Alguna investigación seria en los arcanos del esoterismo tal vez pueda explicar por qué Osvaldo Andrade, recién electo presidente del PS y nuevo epígono de la extrema izquierda socialista, aludido por mí ayer como una amenaza de revolucionarismo retrógrado, aparece hoy en una columna de "El Mercurio" ofreciendo exactamente las pruebas que yo necesitaba acerca de su completo y peligroso desvarío económico-social.
El nudo de la novedosa doctrina andradiana es el siguiente: la encuesta CASEN 2009 muestra que el 70 por ciento de los pobres tiene contrato de trabajo. Ergo, el problema está en que esos contratos de trabajo garantizan muy bajos sueldos, de modo que la solución está en aumentar más el salario mínimo y las remuneraciones de los trabajadores, para así combatir la pobreza.
El único peligro que puede derivar para Andrade de su tesis, aparte del que le representa el discrepar de mis opiniones, es que alguien todavía más socialista y dirigista que él proponga un salario mínimo de un millón de pesos mensuales, lo que, de acuerdo a su raciocinio, haría desaparecer la pobreza en Chile y nos convertiría en el país con los trabajadores mejor pagados del hemisferio y, tal vez, del mundo.
Por supuesto, el sofisma de Andrade deriva de que, si el 70 por ciento de los pobres tiene contrato de trabajo, como él dice (en realidad, es el 69 por ciento) eso significa que el 30 por ciento está desempleado (en realidad es el 31 por ciento). Entre los no pobres el desempleo es mucho menor (en promedio, del 8 por ciento) y entre los más ricos es de 2 por ciento, es decir hay sobreempleo o escasez de trabajadores. Lo que sucede es que la pobreza está inextricablemente ligada al desempleo, y no al nivel del sueldo.
De hecho, podría extremarse el ¿argumento? de Andrade revelando que el 49 por ciento de los indigentes tiene contrato de trabajo, de modo que subiéndoles los sueldos por ley se conseguiría sacarlos de la indigencia. Absurdo. Lo que necesitan es más empleo.
El problema, tanto de la pobreza como de la indigencia, está en que demasiadas personas de esos niveles no encuentran trabajo y por eso tienen tasas de cesantía entre cuatro y seis veces más altas que el promedio. Si en una familia pobre de tres personas en edad de trabajar dos tienen empleos de 175 mil pesos, el ingreso familiar será de 350 mil pesos; y si la familia es de seis personas, todos en ella caerán bajo el nivel de pobreza. Supongamos que el salario mìnimo bajara a 150 mil pesos, y que a raíz de eso el tercer miembro en edad de trabajar encontrara empleo. En ese caso la familia tendría un ingreso de 450 mil pesos y sus seis miembros uno superior al definido como nivel de pobreza. Es decir, la familia dejaría de ser pobre haciendo todo lo contrario de lo que recomienda Andrade. En cambio, si se hiciera lo que él recomienda, subir más el salario mínimo, a lo mejor la cesantía de ese sector aumentaría, un solo miembro tendría trabajo y serían todavía más pobres.
Por eso el socialismo perpetúa y, a veces, aumenta la pobreza (aparte de que también lo hace por otras razones, como las de que derrocha los recursos en planes alocados como el Transantiago o el de los ferrocarriles o por la excesiva burocratizaciòn del Estado, para pagar a las clientelas electorales).
La idea expuesta por Andrade es, típicamente, de esas que los franceses llaman "fausses idées claires", "falsas ideas claras". Suelen servir para ganar encuestas y hasta elecciones, pero a la larga son desastrosas para el bienestar de los pobres en particular y de los paìses en general, como lo prueban la situación del "estado de bienestar" europeo actual o, en el caso extremo, el derrumbe del comunismo hace 21 años.
Muchos socialistas, por eso, se han renovado y han revisado sus posturas. La "Nueva Izquierda" del PS todavía no lo ha logrado, como lo prueba Andrade en su artículo de hoy. Pero ganó la elección en su partido.
El caso de Michelle Bachelet, que pertenece a esa misma ala extrema, merece párrafo aparte, porque como Presidenta marginó a Andrade de toda posibilidad de llevar la voz cantante y se inclinó por la ortodoxia liberal de Andrés Velasco, al cual debe el no pequeño logro de haber terminado su gobierno de una manera razonable y no en medio del desastre que habría significado, especialmente para los pobres, el haber llevado a la práctica las ideas del sector partidista que encabeza Andrade y al que ella pertenece.
miércoles, 28 de julio de 2010
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Andrade sigue la corriente comunista de todos los tiempos, 2+2 = 22...
ResponderEliminarEs un discurso "silogista" extremo...
Mis reflexiones, producto de Ufff....ya hartos años, me están llevando a la conclusión que el socialista se forma, o mejor dicho, se captura a sí mismo, cuando se juntan una doctrina utópica rígida con una mente que procesa información al margen de la realidad, a modo de coraza infranqueablede contra la objetividad, ahí su caracter irrevesible.
ResponderEliminarIncluso sospecho de una condición genéticamente predisponenente, pues se instal una vez y paara siempre....¿O conoce alguien un socialista que reconozca, realmente de corazón, que estaba equivocado?....la verdad que en mis titantos, no tengo semejante experiencia.
Así que, tal como el tabaco, el alcohol, las drogas y otras "beldades" por el estilo, el socialismo también deberíamos catalogarlo como una falla en el caracter, en el fenotipo de quien lo padece.
El minitro Andrade es el mejor exponente y calza a la perfección a la anterior definición.
La verdad que no quise hablar de tara mental, pero algo muy cercano a esto.
De acuerdo... si existe el "GEN DEL MAL"
ResponderEliminarEL Profesor Vallejo Nájera pudo definir
ResponderEliminarcientíficamente a los revolucionarios sociales como "esquizoides místicos
políticos que... propenden, en cierto modo congénitamente, a trastocar el
orden social".