », si que no hay nada malo en ello. Y no discuta eso.
4. Piñera es el hijo del diablo, me humilló constantemente durante mi triste vida, se burló de mis creencias y principios pinocheteros, y eso que ni me conoce (aunque intente subirme el ego diciendo que « soy su enemigo público número uno »). Y ojo, nadie debe discutir eso.
5. Todo aquel que no es pinochetista y votó « no » es comunista, o un kereskiano. Y no discuta eso por dios.
Me faltó mención al « activismo judicial de extrema izquierda », pero esa cantinela la repite todo el tiempo y con el mismo ridículo contenido.
EliminarIce law ........
EliminarMark Twain calificó al Libro del Mormón como "cloroformo impreso"...eso fue porque nunca se le ocurrio leer las diarreas de don Hermogenes.
ResponderEliminarIce law ......
EliminarPero tú vienes religiosamente a leerlas, como lo dije alguna vez, hay que ser muy masoquista o muy imbécil para estar revoloteando en forma permanente en un lugar que uno detesta. En tu caso yo creo que es más lo segundo.
EliminarLos masoquistas e imbeciles son todas las viudas pinocheteras como tu mi muy estimado Henry...
EliminarLlevamos 30 años pateandoles el culo constantemente y lo unico que les queda hacer es llorar desconsoladamente
Ice law .......
EliminarA Viveros, Apango y otros les debe doler tanto la argumentación presentada por Don Hermógenes que quedan cegados por su odio y mediocridad. Hay que entenderlos ellos son dignos según el modelo de la Plaza Baquedano en ruinas......como sus almas.
ResponderEliminarTe equivocas mi muy estimado Weberto...los unicos adoloridos son los milicos cobardes y asesinos que tenemos encerrados en Punta Peuco y sus muy infelices viudas como tu
EliminarIce law .........
EliminarHermogenes, excelentte cronica chilena.
ResponderEliminarMe gustaria añadir algo. Los varios cientos de chilenos comunistas/socialistas/fascistas, profesores, intelecutales, ingenieros y de otras profesiones que fueron impulsados por la propaganda cubana, (lease trabajo de la inteligencia cubana)a dejar Chile en direccion a Cuba, donde el regimen castrista los alojo en excelentes hoteles, hasta que el Ministerio del Trabajo comenzo a ubicarlos en puestos de trabajo y empezaron a vivir como cubanos. De mas esta decir que no duraron mucho en la isla. Se marcharon de la misma forma que llegaron, hacia paises CAPITALISTAS que les dieron entrada como Canada y Suecia, entre otros.
Recuerdo a los obreros cubanos que tuvieron que remodelar una casa para la hija de Allende que mas adelante se suicidaria.
Estos constructores cubanos maldecian a la BURGUESA SOCIALISTA chilena la cual era muy mal criada y cambiaba de idea cada vez que iba al baño, en relacion a como queria que quedara SU CASA..!!! Aquello parecia el nunca acabar. Remodelaban y tenian que destruir lo remodelado porque la BURGUESA SOCIALISTA chilena habia cambiado de parecer. Y todo pagado por Liborio,(en Cuba, Liborio signinfica pueblo cubano).
La muy P*** debe de estar comiendo sandwiches de potito en el Infierno junto a su traidor y pendejo padre.