CAPÍTULO
IX
1981:
Pinochet Presidente elegido
El
mandatario en La Moneda
A un cuarto para
las ocho de la mañana y en el segundo día de su ejercicio como Presidente
constitucional elegido en el plebiscito del 11 de septiembre de 1980, ingresó
el general Augusto Pinochet al Palacio de La Moneda, mientras la guardia de
Carabineros le rendía los honores de reglamento, que desde entonces se
mantienen inalterados hasta hoy en 2018.
Recorre
la sede de gobierno cuidadosamente refaccionada y modernizada, acompañado del
Jefe de la Casa Militar, coronel Jorge Ballerino, y de su edecán naval,
comandante Jorge Arancibia, que en ese momento seguramente no podía siguiera
imaginar que un día iba a ser elegido senador por votación popular.
Visita
al Presidente esa mañana el general César Raúl Benavides, designado
Vicecomandante en Jefe del Ejército y que en tal condición ha pasado a ser
miembro de la Junta de Gobierno y a presidir la IV Comisión Legislativa
(Ejército) de la misma.
En
el ala norte del palacio trabajan el Presidente y su señora, esta última en sus
funciones oficiales de Primera Dama; la Casa Militar, que comanda el coronel
Jorge Ballerino; y el Estado Mayor Presidencial, que encabeza el general
Santiago Sinclair. Éste absorbe al antiguo Comité
Asesor y a la comisión Nacional para la Reforma Administrativa, que
estuviera encargada del proceso regionalizador, al mando del general Julio
Canessa.
Todos
estos organismos pasarán, a partir de 1983, a constituir el Ministerio
Secretaría General de la Presidencia, cuyo titular será el general Santiago
Sinclair.
El
general Sergio Covarrubias, quien estuviera a la cabeza del Estado Mayor
Presidencial, había sido destinado a encabezar la IV División de Ejército en
Punta Arenas.
Aprecia
el historiador Gonzalo Vial que la lista de civiles que gozan verdaderamente de
la confianza de Pinochet “es brevísima: Sergio Fernández, Alfonso Márquez de la
Plata, Hernán Felipe Errázuriz, Mónica Madariaga –hasta la ruptura entre ambos,
el año 1985--; Sergio Rillon (asesor respecto de variados temas, especialmente
los de Iglesia); Julio Philippi (para el conflicto limítrofe); y desde 1984
Francisco Javier Cuadra… y nadie más” (1).
El
ministerio del Interior ocupará dependencias en la misma ala norte y la
Cancillería quedará instalada en el ala sur de la Moneda.
Año
de grandes desafíos
Ese 1981 se inicia
bajo indicadores auspiciosos en lo económico, lo político y lo social. El
crecimiento de la economía viene siendo fuerte por quinto año consecutivo, las
finanzas públicas están saneadas, la inflación viene en declinación, la
inversión aumentó y representará en el ejercicio un 19,2 por ciento del PIB,
augurando futuros crecimientos aún mayores.
Los
recursos externos ingresan al país caudalosamente y se contabilizará más de
cuatro mil millones de dólares al final del ejercicio.
Pero
desde el exterior se ciernen nubes de tormenta que empiezan a empeorar el clima
de confianza en el mundo y también dentro de Chile.
Se
añade un síntoma alarmante interno: el anuncio a la prensa el 4 de mayo de que
una de las empresas tenidas por más sólidas y prósperas del país, la Compañía
de Refinería de Azúcar de Viña del Mar, CRAV, solicitará a los ministerios de
Economía y Trabajo autorización para poner término a sus actividades. Anuncia
que la rebaja de aranceles, que forma parte de la política de apertura al
exterior de la economía chilena, se ha traducido en pérdidas considerables para
el principal negocio de la compañía, la refinación de azúcar de caña. No
detalla que una arriesgada especulación con futuros del azúcar le ha generado
cuantiosas pérdidas.
Esta
situación afecta a todo el grupo de empresas que encabeza el accionista
principal de CRAV, Jorge Ross Ossa, dueño de un supermercado, una compañía de
seguros, plantas de azúcar de remolacha, una administradora de fondos mutuos y
otros negocios menores (2).
Es
una “situación aislada”, se dice, pero el prestigio de CRAV y de Jorge Ross era
tan acrisolado que algunas personas comienzan a preguntarse si en otros grupos
tan sólidos como ése no habrá debajo un iceberg de inestabilidad.
Creación
de las AFP
Pero
en el Día del Trabajo del 1° de mayo el ministro del ramo, José Piñera, hace un
anuncio muy importante: la creación del Sistema de Administradoras de Fondos
Previsionales.
Uno
de los “hoyos negros” de la economía chilena ha sido por décadas el sistema
previsional de reparto, ostensiblemente “quebrado” desde años atrás y que se
financia básicamente con emisión de dinero, hasta que llegó la disciplina
fiscal y monetaria de los últimos años.
Pero
es un hecho que ese “sistema de reparto” vigente en la previsión social (las
cotizaciones de los activos financian las pensiones de los pasivos) ha
significado que quienes “reparten” (los gobernantes, legisladores y políticos)
“se llevan la mejor parte”. Y la peor se la lleva la inmensa mayoría: los
empleados y los obreros. Estos últimos, que cotizan en el Servicio de Seguro
Social, tienen las peores pensiones de todas y si no completan un número mínimo
de años no sólo no reciben una pensión al tener edad de jubilar, sino que
pierden lo que se les haya descontado de sus sueldos como imposiciones para
jubilación.
Del
otro lado están los que tienen mayor poder de presión y “santos en la corte”.
Ejemplo: un trabajador corriente necesita 35 años de cotizaciones para jubilar,
pero un parlamentario puede hacerlo con sólo 15.
Los
que tienen información o influencia pueden conseguir préstamos muy ventajosos de
la “cajas de previsión” para comprar, por ejemplo, una vivienda
o incluso un fundo: pagaderos en dividendos en pesos nominales cuando las
inflaciones llegan en algunos años al 70 %. Resultado: se devuelve menos de lo
que se recibe.
Las
“cajas de previsión” construyen edificios de departamentos de lujo que las
personas más influyentes habitan, pagando arriendo bajos.
