Fue pintoresco que no se conmemorara este año la firma del Tratado de Paz y Amistad con Argentina. Sólo un par de buques menores de las respectivas Armadas, con funcionarios de escaso rango, hicieron un encuentro simbólico en medio del Canal Beagle.
Tienen razón los argentinos en no querer recordarlo, porque lo que hicieron en 1978 es de lo más vergonzoso que puede haber en la historia de un país. Terminaron protagonizando un ridículo histórico que, por supuesto, su actual presidente conoce y no quiere por ningún motivo recordar.
Ante un fallo arbitral al cual Argentina y Chile habían concurrido voluntariamente y cuyo cumplimiento quedaba entregado "al honor de las altas partes contratantes", simplemente lo desconocieron, declarándolo por sí y ante sí "insanablemente nulo".
Pero lo peor no fue eso. Fue que amenazaron no sólo tomarse por la fuerza las tres principales islas que el fallo había declarado chilenas, sino ¡invadir Chile entero por las armas! ¡Y prepararon la invasión!
Con una teatralidad de la cual sólo son capaces los argentinos, convulsionaron a todo su territorio durante un año, oscureciendo las ciudades ante imaginarios bombardeos nocturnos chilenos y hasta llegando a embarcar desde el norte al sur miles y miles de ataúdes. Sus altos mandos hacía declaraciones de un lirismo rimbombante. Uno dijo que iba a estar a mediodía en el palacio de La Moneda y en la tarde bebiendo un aperitivo en Viña del Mar. Flotas de aviones argentinos en las madrugadas volaban hasta la frontera como si fueran a cruzarla. Por supuesto, las fuerzas armadas chilenas "cayeron" sólo la primera vez y movilizaron a nuestra fuerza aérea rápidamente, pero después nunca más.
Por contraste de personalidad y carácter, en Chile el gobierno se preocupó de no crear ningún clima bélico y por eso la ciudadanía se sorprendía de que nunca hubiera "apagones" como los de allá en ninguna ciudad ni nadie mandara miles de ataúdes a ninguna parte.
Pero yo era director de un vespertino y estaba muy preocupado por la movilización bélica transandina. Tenía hijos en condición de ser llamados a las filas. Y supe que el gobierno estaba preparándose para lo peor: que intentaran invadir Chile.
El sábado 22 de diciembre de 1978 se iniciaba la invasión, pues la flota argentina, encabezada por su portaaviones 25 de mayo, se dirigía al Beagle. Mi diario debía salir a mediodía y cuando estaba reflexionando sobre el titular principal, que no podía referirse sino a la guerra, recibí el llamado de un marino anónimo del Ministerio de Defensa, que escuetamente me dijo que la Armada argentina había "virado en redondo" y puesto proa al norte. No habría invasión.
Me arriesgué y titulé con eso. Nunca nadie dijo ni supo por qué los argentinos volvieron grupas y se marcharon. Hasta que no hace mucho vi y oí en Tik Tok a un marino retirado que iba en el portaaviones por el Canal Beagle el 22 de diciembre de 1978 y relataba que habían visto enfrentárseles 27 botes de goma chilenos, uno de los cuales les había exhibido un torpedo listo para ser lanzado al portaaviones. Añadía que uno solo, apuntado a cierto punto específico, podía hundirlo en medio del Beagle. Y que, en vista de eso, la cohorte de naves había decidido virar en 180º y volver al norte a sus puertos de origen. Por eso no hubo guerra.
El arma secreta chilena, el letrero "Vencer o Morir", dictado por el ejemplo de Arturo Prat, que exhibe bajo su puente todo buque de guerra, nos sirvió para impedir una guerra.
"La Segunda" se lució ese día porque fue el primer diario en el mundo que anunció el fin de la invasión..