Supongamos que el 27 de febrero a las 3.34 de la madrugada hubiera imperado en Chile el sentido común. A esa hora NOAA, oficina norteamericana encargada de detectar alarmas sísmicas en tierra y mar, envió una alerta de tsunami en el Océdano Pacífico, debido a que sus instrumentos registraron un sismo de grado superior a 8 en la escala de Richter. El SHOA de la Armada chilena recibió esa notificación y la retransmitió a ONEMI.
Mi familia y yo, chilenos corrientes, estábamos en una casa a la orilla del mar. Pasado el terremoto, no sabíamos nada de lo anterior, ningún teléfono funcionaba y una sola radio chilena se captaba allí, pero sólo transmitía música pregrabada. Sí se podía captar una radio de Mendoza y ésta informaba que todas las comunicaciones con Chile estaban cortadas. Salimos a mirar el mar y vimos que se había recogido. Nos subimos a nuestros autos y nos alejamos de la costa, junto con cientos de otros vehículos que hacían lo mismo y ascendían por el camino. Todos terminamos estacionados en la carretera. Comunicaciones esporádicas por celular nos daban a conocer la situación de otros familiares en distintos puntos del país. La misma radio chilena seguía transmitiendo música pregrabada. En ese aislamiento, reitero, no sabíamos nada de NOAA, SHOA u ONEMI, y sólo teníamos el auxilio del sentido común, que nos recomendaba alejarnos del mar. Estuvimos alejados hasta después de las siete de la mañana, cuando aclaró y volvimos a nuestra casa en la playa. El mar se había salido, pero poco, llegando sólo hasta el antejardín.
¿Por qué debían ir las más altas autoridades a ONEMI? Sólo porque ahí iban a acudir los medios, y estamos en tiempos en que lo más importante no es la sustancia de las cosas sino la imagen pública. El sentido común indicaba que debía darse a conocer al país lo que NOAA había comunicado a SHOA y éste a ONEMI: que había peligro de tsunami. La Armada, que tiene autoridad sobre el litoral y sobre la isla Juan Fernández, debió transmitir esa alerta a todas partes. ¿Por qué no lo hizo? Peor aún, ¿por qué se anuló la alerta de tsunami, en circunstancias de que el sentido común impulsaba a todos los chilenos a alejarse de la costa, salvo que, justamente, una autoridad les dijera que no había peligro, como se les dijo implícitamente al levantar la alerta? ¿De qué sirvió que tantas autoridades estuvieran en la ONEMI? Ni siquiera sirvió para restablecer el sentido común. Se actuó en sentido contrario. ¿Por qué? Fue "la cosa chilena".
El 11 de marzo, día del cambio de mando, hubo una fuerte réplica a la hora del mismo. Entonces se alertó a toda la población en el sentido de que había peligro de tsunami. Pero las propias autoridades que lanzaron esa alerta, llevando a muchos miles de personas a alejarse de la costa hacia los cerros, angustiadas y a toda prisa, no hicieron nada de eso respecto de las más altas autoridades del país y dignatarios extranjeros, que estaban en el edificio del Congreso, a pocos metros de la costa. El pueblo huía hacia las alturas, obligado por las fuerzas policiales, pero las autoridades permanecían en el plan, como si supieran que la orden de ponerse a salvo no tenía fundamento. Y no lo tenía, porque la intensidad de la réplica no justificaba la alarma de maremoto.
En fin, otra cosa incomprensible y contraria al sentido común fue la realizada años antes, supuestamente por motivos políticos, en el sentido de privar de todo papel en las emergencias a las Fuerzas Armadas, que, se supone, son las mejor dotadas para actuar y movilizarse precisamente en las emergencias. Esa decisión del gobierno de Ricardo Lagos tuvo graves consecuencias en el último sismo, como bien sabemos.
La "cosa chilena" es algo inexplicable, que lleva a nuestra nacionalidad a incurrir en graves errores, observando conductas absurdas que contradicen el sentido común. Así como nadie puede explicar por qué generalizadamente en Chile, y sólo en Chile, se escribe "v/s" en lugar de "vs", que es la abreviatura correcta utilizada en todo el mundo, nadie puede explicar por qué, habiéndose dado una alerta de tsunami por una entidad de prestigio mundial, como NOAA, acá se haya anulado al poco rato la misma alerta, con grave peligro para gran cantidad de gente que, seguramente inducida por ese tranquilizador alzamiento a no tomar resguardos ante el peligro, expuso su vida y, en cientos de casos, la perdió.
Hay algo inexplicable en el carácter nacional que reiteradamente lleva a contradecir el sentido común, y ello se puso de manifiesto una vez más el 27 de febrero pasado.
domingo, 16 de mayo de 2010
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don hpa yo vivo en antofagasta, pero me hubiese gustado mas una alerta preventiva que anular una alerta correcta, se que una preventiva puede quitar fuerza a una real, pero una real que no es avisada quita mas fuerza. pienso que el gobierno o el que tomo la accion de quitar a alarma actuo mal y se le deveria llevar a juicio(aunque una persona se ubiese podido salvar es algo bueno)
ResponderEliminarToda la razón.
ResponderEliminarSaludos