Así
se desfinancia el sistema. ¿Y quién suple el déficit? El fisco, que, como no
tiene el dinero, lo imprime…
El
nuevo sistema previsional creado por la Revolución Militar se basa en el ahorro individual del trabajador que, bien
invertido, deberá ser suficiente para proveerlo de una pensión equivalente al
70 % de su sueldo en actividad, cuando llegue a la edad de jubilar.
Entretanto,
sus fondos previsionales, invertidos en la producción, se sumarán a la
inversión creadora de riqueza del país, permitiendo que éste crezca a un ritmo
más alto.
Además,
en adelante nadie perderá sus fondos de jubilación. Por reducidos que sean los
que alguien haya acumulado, la administradora respectiva deberá pagarle una
pensión acorde con su monto, cuando llegue a la edad de retiro. Es un gran
avance, pero será motivo de crítica al sistema en el siglo XXI, porque muchos
trabajadores con enormes “lagunas previsionales” de años en que no hayan
trabajado ni cotizado tendrán pensiones menores y eso incidirá en bajar el
promedio que paga el sistema y permitirá que sus críticos digan que concede
“malas pensiones”.
Nerviosismo
de las expectativas
Pero
este nuevo sistema previsional será una de las razones que explicarán por qué
Chile, bajo el Gobierno Militar, pasó de estar a la zaga de las naciones
subdesarrolladas a ser la de mayor ingreso por habitante de América Latina.
Pero
las señales de nerviosismo desatadas por la quiebra de CRAV en 1981 obligan a
las autoridades a poner atención y tranquilizar a la gente.
Informa
el ministro de Hacienda, Sergio de Castro, en su Exposición sobre el Estado de la Hacienda Pública de julio, que el
tipo de cambio fijo le ha dado a la economía chilena gran estabilidad, no
obstante que “algunas situaciones específicas de ajuste que hemos debido
afrontar durante los últimos meses, han despertado ciertas inquietudes,
principalmente referidas a nuestras políticas monetaria y cambiaria”.
Añade
el ministro: “Debemos generar un déficit en cuenta corriente en nuestra balanza
de pagos, pues este déficit constituye precisamente el reflejo y la medición
del ahorro externo que hemos sido capaces de hacer ingresar al país”.
Y
agrega más adelante: “Quienes expresan temores de que la deuda externa de
nuestro país sería actualmente demasiado elevada, deben tener presente que lo
importante no es la cuantía de dicha deuda, sino la capacidad de pago que el uso
de sus recursos genera”.
El
peso de la historia
Pero
el ambiente interno no era apacible, porque la gente todavía no olvidaba que
veinte años antes, bajo el gobierno de Jorge Alessandri, una política cambiaria
parecida, con tipo de cambio fijo, había llevado al agotamiento de las reservas
de dólares en el Banco Central y a una gran devaluación que había echado por
tierra la, hasta ese momento, exitosa gestión económica entre 1958 y 1961.
Mucha
gente teme que, tal como entonces el dólar fijo que valía un escudo no pudo
sostenerse, ahora el dólar fijo a 39 pesos tampoco lo pueda hacer. Pero
Pinochet lo respalda firmemente, aunque él mismo está bajo presiones en pro de
devaluar.
Algún
ajuste, en todo caso, tiene que producirse de todas maneras: si no es el tipo
de cambio el que se va a acomodar, tiene que ser el resto de la economía, y por
eso de Castro propone la eliminación del salario mínimo y una rebaja general de
sueldos, para adaptar la realidad salarial y de costos de las empresas al hecho
de que los 39 pesos por dólar ya no representan una situación de equilibrio.
Pero
en el seno del gabinete no hay acuerdo. El ministro José Piñera, que se ha
cambiado de la cartera de Trabajo a la de Minería, es partidario de devaluar y
se lo dice así al Presidente. Tampoco es partidario de rebajar sueldos y
salarios ni de suprimir el salario mínimo obligatorio. “El actual desempleo no
tiene relación con el salario mínimo y la medida va a traer problemas
políticos”, afirma.
A
la salida de la reunión, de Castro increpa ásperamente a José Piñera. En
seguida va a su oficina y encuentra un artículo de este último en que critica
la existencia misma del salario mínimo legal, lo toma y se lo lleva al
Presidente, diciéndole: “Aquí está la opinión de José Piñera, el economista; la
que ha oído usted hoy es la del político” (3).
Pero
ocurren quiebras e intervenciones y las mismas resienten la confianza en la
economía interna y debilitan el prestigio de la política de ajuste automático
sostenida con tanto tesón por el ministro de Hacienda.
Es
verdad que siguen ingresando dólares al país, pero ya la desconfianza se
manifiesta en el mercado financiero y hay temores de una cesación de pagos, que
culminan con la intervención, por parte de la Superintendencia respectiva, de
los bancos Español-Chile, de Talca, de Linares, Hipotecario de Valparaíso e
instituciones: Compañía General
Financiera, Financiera de Capitales S. A., Finansur S. A. y Financiera Cash S.
A.
El
Banco Central y el del Estado deben acudir en apoyo de las entidades
intervenidas para controlar la consecuencia habitual y conocida de un pánico de
los depositantes: una “corrida”.
Una
visita ilustre
Ese año viene al
país el Premio Nobel de Economía de 1974, Friedrich Hayek, invitado por la
Escuela de Negocios de Valparaíso, en representación de la cual coordinaron la
visita el ex senador Pedro Ibáñez, presidente de la fundación dueña del
establecimiento, y su director, el profesor y economista Carlos Cáceres.
Este
último, “como su anfitrión, fue a buscarlo al aeropuerto y lo llevó en auto
directamente a la V Región, donde daría una conferencia para los alumnos de su
escuela. Observador, sencillo y degustador de los platos típicos chilenos
(Hayek), Cáceres recuerda que pasaron a almorzar a un restaurant de Curacaví
donde pidió una buena cazuela de ave que le encantó. Compartir con él fue un
privilegio. Lo llevó a recorrer Viña y la costa por el camino hacia Concón y,
curiosamente, más que mirar el paisaje marítimo, a Hayek le interesó conocer la
estructura y composición de las rocas. Pidió varias veces bajar del auto para
tocarlas. Más tarde fueron a visitar el molo de abrigo en Valparaíso. Era una
persona que gozaba con las cosas simples y también del silencio. Estuvo más de
una hora mirando el puerto y la ciudad con enorme admiración” (4).
