CAPÍTULO
XV
1987:
Chile incomprendido y próspero
Preparativos
para la plena democracia
El
5 de enero se había puesto fin al Estado de Sitio y había sido reemplazado por
uno menos riguroso, el de Emergencia por perturbación de la paz interior. Era
una señal.
Otra
fue que ya en febrero de 1987 El Mercurio
daba cuenta de que, el día anterior, más de cuatro mil personas habían
acudido a inscribirse en los registros electorales, lo cual les permitiría
participar en el plebiscito presidencial contemplado en la Constitución para el
año siguiente y en todos los demás comicios que posteriormente deberían
celebrarse bajo el imperio de la plena democracia establecida en el articulado
permanente de la Carta (1).
Posteriormente,
el diario informaba que al 30 de septiembre el total de inscritos en los
registros electorales era de 2.485.905 personas. “Con este ritmo se llegará a
los 6,5 millones de electores al 30 de junio del próximo año”, declaraba el
Director del Servicio Electoral, Juan Ignacio García. En esa forma la
ciudadanía respaldaba con sus actos, una vez más, la transición hacia la plena
democracia contemplada en el articulado transitorio de la Constitución, que
culminaría felizmente el 11 de marzo de 1990 (2).
El historiador
Gonzalo Vial afirma que Pinochet, mediando 1987, resolvió postularse para el
segundo octenio. Pero que no se lo dijo a nadie, aunque dio pasos indicativos.
El
primero, traer de nuevo al ministerio del Interior a Sergio Fernández, que
antes había encabezado la campaña triunfadora de 1980 y había sido pieza vital
del triunfo en la Consulta de 1978.
El
ministro saliente, Ricardo García Rodríguez, se había desempeñado con
eficiencia y había enfrentado con serenidad y altura episodios tan difíciles e
indeseados por el Gobierno como el triple degollamiento de los cabecillas del
FPMR, apegándose estrictamente a la legalidad e instando a la justicia desde el
primer momento a designar un ministro en visita para aclarar el caso, lo que
ésta demoró lamentablemente en hacer.
Fernández
aportaba el Gobierno un feeling
político que era necesario para los tiempos que se avecinaban.
Seguía
desempeñando la cartera de Justicia el ex senador y ex decano de Derecho de la
Universidad de Chile, Hugo Rosende, experimentado político conservador de
reconocida elocuencia. En algún momento, en 1984, estuvo listo para asumir en
Interior, pero desistió a última hora. Era de la línea dura del régimen. Siendo
opuesto a la línea pro-democrática de Fernández, a ambos los unió en 1987 el
común anhelo de ver triunfar a Pinochet en el plebiscito de 1988.
Otro
paso de Fernández fue conseguir que Francisco Javier Cuadra, también de la
línea dura, abandonara el ministerio Secretaría General de Gobierno. Lo
consiguió convenciéndolo de aceptar la embajada ante el Vaticano. Lo reemplazó en
la Secretaría un joven abogado de la juventud de la UDI, Orlando Poblete
Iturrate, que se desempeñaba como director del diario de gobierno, La Nación.
Derechos
y libertades
El
relator especial para Chile de las Naciones Unidas, el costarricense Fernando
Volio, reconoció en 1987 que había habido avances en materia de derechos
humanos, no obstante lo cual la votación de la Asamblea General, de nuevo y
como si no hubiera tal, de nuevo condenó al país por supuestas violaciones a
los referidos derechos. Se trataba de un alineamiento netamente político de los
países, tras una mera consigna.
Pero
los avances democratizadores eran reales y como consecuencia de ellos se había autorizado
el año anterior, como antes dijimos, un nuevo diario opositor, La Época, vinculado a la Democracia
Cristiana. Un combativo ex senador de ese mismo partido, Jorge Lavandero,
mantenía otro diario, Fortín Mapocho,
cuya existencia venía de antiguo (había nacido apolítico en el próspero y
popular mercado de abasto llamado Vega
Central) y por eso había sido respetado por el Gobierno Militar. Lavandero
lo convirtió en periódico político opositor. Antes de eso habitualmente
circulaba sólo entre los comerciantes de la Vega,
lo cual aprovechó el ex-parlamentario para adquirirlo y convertirlo en un medio
que se vendía en los kioscos.
Y
hay otros síntomas de que el gobernante se preocupa seriamente de la imagen del
país en materia de derechos humanos: en marzo de 1987 el pleno de la Corte
Suprema le representó a Pinochet su queja porque la Central Nacional de
Informaciones, CNI, no proporcionaba “informes fidedignos” cuando les eran
solicitados por los jueces.
“Pinochet
responde que se ha encargado de ordenar a los ministerios de Justicia e
Interior, para que en adelante tal servicio proceda apegado a la Constitución y
las leyes y solicita al alto tribunal que si llegara a producirse otro problema
se lo comunique inmediatamente” (3).
El
primer partido legalmente constituido
Siguiendo la línea
de preparar la plena democracia había sido dictada la Ley de Servicio Electoral y Sistema de Inscripciones, N° 18.556.
