martes, 31 de octubre de 2017

El Pronunciamiento del 19N


          Según la encuesta CEP y habiendo en la próxima elección presidencial un solo candidato de derecha, José Antonio Kast, el 81 % de las personas que se declaran de derecha vota, sin embargo, por un candidato de otras ideas, Piñera. Más aún, en la misma encuesta, a Kast le va mejor entre el electorado de centro (4,8 %) que entre el de derecha (3,2 %). ¿Es que el “centro” es más derechista que la “derecha”? Y le va mejor entre la clase media C2 (7,5%) que entre la clase alta ABC1 (4,8 %). Todas estas son anomalías, aunque la CEP tiene otra, como señalar que José Antonio Kast es menos conocido ahora (57 %), en la CEP  de septiembre-octubre, que en la de julio-agosto (63%). ¡Lo conocen menos después de haber hecho campaña y haber tenido éxito en los foros y en ENADE (donde fue el más aplaudido), que cuando no había logrado nada de eso y ni siquiera estaba inscrito como candidato! Absurdo. ¿Anomalía o encuesta deficiente?

          En todo caso ¿cuál es el quid de la cuestión? ¿Por qué un 81 % del electorado de derecha no vota por el único candidato de derecha? El quid es que esa gente cree que apoyando a Piñera se librará de otro gobierno de izquierda. Si fuera por razones de principios, de probidad de la persona y de consecuencia política, votaría por Kast, pero pragmáticamente lo hace por Piñera para que no gane la izquierda otra vez.

          Pero ese 81 % de derecha está equivocado, pues si votara por Kast el 19N aseguraría mejor la derrota de la izquierda que si vota por Piñera. Y para el propio Piñera mejorarían las posibilidades en segunda vuelta si enfrentara a Kast que si enfrentara a la izquierda unida después de la primera vuelta. Porque la votación de izquierda iría a él más que a Kast.

          Pero ¿es posible un Kast en segunda vuelta? La derecha obtuvo el 44 % en 1988 y casi ganó la Presidencia en 1999, con cerca del 50 %; y hasta en sus peores momentos (2013) obtuvo 38 %. Luego, que obtenga sobre el 20 % con su candidato Kast el 19N es perfectamente posible. Pero a condición de que la derecha vote por él. En ese caso pasaría a segunda vuelta junto con Piñera y el peligro de otro gobierno de izquierda desaparecería en la primera vuelta. Sería un verdadero “Pronunciamiento del 19N”.

          Incluso al propio Piñera le conviene esto, porque le resultará más fácil ganar a Kast que a toda la izquierda y centroizquierda unidas tras Guillier. Además, éstas no le van a perdonar nada…  En cambio, los partidarios de Kast, es decir, la derecha (exceptuado yo) seguramente lo va a tratar mejor que la izquierda. Luego, Piñera no debe mirar con malos ojos que se vayan votos suyos a contribuir a que Kast supere a los seis candidatos del otro lado y pase a la segunda vuelta.

          Otra razón en el mismo sentido: Piñera tiene un programa de centroizquierda (tanto que su vocero, Mauricio Rojas, lo ha descrito como un “Estado de Bienestar”) y esto tendrá dos efectos: uno, contribuirá a que más gente de derecha se incline a Kast, cuyo programa es de derecha, con menos impuestos y menos “bienestar del Estado”; y dos, el programa del “Estado de Bienestar” también contribuirá a que más gente de centroizquierda vote por este Piñera socialdemócrata, dejando así todavía menos votos disponibles para los candidatos del centro a la izquierda. Ello facilita que a esos seis candidatos los gane Kast, y que éste pase a segunda vuelta.

          Esta situación de que la Nueva Mayoría, el Frente Amplio, ME-O y Artés queden fuera de competencia será un verdadero golpe a la cátedra, un “golpe de la derecha” para cambiar al gobierno… o “pronunciamiento”, como ustedes prefieran.

          Y es perfectamente posible. Pero, claro, exige que el electorado de derecha vaya a votar y se comporte racional e inteligentemente. Nadie puede garantizar ambas cosas, pero si la derecha, de aquí al 19N, se dedica a pensar, el Pronunciamiento del 19N será una realidad y la centroizquierda y la izquierda tendrán que irse ese mismo día para la casa.

domingo, 29 de octubre de 2017

Tan Lejos... Tan Cerca...


          Se ha comprobado que una mayoría de chilenos no entiende lo que lee. Yo sostengo que esa mayoría tampoco entiende lo que pasa, porque casi no lee y se informa vía farándula y consignas “políticamente correctas” que son generalmente infundadas, como consecuencia de lo cual razona mal. Pero en el largo plazo hasta la mayoría chilena entiende. Tanto así que un amigo mío sostiene que en cincuenta años más los billetes de mayor denominación van a llevar la efigie de Pinochet. Más demoraron en reivindicar a Portales.

          Esta falta de entendimiento incluye, en la política electoral actual, a la gente de derecha, por supuesto. La mayoría de ella, el 81 %, de acuerdo con la encuesta CEP más reciente (si bien muy cuestionada por errores evidentes), vota por Sebastián Piñera. Yo hablo frecuentemente con personas como ésas y el único argumento que dan para votar así es que con eso sacarán del poder a la Nueva Mayoría. Todas esas personas saben que Sebastián Piñera no es de derecha, todas fueron partidarias del Gobierno Militar y del “Sí”, a diferencia de Piñera, que fue simpatizante DC, opositor y del “No”; todas conocen su hoja de vida y su personalidad y no les gustan la una ni la otra; en particular, todas repudian su traición y persecución a los Presos Políticos Militares. Pero, dicen, “va a ganar y la Nueva Mayoría se va a tener que ir del poder”.

          Bueno, ha sucedido que ha entrado a participar en la elección presidencial un candidato de derecha, José Antonio Kast. Un político capaz, veraz y honesto, que no vacila en definirse de derecha, tiene una hoja de vida infinitamente más limpia que la de Piñera, es más confiable y siempre ha sido de una sola línea. En su presencia, la única razón que dan los derechistas para preferir a Piñera es que “va a sacar del gobierno a la Nueva Mayoría”. Si no fuera así, votarían por Kast.

          Pero es evidente una cosa: que si la ciudadanía de derecha votara por Kast, éste pasaría a la segunda vuelta presidencial junto a Piñera y la Nueva Mayoría quedaría fuera del gobierno tras la primera vuelta. Votar por Kast, entonces, es sacar antes a la Nueva Mayoría del gobierno.

          Esto es evidente y claro, pero un gran sector de votantes no lo ha entendido. ¿Por qué? Por la misma razón que no entiende lo que lee ni lo que pasa. Por la misma razón por la cual repite consignas erróneas y las cree.

          Pero cuando una verdad es evidente por sí misma (eso se llama “axioma”) hasta una mayoría de chilenos la termina por entender, aunque se demore. Y es evidente por sí mismo que si los ciudadanos de derecha votaran por el único candidato de derecha que hay, éste pasaría a segunda vuelta. El “Sí” obtuvo un 44 % en 1988. Büchi más Errázuriz obtuvieron algo así en 1989. Arturo Alessandri más José Piñera pasaron del 30 %. ¿Cómo la votación de derecha no va a superar, todavía ahora, holgadamente, el 20%? Con eso Kast pasaría a segunda vuelta.

