Conocí a Mario Vargas Llosa gracias a El Mercurio, que siempre lo convidaba a almorzar cuando visitaba Chile. Para entonces él ya no era comunista, sino de derecha. Cada vez más. Si bien nunca llegó a tanto como para reconocerle méritos a Pinochet. De hecho, en su visita de 2021 le dio su público apoyo a José Antonio Kast contra Boric. Pero esto no alcanzó, porque acá la gente estaba mala de la cabeza, el voto era voluntario y el 70 por ciento de las mujeres menores de 30 años votaron por Boric.
Un libro clásico de Vargas Llosa, que no he leído, fue su "Conversación en la Catedral". Comienza preguntando "cuándo se había jodido el Perú". Eso ha suscitado acá un intenso debate acerca de "cuándo se jodió Chile". Yo lo he dilucidado demostrando que fue el 5 de octubre de 1988, mediando una inusitada y millonaria intervención extranjera para engañar a la mayoría e impedir que Pinochet reelegido fuera el primer presidente de nuestra plena democracia instituida en la Constitución de 1980.
El único libro de Vargas Llosa que he leído fue "La Guerra del Fin del Mundo". Me costó terminarlo y lo encontré farragoso. Además, a todo lo largo de sus 400 páginas siempre escribió "hubiera" en lugar de "habría", cuando no correspondía. Error frecuente entre, incluso, nuestros letrados. No obstante ello, opino que no se le debe dar un Nobel a quien escribe, por ejemplo, "si yo hubiera sabido, no hubiera ido", en lugar de "si yo hubiera sabido, no habría ido", que es lo correcto.
Pero sabemos que el Nobel es poco serio, tanto que se lo negaron a Jorge Luis Borges tras intentar sobornarlo, pues un sueco lo llamó para comunicarle que si se desdecía de su apoyo a la Junta chilena se lo otorgarían. Pero Borges le contestó que nunca se había dejado sobornar en su vida y ésta no le parecía la ocasión de hacerlo. Y así el Nobel de literatura pasó a ser "el premio que no le dieron a Borges". Pero sí a Vargas Llosa, aunque usara el pretérito imperfecto del subjuntivo, "hubiera", en lugar del potencial simple o imperfecto del indicativo, "habría".
La última vez que almorcé con Vargas Llosa se enojó conmigo. Nos había convidado Ricardo Claro a su Viña Santa Rita un otoño de los 90 o los 2000. Fue al aire libre y caían muchas hojas. Vargas Llosa se manifestó extrañado de que acá cayeran las hojas en otoño, pues dijo creer que eso sólo sucedía en Europa.
En el curso de la conversación y con la falta de tino que me caracteriza yo dije que admiraba las políticas de libertad económica de Fujimori en el Perú, lo cual lo enfureció y me contestó (en un diapasón más alto que lo aceptable en un almuerzo cordial) que "ninguna política de una dictadura podía ser buena". Yo le repliqué que era una política económica liberal y podía traer prosperidad al Perú (como la trajo). Pero eso lo enojó aún más, así es que subió el tono para decir que nunca de una dictadura podía salir nada bueno.
En una visita más reciente a Chile Axel Kaiser le preguntó, en un seminario de la Universidad Diego Portales, si no había más libertad acá en 1986 que en la Venezuela de Hugo Chávez. Pese a lo obvio de la respuesta, el Nobel le contestó: "No te acepto la pregunta" y arremetió con una diatriba contra las dictaduras. Axel, lamentablemente, se lo dejó pasar.
Al leer reseñas de sus libros en los diarios me enteré de que "La Tía Julia y el Escribidor", basada en su amorío y matrimonio con su tía Julia Urquidi, veinte años mayor que él, había suscitado la publicación de otro libro por parte de ella, que se titula "Lo Que Varguitas Nunca Dijo". No resisto las ganas de leerlo.