III. DE AYLWIN I A AYLWIN II
En 1991, en discurso al país.
entre lágrimas, Aylwin llamó a aceptar y asumir el contenido de un Informe
Rettig que había encargado un año antes a la “Comisión Nacional de Verdad y
Reconciliación”, que no resultó ser ni de lo uno ni de lo otro. “De Verdad” no
fue, por los numerosos desmentidos sufridos por su Informe; y “de
Reconciliación” menos, porque, después de publicado aquél, se acentuó el odio
contra los militares y contra el sector político que los había apoyado más de
16 años antes en la tarea de salvar a Chile de convertirse en otra dictadura comunista.
El nuevo “relato” impuesto por Aylwin II transformó a los victimarios en víctimas y a quienes los vencieron en la breve lucha armada, ¡a pedido suyo!, en 1973, en “victimarios”.
A los marxistas leninistas,
partidarios de hacerse del poder por las armas, a quienes él mismo temía y denunciaba
cuando estaba muerto de miedo, los transformó en “demócratas perseguidos por
sus ideas”.
El peligro de 1973 ya había
pasado y él temía ahora a la violencia de los comunistas en 1990 y tenía que
aplacarlos. La mejor manera de hacerlo era persiguiendo a los militares que los
habían derrotado 17 años antes.
Lo peor fue que esa voltereta se impuso en 1990 en todo el país, pues la hicieron suya dócilmente la élite política civil que había apoyado al Gobierno Militar, su prensa dominante y el resto de los medios de mayor circulación o audiencia.
El Informe Rettig fue entonces
consagrado como “verdad oficial”.
La “Comisión Nacional de
Verdad y Reconciliación”, constituido su “grupo de trabajo” por una masa de
abogados opositores al Gobierno Militar y en general de izquierda, se dedicó a describir
la lucha contra la guerrilla como una “persecución contra quienes pensaban
distinto”, disimulando el armamentismo revolucionario de la izquierda, como
veremos. Y el gobernante se había convertido de Aylwin I, que acudía a los
militares para que derrotaran a los comunistas, en Aylwin II, que acudía a los
comunistas para condenar a los militares.
IV. PAPEL DE LA CENTRODERECHA
¿Y qué hacía la centroderecha,
antes partidaria del Gobierno Militar? Lo que siempre ha hecho en las
encrucijadas nacionales: tener miedo. Temía “que, cuando se vayan los milicos,
nos cuelguen de los faroles”, como nos decía un prohombre del sector, circa 1985,
en una reunión del “Grupo Portada”, muy partidario del Gobierno Militar.
Y esa centroderecha, transferido
en 1990 el poder a los civiles, agradecían a los más extremos, los comunistas, no
haberlos “colgado de los faroles” como “colaboracionistas”- Se puso mayoritariamente
a disposición del gobierno entrante para traicionar a los militares.
Los comunistas no los “colgaron de
los faroles” pero sí partieron asesinando en 1991 al más auténtico político de
la derecha a secas, el senador Jaime Guzmán, exasesor de Pinochet. De modo que
el centroderechista temeroso del ’85 no andaba tan descaminado.
Y la misma centroderecha pasó
a admirar a Aylwin II por haber aplacado a la extrema izquierda. Los minoritarios representantes suyos en la Comisión Rettig estaban dispuestos a firmar, en el
desarrollo del trabajo de la misma, todo lo que la masa de abogados de
izquierda les pusieran por delante.
V. LA INCOMPRENDIDA TAREA DE DERROTAR A LA
GUERRILLA
Pero la verdad era distinta a
la que afirmaba Aylwin II, en su discurso tras recibir el Informe Rettig. Lo más
“sistemático” del Gobierno Militar había sido hacer respetar los derechos de
las personas. Justamente ese propósito lo establecía su Declaración de
Principios, publicada en marzo de 1974.
Y su política sistemática en
los hechos fue siempre ésa. Lo prueban los documentos presentados más adelante,
constituidos por órdenes del presidente de la Junta, general Augusto Pinochet,
a todas las unidades del país.
Esa orden fue impartida por
Pinochet mismo y expresamente también, como se dijo más arriba, a los servicios
de inteligencia.
Pero, es verdad, hubo quienes
no la obedecieron.
La tarea de conciliar el
respeto a los derechos humanos con el restablecimiento del orden se
dificultaba, porque la cifra de los efectivos del ejército guerrillero -–después
confirmada por Carlos Altamirano en el libro-entrevista de Patricia Politzer--
era de diez mil, sólo contando a los chilenos. (5)
Más numeroso aún era el
contingente foráneo. Pues la OEA, cuyos representantes sesionaron en Santiago
poco después del 11 de septiembre de 1973, estimaron la cifra de extranjeros
revolucionarios ingresados a Chile en doce a quince mil. (6)
Más adelante se reproducen las
instrucciones del presidente de la Junta ordenando un trato considerado a las
personas detenidas. Y en una de ellas se estipula que debía darse cuenta de
cada detención al Ministerio del Interior, con precisión de los lugares de arresto.