Y como nadie duda de que Sebastián Piñera también va a pasar, el segundo lugar de José Antonio Kast va a dar por resultado que la Nueva Mayoría quede fuera del gobierno, que es el único propósito que aduce la gente de derecha para votar por Piñera. Pero eso se logra antes, en primera vuelta, y de manera mucho más segura y eficaz, votando por Kast. Porque el voto para Piñera, por último, sólo conduce a que algún candidato de la izquierda gane a Kast en primera vuelta y pase a la segunda, en la cual ya los seis actuales izquierdistas de la primera vuelta se van a unir y todos reconocen que, unidos, tienen posibilidades de ganar.

          Es decir, los derechistas que votan por Piñera sólo aumentan el riesgo de un triunfo de la izquierda. Si votan por Kast, desaparece ese riesgo. El propósito de sacar a la Nueva Mayoría del poder, se obtiene mucho mejor votando por Kast. Así se asegura que no habrá retroexcavadora  o algo más a la izquierda en la segunda vuelta.
          
          Y yo pienso que el 81 % de derecha que apoya a Piñera, según la CEP, va a terminar por entender lo anterior. Por ahora está lejos de hacerlo, porque a nuestra gente, incluso a la de derecha, le cuesta. Pero a la larga entiende. Ojalá antes del 19 de noviembre.

          Ayer mandé un twitter diciendo que si la derecha vota por el candidato de derecha, la izquierda se irá del poder en la primera vuelta. Ojalá lo recen como una jaculatoria (“oración breve dirigida al cielo con vivo movimiento de corazón”).


jueves, 26 de octubre de 2017

CEP Dixit


          ¿Es necesaria una elección presidencial, si el Centro de Estudios Públicos le ha comunicado al país que, según su encuesta, Sebastián Piñera ya está ungido Presidente de la República?

          Claro, hay algunos detalles por aclarar. Por ejemplo, José Antonio Kast, era conocido por el 63 % de los chilenos en la CEP de julio-agosto, cuando todavía ni siquiera se había inscrito, y ahora, tras dos meses recorriendo el país y participando en todos los foros televisivos, radiales y periodísticos y consagrándose como el más ovacionado en el Encuentro Nacional de la Empresa e interrumpido allí por los aplausos diecisiete veces en veinte minutos de discurso (“Reportajes” de “La Tercera”, 22.10.17); y también tras participar en la franja electoral televisiva, en la CEP de septiembre-octubre sólo es conocido por el 57 % de los chilenos. Es decir, en dos meses de campaña el seis por ciento de los chilenos se han olvidado de él y ya no lo conocen. Misterios de la ciencia estadística.

          En todos los atributos de los candidatos, según la CEP, Piñera triunfa ampliamente. Incluso como el “más honesto y confiable”: el 25 % de los chilenos dice que es Piñera, contra el 14 % Guillier y sólo el 3 % Kast. El así ungido exhibe el siguiente listado de antecedentes, que resumí en mi blog del 8 de octubre y ahora reproduzco:

En los ’70 y ’80 como ex-gerente el Banco de Talca estuvo 23 días procesado y prófugo por haber perdido varias veces el capital del banco y hecho préstamos a sociedades de papel, de algunas de las cuales él formaba parte, para comprar acciones del mismo banco; el ’89 sus trampas y atentados en mi contra, cuando competimos como candidatos a senadores en 1989, pueden leerse en mi autobiografía, en venta por una módica suma en este mismo blog; el ’93 fraguó otra conspiración contra la pre-candidata presidencial Evelyn Matthei, para “c…arla” y “dejarla como cabra chica” en un programa de televisión; ya había hecho sus gestiones como senador para comprar a Corfo acciones de LAN, mientras al mismo tiempo negociaba con Aylwin y conseguía apoyo de RN para las políticas de éste; se registraba su aparición en los diarios como presidente de una sociedad anónima siendo senador, lo que debió haberle acarreado (pero no le acarreó) el inmediato cese en su cargo parlamentario; estaba en plena negociación para vender tarjetas de crédito a los bancos, mientras era senador y presentaba una moción de ley para que los bancos (que se negaban a pagarle lo que él pedía) tuvieran que abonar intereses en las cuentas corrientes, moción que retiró cuando los bancos “entendieron”; también como senador gestionó ante Endesa España para conseguir venderle a un precio privilegiado sus acciones de las eléctricas, lo que le acarreó hasta críticas de Allamand; luego vino su actuación para conseguir con Kirchner la autorización para LAN  de operar en Argentina, por la cual sigue estando imputado por el delito de soborno ante el juez Canicoba Corral de Buenos Aires; en seguida vino su condena por la Superintendencia de Sociedades Anónimas, antes de ser elegido Presidente de la República, por comprar acciones de LAN con información privilegiada; y después se descubrió el uso por sus sociedades de facturas no reconocidas por SQM y otras empresas para obtener financiamiento electoral para su campaña, incluso usando parte de lo así recaudado para pagar a sus ejecutivos de otra empresa suya, Chilevisión; conocidas fueron sus presiones, ya como Presidente, para obligar a Julio Ponce a fusionar las sociedades Cascadas, lo que lo beneficiaría económicamente; después vino el engaño, como candidato en 2009, a los militares (r), prometiéndoles debido proceso y prescripción, para luego transformarse en su peor perseguidor a través de querellas ilegales, incluyendo la del general Orozco, hoy nonagenario y con demencia senil, a quien su subsecretario Ubilla persiguió judicialmente por “el delito” de haber salido a averiguar qué había sucedido en el exterior del regimiento Yungay en 1973, al oírse una descarga contra dos presos que huían; en seguida vino el engaño fenomenal a la opinión pública, a la cual aseguraba, bajo su gobierno, que su patrimonio lo administraba un “fideicomiso ciego”, en  circunstancias que estaba sacando al exterior 1.800 millones de dólares del patrimonio que tenía e invirtiendo los mismos a través de Fondos de Inversión Privados a nombre de su descendencia en paraísos fiscales de Panamá, Islas Vírgenes y Luxemburgo; simultáneamente se registraba su intervención subrepticia, siendo Presidente y a la vez controlador de Colo Colo, para remover a Mayne-Nicholls de la ANFP, pues éste quería repartir igualitariamente las ganancias del Canal de Fútbol entre todos los clubes, sin privilegiar a “los tres grandes”; y ahora está pendiente su condena por la Cámara (salvo que otra vez “dé vuelta” a la mayoría en su favor) por haber comprado acciones de la pesquera peruana Exalmar en pleno litigio marítimo con Chile, acusación ya aprobada en la comisión investigadora. La sala de la  Cámara debería votar en cualquier momento la condena de Piñera, salvo que otra vez dé vuelta a la mayoría DC-izquierdista mediante algún ofrecimiento que sólo podemos suponer (ya lo ha logrado tres veces antes).

Así se llega a ser el candidato “más honesto y confiable” elegido por la mayoría en la CEP. Pero hasta Artés se ha dado cuenta del contrasentido y en “Mucho Gusto” de Mega ha dicho sobre Piñera: “Siempre ha vivido de lo que es la ilegalidad… así que con él espero más de lo mismo, y peor” (“La Segunda”, 26.10.17).