En ese mismo viaje
a Chile, Hayek fue invitado a almorzar en el diario El Mercurio de Santiago, ocasión en que estuve presente. De él
recuerdo una crítica a la teoría de las expectativas racionales que por ese
tiempo estaba de moda en las escuelas de Economía, como también la
manifestación de sus desacuerdos con Milton Friedman en varios aspectos.
Después del almuerzo sorbió rapé desde una cajita de plata, costumbre de la
cual yo sólo me había enterado en las novelas.
El
“milagro chileno” entra en crisis
Revistas
internacionales como The Economist y Fortune se sobrepusieron al pánico de
que el KGB desatara una campaña mundial de denigración en su contra (pánico que
había llevado a la primera a cambiar rápidamente su apoyo al régimen militar
tras el 11 de septiembre del ’73 por la crítica acerba) y reconocieron que se
estaba registrando un milagro chileno,
intentando, por supuesto, desvincularlo del Gobierno y de Pinochet.
“Los
pronósticos nacionales son deslumbrantes: Piñera: Chile, país desarrollado para
1990. De Castro: antes el ingreso per cápita se doblaba cada 46 años; este
plazo disminuirá ahora a 11 años. Baraona: no es ‘optimista’ sino realista
pensar en crecimientos de 10 % al año y tasas de inversión de 20 % al año…
“El
‘boom’ está aquí y embriaga a todos…
“El
año 1981 concluyó con una inflación nunca vista… por lo baja: menos de 10 % al
año. Con un aumento real del 9 % en los salarios. Con cinco años consecutivos
de crecimiento aproximado al 8 %. Con superávit presupuestario del 3 %. Desde
1973 y hasta 1980-81 las exportaciones anuales habían aumentado su valor más de
tres veces y las de productos nuevos, 18 veces. Entre iguales fechas las
reservas del Banco Central habían subido de US$ 167 millones a US$ 4.074
millones” (5).
El
modelo privatizador (de más de 400 empresas de que el Estado se había apoderado
o había intervenido en 1973, sólo quedaban 45 en poder de él a fines de 1980)
ha tenido éxito.
Pero
hay más nubes en el horizonte: el dólar ha comenzado a valorizarse en 1981 con
respecto a todas las monedas, haciendo más difícil para Chile sostener el tipo
de cambio fijo, porque si operara libremente el mercado cambiario, el dólar
debería subir, pero no puede hacerlo.
Además,
la principal fuente de divisas de la economía chilena, las exportaciones de
cobre, se ve resentida porque el precio de ese metal ha caído 30 % en dólares
entre 1979 y 1981 (porque el dólar se ha revalorizado): a Chile llegarán menos
dólares, pero el cambio fijo impide que eso lo refleje la paridad vigente.
De
hecho, 1981 será el único año, desde 1975 en adelante, en que el volumen de las
exportaciones no crece en Chile (6).
Pero,
a la vez, el modelo introduce importantes cambios a la legislación para que
haga a la economía más estable y exitosa y, en un mismo día, el 18 de octubre
de 1981, se publican la ley N° 18.045 sobre Mercado de Valores y la ley N°
18.046 sobre Sociedades Anónimas, para modernizar y regular dos áreas muy
sensibles de la actividad interna.
Pero
el milagro chileno afronta un
vendaval financiero. Las autoridades toman medidas draconianas para
enfrentarlo: el 2 de noviembre la Superintendencia de Bancos e Instituciones
Financieras interviene, como más arriba se anticipó, el Banco Español-Chile, el
Banco de Talca, el Banco de Linares, el Banco de Fomento de Valparaíso, la
Compañía General Financiera, la Financiera de Capitales S. A., Finansur S. A. y
Financiera Cash S. A., por existir actuaciones graves que han comprometido su
estabilidad económica (7).
“Junta
Coordinadora Revolucionaria”
La prosperidad del
país ha sumido en el letargo a los movimientos subversivos violentos. Hay paz
interna y sólo tienen lugar periódicos estallidos del MIR. Los comunistas, que
siempre trabajan a largo plazo, conspiran para tener organizado un nuevo
movimiento subversivo armado eficaz, pero sólo lo alcanzarán a hacer después de
1981.
En
el orden internacional se ha logrado tranquilidad, pues la mediación papal con
Argentina avanza y ya no hay sobresalto en las fronteras.
En
el orden político, la oposición ha quedado reducida al último estado de
desánimo por dos razones: el plebiscito de 1980 ha corroborado, ello confirmado
por una encuesta Gallup, que el Gobierno Militar tiene el respaldo de la
mayoría; y, además, la situación económica para el común de las personas se
presenta cada vez mejor.
Por
añadidura, la violencia subversiva se hace más impopular. Los asaltos bancarios
del MIR han dejado, en diciembre de 1980, dos carabineros y un guardia muertos
y la opinión pública se ha horrorizado. Como el Gobierno tiene el poder de
influir sobre los medios, éstos acentúan el horror de los hechos.
Ello
explica el enorme contraste que siempre hubo, pero en 1981 particularmente,
entre la opinión nacional, tutelada por el Gobierno, y la internacional sobre
el régimen militar, manejada desde el Departamento
de Desinformatsiya del KGB.
Incluso
los extranjeros tienen el mismo problema de bipolaridad. Los alemanes,
españoles, ingleses, franceses o italianos residentes en Chile tienen mucha
mejor opinión del régimen que sus compatriotas en sus países de origen.
Pero
los opositores violentos no se amilanan con su impopularidad local. En abril de
1981 asisten a una Junta Coordinadora
Revolucionaria que tiene lugar en Puerto España, Trinidad-Tobago. Asisten
guerrilleros uruguayos, argentinos, peruanos, centroamericanos y chilenos, en
este caso del MIR.
Muchos
años después la judicatura de izquierda de los distintos países amenazados por
la guerrilla se horrorizó del Plan Cóndor
entre las agencias de seguridad de los gobiernos, olvidando que el primer plan
para coordinarse, a fin de matar adversarios, fue el de la Junta Coordinadora Revolucionaria, que no podía sino suscitar la
respuesta concordada de las agencias de seguridad en los países amenazados.
Ya
en 1974 se había reunido en París la citada Junta
Revolucionaria integrada por los
diferentes grupos armados: Ejército de
Liberación Nacional (ELN) de Bolivia; Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP) de Argentina, Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro (MLNT) de Uruguay y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)
de Chile (8).