Conforme a ella se abrieron los registros y los ciudadanos comenzaron a
inscribirse en febrero, como antes se dijo. Pinochet lo hizo con el N° 1 de la
Mesa N° 1 de Santiago-Centro.
En
marzo se promulgó la ley N° 18.603, de Partidos
Políticos. Para constituirlos a nivel nacional eran necesarias aproximadamente
35 mil firmas.
Confluyeron
a formar el primer partido tres fuerzas: 1) El Movimiento Unión Nacional, encabezado por Francisco Bulnes
Sanfuentes, ex senador del Partido Conservador y después del Partido Nacional,
nacido este último de la fusión de aquél con el Liberal y otras fuerzas, tras
el desastre electoral de la derecha en 1965; y Pedro Ibáñez Ojeda, también ex
senador del Partido Nacional; 2) La Unión
Demócrata Independiente, formada por Jaime Guzmán Errázuriz, destacado
líder estudiantil gremialista de la Universidad Católica; y 3) El Frente Nacional del Trabajo, movimiento
creado por Sergio Onofre Jarpa tras abandonar el ministerio del Interior en
1985.
Bautizaron
a la nueva colectividad con el nombre de Renovación
Nacional, que permanece hasta hoy, tras divisiones y disensiones variadas.
Bulnes
e Ibáñez habían formado, junto con Jarpa, el Partido Nacional después de que en 1965 las colectividades
históricas de la derecha, los partidos Liberal y Conservador, casi
desaparecieran bajo la marea de “un Parlamento para Frei”, en quien equivocadamente
el electorado de derecha creyó ver una nueva cara de ésta. Pronto se desengañó
y por eso el derechismo resurgió a finales de los ’60 en el Partido Nacional,
con el consiguiente desinflamiento DC.
Pues
la DC chilena era y es distinta de la europea e inclinada a la izquierda, con
particular vocación por siempre terminar haciendo mucho de lo que dicen los
comunistas. A poco andar, después de 1965, el electorado de derecha se dio
cuenta de eso y los ex conservadores y ex liberales, uniéndose al nacionalismo
que personificaba Jarpa, fundaron el Partido
Nacional, de oposición al gobierno DC y que pronto atrajo al veinte por
ciento del electorado y fue capaz de levantar una candidatura presidencial con
expectativas de triunfo en 1970, encabezada por Jorge Alessandri.
Volviendo
a 1987, la directiva de Renovación
Nacional fue presidida por un hasta entonces apolítico pero muy conocido
abogado, Ricardo Rivadeneira, de gran prestigio y sin otra actuación pública
previa que haber simpatizado con Jorge Prat, ex ministro de Hacienda de Carlos
Ibáñez (1952-1958) y cabeza de grupos de derecha que siempre lo mencionaron
como futuro candidato presidencial, hasta su prematura muerte en 1970, durante
la campaña de Jorge Alessandri, de cuyo gobierno, si éste triunfaba, se
anticipaba que sería el ministro del Interior, con rasgos de Primer Ministro.
El
Secretario General de RN fue el abogado Gonzalo García, ex subsecretario del
Interior del Gobierno Militar, directivo de empresas, hijo del ex senador y ex
Presidente del Partido Nacional,
Víctor García Garzena. Completaban la directiva tres representantes de los
grupos integrados en la nueva colectividad: Juan de Dios Carmona, el ex senador
y ex ministro DC, ahora representando al Frente
Nacional del Trabajo de Jarpa; Jaime Guzmán, por la UDI y Andrés Allamand, por Unión
Nacional.
Con
el apoyo periodístico de El Mercurio,
cuya “Semana Política” insistía en que se impusiera el criterio unitario en la
formación de un solo partido de apoyo al régimen, se juntaron en RN el agua y el aceite. Pero, como suele
suceder con ambas, no por mucho tiempo.
Desde
luego, ya en diciembre renunció Rivadeneira, que no era partidario ni del
plebiscito presidencial ni de que Pinochet fuera el candidato. En una reunión
con el ministro Fernández le hizo ver que en la Comisión Política había cuatro
ex senadores y todos pensaban igual que la directiva, es decir, eran contrarios
al plebiscito.
La
facción de Unión Nacional (Allamand),
a la cual pertenecía Rivadeneira, también se oponía al plebiscito y abogaba por
elecciones presidenciales abiertas. Pero la UDI
de Jaime Guzmán y el FNT de Jarpa lo
apoyaban. Recurda Gonzalo Vial:
“Rivadeneira,
en posición extrema –ni plebiscito, ni Pinochet— y además molestamente crítico
cuando hablaba de derechos humanos, dimitió la presidencia del partido tan
pronto se reunieron las firmas para inscribirlo (diciembre). Sucesor: Sergio
Onofre Jarpa. Sólo el grupo de Allamand mantuvo las antiguas reticencias, pero
minoritario y muy constreñido a la discreción por la obvia necesidad de, en
ningún caso, perjudicar directamente una posible candidatura Pinochet” (4).