Pero, CEP dixit, la mayoría opina todo lo contrario.

martes, 24 de octubre de 2017

Mal Candidato Apela al Miedo


          Ahora los escuderos de Piñera han salido a meter miedo al electorado. Es que, cuando un candidato es malo, hay que asustar a la gente para que vote por él, dando por sentado que de buen grado y atendiendo a los méritos comparativos de los postulantes no lo harían. Y, en realidad, ¿cómo se va a comparar a Kast, un tipo probo, de una sola línea y de derecha, con Piñera, cuyo oscuro prontuario resumí el 8 de octubre, que hiciera fortuna bajo el “Sí” y luego saltara al “No” y después al “Sí” de nuevo, tras regresar de la DC a la centroderecha de Büchi? Es capaz de recurrir al engaño con tal de captar votos. Recuérdense sus promesas de debido proceso y prescripción a los militares (r), tras lo cual, conseguidos sus votos, se convirtió en su peor verdugo. Y véase en estos mismos días su franja electoral, que usa a Aylwin, un político de centroizquierda, para cosechar votos DC, siendo Piñera candidato de centroderecha. Todo vale con tal de conseguir sufragios. (Es cierto que Aylwin y él se parecen mucho en que engañaron a los militares para utilizarlos, y les dieron “con el mocho del hacha" después).

La pretensión de asustar al electorado diciéndole que un voto por Kast favorece a Guillier es una confesión de que, si no mediara amenaza, la gente no votaría por Piñera, sino por Kast. Pero, además, el raciocinio es falso, porque el voto por Kast, justamente, lejos de favorecer a Guillier, lo puede eliminar de la carrera presidencial.

          Según la última encuesta Cadem (en la cual poco creo, porque a mi amigo Alonso N. lo llamaron de ahí para una encuesta y, cuando votó por José Antonio, le dijeron que “no era un voto permitido”, pues no estaba en la lista de la encuestadora, después de cuyo sondeo, obvio, Kast sacó cero por ciento), Piñera tiene 42 %, Guillier 21 %, Beatriz Sánchez 13 %, Carolina Goic y José Antonio Kast 5 % cada uno, ME-O 3 % y Navarro 1 %.

          Si uno convenciera a cuatro de cada diez piñeristas de votar por Kast, los candidatos de derecha y centroderecha obtendrían 25 % y 22 % de los votos, respectivamente, y sólo ellos pasarían a la segunda vuelta, pues quedarían eliminados de la carrera Guillier, Beatriz Sánchez, Goic, ME-O, Navarro y Artés.

          Es decir, es falso que votar por Kast favorece a Guillier. De hecho, votando por aquel se elimina a Guillier. El voto más útil de todos los que puede concebir un centroderechista es el que le pueda dar a Kast. En cambio, si no se lo da y sólo pasara Piñera a segunda vuelta, en ésta se reagruparían detrás de Guillier todas las fuerzas de centroizquierda e izquierda y tendrían posibilidades de ganar.

          Todavía peor, si después de la primera vuelta los jueces le aplicaran a Piñera las mismas normas que les han aplicado a Pizarro y Rossi por las facturas objetadas a SQM, Penta y otras empresas (en el caso de Piñera lo recaudado así fue más de diez veces mayor que lo obtenido por Pizarro o Rossi), el candidato de centroderecha formalizado, habiendo perdido su condición de ciudadano con derecho a sufragio en virtud de la formalización, ni siquiera podría participar en la segunda vuelta, por carecer de los requisitos constitucionales necesarios para ser Presidente de la República. Por el momento el encargado electoral de Piñera y ex gerente de Bancard y Bancorp, Santiago Valdés, está formalizado en las causas por recaudaciones irregulares, pero todo el mundo sabe que lo recaudado benefició al candidato Piñera y al empresario Piñera (pues buena parte se destinó a pagar a sus ejecutivos de Chilevisión). “Mandado no es culpado”, dice el refrán. Salvo, claro, que se trate de la justicia chilena.

          El voto capaz de garantizar antes y mejor que no habrá un nuevo gobierno de izquierda es el que se le dé a José Antonio Kast.

domingo, 22 de octubre de 2017

La Novelística de los Cerebros Lavados


          Toda corriente de opinión suscita una novelística, con excepción de la derecha chilena, cuya única novela conocida –y no alcanza para “novelística”-- es mía: “Está Temblando”. Tuvo dos ediciones y alcanzó a pasar dos semanas entre los “best-sellers” en 2005, antes de ser lanzada al tarro de la basura por los críticos. Recuerdo con precisión hasta qué capítulo alcanzó a leer el de “El Mercurio” antes de entregar su crítica a “Artes y Letras”, porque se notaba perfectamente en su comentario que, por falta de tiempo o lata, no alcanzó a terminar de leerla. Pero gracias por publicar algo. Él no era entonces el principal crítico del diario, pues en esos años lo era un sacerdote del Opus Dei. Éste no se habría rebajado a reseñar una novela de un dilettante como yo. Pero un numerario amigo me dijo que les había aconsejado no leerla. Le pregunté si porque la había considerado inmoral, pues tenía algunos pasajes pícaros, pero, después de averiguar un poco más, me explicó que el crítico la desaconsejaba simplemente por mala. Y yo me quedé con ese veredicto y la derecha sin novelística.

          Ahora hay un sector, el de los cerebros lavados, que está empezando a construir una. Me refiero a los y las, como se dice ahora, que cambiaron su juicio acerca del Gobierno Militar entre 1990 y hoy día. ¿Quiénes les han lavado el cerebro? Lo hicieron entre la DC, la izquierda, Aylwin y Piñera. El primer promotor del lavado fue Aylwin II con su obra magna, “Informe Rettig”, destinado a culpar a los militares y exculpar a los marxistas. Porque Aylwin I había sido el que llamó a los militares a echar a los marxistas y, en octubre de 1973, justificaba que mataran extremistas. Aylwin II fue el de 1990-91, que execró a los militares ante el país y el mundo y negó haber dicho lo que había dicho en 1973. Para su mala fortuna, tanto I como II quedaron registrados para perpetua memoria en YouTube en una sola grabación.

          Ahora me entero, a través de “El Mercurio”, de que una escritora llamada Ana María Ugarte toma el estandarte de la novelística de los cerebros lavados en su obra “Acerca de la Cosas Perdidas”. Una entrevista a la autora de Daniel Swimburn de hoy, domingo 22, en A11, lo explica todo, pues ella declara sobre su novela: “…también muestra un tema que se suele eludir: la realidad de aquellos que estaban cómodos con lo que a finales de los setenta nombrábamos como ‘gobierno militar’. Los mismos que con los años nos fuimos dando cuenta de lo que había ocurrido”.

          “Estaban cómodos”: Chile era un país pacificado y próspero después de la amenaza de guerra civil y ruina de la UP, y ese país crecía aceleradamente. Había derrotado al ejército paralelo del 73 y, según la propia estadística del Informe Rettig, los caídos en enfrentamientos contra el terrorismo eran sólo nueve en todo un año, en 1978. ¿Cuál era el estado de ánimo de la gente? Obvio: con toda razón “estaba cómoda”.

Este párrafo de una carta de 1977, de Eduardo Frei Montalva a su yerno Eugenio Ortega lo confirma: “Ayer (6 de marzo de 1977) fui al Estadio a ver el partido Chile-Perú. Nunca he visto un Estadio más repleto. A ese Estadio repleto y ya oscuro, porque había luz artificial, llegó Pinochet. Hubo un aplauso de todo el Estadio. No puedo asegurarle si las galerías se pusieron de pie, pero en la parte en que yo estaba, en las galerías colindantes a las marquesinas, en una de cuyas orillas estaba, vi que se ponían de pie. No hubo un solo chiflidito. Quedé muy impactado. A mí todo el mundo me saludó en forma especialmente cordial. Donde yo estaba había mucho pueblo, y la verdad es que cuando llegó Pinochet se pararon como movidos por un resorte y aplaudían a rabiar. Este es el Chile de hoy.” (Citado de “Augusto Pinochet: el Reconstructor de Chile” de Sánchez, Francisco y Schiappacasse, Mauricio, Maye, Santiago, 2010, y a su vez extraído de la biografía de Frei, de Cristián Gazmuri).