En
1981 lograron crear distintos focos subversivos y, en el caso de Chile, en
Neltume, cerca de Valdivia, donde ya había operado hasta 1973, año en que fue
fusilado, tras un Consejo de Guerra, el jefe de todos los subversivos del sur,
el Comandante Pepe, José Gregorio Liendo,
poco después de haber confesado a la periodista Nena Ossa, que la revolución no
tendría éxito si no generaba al menos un millón de muertos (9).
Ese
diálogo fue pintoresco y vale la pena reproducirlo:
“Nena
Ossa: ¿Cuál es el plan de fondo de ustedes, a corto mediano o largo plazo?
“Comandante
Pepe: Tomarnos los campos y los pueblos del sur, violentamente si es necesario,
mientras en Santiago el MIR se toma la ciudad y bajan a unirse con nosotros a
medio camino.
“Nena
Ossa: O sea la meta es ‘tomarse’ todo Chile violentamente. ¿No les importa si
muere gente?
“Comandante
Pepe: Claro que violentamente. Tiene que morir un millón de chilenos para que
el pueblo se compenetre de la revolución y ésta se convierta en realidad. Con
menos muertos no va a resultar”.
Esta
nueva generación guerrillera de 1981 fue entrenada en el campo de Punto Cero, en Cuba; en Argel y en Libia
(10).
Alrededor
de treinta guerrilleros habían sido desembarcados en Argentina y atravesaron a
Chile, de nuevo a Neltume.
La
CNI estaba recibiendo información desde Cuba sobre todo esto, a través de la
CIA. Se montó la Operación Machete,
con el apoyo de los boinas negras del
Ejército, en Neltume, y los miristas que no lograron huir fueron abatidos. Así
se puso fin a la aventura guerrillera.
El
MIR se vengaría cometiendo atentados en Santiago: el 18 de noviembre
acribillaron el automóvil del Jefe del Estado Mayor Presidencial, general
Santiago Sinclair, y murieron tres escoltas de éste. Como fue un triple
asesinato cometido por la izquierda no forma parte, por supuesto, de la
“historia del horror” con que se caracteriza hoy al Gobierno Militar.
Uno
de los subversivos que huyó de Neltume fue Arturo Villavela, que había sido
capturado en 1974 tras un enfrentamiento en que recibió siete balazos, de los
cuales se recuperó, cumplió tres años de cárcel y obtuvo conmutación de la pena
y asilo en Noruega, con su mujer e hijo. “Exiliado”. Todo en pleno Gobierno
Militar. Éste se compadecía más de los guerrilleros condenados que los
gobiernos posteriores a 1990 de los militares que los combatieron, hoy presos
políticos (pues según la ley vigente no podrían estarlo y sólo lo están por
fallos arbitrarios, es decir, políticos).
¡Cómo
desearía alguna piedad de esta clase cualquier interno de Punta Peuco! Bueno, Villavela volvió a Chile a matar en
1981. Pero con poco éxito, porque el país vivía un boom admirado en el extranjero y la gente acá no necesitaba una
revolución.
Reunión
comunista en México
En septiembre de
1981 “el PC reunía en México a la izquierda chilena y la amarraba al carro de
la lucha armada. Luego de seis largas jornadas de discusión (13-18 de septiembre)
aparecía una declaración conjunta de ocho partidos chilenos: Partido Comunista,
dos partidos socialistas, MIR, Partido Radical, los dos MAPU (Movimiento
de Acción Popular Unitaria) y la Izquierda Cristiana.
En
el eufórico documento aprobado se afirmaba: “El movimiento popular empleará las
formas de lucha que estime más adecuadas para cada momento, desde las
expresiones de desobediencia civil hasta las acciones directas y la propaganda
armada, en el cuadro de una estrategia rupturista con perspectiva
insurreccional”. Más adelante se indicaba que “en el camino de la movilización
popular se insertan todas las modalidades de lucha y deberá desarrollarse en
forma racional y progresiva la dimensión militar de la lucha política” (11).
Integración
latinoamericana y pretensión boliviana
En agosto se firma
el tratado constitutivo de la Asociación
Latinoamericana de Integración (Aladi), por Argentina, Bolivia, Brasil,
Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.
Su
objetivo es reanudar el proceso de integración latinoamericana y establecer
objetivos y mecanismos adecuados a la nueva realidad de la región, donde han
surgido gobiernos abiertos a la libertad económica y cuyas políticas son
incompatibles con la atmósfera estatista e intervencionista del pasado, que
había obligado a Chile, por la incompatibilidad de su esquema de economía
abierta, a abandonar el Pacto Andino.
En
esos foros parece haber un buen entendimiento entre Chile y Bolivia, que alivia
las tensiones derivadas de la crónica pretensión sobre territorio nacional de
ese país. Al respecto dice Pinochet: “Chile ya dio un primer paso, Chile ya
conversó con los señores bolivianos; bueno, el problema es de ellos ahora, si
nosotros ya hemos actuado fraternalmente” (12).
Pero
la verdad es que se han estrechado las relaciones militares entre Argentina y
Bolivia, que ya en 1978, en plena crisis limítrofe del primer país con Chile,
habían firmado un Tratado de Asistencia
Mutua, según el cual Argentina le ofrecería a Bolivia facilidades para
internar material bélico a través de su territorio y le proporcionaría
entrenamiento a futuros oficiales de la “Armada Boliviana”. Se confirma que hay
dieciséis militares argentinos en puestos de asesoría en Bolivia (13).
El
foco de tensión potencial es evidente y la integración puede ser un paliativo.
Apertura
a Asia y Oceanía
La política de
libre comercio puesta en vigor por la Revolución Militar ha llevado a que se
fortalezcan vínculos con Japón y la República de Corea, los cuales después se
extienden a otros países del sudeste asiático.
También
se multiplican los vínculos con Australia y Nueva Zelandia, países con los que
compartimos intereses en la Antártica.
En
octubre el consejero comercial de la embajada de la República Popular China
destaca el incremento del comercio recíproco, aunque nadie todavía habría
podido prever que treinta años después China iba a ser el principal socio
comercial del país.
En
noviembre el Viceministro de Industria y Mecánica de China, que preside una delegación,
se entrevista con Pinochet. Dos años después recibirá éste al Viceministro de
Comercio Exterior y Relaciones Exteriores y finalmente, seis años después, la
visita será del propio Canciller de la República Popular China.