Debe
recordarse que a fines de loss 70 Rivadeneira integró una escasamente recordada
y aun menos documentada Comisión Asesora
de Derechos Humanos que se formó al amparo del Gobierno Militar.
La DC se reconstituye en todo el país
Treinta mil
militantes del Partido Demócrata Cristiano eligieron el 4 de julio, en forma
directa y tras una larga campaña electoral, a los presidentes provinciales,
comunales y delegados a la Junta Nacional.
Con
respecto a la presidencia de la colectividad, Patricio Aylwin –que ya en 1984
había manifestado que era necesario aceptar la Constitución como un hecho--
sucedía al por entonces radicalizado Gabriel Valdés; y en la elección interna
aventajaba a otro aspirante de más a la izquierda, Ricardo Hormazábal, según el
escrutinio parcial.
Aylwin
había decidido instar a dirigir la colectividad en nombre de que era el único
alto directivo de la misma que no albergaba aspiraciones a ser candidato a la
Presidencia de la República al término de la transición y cuando se pusiera en
vigor la plena democracia prevista en el articulado permanente de la
Constitución (5).
Fracaso
de la política militar del PC
Los comunistas
seguían fuera de todo concepto de normalización democrática. Radio Moscú ya
daba a conocer el pesimismo de ellos con los logros de su política militar,
nombre eufemístico para describir sus atentados terroristas a lo largo del
país.
En
su emisión del 9 de enero la radio soviética informaba que durante un mitin
realizado en Halle, Alemania Federal, el miembro de la Comisión Política del
PC, Rodrigo Rojas, confesaba que “entramos a 1987 en medio de una situación
difícil, compleja”.
El
16 de enero, en Moscú, el ex senador rojo Volodia Teitelboim, en su discurso
para el 65° aniversario de la fundación del PC en Chile, acusaba de
“desencantados” a los dirigentes de centroderecha, quienes “a fines del año
pasado inventaron una variante con el nombre de elecciones presidenciales libres
para el año 89”.
Casi
no hubo acciones terroristas en enero y sólo unas pocas en febrero de 1987.
Radio Moscú confesaba veladamente el fracaso, admitiendo apenas una “relativa
paralización de la movilización social (…) resultado de un proyecto que se ha
intentado llevar a la práctica consciente y deliberadamente, siguiendo la
batuta del embajador norteamericano en Santiago”. Embajador norteamericano,
Harry Barnes, dedicado metódica y precisamente a boicotear el itinerario de
transición del Gobierno.
Una
“protesta” convocada para el 25 de marzo fue un fracaso y el dirigente DC
Genaro Arriagada (que había sido Coordinador General de las Protestas)
dictaminó:
“Esas
formas de movilización social se agotaron, no convencen al pueblo de que sean
eficaces y son factor de división en la base social”, concluyendo que “las
formas tácticas hacia las que derivan las protestas han fracasado y no pueden
seguir siendo sostenidas” (6).
Otros
partidos de izquierda
A la izquierda de
la DC, que se reconstituyó legalmente como partido en 1987, como recién se ha
visto, se hallaba el PS de Ricardo Núñez, “renovado”, que después de formar
parte de la Alianza Democrática no
hizo nuevos pactos.
De
hecho, la Alianza Democrática y el Movimiento Democrático del Pueblo
desaparecieron.
A
la izquierda del PS-Núñez estaban el PS-Almeyda, el Partido Comunista, el MIR,
los dos MAPU, la Izquierda Cristiana y grupos menores, que formaron un nuevo
colectivo: la Izquierda Unida.
Todos
estos eran opuestos a entrar en el plebiscito y a que sus seguidores se
inscribieran en los registros electorales. Persistían en confiar en la vía
violenta de los comunistas.
Todavía
a mediados de 1987 toda la oposición rechazaba participar en el plebiscito y
exigía elecciones libres. Se formó el Comité
por Elecciones Libres, presidido por el ex ministro de Hacienda DC Sergio
Molina Silva, al cual adhirieron personalidades de derecha, como la ex diputada
del Partido Nacional Sylvia Alessandri y los ex embajadores del Gobierno
Militar, José Miguel Barros y Lucía Gevert. También se formó el Comité de Izquierda por Elecciones libres, presidido
por Ricardo Lagos.
Molina
envió una conciliadora carta al todavía no sustituido ministro del Interior,
Ricardo García Rodríguez, para “conciliar voluntades”, precisando que “con esto
no pretende atacar a nadie sino contribuir a lograr un objetivo que es
compartido por los más variados grupos de chilenos”.
García
respondió que el Gobierno compartía la premisa de que los actos electorales
estuvieran “revestidos de seguridad y transparencia, de modo que sean reflejo
de las decisiones soberanas de los chilenos” y mencionaba las leyes de Inscripciones Electorales, del Tribunal Calificador de Elecciones, de Partidos Políticos y de Sistema Electoral que habían sido
preparadas por las cuatro Comisiones Legislativas asesoras de los miembros de
la Junta, despachadas por ésta y promulgadas por el Presidente de la República
(7).