Al parecer, entonces, demasiados “estaban cómodos con el gobierno  militar”. ¿Qué les sucedió después de 1990? Que “se fueron dando cuenta”. Traduzco: a todos, pero todos, les lavaron los cerebros. Una hemorragia izquierdista de novelas, ensayos, relatos, películas y teleseries contaron el gran cuento de “las violaciones sistemáticas a los derechos humanos”. Tanto que Ana María Ugarte, superada por la marea propagandística, se pregunta: “¿Dónde estuve? Esa pregunta me la hice a finales de los noventa, luego de ver un Archivo en la Vicaría de la Solidaridad. No tenía respuesta. Esa falta de respuesta me impulsó a escribir el libro”.

          Claro, el Archivero de la Vicaría que formó ese archivo que ella leyó era un alto jefe comunista y del grupo terrorista FPMR, José Manuel Parada. Cosas de los santos curitas chilenos. La Vicaría se convirtió en los 80, de hecho, en un brazo logístico del FPMR: les procuraba defensa judicial gratuita a los guerrilleros y atención médica a los heridos en atentados. Gozaba de impunidad judicial, pues su jefe, el obispo Valech, no le quiso entregar al ministro en visita José Cánovas Robles, tras el asesinato a mansalva del carabinero Miguel Ángel Tobar, las fichas de atención pagadas por la Vicaría en la Clínica Chiloé, donde atendían a los guerrilleros heridos. Y esa obstrucción a la justicia quedó impune.

          Los cerebros lavados se tragaron todos los relatos del jefe comunista-FPMR y convertidos en la teleserie “Los Archivos del Cardenal”, y la audiencia cautiva se preguntó, entonces, después de 1990, “¿dónde estuve?” Yo les voy a decir dónde estuvieron: en un país pacífico, que combatía con éxito a los terroristas, crecía al siete por ciento al año y la gente vivía tranquila y sin temor a la delincuencia, a los asaltos y a los portonazos, viendo mejorar su nivel de vida y sin sombra de un conflicto mapuche en la Araucanía, donde imperaban la ley y el orden y la mayoría era partidaria del Gobierno Militar, según reveló el plebiscito de 1988.

          ¿Dónde estuvo Ana María Ugarte? En un excelente país en que la gente se “paraba como movida por un resorte” (Frei dixit) a aplaudir a Pinochet. Nada que ver, por cierto, con la versión inoculada a los cerebros lavados, donde “desaparecían miles de personas” no obstante que el Informe Rettig revela una verdad: entre 1978 y 1990 desaparecieron por enfrentamientos menos de dos personas al año, en un país en que cada año había cerca de diez mil denuncias de “presunta desgracia” (hoy son 40 mil y cerca de tres mil no son encontradas en el mismo año).

          En resumen, todo hace presumir que “Acerca de las Cosas Perdidas”, de Ana María Ugarte, nueva exponente de la novelística de los cerebros lavados, revela cómo se perdieron, al menos, dos de esas cosas: la verdad y la memoria.

viernes, 20 de octubre de 2017

Era Sólo un Militar (r)


          Antes del 11 de septiembre, en 1973, los civiles no-marxistas estaban furiosos con los militares porque no hacían nada, mientras Allende preparaba a su ejército paralelo para instalar acá otra Cuba. Los demócratas iban a lanzarles a los militares plumas de gallina a sus domicilios y a sus cuarteles. Frei Montalva los imprecaba: “¡Ustedes tienen las bayonetas y no las usan!”, como le confesó a la directiva de la SFF haberle espetado a un general (Acta Rivera).

En octubre de 1973, cuando todavía el miedo era cosa viva, Aylwin I se negaba a criticar a los militares “desde detrás de un escritorio” porque, decía, “ellos están recibiendo el fuego”. En ese fin de año 1973 hubo 1.800 muertos, el 56 % de los 3.197 registrados entre 1973 y 1990. El mismo 11 cayeron 30 uniformados bajo las balas extremistas (Informe del Ejército a la Comisión Rettig, que ésta ni siquiera leyó, pues había sido formada por Aylwin II en 1990 para complacer a los comunistas y condenar a los militares, no al ejército paralelo de la izquierda). 

A éste y sus descendientes hoy el erario les pasa unos 400 millones de dólares anuales para indemnizarlos por habérseles impedido liquidar a los altos mandos e instalar un régimen totalitario, mientras los uniformados que le hicieron caso al mismo Aylwin I en 1973 se pudren en la cárcel cada vez en mayor número. El principal cómplice activo de la prevaricación general en su contra, Sebastián Piñera, encabeza las encuestas de popularidad, porque la mayoría, con el cerebro convenientemente lavado por años de propaganda falsa, no sabe la verdad ni entiende nada.

          En un acto de prevaricato más, la ministra Marianela Santibáñez mandó detener al comandante (r) de la Fuerza Aérea Carlos Alberto Rey Cortés, de 71 años, por haber comandado una patrulla que en 1974 disparó contra un individuo que no respetó el toque de queda, dándole muerte. Esa muerte, por supuesto, estaba amnistiada desde 1978, prescrita desde 1979 y amparada por la cosa juzgada desde que un tribunal militar sobreseyó los hechos después de ocurridos.

         Pero el comandante (r) Rey Cortés sabía que en Chile, para él y sus camaradas, no existe el estado de derecho ni rigen las leyes, puesto que en el auto de procesamiento en su contra la ministra Marianela Cifuentes afirmaba que “existen presunciones fundadas en cuanto a la participación de Carlos Alberto Rey Cortés como autor del referido delito de homicidio”. No es verdad, como ella declaró a “El Mercurio”, que su auto de procesamiento “no implica necesariamente una condena”. Sí la implica, hoy en Chile. Por consiguiente, Rey Cortés sabía que, una vez preso, iba a continuar en esa calidad por constituir “un peligro para la seguridad de la sociedad” durante los años que durara el proceso y que, finalmente, iba a ser ilegalmente condenado a cinco años y un día y posiblemente diez años y un día si finalmente el proceso llegaba a la sala penal de la Corte Suprema donde los ministros Juica, Kunsemüller y Brito forman una sólida mayoría de izquierda y un previsible abogado integrante DC, redactor del fallo, lo iba a tratar en él de “delincuente” en sus considerandos. 

          Y todo eso después de haber consumido gran parte de sus ahorros pagando abogados defensores caros e inútiles, porque ninguno de los jueces rojos antes nombrados ni sus inferiores, como la ministra Cifuentes, hacen el menor caso de lo que dicen as leyes vigentes. 

         Entonces el comandante (r) Rey Cortés se pegó un balazo en la sien cuando iba a ser detenido por “la brigada de DD. HH. de la PDI”. Quiso evitarse y evitarle a su cónyuge y familia una década o más de ordalía judicial, de publicaciones injuriosas en los diarios, de que la ahíta Lorena Pizarro y sus funadores rojos lo fueran a insultar cada vez que acudiera engrillado a prestar declaración y de que, octogenario y enfermo, tuvieran que llevarlo también engrillado y con una casaquilla amarilla de reo a ser atendido al Hospital de la FACH en medio de la indiferencia de sus camaradas activos.