Las
relaciones se han ido tornando cada vez más estrechas y es evidente que la
campaña antichilena desatada por el KGB soviético surte mucho menos efecto en
la otra gran potencia comunista que en las naciones del mundo capitalista,
partiendo por los Estados Unidos, donde ni siquiera la simpatía de Reagan por
la Revolución Militar Chilena, expresada elocuentemente al presidente Pinochet
por escrito, logra sobreponerse a las presiones políticas reflejadas, por
ejemplo, en la Enmienda Kennedy que
prohibió la venta de armamento a nuestro país en los momentos en que enfrentaba
los más graves desafíos fronterizos.
Rebrote
terrorista
Muchos criticaron
los “excesos represivos” en años anteriores, pero el hecho fue que el país se
tranquilizó y terminó la década de 1970 con muy pocas muertes anuales en la
confrontación de las fuerzas de seguridad con los grupos subversivos, ya
prácticamente erradicados.
Pero
en 1981 hubo un rebrote terrorista, pues la URSS y Cuba no abandonaron sus
intentos de derrocar al gobierno chileno mediante las armas: “Luego del asalto
e incendio del tren de pasajeros del servicio Peñablanca-Valparaíso en la
estación Valencia, cerca de Quilpué, el Presidente enfatiza que ésta es una
prueba más de que ‘el terrorismo está controlado pero no extinguido’.
Desgraciadamente tiene la tazón, porque el 6 de noviembre, el Presidente de la
Corte Suprema, Israel Bórquez, sufre un atentado en su contra, quedando herido
en un hombro. Cuatro días después la casa del Canciller René Rojas Galdames se
ve afectada por un hecho similar (…) A los pocos días, y pese a los informes y
las recomendaciones, el terrorismo da un nuevo golpe que ya describimos más
arriba: los guardias de la residencia del barrio Las Lilas del Secretario
General de la Presidencia, general Santiago Sinclair, son asesinados por
individuos que se movilizaban en una camioneta C 10 que luego abandonan (…) A
fin de año, Neltume nuevamente hace noticia. Un boletín extraordinario de la
Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), informa que el 28 de noviembre
ha habido un enfrentamiento en ‘la zona guerrillera de Neltume’. En el
enfrentamiento ha muerto un extremista y tres han logrado escapar” (14).
El
domicilio del director de “El Mercurio”, Arturo Fontaine, ha sido blanco
también de un atentado con explosivos que causa destrucción, pero no víctimas.
Es
muy difícil encontrar informaciones sobre este hecho, salvo en los periódicos
de la fecha. Pues después ha sido suprimido de la “historia oficial”.
Mano
más dura
La
disposición más debatida de la nueva Constitución es la de su art. 24°
transitorio, que faculta al Presidente de la República para tomar medidas
extraordinarias con sólo la dictación de un decreto supremo firmado por el
ministro del Interior “por orden del Presidente de la República” y le atribuye
a éste facultades extraordinarias para limitar la libertad de expresión y el
derecho de reunión, junto con permitirle prohibir el ingreso de personas o
expulsarlas del país.
Es
la norma más controvertida de la nueva Carta. Y el 11 de agosto de 1981, en uso
de esas facultades, Pinochet expulsa del país a Jaime Castillo Velasco (DC), nuevamente;
a Alberto Jerez (IC), también nuevamente; a Carlos Briones (PS) y Orlando
Cantuarias (PR), estos dos últimos ex ministros del gobierno de Salvador
Allende.
Los
sindicalistas de oposición al régimen se agrupan en la Coordinadora Nacional Sindical, que cuestionó públicamente la
política económica en general y el Plan Laboral en particular. El Gobierno,
aprovechando las facultades que le confería el mismo art. 24° transitorio de la
Constitución, decretó la expulsión del país del presidente de la entidad, el DC
Manuel Bustos, y del secretario general comunista, Alamiro Guzmán.
También
el Gobierno declara que Castillo Velasco, ya antes expulsado en 1976 y después
readmitido, lo había sido bajo el compromiso de respetar el receso político, lo
que no cumplió. Lo mismo señaló respecto de Jerez, apresado en 1973 y liberado
bajo la misma condición, que tampoco cumplió.
El
comunicado oficial dice que “el Gobierno ha tenido que decidir según la ley,
porque el mantenimiento del receso y la proscripción del marxismo son
herramientas fundamentales del proceso de desarrollo económico, social y
político en que todo el país está empeñado” (15).
Pinochet
afirma una semana después que “se equivocan los que creen que ablandando la
mano habrá más tranquilidad” y añade que “la Unión Soviética nos sigue
considerando un objetivo estratégico; hay algunos que han señalado que las expulsiones fueron inhumanas; yo
respondo que mucho más inhumano sería que los comunistas volvieran a Chile”
(16).
Y
al terminar el año no vacila en expulsar a tres sacerdotes españoles, Domingo
del Álamo, Ignacio Sancho y José Frías, de la parroquia El Señor de Renca.
¿Cómo
se mantiene un gobierno acosado por el terrorismo financiado y alentado por una
Gran Potencia y a la vez hostilizado por la complicidad con aquél de la otra?
Así.
Reforma
minera y contrarreforma agraria
El
ministro José Piñera ha trabajado todo el año para sacar adelante su tercera y
fundamental reforma, además de la Previsional y la Laboral: la que respalde la
inversión privada en la minería.
Pacientemente
convence a las comisiones legislativas de las tres ramas de la Fuerzas Armadas
y de Carabineros en la Junta de las bondades del proyecto que les da a las
inversiones mineras una garantía tan fuerte como la del dominio mismo.
Cuando
la Junta da su aprobación a la Ley
Orgánica Constitucional sobre Concesiones Mineras, en diciembre de 1981,
José Piñera renuncia a la cartera de Minería y es reemplazado por el abogado
Hernán Felipe Errázuriz, a quien corresponderá promulgar la respectiva ley, N°
18.097, en enero de 1982.
Cuando
la Revolución Militar vuelve así a poner en marcha la minería privada con
seguridad jurídica, hacia 1981, el Gobierno ya había resuelto once mil casos de
problemas suscitados por la Reforma Agraria de Frei Montalva, radicalizada bajo
Salvador Allende, y que había desarticulado la agricultura del país. Todavía
quedaban pendientes otros 37.647 casos, pero el fortalecimiento de la propiedad
privada había redundado en fuerte crecimiento de la producción agrícola y en la
aparición de la fruta como un producto de exportación fundamental en el
comercio exterior chileno.