Probablemente
los opositores finalmente pensaron que si no participaban en el plebiscito
presidencial, el Gobierno iba a ganarlo y a permanecer más tiempo en el poder
apoyado en una votación popular, como lo había hecho desde 1980, así es que en
noviembre Patricio Aylwin, presidente de la DC, se decidió y expresó que se
debía participar en aquél, apoyando la opción “No”.
En
febrero de 1988 un total de 17 colectividades opositoras firmarían el pacto Concertación de Partidos por el No, quedando
sólo el MIR y el Partido Comunista en la postura insurreccional.
Pero
esa disparidad no fue obstáculo para que, finalmente, casi todos decidieran
participar en la carrera por inscribirse en los registros electorales. Sólo el
FPMR “autónomo” se marginó.
Sin duda, en 1987
Pinochet ha asumido la iniciativa política. Parece tan confiado que incluso
anuncia el fin del exilio, es decir, de la prohibición de reingreso de los que
se habían marchado.
Pero
la oposición no le reconoce nada. El moderado DC Edgardo Boeninger señala que
la legislación sobre partidos políticos presenta deficiencias graves; su
correligionario Gabriel Valdés afirma que ni la Constitución ni las leyes
políticas llevan a Chile a la democracia; Germán Correa, presidente del Movimiento Democrático Popular nucleado
por el Partido Comunista, señala que la lógica jurídica de la Constitución y
las leyes que de ella derivan es totalmente ilegítima y antidemocrática y que
quienes utilicen esas leyes intentan perpetuarse en el poder (8).
Ciertamente,
no avizoraba que tres años después su propia gente iba a utilizar esas leyes
para llegar al poder y ejercerlo según ellas, bajo las cuales él mismo iba a
ser ministro del Interior, con la misión de hacerlas respetar.
Los
comunistas se esforzaban
Contra lo afirmado
después de 1990 por la “posverdad” construida desde la izquierda, en 1987, en
plena “dictadura”, un diario opositor al Gobierno, La Época, publicaba una larga inserción del Partido Comunista donde
se expresaba:
“Para
que la exigencia de elecciones libres y democráticas sea un aporte real a la
lucha antidictatorial debe formar parte y estar indisolublemente ligada al
conjunto de las luchas del pueblo por sus demandas, reivindicaciones y derechos
conculcados, a través de la más resuelta movilización social”.
Dejando
en evidencia que ésta última constituía una acción violenta, más adelante
aclaraba: “Hacemos una explícita reafirmación de nuestra Política de Rebelión
Popular de Masas, que conduce a la ruptura con las leyes y el orden fascista
(…) Es decisivo derrotar las tendencias a la conciliación y el inmovilismo y
retomar el proceso de confrontación resuelta, de desobediencia civil, de
ingobernabilidad para los fascistas” (9).
Pero
el clima económico-social del país era mucho mejor que en los años de la
“protestas”. El ministro de Hacienda, Hernán Büchi, mesuradamente decía: “Lo
que el país vivió a partir del año ’85 no fue un boom. Fue un proceso de recuperación ordenado y gradual. Fue
también un proceso sano, cuyas bases estaban afincadas en el mejoramiento de
las tasas de ahorro e inversión. Sin esto todo habría sido un espejismo
solamente. Dicho de otro modo, en ningún día la bonanza cayó del cielo, pero
cada día las cosas evolucionaron para mejor” (10).
La
economía les contesta a los políticos
Mientras
se reconstituían los partidos que habían llevado adelante hasta 1973 la Reforme
Agraria que casi destruyó la agricultura chilena, dando testimonio de que hay
cosas que una gran parte de los chilenos no aprenden nunca, los hechos hablaban
por sí solos. He aquí una noticia publicada en El Mercurio del 8 de agosto de 1987:
“Cifra
récord: La cosecha de trigo de la última temporada alcanzó más de 18 millones
de quintales. Esto significa que por primera vez en este siglo, la producción
del cereal cubre las necesidades del consumo nacional y hasta deja un
excedente”.
¿Qué
había producido ese gran cambio con respecto a la situación en que el
Presidente Allende advertía, en 1973, “sólo queda harina para unos pocos días
más”?
Una
receta muy sencilla: dejar de perseguir a los agricultores, devolver sus
tierras a sus legítimos dueños, allí donde éstos las reclamaran; respetar las
señales de los precios en el mercado, garantizar el derecho de propiedad y la
libertad de emprender; bajar los impuestos y eximir de ellos a las utilidades
que fueran reinvertidas.
Todos
ellos, por otra parte, requerimientos de un régimen democrático de libertades
personales, que el Gobierno Militar puso en práctica mucho mejor que los
gobiernos que lo antecedieron y que condujeron a una crisis terminal a la
democracia chilena, junto con dejarla, literalmente, “sin pan ni pedazo” (11).
Reconocimientos
externos
“Verdaderamente’,
como observaría la revista Forbes en
diciembre de 1987, ‘en muchos casos el modelo económico chileno podría ser
ampliado para aliviar el sufrimiento humano en el empobrecido Tercer Mundo’.