          Claro, el comandante (r) Rey Cortés sabía que a él le venía lo que ha sucedido en todos los casos que terminan donde Juica, Brito, Kunsemüller et al, como el de los cinco oficiales (r) del Cuartel Ancla II de Talcahuano, donde murió en 1973 el mirista entrenado en Cuba Rudy Cárcamo. Tres ex oficiales de la Armada, uno de Carabineros y otro de la PDI venían condenados a 541 días de presidio remitido desde primera instancia y la Corte de Apelaciones, pero en la Suprema se les subió a cinco años y un día efectivos (con voto de minoría de Juica por diez años y un día), fallo redactado por el abogado integrante DC Luis Bates y criticado en un artículo mío para la revista del Colegio de Abogados, cuya mayoría de “centroderecha” decidió  censurarlo y no publicarlo, y que yo entonces sí publiqué en este blog el 27 de marzo de 2015. ¿Y por qué llegó ese caso a la Sala Penal de izquierda de la Suprema? Porque la Oficina de Derechos Humanos del ministerio del Interior de Sebastián Piñera interpuso un recurso de casación contra la sentencia de 541 días remitidos, pidiendo elevarla a cinco años y un día efectivos, para que los ex oficiales no tuvieran posibilidad de cumplir su pena en libertad.

          Carlos Alberto Rey Cortés quiso evitarse y evitarles a su cónyuge y su familia todo eso, años de injusticias, ilegalidades, funas comunistas y versiones desdorosas en su contra en la prensa; referencias de Piñera a él como “violador de derechos humanos”, enormes gastos en defensa judicial y, sabiéndose carente de tales derechos, partiendo por el más básico de que a su respecto se aplicaran las leyes vigentes, puso fin a sus días.

          Era sólo un militar (r), así es que, al final, “nadie dijo nada, nadie dijo nada”.

martes, 17 de octubre de 2017

Ante Notario


          La gente importante nunca tiene que ir a una notaría, porque su abogado le hace el trámite y “le saca la firma” a su notario de confianza. Pero yo no soy importante y hace poco Impuestos Internos nos notificó a mi mujer y a mí que debíamos acompañar sendos mandatos a nuestra contadora y fotocopias legalizadas de nuestros carnets de identidad, todo certificado “ante notario”.

          Entonces fuimos a la notaría de Los Cobres de Vitacura. Cuando llegamos, ya se apiñaba una multitud ante la puerta. Entramos en medio de la apretura y pregunté en un mesón, donde me dijeron que podía elegir entre sacar número y hacer cola. Hicimos ambas cosas: sacamos el número 95, cuando iban atendiendo al 44; y nos pusimos en la cola, donde había unas ocho personas delante de  nosotros, pero pululaban otras, varias extranjeras, que preguntaban “cómo se hacía” y, me pareció, algunas con vocación de “colarse”.

Había un solo funcionario atendiendo, el cual desaparecía cada cierto rato con los papeles de dos o tres que habían cumplido el trámite, marchándose para sacar la firma al notario. Volvía después de un cuarto de hora. El ambiente de la muchedumbre era de desconcierto y resignación, porque la gente veía que, según los números, le faltaban 50 para ser atendidos y, según la cola, ocho o diez personas antes, más los que “se colaran”. Como mínimo teníamos para dos horas.

Allí parado me empecé a indignar. La gente en Chile es muy resignada. La tratan como a un rebaño y soporta. Yo pensaba que alguien –no yo, por supuesto-- debería subirse al mesón y gritar a voz en cuello que eso no se podía aguantar, que por qué el notario, que cobra $2.500 por firma, no pone a más funcionarios a atender; que todo el público aglomerado en la puerta, afuera y en los pasillos, tiene que alzarse contra ese estado cosas y romper un vidrio o algo (incendiar la notaría no, por favor, eso es cosa de waichafes).

Nada de lo cual hice, por supuesto, sino que nos limitamos a mascullar en voz baja con mi mujer contra el sistema, el Estado y la demás gente, que no hacía nada.

Un feligrés que estaba en la fila delante de mí se volvió y me preguntó: “¿Cómo se arregla esto?”. “Con más competencia”, le respondí. “Si hubiera muchas notarías le aseguro que se esmerarían por atenderlo bien a uno”.

Tras media hora en medio del tumulto de indignados-pero-resignados saqué la cuenta de que me quedaban dos horas como mínimo de espera y le dije a mi mujer: “Vámonos a una notaría de El Golf, donde hay que esperar menos, y sentados y organizados”.

          Bajamos hasta El Golf y la espera era, en efecto, mucho más civilizada: sentados en asientos de cuero y con una pantalla indicadora de los números llamados y del módulo en que uno sería atendido. Fue como pasar de África a Europa.

No llevábamos más de un cuarto de hora cuando el notario, que es mi amigo, me vio y nos hizo pasar.

          “Tienes que escribir que esto no es culpa de que haya pocos notarios”, me dijo, sino de las AFP, los bancos y las instituciones del Estado, que para todo exigen firmas ‘ante notario’, lo que mantiene llenos los locales de gente que espera horas”.

          Cumplo con hacerlo: ¿por qué la burocracia privada y pública no se conforma con un mandato simple, si la falsificación de firma es un delito castigado severamente? Si no se trata de transferencia de bienes, sino sólo de autorización para hacer un trámite o cosas tan banales como ésa, bastaría con un poder simple. Y la fotocopia del carnet de identidad debería bastar, pues no hay necesidad de que un notario certifique que es idéntica al original.

          Los poderosos no saben de estas cosas porque sus abogados les van a sacar la firma y luego un notario amigo certifica que lo hizo ante él. Pero los ciudadanos de a pie carecemos de abogados paltones y tenemos derecho a no ser vejados, a que no se nos envíe sistemáticamente a la selva de las aglomeraciones y esperas eternas porque a un burócrata cómodo se le ocurre.

          Ahí está la raíz del problema y mi amigo notario, que ofrece la mejor sala de espera, tiene toda la razón, de modo que me complazco en cumplir su encargo y transmitir “urbi et orbi” que se ponga término a la exigencia funcionaria de que todo, y hasta las cosas más baladíes, sea “firmado ante notario”.

domingo, 15 de octubre de 2017

¿Qué Hace la Derecha con su Plata?


          Lo que le da la gana, naturalmente. Pero no puedo estar más en desacuerdo con su aporte electoral: en “El Mercurio” del sábado 14.10.17 se informa sobre sus donaciones a candidatos presidenciales a través del Servicio Electoral. Allí aparecen $1.709 millones para Sebastián Piñera versus menos de $74 millones para José Antonio Kast. En otra publicación se da cuenta de las distinguidas familias, otrora partidarias del “Sí” a Pinochet, que han hecho los mayores aportes al candidato denostador del Gobierno Militar (en 2009 lo declaró “el peor de la historia”), que no es de derecha y que se irguió, bajo el gobierno que encabezó, en el peor perseguidor de los militares que dominaron al terrorismo marxista a partir de 1973 (con mil de las mil 300 querellas en contra de ellos).

          De las nóminas de aportes se desprende que muchos bendecidos por la fortuna han apostado a “lado y lado”, porque Guillier aparece recibiendo apetitosos $1.103 millones y hasta la Beatriz Sánchez se eleva por sobre los $503 millones.

          ¿Por qué la derecha no quiere financiar al ÚNICO candidato de derecha? Esto no sólo es ideológicamente inexplicable, sino pragmáticamente absurdo, porque en la primera vuelta se presentará una ocasión irrepetible de dejar fuera del Gobierno a las izquierdas, que van divididas en seis candidaturas, mientras del centro a la derecha van sólo dos.

          Aparte del “voto duro” con que puede contar José Antonio Kast, de gente que sigue siendo defensora del legado del Gobierno Militar, está el claro compromiso con él de la “familia militar”, que, si tiene alguna lealtad con los presos políticos uniformados (r), debería votar unánimemente Kast; y, asimismo, está el voto valórico de los evangélicos en su favor, anunciado expresa y sorpresivamente por uno de sus principales pastores el viernes pasado en el programa de Checho Hirane, ante el desagrado de éste.