Pinochet
podía decir, con razón: “Este gobierno ha sido el que ha entregado más dominios
individuales de propiedad a los campesinos; se les ha dado legalmente títulos
personales”.
Gestión
educacional comunal
En 1980 el
Gobierno había comenzado a descentralizar la educación escolar pública. El
Presidente expone, el 11 de septiembre de 1981: “Hasta la fecha un 30 % de la
educación fiscal se ha traspasado a los municipios, tomando estos la
administración de los establecimientos, aportando el Estado el financiamiento a
través de la cancelación de una cantidad de dinero por alumno que asista a
clases. En números, desde diciembre de 1980 a agosto de 1981 se traspasan 2.410
establecimientos educacionales, lo que involucra a 800 mil alumnos y 29.500
funcionarios” (17).
La
municipalización parece concebida como un paso inicial para instaurar en el
país un sistema de libertad y descentralización educacional. Desarticular un
monstruo burocrático como el Ministerio de Educación debe haberle parecido
hasta al propio Gobierno Militar como una tarea irrealizable. Probablemente sus
mentes más lúcidas vieron que un paso hacia la plena libertad educacional, que transita
por quitar al Estado la tuición de muchas materias que deben quedar entregadas
a la libertad de las personas o las familias, era la municipalización.
De
ahí a la plena libertad y, en el caso de las familias que no tuvieren recursos,
a la entrega de un voucher que
pudiera ser libremente destinado al establecimiento que eligieran, había
todavía muchos pasos previos. Pero la dirección inicial del proceso, insinuada
por la municipalización, parecía la correcta.
Pinochet
“Capitán General”
También
en 1981 fue modificada la nomenclatura de los mandos superiores del Ejército en
términos que en nada beneficiaron la imagen de Pinochet, sino que más bien se
prestaron para las burlas de sus adversarios y el silencio contenido de sus
partidarios, seguros de que su obra de estadista era ya suficiente distinción
histórica.
En
efecto, el Comandante en Jefe del Ejército pasó a ser el único con el grado de Capitán General, como los antiguos
gobernantes del Chile colonial.
Los
generales de división, que lo eran junto con Pinochet, pasaron a denominarse mayores generales; los generales de
brigada, brigadieres generales y los
coroneles con más de cuatro años de antigüedad, brigadieres (18).
También
en 1981 Pinochet reafirma su vinculación con el mundo de las sociedades
intermedias. Como dice el historiador Gonzalo Rojas, “todos tienen derecho a
hacer sus planteamientos, a diferencia del monopolio de los grupos de presión
más poderosos. Por eso se le ve recibiendo a la Academia Bolivariana, al
Instituto Histórico José Miguel Carrera, a la Fundación Septiembre, al Rotary
Club de Santiago, a la Sociedad Histórica Lircay, a la Federación Nacional de
la Cueca, etc.” (19).
El
mismo historiador agrega que “muchas son, en todo caso, las figuras
intelectuales y de la cultura que apoyan al Presidente en estos años”. Y
menciona a continuación a las actrices Pury Durante, Silvia Piñeiro y Alicia
Quiroga; a los cantantes Antonio Zabaleta y Benjamín Mackenna; al compositor
Jaime Atria, al “mago” Fernando Larraín; a José Alfredo Fuentes, Gloria
Simonetti, Andrea Tessa, Jorge Rencoret, Willy Bascuñán; al escritor Fernando
Emmerich, a Sady Zañartu y otros intelectuales como Joaquín Barceló, Armando
Roa, Alicia Morel, Braulio Arenas, Luis Droguett, Enrique Campos Menéndez, Juan
de Dios Vial Larraín, Igor Saavedra, José María Palacios, Julio Retamal
Favereau, sacerdote Gabriel Guarda, Álvaro Scaramelli, Myriam Hernández y
tantos otros” (20).
Partidarios
civiles se organizan
Desde el mismo 11
de marzo, en que ha comenzado el período presidencial de ocho años del
Presidente Pinochet, Jaime Guzmán y su gente procuran estar cerca del
mandatario, asisten a las celebraciones a que convoca, lo defienden cuando
recibe fuertes ataques eclesiásticos, afirmando que los partidarios del régimen
seguirán siendo “católicos y gobiernistas”; sugieren que se evite la formación
de un movimiento cívico de apoyo al Gobierno que pueda romper el receso político
y legitimar así la actividad opositora. Pero cuando ya ésta se ha hecho
ostensible e inevitable, fundan a su turno el referente Nueva Democracia para apoyarlo, de modo que “siga el camino que nos
conduce a una sociedad en donde imperen la libertad, la justicia, el progreso y
la seguridad.”
En
el fondo, la diferencia entre opositores y gobiernistas es que los primeros
quieren precipitar un desenlace, rompiendo el itinerario propuesto en el
articulado transitorio de la Constitución, mientras los segundos luchan por que
éste se mantenga rigurosamente, como al final sucedió.
Argentina
no respeta el statu quo
Después de
aceptada la mediación por el Papa Juan Pablo II un año antes, 1981 ha sido un
año de statu quo en materia
fronteriza con el país vecino, pero se registran numerosas violaciones de las
aguas chilenas por buques argentinos en la zona austral, que provocan molestia.
En
septiembre el crucero General Belgrano navega
durante siete horas por aguas territoriales chilenas sin autorización. Pinochet
se reúne en La Moneda con el almirante Merino y los ministros del Interior y
Defensa. Pero el gobierno chileno prefiere descartar un conflicto armado y
sigue confiando en la mediación papal. El incidente no será olvidado por los
chilenos.
En
octubre el Presidente sostiene una reunión informativa con la totalidad de la
delegación chilena a la mediación. Se insiste en descartar un conflicto armado.
El Presidente argentino, Jorge Rafael Videla, también emite declaraciones
tranquilizadoras, lo que contribuye a dar confianza.
Pero
entonces Argentina inscribe el Parque Los
Glaciares, al sur del Cerro Fitz-Roy, en la provincia de Santa Cruz, como
“patrimonio natural mundial”, en la Quinta Reunión de Unesco, lo cual estaría
muy bien si no fuera porque el ministro de Defensa chileno, general Carlos
Forestier, hace ver al Presidente que los límites del Parque Los Glaciares se superponen sobre territorios chilenos.