“Un
estudio del Banco Mundial sobre la pobreza en América Latina encontró que: ‘El
caso chileno es especialmente interesante, porque representa un intento exitoso
de orientar el gasto social del gobierno hacia los segmentos más pobres de la
población. Al recortar el gasto gubernamental en los grupos de mayores ingresos
y dirigir los desembolsos hacia los más pobres ha sido posible proporcionarles
los servicios sociales más urgentes a pesar de la grave crisis económica (…) El
desempeño de Chile en cuanto al gasto social no tiene igual en la región, y se
ha obtenido mejoras sustanciales en la eficiencia con que se entregan servicios
sociales a los pobres” (12).
Bolivia
nuevamente distrae al Gobierno
Un nuevo canciller
boliviano, Guillermo Bedregal, propone que Chile entregue a su país 2.800 km
cuadrados entre la Línea de la Concordia, límite con Perú, y la ciudad de Arica
o, alternativamente, un enclave territorial, ya fuere en Camarones, Tocopilla o
Mejillones, para terminar con la mediterraneidad del país altiplánico.
Pinochet
comenta el ofrecimiento en una visita a Arica y manifiesta: “He querido
conversar con ustedes brevemente sobre la situación que se ha creado con
nuestros vecinos (…) posiblemente por un manejo apurado, los señores vecinos
han hecho un pedido que no se puede aceptar bajo ningún respecto. ¡Chile no se
vende ni se transa! (...) Cada pedazo de tierra de esta zona es seguro que
tiene manchas de sangre de los que cayeron luchando por defender este
territorio y no lo vamos a entregar porque nos piden o nos ordenan. ¡Aquí no ordena
nadie, nosotros somos soberanos para hacerlo! (13).
Según
el Tratado de Límites de 1929 con Perú, Chile no tiene la facultad de ceder a
un tercer país territorios que antes fueron peruanos, sin el consentimiento de
aquél.
Antes
ya había habido una propuesta parecida y Perú formuló, para acceder a un
“corredor boliviano”, demandas que para Chile resultaron inaceptables.
El
“Comité de Elecciones Libres”
El 13 de marzo de
1987 se forma el Comité de Elecciones
Libres, coordinado por el ex ministro de Hacienda de Frei Montalva y
militante DC Sergio Molina y que agrupa a catorce personas de figuración
pública nacional.
En
agosto se crea el Comando por Elecciones
Libres, que envía al Gobierno una propuesta de reforma constitucional.
Estas
personas actúan con confianza gracias al apoyo externo, más que interno, que
reciben. Mientras el presidente Reagan expresa, según vimos, apoyo al Gobierno
Militar, los funcionarios subalternos de su administración ejercen continua
presión para que éste acomode su salida del poder a los deseos de la oposición.
Estas
presiones culminarán al año siguiente, cuando el Secretario de Estado, George
Schultz, impulse el National Endowment
for Democracy, que proveerá de abundantes fondos a los opositores al
Gobierno Militar y probablemente, junto con la masiva ayuda europea, serán
decisivos para el triunfo de “No” en el plebiscito presidencial de 1988.
La
oposición logra, con esos apoyos externos, crear un clima de superioridad sobre
el Gobierno y cuando más adelante se estudien las encuestas de opinión, salvo
la de Gallup, que siempre favoreció al Gobierno, se comprobará una
subestimación sistemática del apoyo de que éste gozaba, en términos de que
ninguno de esos sondeos siquiera se acercó a pronosticar –salvo, repito,
Gallup, que auguró el triunfo del “Sí”-- el 43 % que el régimen obtuvo en
definitiva. En promedio le daban poco más del 30 %.
Pero
no habrá en 1988 elecciones libres, sino plebiscito libre: el contemplado en el
articulado transitorio de la Constitución. Resulta notable la firmeza con que,
pese al asedio externo e interno, el régimen supo preservar el itinerario que
propuso, y el pueblo aprobó, en 1980.
Terrorismo
comunista y respuesta oficial
El descubrimiento
de los arsenales clandestinos enviados desde Cuba, la evidencia de que estaban
destinados a servir más allá del término del Gobierno Militar, para atentar
contra el régimen plenamente democrático
llamado a sucederlo (confirmado ello por el peritaje norteamericano) y el
atentado contra el Presidente, en que fueron asesinados cinco miembros de su
escolta, provocaron un repudio ciudadano
generalizado y visible y convencieron a los líderes de la Alianza Democrática de que, por ese camino, no sólo iban a perder
el plebiscito del año siguiente sino cualquier elección que se diseñara para
reemplazarlo, porque la mayoría popular rechazaba la violencia y, si la
oposición la hacía suya, esa mayoría popular se iba a inclinar por el Gobierno.