          La posibilidad de excluir a la Nueva Mayoría en la primera vuelta es excelente y lo menos que podrían hacer los que fueron partidarios del Gobierno Militar y se beneficiaron de sus políticas sería apoyar al segundo candidato del centro a la derecha, además de Piñera, que puede superar a cada uno de los seis de la Nueva Mayoría. Le aportarían así lo poco que le falta para sumar un poco más de veinte por ciento de votos, con lo que superaría a todos los aspirantes que se disputan los votos del centro hacia la izquierda.

          Lamentablemente la derecha no es leal con su mejor gente. La semana pasada vi cómo dos medios de dicho sector, al cual pertenecen sus respectivos propietarios, se sumaban a la campaña de “asesinato moral” contra Loreto Letelier, la candidata UDI que dijo la verdad sobre el caso “Quemados”, en el sentido de que habían sido víctimas de un accidente que provocó el incendio de los artefactos explosivos y el combustible que portaban. Sin embargo, vi en “Teletrece”, del canal de Andrónico Luksic (que figuró aportando $29 millones a Piñera) afirmar que había sido un “tribunal militar” el que en 1986 sostuvo dicha tesis. Y “La Tercera”, de otro empresario de derecha, Álvaro Saieh, dijo el 14.10.17 en pág. 18, refiriéndose a Loreto Letelier, que “su propio partido (tomó)  distancia de ella, (pues) al parecer nadie le explicó que su creencia se basaba en un fallo de la justicia militar”.

          Falso, pues se trató de un fallo del ministro civil de la Corte de Apelaciones de Santiago, Alberto Echavarría Lorca, designado como ministro en visita, que atribuyó a un tropezón accidental el volcamiento de una botella altamente explosiva y a los movimientos de Carmen Gloria Quintana el derrame de un bidón de bencina cuyo contenido, al inflamarse, la quemó  a ella y a su acompañante Rodrigo Rojas.

          Esa sentencia civil, dictada con fecha 24 de agosto de 1986 en el proceso rol 1609-86, es la verdad judicial vigente en Chile, que dos medios de derecha intentan inexplicable e infundadamente desvirtuar como emanada de un tribunal militar.

          Si la derecha dejara de perseguir, a través de sus medios, a una candidata de derecha que ha dicho la verdad y utilizara sus recursos monetarios para favorecer al único candidato de derecha, la causa de la verdad estaría mejor servida en Chile y sería posible concretar en la primera vuelta presidencial el triunfo de José Antonio Kast sobre todos y cada uno de los seis candidatos de izquierda. Esto último evitaría que otro izquierdista pase a una segunda vuelta donde, reagrupados todos de nuevo tras una sola figura, tendrían alta probabilidad (basta sumar, para apreciarlo, sus porcentajes en las encuestas) de seguir malconduciendo los destinos del país por otros cuatro años.

jueves, 12 de octubre de 2017

"Va, Pensiero..."

          Hay un Gran Sobornador, millones de sobornables y muchos sobornados, a los más visibles de los cuales tengo perfectamente ubicados. Pero, aquí como en todas partes, hay algo que no se puede sobornar: el pensamiento. Por eso los judíos cautivos de Nabucodonosor en Babilonia, hace 2.600 años, sabían que, si bien no podían escapar a la libertad, sus pensamientos sí eran libres y los enviaban fuera de su prisión a volar hacia su tierra añorada, dando lugar al aria de ópera que yo juzgo la más bella de todas, el “Va, Pensiero…” (“Vuela, Pensamiento…”) de Nabucco, de Giuseppe Verdi.

          Acá un reciente pensamiento no sobornado vuela libre sobre la realidad política chilena y ha remecido al “establishment”, hasta ahora convencido de que es preciso “comerse el sapo” (léase Piñera) para librarse del socialismo revolucionario (léase Bachelet 2.0 y sus aspirantes a sucesores).

          Pues ha aparecido un candidato, José Antonio Kast, que expone los siguientes axiomas:

1) Es mejor, más fácil y más seguro derrotar a la revolución socialista en la primera vuelta presidencial que en la segunda, porque en aquélla va dividida en seis candidaturas y en ésta se presentará unida.

          2) Del centro hacia la derecha hay dos candidaturas; del centro hacia la izquierda hay seis. Si las votaciones se distribuyeran igualitariamente, sin discusión pasarían a segunda vuelta las candidaturas de centroderecha y se evitaría todo peligro de triunfo de la revolución socialista en la segunda vuelta.

          3) Como, según todas las encuestas, Piñera tiene la más alta votación, si parte de quienes van a votar por él lo hicieran por José Antonio Kast, es muy probable que ambos obtuvieran más sufragios que cualquiera de los candidatos del centro hacia la izquierda.

          Por eso yo he escrito en el insobornable semanario “Estrategia”, donde mantengo una columna semanal, lo siguiente:

“¿Quién Aconseja a Luksic?
          “El otro día “La Segunda” publicó las donaciones a las campañas y me dejó en vergüenza. Andrónico Luksic aparecía dando $29 millones a Piñera. El presidente de la Bolsa, que dice que si no sale Piñera habrá un “colapso bursátil”, apareció dándole $13 millones. Y yo aparecí donando apenas cien mil pesos a mi candidato, Kast. ¡Qué vergüenza!
          “Pero la plata mejor invertida es la mía, porque ayudando a Kast en vez de a Piñera hay más posibilidades de evitar otro gobierno de izquierda que castigue a la economía. En efecto, si pasan a segunda vuelta Piñera y Guillier, se van a unir tras este último los otros cinco candidatos hostiles a las empresas y así tendrá buenas posibilidades de ganar en dicha segunda vuelta. En cambio, en la primera ellos van divididos entre seis candidaturas y bastaría que Kast sacara veinte por ciento o poco más para que él y Piñera pasaran a segunda vuelta, erradicando el mismo 19 de noviembre el peligro de otro gobierno hostil a la inversión, al crecimiento… y a la Bolsa.
          “Nadie duda de que Piñera pasará a segunda vuelta. Luego, el esfuerzo debe hacerse para que también pase Kast, el único candidato de derecha. No hay plata mejor invertida que la dedicada a ayudarlo a él en la campaña. Es la única manera de erradicar el peligro izquierdista en la primera vuelta, sin esperar a que la izquierda se una en la segunda.
          “¿Quién aconseja a Luksic dar $29 millones a Piñera, a quien le sobra la plata (pero es cierto que es avaro y prefiere que otros se la den), y también le sobran votos, en vez de a Kast? ¿El mismo que le aconsejó comprar el banco en España? Y el presidente de la Bolsa ¿no se ha dado cuenta de que la manera mejor y más rápida de evitar un colapso bursátil es que Kast y Piñera pasen a segunda vuelta? ¿Por qué entonces no redireccionó sus $13 millones al primero, puesto que el segundo tiene asegurado su paso y, además, tiene plata de sobra?
          “Algo anda mal en la planificación estratégica del gran capital. Y yo, por mi parte, voy a mejorar mis aportes a Kast para no quedar en vergüenza otra vez.”

