Es muy difícil sorprender a un político diciendo la verdad. Por eso en todas las encuestas ellos y sus partidos aparecen como el sector peor calificado.
Y como no dicen la verdad, los acuerdos a que llegan entre ellos no son serios. Tienen por objeto "proteger su imagen", en la confianza de que la gente no sabe o no entiende el fondo de los temas.
El caso de la reforma previsional es exactamente así y han presentado a la ciudadanía un proyecto que no es serio, porque no aborda el problema fundamental y que mejor explica la insuficiencia de las pensiones, aparte del de las "lagunas previsionales sin cotizar". Es el de la edad de jubilación.
Cuando se creó el sistema, a principios de los 80, el promedio de vida en Chile era de 63 años. Basados en ese dato los legisladores y el presidente de la época diseñaron un régimen en que, si las personas cotizaban regularmente, podían jubilar a los 60 años las mujeres y a los 65 los hombres, recibiendo como pensión un 70 % del sueldo en actividad. Y las personas que jubilaron en esos años y habían cotizado siempre, recibieron el 70 % de su sueldo en actividad. Además lo sé porque soy uno de ellos.
Por supuesto que si las personas no cotizan no pueden tener una pensión igual a la de los que sí cotizan. Pero el DL 3.500 contemplaba una pensión básica solidaria garantizada para todos. El "pilar solidario" existió desde un principio. Lo que se hizo después fue reajustarlo.
Pero ahora las personas viven en promedio 80 años y para el cálculo de su pensión el capital acumulado se divide por más años, de modo que la jubilación resulta más baja.
Ningún proyecto ni acuerdo serio puede omitir la evidencia de que es preciso aumentar la edad de jubilación.
La entrevista televisiva más vista en Chile, que se recuerde, es la que dio José Piñera, padre del sistema previsional, donde explicó cosas como la anterior. Pero la entrevista se hizo famosa por razones secundarias, por una supuesta prepotencia de Piñera con su entrevistador y en particular por la metáfora del Mercedes Benz que empleó el primero, al decir que el sistema era como un buen auto, pero que si no le echaban bencina no andaba.
El modelo chileno está catalogado internacionalmente como uno de los diez mejores del mundo, probablemente porque la rentabilidad de sus fondos, que es de lo que se trata, ha sido muy alta (hace años se hablaba de un 8 % real anual). La consecuencia ha sido que, por cada peso que han cotizado los trabajadores, en su cuenta hay otros dos más. Es decir, dos de cada tres pesos los deben al éxito de la administración privada.
Señores políticos: díganle la verdad a la gente. Consulten a un técnico para saber cuál debe ser la edad de jubilación hoy para tener una buena pensión. Y como las mujeres viven más, deberían jubilar a mayor edad que los hombres.
Claro, nadie se atreve a decírselo ni a los varones ni menos a ellas.
Pero ningún proyecto de reforma que no contenga un aumento de la edad de jubilación, mayor para las mujeres que para los hombres, será realmente serio.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarLo ocurrido con la negociación entre el Partido Comunista y la derechita cobarde, demuestra nítidamente dos cosas:
ResponderEliminar1.- El PC está empecinado en destruir el sistema,
2.- La derechita cobarde no mira el bien del país, sino las próximas elecciones.
Nada puede mejorar de verdad y definitivamente las pensiones si no:
1.- Se iguala para hombres y mujeres la edad de jubilar. ¿No alegan igualdad?
No se justifica. Actualmente los hombres y mujeres trabajan lo mismo.
2.-. Se sube la edad para jubilar, al menos, a los 67 años.
2.- Se sube la cotización en al menos 5%; íntegramente a la cuenta personal.
Lo demás es solo ideología.
¿Y cómo se mejora a los actuales pensionados? Con fondos provenientes de impuestos.
Bastaría con eliminar todos los programas mal evaluados; los miles de empleados públicos (simpatizantes), que son una tremenda carga; Castigar real y severamente la corrupción. Toda, de todos los sectores (Municipalidades, Ministerios, embajadas, fundaciones truchas y el amiguismo y nepotismo, que tiene al país podrido.