Escribe
el historiador Gonzalo Vial: “El Partido (comunista), el Frente, el MIR y
grupúsculos menores de violencia, persistirán sin embargo en el terrorismo y la
movilización extrema todo el año 87. Pero lo harán desmayadamente, ante la
palpable falta de eco no sólo político, sino también poblacional de sus
convocatorias. Y así los intentos de nuevas jornadas colectivas se reducirán a
dos, el 25 de marzo y el 7 de octubre. Respectivamente, un “día de la dignidad
nacional”, sin muertos, y un paro que ‘logró’ cuatro, pero que no paró nada”
(14).
Nótese:
según Vial, el paro “logró” cuatro muertos. Este reconocimiento, tácito pero
palmario, de que los muertos eran una meta político-publicitaria de los
opositores, no puede ser más elocuente.
Uno
de los atentados terroristas más graves se registró el 27 de julio, cuando fue
asesinado el suboficial de Carabineros Leopoldo Tolosa Sepúlveda, que formaba
parte de la escolta del Presidente de la República. Como es el caso de casi
todas las víctimas del terrorismo, su memoria es apenas recordada y los autores
de su muerte seguramente han tenido acceso a indemnizaciones y compensaciones
muy superiores a las de la familia del suboficial.
Allanamiento
de poblaciones
Así
como el brazo armado comunista y el MIR habían declarado la guerra al régimen,
éste contraatacaba. El 29 de abril el Gobierno comenzó el allanamiento de
poblaciones por parte del Ejército. Allanó una treintena. Lo hizo sin violencia
excesiva, pero muy organizadamente. Los hombres mayores de quince años eran
conducidos a un sitio eriazo y allí se les identificaba. Las viviendas eran
revisadas. Si había órdenes de detención sin cumplir, se cumplían. Quienes no
tenían problemas recibían un timbre en el dorso de la mano derecha, que los
liberaba.
Dice
el historiador Vial: “Cuando el Ejército se iba, avanzada la mañana y concluido
el operativo, dejaba lo que había querido dejar: la sensación de una maquinaria
de fuerza incontrarrestable, a la cual era inútil oponerse. El ánimo de la
rebelión bajaba perceptiblemente” (15).
Y
muchos pobladores agradecían el apresamiento de los que tenían órdenes de
detención pendientes, porque con él mejoraba visiblemente la seguridad en las
poblaciones. Hasta hoy, 2018, se extraña silenciosamente al Gobierno Militar en
las poblaciones, por esa razón.
La
visita del Papa
Todos los sectores
políticos querían “aprovechar” la visita del Papa. Sólo los fieles católicos
contemplativos podían considerarla nada más que en su dimensión apostólica y
religiosa.
Para
el Gobierno constituía un gran éxito el haberla conseguido y, al mismo tiempo,
un gran riesgo, sabiendo que el extremismo armado podía provocar durante ella
cualquier desmán.
Para
los opositores democráticos era una ocasión de denuncia ante el mundo contra el
Gobierno Militar, aunque, publicitariamente, ya la tarea de desprestigio de
éste la había cumplido el Departamento de
Desinformatsiya del KGB soviético desde el 11 de septiembre de 1973 mismo.
Para
los propios comunistas y otros opositores violentos y armados, era la ocasión
de generar un caos que –aspiraban— iba a ser la gota que colmara el vaso de la
paciencia nacional e internacional con el Gobierno Militar y conducir a su
deposición.
Radio
Moscú lo anunciaba: “En torno a la visita del Papa va a haber movilización de
masas, se va a manifestar el pueblo, incluso habrá pelea” (16). ¿Cómo sabían? Porque
ellos la iban a provocar.
¿Alguien
podría discutir el origen de la violencia durante dicha visita, después de esa
confesión premonitoria comunista?
Pero
la presencia del Papa terminó favoreciendo más al Gobierno. “Una fotografía
vale por mil palabras” y la que mostró a Su Santidad y al Presidente Pinochet
juntos en un balcón de La Moneda, presentándose ante una Plaza de la
Constitución colmada de personas que habían madrugado para ver al Pontífice,
dio la vuelta al mundo y produjo un efecto devastador para los planes de
demonizar a Pinochet.
Las
canalladas no estuvieron ausentes, por cierto. He aquí una, referida por el
Arzobispo de La Serena, Francisco José Cox, al ministro de Minería, Jorge López
Bain:
“Debo
confesarte que tuve algunas experiencias no tan felices y particularmente una
que me fue en extremo frustrante. A la prensa extranjera, con el mejor de los
espíritus, le abrimos las puertas del Canal 13 de televisión y le dimos acceso
sin la más mínima restricción. Sin embargo, hubo abuso de nuestra buena fe y
yo, personalmente, vi cómo un par de periodistas italianos pagaban mil dólares
por una grabación de los disturbios de tiempos de la Unidad Popular y los
mostraron como si estuvieran ocurriendo durante la visita del Papa” (17).
Estaba
previsto que Su Santidad y el Presidente hablaran a solas por diez minutos,
pero lo hicieron durante cuarenta y cinco. Ninguna de ambas partes reveló en
vida lo que conversaron y, en particular, Pinochet evadió siempre responder,
cuando se lo preguntaron.