          Este pensamiento libre, imposible de sobornar, ha puesto al “establishment” a hacer algo que casi nunca hace, salvo cuando estudia cómo ganar más dinero: pensar por su cuenta. Y como el Gran Sobornador no ha podido todavía comprar el pensamiento, éste se propaga. Él quisiera, como siempre, “quedarse con todas las bolitas”, pero cada vez más gente se da cuenta de que, para erradicar a la revolución socialista y su retroexcavadora cuanto antes, lo mejor es apoyar a Kast en primera vuelta, privando a Piñera de algunas bolitas y llevándolo a competir con Kast y no con el candidato de la revolución socialista en la segunda vuelta, cuando la izquierda va a estar reagrupada tras una sola bandera roja y va a tener buenas posibilidades de ganar.

          “Va, Pensiero”. Vuela, pensamiento no sobornado. En más de un mes de esforzada meditación, de aquí al 19 de noviembre, hasta una mayoría de chilenos podría llegar a entender.

domingo, 8 de octubre de 2017

Voto Moral y Útil


          El otro día estuve en una de esas plateas de las clínicas privadas esperando atención y cuando fui llamado al módulo 2 se pararon varias personas y fueron a felicitarme por decir la verdad en televisión. La funcionaria del módulo 2 protestó porque no podía atenderme. Es que días antes, olvidando la prohibición de Piñera y del Gobierno de invitarme a foros y debates televisivos (supongo que me consideran un personaje peligroso y subversivo que puede salir con la verdad en cualquier momento, lo que no conviene al uno ni al otro) “El Informante” de TVN me convidó a participar en un segmento en que se abordó el “caso Quemados” y tuve tiempo para contar la verdad de ese episodio que, por cierto, la opinión pública desconoce. Porque el piñerismo y la Concertación le han lavado el cerebro a la gente y han consagrado como verdad la versión falsa y condenatoria del Gobierno Militar. Pero éste tiene un “voto duro” silente que conoce la verdad histórica, celebra cuando la oye y me impide desplazarme por lugares públicos sin ser felicitado al menos dos veces en cada trayecto, con sólo deshonrosas excepciones, como la del individuo que, sin  el menor respeto por la verdad, me gritó días atrás al cruzarse conmigo: “¡Por Dios que estás viejo, Hermógenes!”

          Como defensor de la verdad histórica soy partidario, por supuesto, de José Antonio Kast, pero no pocas personas me dicen que, también prefiriéndolo, van a votar por Sebastián Piñera para derrotar a la izquierda, pues creen que su voto será así más “útil”. Pero yo suelo replicarles, cuando tienen tiempo, que el voto de ellos por Kast no sólo será más útil para ese fin que buscan, sino, además, moralmente más sólido.

          Tras decirles eso les hago, cuando me dejan, una síntesis de la negra hoja de vida de Piñera, que incluye su desastroso cometido en los ’70 y ’80 como gerente el Banco de Talca, gestión que le valió estar 23 días procesado y prófugo de la justicia por haber perdido cinco veces el capital del banco al haber hecho préstamos a sociedades de papel, de algunas de las cuales él formaba parte, para comprar acciones del propio banco; sus trampas y atentados en mi contra cuando competimos como candidatos a senadores en 1989, que pueden leerse en mi autobiografía, en venta por una módica suma en este mismo blog; su otra conspiración posterior contra su competidora, la pre-candidata presidencial Evelyn Matthei, para “c…arla” y “dejarla como cabra chica” en un programa de televisión; sus gestiones como senador para comprar a Corfo acciones de LAN, mientras al mismo tiempo negociaba con el gobierno de Aylwin y conseguía apoyo de RN para las políticas de éste; su aparición en los diarios como presidente de una sociedad anónima siendo senador, lo que debió haberle acarreado (pero no le acarreó) el inmediato cese en su cargo parlamentario; su negociación para vender tarjetas de crédito a los bancos, mientras era senador y presentaba una moción de ley para que los bancos (que se negaban a pagarle lo que él pedía) tuvieran que pagar intereses en las cuentas corrientes, moción que retiró cuando los bancos “entendieron”; su impresentable gestión ante Endesa España para conseguir venderle a un precio privilegiado sus acciones de las eléctricas; su actuación para conseguir con Kirchner la autorización para LAN  de operar en Argentina, por la cual sigue estando imputado por el delito de soborno ante el juez Canicoba Corral de Buenos Aires; su condena por la Superintendencia de Sociedades Anónimas, antes de ser elegido Presidente de la República, por comprar acciones de LAN con información privilegiada; el uso por sus sociedades de facturas falsas para obtener financiamiento electoral para su campaña de varias empresas (incluso usando parte de lo así recaudado para pagar a sus ejecutivos de otra empresa suya); sus presiones, ya como Presidente, para obligar a Julio Ponce a fusionar las sociedades Cascadas, lo que lo beneficiaría económicamente; el engaño, como candidato en 2009, a los militares, prometiéndoles debido proceso y prescripción, sólo para, una vez elegido, transformarse en su peor perseguidor a través de querellas ilegales, que son mil de las mil trescientas presentadas, incluyendo la del general Orozco, hoy nonagenario y con demencia senil, a quien el subsecretario Ubilla de Piñera persiguió judicialmente por “el delito” de haber salido a averiguar qué había sucedido en el exterior del regimiento Yungay en 1973, al oírse una descarga contra dos presos que huían; el engaño fenomenal a la opinión pública, a la cual aseguraba, bajo su gobierno, que su patrimonio lo administraba un “fideicomiso ciego”, en  circunstancias que estaba sacando al exterior 1.800 millones de dólares del patrimonio que tenía e invirtiendo los mismos en paraísos fiscales de Panamá, Islas Vírgenes y Luxemburgo; su intervención subrepticia, siendo Presidente y a la vez controlador de Colo Colo, para remover a Mayne-Nicholls como presidente de la ANFP, quien quería repartir igualitariamente las ganancias del Canal de Fútbol entre todos los clubes, sin privilegiar a “los tres grandes”; y su inminente condena por la Cámara (salvo que otra vez “dé vuelta” a la mayoría en su favor) por haber comprado acciones de la pesquera peruana Exalmar en pleno litigio marítimo de Perú con Chile.

          Si la gente vota por ese prontuario, allá ella. Si el “Señor Probidad” aparece formando parte de su comando, allá él. Pero quienquiera se mire al espejo cada día, convencido de ver la imagen de una persona honesta, que lleva a cabo acciones honestas y dueña de un voto moral, no tiene dónde perderse para saber que, entre Piñera y Kast, debe optar por el segundo.

          Y así votará, además, de la manera más “útil”. Porque nadie duda de que Piñera pasará a segunda vuelta: todas las encuestas lo aseguran. Es decir, le sobran votos para eso. Luego, uno más para él es, esencialmente, un “voto inútil”. En cambio, si más votos se desplazan en favor de Kast, ambos, Piñera y él, pasarán a segunda vuelta, pues los candidatos de centroizquierda e izquierda son seis y eso asegura una gran división de su contingente electoral y que ninguno pase del 15 %. Luego, bastaría un 10 % de votantes de Piñera que lo hicieran por Kast para GARANTIZAR que no habrá otro dañino gobierno de izquierda.

          ¿Qué voto puede ser más útil que el que garantice eso? En cambio, hacerlo por Piñera sólo asegura que un izquierdista, Guillier o Sánchez, pase a segunda vuelta y, ya terminada la dispersión en ese sector, tenga grandes posibilidades de vencer y continuar con un gobierno tan perjudicial como el actual.

jueves, 5 de octubre de 2017

La Fuerza de la Razón


          Es pintoresco que Piñera critique a Bachelet por ceder ante la huelga de hambre terrorista en el sur, poniendo al  borde de la renuncia a su subsecretario Aleuy (partidario de una mayor firmeza), cuando él hizo exactamente lo mismo en su gobierno, modificando y suavizando la ley antiterrorista para poner término a una huelga de hambre de entonces. Justamente coincidió eso con el agravamiento de los crímenes en el sur, que culminó en el asesinato mediante incendio, bajo el gobierno del mismo Piñera, del matrimonio Luchsinger-MacKay.