Forestier
le solicita al Presidente autorización para iniciar “acciones claras”. La
situación se agrava porque en noviembre un avión de la Armada argentina viola
el espacio aéreo chileno en las proximidades de Puerto Williams. El general
Forestier solicita al Presidente Pinochet que se lo informe al Papa y proteste
enérgicamente ante Argentina.
La
única herramienta jurídica que resta para la solución de los desencuentros,
aparte de la mediación papal, es el Tratado
de Solución Pacífica de Controversias suscrito con Argentina en 1972 y que
vence en 1982, pero en enero de este último año el Presidente argentino
Galtieri procederá a denunciarlo, es decir, a dejarlo unilateralmente sin
efecto. Una actitud ominosa: ¿ya no se da la solución pacífica de las
controversias?
Es
un antecedente amenazador. Pero la injustificada agresividad de Argentina hacia
Chile no le resultará gratuita al año siguiente, como veremos.
La
elección de Reagan significó un cambio
Con la asunción de
Ronald Reagan al poder en los Estados Unidos las cosas mejoraron bastante para
Chile, pese a que la burocracia del Departamento de Estado seguía sesgada hacia
la izquierda y muy penetrada por las consignas antichilenas originadas en Moscú
(KGB), lo cual ha sido una característica constante de la opinión pública, la
mayoría de los medios y los funcionarios norteamericanos.
Pero,
en todo caso, en febrero de 1981 se levantó la prohibición que había impuesto
el gobierno de Carter al otorgamiento de créditos subsidiados del Eximbank para
financiar exportaciones norteamericanas a Chile.
También
se modificó el voto negativo que Washington había mantenido en relación a los
créditos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo.
El
ministro de Relaciones Exteriores, René Rojas Galdames, viajó a los Estados
Unidos para tratar el levantamiento de la Enmienda
Kennedy, que impedía la venta de armamento a Chile en el período de los
peores desafíos bélicos de origen fronterizo sufridos en el siglo XX, enmienda
que tuvo onerosas consecuencias para el país.
Lamentablemente,
los senadores demócratas logran el concurso de algunos “moderados” republicanos
(el “vientre blando” de su partido) y la Enmienda
Kennedy sigue en pie. Los “centristas” republicanos fueron siempre
grandemente influidos por la desinformatsiya
soviética respecto de Chile y actuaron en consecuencia, contra la buena
disposición de Reagan.
Pero
el sector privado norteamericano entiende mejor la realidad chilena y la visita
de Evelyn Rothschild y, al año siguiente, de David Rockefeller, ambos de
familias dueñas de grandes negocios, son el preámbulo del mejoramiento de las
posibilidades de inversión norteamericana acá.
Y
también visita Santiago la embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Jeanne
Kirkpatrick, un connotado personaje republicano, que emite declaraciones de
apoyo al gobierno chileno y expresa que la principal prioridad de la
administración de Reagan en América Latina es la lucha contra el comunismo
subversivo y que, por lo tanto, se dejará de lado el ataque sesgado de la
administración Carter bajo el pretexto de supuestas violaciones a los derechos
humanos.
Otra
buena señal es la designación de James Theberge, antiguo colega de la
Kirkpatrick en la Universidad de Georgetown, como embajador en Chile. Fue el
mejor representante diplomático del país del norte durante el Gobierno Militar
y su calidad intelectual y preparación quedaron de manifiesto en su obra Presencia Soviética en América Latina
(21).
De
hecho, lo peor que después le pudo pasar al Gobierno Militar fue el término de
la misión de Theberge y su prematuro fallecimiento, para ser reemplazado por un
diplomático de carrera con un inocultable sesgo derivado de haber comprado
completo el contrabando propagandístico antichileno del KGB soviético: Harry
Barnes.
En
todo caso, la mejor noticia internacional de 1981 fue, al término del año, que
Reagan formalizara el levantamiento de la prohibición de la ayuda militar a
Chile (22).
La
Sociedad Mont Pelerin en Chile
La
Sociedad Mont Pélérin, fundada por el
premio Nobel de Economía Friedrich von Hayek, en la cual se agrupan los más
distinguidos académicos y economistas partidarios de una sociedad libre,
resolvió celebrar en Chile su reunión anual.
El
logro se debió a la influencia e inquietud del ex senador Pedro Ibáñez Ojeda,
un rico hombre de negocios que, como político, militó en el Partido Nacional y,
posteriormente, al final de los ’80, en Renovación Nacional.
Fue
secundado en la organización del evento de Mont Pélérin por el académico y
economista Carlos Cáceres, decano de la Escuela de Negocios de Valparaíso de la
Fundación Adolfo Ibáñez, que había hecho méritos como para pertenecer a la
exclusiva organización y fue, en los hechos, el verdadero motor del evento.
Don
Pedro Ibáñez, que siempre me honró con su amistad, juzgó del caso distinguirme
con una invitación a hacer uso de la palabra durante uno de los días de
sesiones, en el salón de plenarios del Hotel Miramar, en Viña del Mar.
La
figura cumbre del torneo fue el premio Nobel de Economía Milton Friedman y su
intervención fue atentamente escuchada, porque tenía lugar en un momento en que
la discusión sobre el tipo de cambio fijo imperante en Chile estaba en un punto
álgido. Friedman, que siempre había abogado por la libertad cambiaria, en esta
oportunidad defendió la política de fijación de la paridad adoptada por nuestro
país.
El
hecho de que se entrevistara con el Presidente Pinochet y le expresara su
acuerdo con las políticas económicas aplicadas en el país le representó a
Friedman un costo en imagen, puesto que la opinión pública internacional está
predominantemente manejada por la izquierda mundial y ésta, a su turno, como
tantas veces se ha dicho más arriba, en esa época era digitada desde el KGB
moscovita, cuyo blanco favorito de ataques era la Junta Militar chilena y, en particular,
su Presidente.
El
evento fue un espaldarazo para el Gobierno justamente cuando comenzaba a
afrontar momentos difíciles, dentro del contexto habitual para él de dificultad
general debido a tener que marchar contra la corriente política dominante
mundial.