El
Papa Juan Pablo II era uno de los escasos dignatarios de nivel mundial que era
capaz de no “comprar” la campaña contra la Junta, porque conocía al comunismo
por dentro, como ciudadano polaco; y porque en Santiago residía un coterráneo y
amigo suyo, el padre Bruno Richlovsky, gran partidario del Gobierno Militar y
que se preocupaba de mantener a Su Santidad informado de todo… y en idioma
polaco. Y por eso, cuando visitó Santiago, se negó a ingresar a las oficinas de
la Vicaría de la Solidaridad del Arzobispado de Santiago, sabiendo lo que en
realidad ésta era, un “brazo logístico” de apoyo judicial y hospitalario del
brazo armado comunista, según quedó en evidencia cuando se investigó el
asesinato de uno de los cabecillas del mismo, José Manuel Parada, que era a la
vez ¡Jefe del Archivo de dicha Vicaría de la Solidaridad!
A
raíz de la visita del Pontífice, el marxismo tuvo que asumir las culpas de los
incidentes que provocó durante la gira de Juan Pablo II. Incluso el historiador
Gonzalo Vial, inclinado a cargar las tintas al Gobierno Militar en materia de
derechos humanos, reconoció que en 1987 “el violentismo hizo una apuesta audaz.
Intentó convertir en sangrienta protesta política la multitudinaria misa del
Parque O’Higgins, oficiada por el Pontífice para beatificar a Teresa de los
Andes. Sobrevino una verdadera aunque confusa y dispersa batalla campal, de
numerosos focos, culminada con una furiosa arremetida hacia el proscenio y
altar donde estaba Juan Pablo II. Pero los ‘guardias’ de la Iglesia y los carabineros
lograron contener a los atacantes, sin que se interrumpiese la ceremonia ni,
por fortuna, hubiera bajas fatales” (18).
Otra versión certera de los incidentes, del
prelado encargado de la visita del Papa, fue la que sigue:
“Como
se ha dicho, el clima de armonía que había concitado la presencia del Papa fue
roto por la extrema izquierda. Durante la misa en la que se beatificó a sor
Teresa de los Andes, en el Parque O’Higgins, generó un incidente
propagandístico de singular cobardía al agredir, sin mediar provocación alguna,
a una muchedumbre pacífica, causando 260 heridos. Consultado acerca de los
hechos de violencia que opacaron tan magna ocasión, el secretario Ejecutivo del
Comité Pro Visita del Papa, monseñor Francisco José Cox, manifestó que sus autores
eran grupos absolutamente organizados y que dichos sucesos habían revelado algo
extraordinariamente importante, ‘porque si nuestro destino va a estar en manos
de personas como éstas, tenemos un tristísimo destino’. Por su parte, Juan
Carlos Latorre, jefe de los voluntarios de la Guardia Papal, señaló que los
autores eran ‘los mismos que piden a la Iglesia que los acoja, que los cuide y
colabore con ellos, cuando se sienten o se dicen perseguidos’” (19).
A
su regreso a Roma el Papa encontró las murallas cubiertas de carteles que
atacaban su actuación en Chile. El marxismo no perdona. Pero el Pontífice, que
nunca se arredró ante el comunismo, replicó: “la Iglesia Católica no puede
permanecer indiferente a los aspectos antirreligiosos de la ideología marxista”
(20).
La
visita del Papa mejoró sustancialmente, además, el clima de las relaciones
entre el Gobierno y la Iglesia Católica, como apunta el historiador James
Whelan: “El cardenal Fresno no sólo fue a La Moneda a recibir una medalla que
le otorgó el Presidente Pinochet en presencia del nuncio, sino que también se
embarcó en una gira por bases militares, incluida la base de la Fuerza Aérea en
la Antártica, que visitó en compañía de los miembros de la Junta, generales
Matthei y Gordon” (21).
Secuestro
del coronel Carreño
El FPMR comunista,
ahora autodenominado “autónomo”, continuó operando y secuestró a un coronel de
Ejército, Carlos Carreño, subdirector de la Fábrica de Materiales del Ejército (FAMAE),
en septiembre de 1987.
La
privación de libertad duró 92 días. El FPMR logró sacarlo de país y lo llevó
narcotizado a Brasil. El Gobierno no aceptó negociar nada. Era su ley frente al
terrorismo y todos, desde los ministros para abajo, lo sabían: si eran
secuestrados, el régimen no pagaría ningún rescate por ellos ni habría canje ni
cumpliría ninguna exigencia terrorista.
Por
eso en los autos de los ministros y altos funcionarios colgaba una pistola bien
aceitada junto al asiento trasero. (En el caso de una del auto de un ministro
amigo que una vez me mandó a buscar a mi oficina, comprobé que tenía gran
exceso de aceite). Debían usarla en caso de intento de secuestro.