Y con expresa mención de que estas normas deberían ser respetadas también por
los servicios de inteligencia de las distintas ramas.
Otra cosa es que, por
desgracia, hubiera quienes incumplieron esas órdenes. Casos en que, a espaldas
del gobierno, se cometieron abusos, delitos y hasta crímenes contrarios a las disposiciones
dictadas por el gobierno.
Este libro reproduce las directivas recibidas por el Cuerpo de Carabineros, pero las mismas habían sido enviadas a todas las unidades de las demás instituciones armadas y de orden.
VI. “ANTIGUO EJÉRCITO” Y “NUEVO EJÉRCITO”
La sociedad chilena,
lamentablemente, creyó el engaño que Aylwin II había hecho suyo. Incluso algunos
de los comandantes en jefe del Ejército posteriores a Pinochet lo “compraron.”
Al extremo de que uno, de este “Nuevo Ejército” post Pinochet, “arrepentido” de
todo lo que su institución había hecho para salvar a Chile del comunismo, hizo
públicamente un mea culpa inverosímil, ganándose aplausos de la DC (que
se había “arrepentido” antes) y de la extrema izquierda:
“El Ejército de Chile tomó la
dura pero irreversible decisión de asumir las responsabilidades que como
institución le caben en todos los hechos punibles y moralmente inaceptables del
pasado”. (7)
“¡TODOS!” No había delito ni
inmoralidad de que no hubiera sido responsable el Ejército.
Bueno, ésa era precisamente la
tesis de la extrema izquierda y de la Comisión Rettig. Así culminó la rendición
incondicional de un Ejército que se proclamaba y proclama, pese a ella,
“siempre vencedor y jamás vencido”. Es que era el “Nuevo Ejército”.
VII. BÚSQUEDA DE UN DERECHISTA
Aylwin II había sondeado, para
mejorar la imagen de la Comisión que iba a crucificar a los militares, a respetados
partidarios civiles del gobierno anterior que quisieran sumarse a su propia defección,
pero su primera opción, el exsenador Francisco Bulnes Sanfuentes, rechazó de
plano el ofrecimiento.
Asimismo, el distinguido
abogado y expresidente de Renovación Nacional, Ricardo Rivadeneira, tampoco
aceptó participar.
Entonces Aylwin II sondeó a Gonzalo
Vial Correa, abogado e historiador de derecha, ex ministro de Educación de
Pinochet y tan afín al régimen de éste que había confesado públicamente haber
sido uno de los autores del “Libro Blanco” (8).
Pero después había sido
despedido por Pinochet del cargo ministerial, con cajas destempladas (por perseguir
a los masones, olvidando que Pinochet había sido masón, pese a haberse
convertido posteriormente en católico de comunión frecuente.)
Y Vial Correa aceptó sumarse a
la voltereta.
Así es que un prohombre de la
derecha cohonestaba el lavado general de cerebros, la venganza contra los
militares y la absolución primero y victimización después de la extrema
izquierda terrorista, oficialmente consagrada como “víctima de atropellos graves
y sistemáticos a los derechos humanos”. De los cuales, por supuesto, el
comunismo habría hecho tabula rasa si hubiera conseguido el poder, como
en la URSS, Cuba, Alemania Oriental y demás países donde había logrado
conquistarlo.
Hubo todo un proceso de
acondicionamiento publicitario colectivo, para provocar una amnesia general que
permitiera condenar sin remordimientos a los uniformados salvadores de la
democracia chilena.
Tal vez viró por miedo,
Justificado miedo, a quienes han muerto a más de cien millones de personas con
su acción de gobierno en el siglo XX. (9)
Fue así como, con lágrimas en
los ojos, Aylwin II llamó al país entero a aceptar y asumir el contenido del
Informe Rettig: “Es la sociedad chilena la que está en deuda con las víctimas
de las violaciones de los derechos humanos”, dijo por cadena nacional. (10)
Suprema ironía: según Aylwin II la sociedad chilena estaba en deuda con los extremistas que quisieron instaurar el comunismo por las armas en Chile y no con los militares que la habían salvado, a expresa petición de, entre otros, Aylwin I.
VIII.
ELECCIÓN DE UN BLANCO PREFERENTE
La figura central elegida por
Aylwin II y el comunismo para personificar todos los males, fue la del expresidente,
general Augusto Pinochet.
Los más gruesos libros de la
literatura de izquierda chilena y mundial contra la Revolución Militar Chilena
1973-1990 también han concentrado sus fuegos en la figura de Pinochet.
“Pinochet: Biografía Militar y
Política", de Mario Amorós, antes citado, confiesa candorosamente en su
contratapa: “En la actualidad, cuando una ola reaccionaria recorre el planeta y
diferentes voces en distintos países reivindican a Pinochet, esta biografía
resulta más urgente que nunca”.