Cambios
de fin de año en el gabinete
Completada su
tarea en Minería, José Piñera deja la cartera, según vimos, y es reemplazado en
ella por Hernán Felipe Errázuriz, a quien corresponderá promulgar la Ley de
Concesiones Mineras, concebidas como un derecho real tan sólido como el de
dominio.
Deja la cartera de
Salud el general Alejandro Medina Lois, que no se entendía bien con los Chicago Boys. Es reemplazado por el
almirante Hernán Rivera, que sí es de la línea de éstos.
Pero
deja Agricultura Alfonso Márquez de la Plata, que también se entendía bien con
aquéllos. Lo reemplaza José Luis Toro. El ministro saliente mantiene estrecha
relación personal con Pinochet; es decir, se irá para volver, porque nunca
abandona el entorno de civiles en quienes el Presidente confía, que son pocos.
José
Luis Federici, Chicago Boy, es
reemplazado en Economía por el general Rolando Ramos, pero éste también
simpatiza con esa línea.
Y
un hombre clave de los Chicago asume
la crucial cartera del Trabajo, Miguel Kast, siendo reemplazado en Odeplan por
otro de sus iguales, el economista Álvaro Donoso.
Sumando
y restando, la política económica ha salido fortalecida.
Balance
económico anual
Con
toda la crítica que merecía el tipo de cambio fijo, el mecanismo castigó poco
el crecimiento económico en 1981: el PGB aumentó 6,2 % en el ejercicio, menos
que en cada uno de los cuatro años anteriores, pero más que el crecimiento
histórico de la economía chilena.
La
Tasa de Inversión en Capital Fijo también aumentó y alcanzó un guarismo
superior al de toda una década, 19,2 % del PIB.
El
desempleo en el Gran Santiago, sin embargo, aumentó a 11,3 %, desde el 10,4 %
del año anterior.
El
premio a la política de tipo de cambio fijo lo obtenía el Gobierno en la cifra
de inflación, que había descendido a 9,5 %, un guarismo que no se veía en Chile
desde comienzos de los años ’60, cuando el ministro de Hacienda Roberto Vergara
Herrera también aplicó una política de tipo de cambio fijo, que esa vez el país
tampoco soportó. Esa baja inflación fue entonces “una golondrina en invierno”.
En
1981 se registró un superávit presupuestario fiscal por tercer año consecutivo:
llegó al 1,7 % del PIB.
Lo
que sí se deterioró fue la Balanza Comercial, que arrojó un saldo negativo sin
precedentes de -2.676,5 millones de dólares. Ahí estaba el germen de la futura
crisis.
La
Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos tuvo un enorme déficit de -4.732,6
millones de dólares, pero a la vez la Cuenta de Capitales mostró un superávit
casi equivalente, 4.630,8 millones de dólares. La entrada de capitales sostenía
a la economía chilena.
El
saldo de la Balanza de Pagos fue positivo, pero de sólo 67 millones de dólares.
La
Deuda Externa trepó a 15.542 millones de dólares, más de cinco veces la que
había en 1973 (23).
Las
Reservas Internacionales Brutas del Banco Central cayeron a 3.775 millones 300
mil dólares, una disminución de 298 millones 400 mil dólares respecto al año
anterior (24).
REFERENCIAS
DEL CAPÍTULO IX:
(1) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op. cit., t.
II, p. 435-437.
(2) Fontaine, Arturo: “Los Economistas…”,
op. cit., p. 150.
(3) Ibíd., ps. 153-154.
(4) Arancibia, Patricia: “Carlos F.
Cáceres”, Libertad y Desarrollo, Santiago, 2014, p. 38.
(5) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op. cit.,
ps. 451-452.
(6) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op.
cit., t. II, p. 668.
(7) Pinochet, Augusto: “Camino…”, op.
cit., t. III, p. 59.
(8) Heinecke Scott, Luis: “Crónica
de un Asedio”, op. cit., tomo IV, p. 10.
(9) Ossa, Nena: “Allende, Thank You”, El
Roble, Santiago, 2009, p. 61.
(10) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op.
cit., t. II, p. 448.
(11) Domic, Juraj: “Política Militar…”,
op. cit., p. 85.
(12) “La Segunda”, 17 de diciembre de
1981, p. 3.
(13) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op.
cit., t. II, p.542.
(14) Ibíd., t. II, p. 543.
(15) “La Segunda”, 11 de agosto de 1981.
(16) “La Segunda”, 18 de agosto de 1981.
(17) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op.
cit., t.II, p. 596.
(18) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op.
cit., t. II, p. 433.
(19) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op.
cit., t. II, p.531.
(20) Ibíd., t. II, p. 532.
(21) Theberge, James: “Presencia
Soviética en América Latina”, Gabriela Mistral, Santiago, 1974.
(22) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op.
cit., t. II, p. 748.
(23) Banco Central de
Chile, Dirección de Estudios: “Indicadores Económicos y Sociales 1960-1985”,
Santiago, 1986; “Indicadores Económicos y Sociales 1960-2000”, op. cit.
(24) Díaz, José, Lüders, Rolf y Wagner,
Gert: “La República en Cifras”, op. cit., p. 514.
Don Hermógenes,
ResponderEliminarUn gran saludo y mi admiración por esta magnífica pieza de Historia, que de seguro será la obra que consultarán aquellos quienes amamos la pureza del conocimiento y la certeza intelectual.
Aprovecho esta oportunidad para consultarle en que lugar venden sus siguientes libros.
-Terapia para cerebros lavados
-Los chilenos en su tinto
- La verdad del juicio a Pinochet
- El rescate de Pinochet
Agradeciéndole de antemano, me despido muy afectuosamente
Ricardo Lee B. - Arica
MILLON DE MUERTOS
ResponderEliminarTodo iba bien hasta que llegaron Rothschild y Rockefeller, por lo que se ve.
ResponderEliminarEl 22 de Junio, subversivos asaltaron la agencia de Bancoestado del Apumanque y atacaron como accion complementaria la Comisaria de Carabineros de calle Las Tranqueras con Avda. Kennedy y la sede de Investigaciones cercana, con saldo de 5 heridos
ResponderEliminarEl 22 de Junio, subversivos asaltaron la agencia de Bancoestado del Apumanque y atacaron como accion complementaria la Comisaria de Carabineros de calle Las Tranqueras con Avda. Kennedy y la sede de Investigaciones cercana, con saldo de 5 heridos
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