Mi mujer me regaló los tres tomos del policial de Stieg Larsson para la Pascua, con la advertencia severa de que "le habían costado carísimos", pero añadiendo que los maridos de varias conocidas suyas habían resuelto encerrarse a leerlos, de tan entretenidos que eran. Y, de hecho, los tres ("Los Hombres que No Amaban a las Mujeres", "La Chica con una Caja de Cerillas y un Bidón de Parafina" y "La Niña en el Palacio de las Corrientes de Aire") se encuentran ahora en la lista de los best-sellers.
Pero yo, como minoritario universal, los leí sin mayor entusiasmo. El exceso de corrección política de los suecos nunca ha sido de mi agrado, sobre todo cuando tal corrección consiste en elevar numerosas depravaciones a la categoría de virtudes sociales atractivas y deseables. Pues se describe admirativamente la ambivalencia sexual de una de las protagonistas, como asimismo la armoniosa "vida de pareja" de dos personajes del mismo sexo y, en fin, la moderna modalidad adoptada por una talentosa, aristocrática y bella periodista, que ha conseguido de su marido la aquiescencia necesaria para tener como amante al protagonista de la obra y no sólo eso, sino también para practicar "menáges a trois" del matrimonio con éste, los cuales, sin embargo, no le resultan del todo placenteros a la pareja de casados porque el "tercero en discordia" o mejor dicho "en concordia", el protagonista, es un poco anticuado y sólo disfruta sexualmente con la señora y no con el marido, como habrían sido los deseos de ella y, sobre todo, de éste.
"Millenium" es, por supuesto, una revista de centroizquierda manejada por varios de los protagonistas de la trilogía, gente idealista y generosa. La corrección política llega al extremo de que un mandato no escrito del novelista se impone a todo lo largo de la obra y consiste en no revelar el color de la piel de nadie. Sólo la agudeza de los lectores logrará adivinar las claves para saber cuándo algún personaje es negro o "hispánico". Naturalmente, los más malos de todos tienen que ser neonazis, si bien debe admitirse que los segundos más malos de la novela son los comunistas. Los primeros son "los hombres que no aman a las mujeres", como se titula el primer tomo, pese a que en su idioma original son "los hombres que odian a las mujeres". Parece que, al menos en castellano, no es políticamente correcto usar el verbo "odiar". Y, en fin, los terceros más malos de la obra son los hombres de negocios y los políticos derechistas suecos. Pues un primer ministro de esta tendencia -que es presentado con su nombre real- y su grupo de colaboradores cometen los peores crímenes en nombre de la seguridad nacional, y todo en los mismos años en que sucesivos gobernantes suecos (de todas las tendencias) condenaban a Chile en los foros mundiales porque la DINA, se decía, cometía crímenes también en nombre de la seguridad nacional.
Es lo que se llama "hacerse los suecos".
También vi la película del primer tomo, sueca, por supuesto. Y me entretuve moderadamente. Nada de particular. En realidad, es muy difícil para los suecos hacer malas películas, del mismo modo que lo mismo resulta tan fácil para los norteamericanos.
El pobre Stieg Larsson se murió apenas terminó el tercer tomo de su trilogía. No alcanzó a disfrutar de los millones de dólares de derechos de autor que ha generado la venta de veinticinco millones de ejemplares en los más variados idiomas. Y como era un hombre moderno y no se había casado con su mujer, ahora resulta que ella, gran colaboradora suya en la confección de toda la obra, parece que heredará poco y nada, quedando la fortuna para los padres del autor.
Parece injusto, dado el enorme trabajo de investigación y documentación realizado. ¿O habrá sido un castigo de la Justicia Inmanente por colaborar a discurrir tantas depravaciones?
lunes, 17 de mayo de 2010
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a pesar que no soy muy fanatica de los libros que escriben los suecos y creo que escuche a alguien decir que era el mejor libro que habia escrito un sueco y como este año para mala fortuna mia no he teniddo mucho que hacer decidi leerlo me parecio un poco riguro y bastante morboso y no es malo pero no fue mucho de mi gusto y como siempre el el esritor tiene una historia detras de la historia era ovbio que se tendraia que producir una lucha por la herencia porque siempre es lo mismo en la vida de los escritores o como dices tú puede ser el castigo de la Justicia Inmanente por colaborar a discurrir tantas depravaciones jajjaj
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