          Hoy se ha publicado otro antecedente demostrativo más de las consecuencias de las concesiones que hizo Piñera a la delincuencia: “El Mercurio” (05.10.17, p. C 6) ha publicado que en diciembre de 2010, al comienzo de la administración Piñera, el indicador de robos o intentos de robo era de 33 % de hogares víctimas, mientras hacia el final de su gobierno, en diciembre de 2013, había subido a 40,2 %. La actitud populista de tener contemplaciones con la delincuencia, para ganar apoyo en la izquierda y remontar en las encuestas, redundó en el aumento de los robos.

          La propaganda piñerista insiste en que su régimen “creó muchos empleos”. Lo primero no fue verdad, porque no los creó él, sino que aprovechó el impulso fiscal y monetario sin precedentes de Andrés Velasco en 2009 (aumento del gasto fiscal en un inédito 16,5% y de la inversión pública en un también inédito 25,1%) que permitieron crear 500 mil empleos en 2010. Después de beneficiarse de ese envión, Piñera endeudó al Estado (50% de aumento de la deuda pública como porcentaje del PIB), pese a beneficiarse en 2011 de un  precio del cobre de cuatro dólares por libra; y también redujo la inversión pública en su último año de gobierno e hizo caer al país en el ránking de competitividad mundial durante su mandato.

          Por suerte la fuerza de la razón ha ido comprobando que si los votos hacia la mitad derecha del espectro se dividen más igualitariamente entre Kast y Piñera, es decir, si más gente vota por Kast, ambos pasarán a la segunda vuelta, asegurando que ninguno de los candidatos de izquierda lo logre, pues su mitad del espectro electoral estará dividida entre seis. Es obvio que una mitad dividida por dos arroja votaciones mayores que todas las de la otra, dividida por seis.

Por tanto, existe una clara posibilidad de que Kast y Piñera pasen a la segunda vuelta, asegurando que no se renueve en el gobierno el fracasado programa socialista que hoy rechaza una mayoría del país, según todas las encuestas.


Y, también, así una mayoría podría informarse mejor, durante la eventual campaña para la segunda vuelta, de cuál es el candidato más honesto, más preparado para defender las libertades de los chilenos y más resuelto a enfrentar con energía el problema de la delincuencia y el terrorismo, que es el que más preocupa a la ciudadanía hoy.

lunes, 2 de octubre de 2017

La Verdad No Tiene Su Hora


          Eduardo Frei Montalva acertó con el título de su libro “La Verdad Tiene Su Hora”, donde se mostró como un político “nuevo”, lo que le granjeó gran prestigio a mediados de los años ’50. Pero era un libro vago, ni capitalista ni socialista, buscando un consenso, como en el punto de que si hubiera en la región un “gran arquitecto político” los estados desunidos de América Latina podrían parecerse más a los Estados Unidos de América Anglosajona y con la tenue sugerencia de que ese gran arquitecto podría ser él.

          Logró cinco ediciones en un año y Frei quedó posicionado como candidato seguro del centro y la derecha para la elección de 1958, sobre todo que su partido, la Falange Nacional, nombre que había tomado del partido fascista español en los años ’30, se lo cambió convenientemente a Partido Demócrata Cristiano, el mismo de las colectividades europeas occidentales que habían derrotado al nazi-fascismo, vencían a la izquierda y prosperaban bajo economías sociales de mercado. Pero Frei falló en que no quiso pedir el apoyo del Partido Conservador, por ser muy de derecha, y éste levantó la figura de Jorge Alessandri, un candidato que sí era de derecha pero de éxito electoral aparentemente muy improbable, no obstante lo cual terminó ganando la elección de ese año sobre Salvador Allende, dejando a Frei relegado al tercer lugar.

          Fue como si este año ganara Kast, segundo fuera Guillier y tercero Piñera.

          El país de entonces tenía en común con el de ahora que en ninguno de ellos la verdad tuvo ni tiene “su hora”. En Chile reina desde hace años una Gran Mentira Oficial, que se ha hecho más patente que nunca en estos días con la actualización del “caso quemados”. Estos, Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas de Negri, lo fueron en 1986 a raíz de que explotó accidentalmente una botella altamente combustible que ambos llevaban para perpetrar atentados en la vía pública e impedir la circulación de la locomoción colectiva en un día de “protesta” opositora contra el Gobierno Militar.

Un prestigiado ministro de la Corte de Apelaciones, Alberto Echavarría Lorca, conoció del caso como “ministro en visita” y dictaminó, el 23 de julio de 1986:

          “a) Que Rodrigo Rojas de Negri y Carmen Quintana Arancibia fueron detenidos, el día 8 de este mes, por una patrulla militar que aseguraba el libre tránsito de vehículos, reteniéndolos transitoriamente en el lugar de su aprehensión, uno al lado de la otra y muy próximos a elementos de fácil combustión, combustión que se produjo debido a un movimiento de la joven y la caída y rotura del envase de uno de esos elementos, causando quemaduras graves a los dos y originando posteriormente la muerte del primero”.

          En la causa hubo finalmente sentencia condenatoria del capitán que comandaba la patrulla, pero sólo por el cuasidelito o negligencia de no haber entregado a carabineros a los detenidos o no haberlos llevado a un hospital, y no por haberlos quemado, pues se comprobó que la pareja llevaba botellas altamente explosivas y un bidón de bencina que se volcó y que un militar resultó quemado al apagarles las llamas. Éste sí fue atendido en la enfermería de su regimiento.

          En el reciente foro presidencial un solo candidato, José Antonio Kast, dijo la verdad en el sentido de que no había ningún condenado por la justicia por haber quemado a la pareja. Piñera, en cambio, inculpó a los militares. El senador Espina, parte de su comando, ha hecho lo mismo en posterior programa de televisión.

          Un ministro sumariante de izquierda, Mario Carroza, ha reabierto ilegalmente el proceso –en el cual ya hubo cosa juzgada— a raíz de que dos conscriptos de la patrulla cambiaron en 2015 su versión de 1986 (bajo los incentivos que es de suponer y a raíz de que el Gobierno había traído al país de vuelta a Carmen Gloria Quintana, actual agregada cultural en Canadá, para reafirmar que “fue quemada”). Pero otros nueve conscriptos no han cambiado su versión de que el incendio fue accidental, aunque uno de ellos –Leonardo Riquelme Alarcón-- ha tenido el coraje de reconocer que fue él quien volcó accidentalmente la botella explosiva al tropezar con la misma en 1986. Han perdido sus trabajos a raíz del proceso, sus familias pasan penurias y han pagado las fianzas para su libertad provisional gracias a colectas entre particulares. Son chilenos modestos que, junto a oficiales inocentes, son víctimas de una persecución político-judicial por mantenerse diciendo la verdad y no someterse a la mentira oficial, lo cual les habría atraído tranquilidad y beneficios económicos. Esos nueve ex conscriptos, y particularmente Riquelme, hacen renacer la esperanza en nuestro pueblo.

          Pero en Chile la verdad de este caso, sostenida única y valerosamente, entre todos los candidatos presidenciales, sólo por José Antonio Kast, no ha tenido su hora ni parece que la vaya a tener, avasallada por la mentira oficial ampliamente publicitada y la complicidad de los demás candidatos y, en particular, de Piñera y su gente.