Otro libro adverso, “Yo Augusto”,
del argentino Ernesto Ekaizer, es no menos voluminoso e injurioso. Lo editó la
española Aguilar en 2003 (11).
La centroderecha chilena, en
pánico y “arrepentida” ante la amenaza de ser “colgada de los faroles” tras la
entrega del poder por los militares, estuvo representada en la tarea de
denigración por “Pinochet: La Biografía” del historiador nacional Gonzalo Vial,
en dos tomos, (12).
Muy injusta, en el sentido de
achacar “los crímenes” al biografiado, en circunstancias que en cada caso que
lo afectó la justicia comprobó y sentenció que no había sido autor ni cómplice
ni había tenido advertencia previa de que se iban a cometer. Así lo resolvió la
Corte Suprema de 8 de agosto de 2000, en el único juicio que se le siguió.
Todo esto fue ilegal, como
todas las acciones judiciales contra exmilitares, que están amnistiadas y
prescritas y la mayoría son por hechos en que no participaron. Pero fue
pintoresco, dentro de la falta de seriedad del país entregado al servicio del
interés marxista por Aylwin II. Todo era político, no jurídico. Yo escribí un
libro jurídico sobre el juicio a Pinochet, “La Verdad del Juicio a Pinochet”.
(13).
Empleo el término “pintoresco”
porque todo el mundo sabía que el juicio era ilegal y que Pinochet era ajeno a
lo sucedido a la Comitiva de Arellano. Tanto era así que un biógrafo hostil a
Pinochet, como lo era Gonzalo Vial Correa, escribió lo siguiente en su
biografía del expresidente:
“Hermógenes Pérez de Arce
publicó un lúcido y provocador análisis jurídico de las irregularidades legales y
procesales cometidas (afirmaba) en el juicio Pinochet. Nadie recogió el guante.
No era el derecho el tema fundamental que se disputaba.” (14).
Nadie nunca lo ha refutado y
una vez Arturo Fontaine Aldunate escribió un artículo en La Segunda
haciendo ver que nadie había contradicho lo que yo señalaba en dicho libro.
Tampoco, después de eso, nadie “recogió el guante”.
Pero el capítulo final de la
obra de Vial es, a la vez, y esto hay que decirlo, el mayor panegírico que se
conozca del cometido gubernamental del régimen militar. Parece un capítulo de
otro libro.
Notas:
(5)
(5) Patricia Politzer: “Altamirano”,
Editorial Melquíades, Buenos Aires, 1983.
(6) (6) La Segunda,13 de julio de
1990, p. 26.
(7) (7) El Mercurio, 10 de diciembre
de 2004.
(8) (8) La Tercera, 24 de marzo de 2002. Se refería al “Libro Blanco del Cambio de Gobierno en Chile”, Lord Cochrane, Santiago, 1974.
(9) (9) Stephane Courtois y otros: "Libro Negreo del Comunismo", Planeta, España, 1997.
(4) (10) Aylwin, Patricio: "Discursos Escogidos 1990-1992", Santiago, Andrés Bello, 1992.
(1 (11) Ekaizer, Ernesto "Yo Augusto", Aguilar, Madrid 2003.
El (12) Vial, Gonzalo: “Pinochet: La Biografía”, El Mercurio Aguilar, Santiago, 2002.
(3)(13) Pérez de Arce, Hermógenes: “La Verdad del Juicio a Pinochet”, El Roble, Santiago, 2001.
(9) (14) Vial, Gonzalo, op. cit, p.693. (Continuará).
Puedo preguntarle algo, Sr. Hermógenes?
ResponderEliminarEn qué página se encuentra la cantidad de 10.000 guerrilleros en el libro de Patricia Pulitzer? He revisado y había unos 1.500 según él.
Según Luis Corvalán había 10.000 obreros en frupos para combate. Eso en el libro la política militar del partido comunista, pero otro.
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EliminarAnónimo26 de noviembre de 2025 a las 17:24=Apangado.
EliminarMadds19831: En la pág. 33 está la contabiiidad, en general vaga. Pero si uno suma, llega a unos diez mil hombres en armas. En su entrevista póstuma con Regis Debray Allende le confesó que armarlos había sido "una carrera contra el tiempo".
ResponderEliminarMuchas gracias, Don Hermógenes, lo encontré. Habla de 1000-1500 miembros armados del partido socialista y habla que había muchos más del mir, más del partido comunista, miembros parecidos en el mapu y en la izquierda cristiana. Al ojo podría ser, 1500 ps, 3000 mir, 2000 pc, 1500 mapu, 1500 izquierda cristiana, 9500 en total. Real.
Eliminar¿No es la entrevista publicada en 1973?, he intentado acceder a ella en español o francés pero no puedo, alguna forma en que pueda acceder a esa entrevista.
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ResponderEliminarAnónimo26 de noviembre de 2025 a las 17:13=Apangado.
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ResponderEliminarAnónimo29 de noviembre de 2025 a las 10:20= Apangado
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