La
política del Gobierno era ésa, pero algunos elementos “descolgados” de la CNI
parecían pensar de otra manera y, tras el secuestro de Carreño, secuestraron a
su turno a cinco comunistas, activos en la guerrilla, a los cuales tenían
fichados. Al parecer, querían ofrecer un canje por el coronel. Pero su proceder
no tuvo respaldo de la superioridad y entonces optaron por matarlos y hacer desaparecer
sus restos (22).
Recién
en 2017 la Corte Suprema condenó por sentencia de término a 32 ex agentes de la
CNI, entre ellos una mujer, a penas de entre cinco y diez años de presidio por
su responsabilidad en la muerte de los cinco frentistas que pensaban canjear
por el coronel Carreño, a los cuales ajusticiaron y lanzaron al mar en vista de
que el Gobierno declaró que no negociaría con los secuestradores. Los
guerrilleros ejecutados fueron Julián Peña Maltés, Alejandro Pinochet Arenas,
Manuel Sepúlveda Sánchez, Gonzalo Fuenzalida Navarrete y Julio Muñoz Otárola.
El
director de la CNI a la sazón era el general Humberto Gordon, hasta que fue
promovido en el mismo 1987 a la Vicecomandancia en Jefe del Ejército. Asumió,
entonces, como miembro de la Junta de Gobierno. Lo reemplazó en el servicio de
inteligencia el subdirector de éste, general Hugo Salas Wenzel… para su
infortunio, porque más de veinte años después fue condenado a cadena perpetua
por la muerte de doce frentistas en un falso enfrentamiento, del cual él –según
me aseguró personalmente, días antes de entrar a presidio a cumplir su condena—
no fue responsable. La única evidencia en su contra fue el testimonio de un
subordinado suyo, autor de los hechos y que declaró haber recibido del general
Salas la orden telefónica de ejecutar a los guerrilleros, orden que éste negaba
haber dado. Y en marzo de 2017 se le ha añadido a su presidio perpetuo la pena
por las muertes de los cinco frentistas que se pretendía canjear por Carreño
(23).
También
una mujer, Ema Ceballos Núñez, integrante de la DINA y la CNI, fue condenada a
10 años y un día por las mismas muertes, pero siempre negó su participación y
señaló nunca haber pertenecido a la Brigada
Azul a la cual se le atribuía la venganza. Ingresó a la cárcel de mujeres
en 2017, a los setenta años. Había debido dejar su domicilio hacía tiempo,
debido a que la gente de izquierda la “funaba” constantemente (funa: manifestación comunista de odio o
repudio a domicilio o en el lugar de trabajo) (24).
Se
siguió cumpliendo así el paradigma chileno post ’90, de máximo rigor y
presidio, a veces perpetuo y siempre contra las leyes vigentes, es decir,
cometiéndose el delito de prevaricación por parte de los jueces, para los
militares que tuvieron la misión de enfrentar a los terroristas e impedirles
matar a otros chilenos; y amnistía, indulto o liberación e indemnización millonaria
para los guerrilleros de izquierda.
Pero
en 1987 el Partido Comunista estaba furioso con la directiva frentista por
haberse expuesto al fracaso del secuestro del coronel Carreño. Ello provocó la
deserción del jefe del FPMR, Raúl Pelegrín, que resolvió marginarse de la
colectividad y operar por su cuenta (de ahí lo de FPMR autónomo).
Encuesta
Gallup-Chile
A principios de
1988 se dio a conocer una encuesta de Gallup-Chile realizada a fines de 1987,
que revelaba, con respecto al plebiscito del año siguiente, que los partidarios
del “Sí” eran el 39,4 % y del “No” 26,6 %, anunciando una alta abstención.
Asimismo, ordenaba los principales acontecimientos negativos ocurridos en el
país, de más a menos graves, según la opinión pública, de la siguiente manera:
Catástrofes naturales 79,8 %
Terrorismo 78,2 %
Inflación 67,1 %
Desempleo 57,8 %
Falta de democracia 21,3 %
Violaciones a los derechos humanos
15,8 %
Nótese
que el terrorismo era considerado un problema peor que el de las supuestas
violaciones a los derechos humanos por una incontrastable mayoría ciudadana
(78,2 % versus 15,8 %).
Entre
las catástrofes naturales puede citarse el gran terremoto de 1985 y las
inundaciones de 1982. Estas últimas dejaron un saldo de 32 muertos, cien mil
personas damnificadas y daños a la propiedad estimados en cien millones de
dólares de entonces.
El
mayor nivel de preocupación por el terrorismo lo expresaron las mujeres (83,4
%), las personas de 45 años o más (80,6 %) y la gente más pobre (78,8 %); “en
otras palabras, los habitantes de esas poblaciones marginales donde los
terroristas radicales tenían sus reductos y a las cuales usaban como bases de
operación. La preocupación por el terrorismo es mencionada muy rara vez en los
informes de prensa sobre Chile” (25).
Operación
Albania o Corpus Christi
A
partir del 14 de junio de 1987 se inició una operación de la CNI contra el FPMR
que se ajusta a los cánones que observan los norteamericanos con Al Qaeda o los
israelíes con los terroristas palestinos de Hamas y Al Fatah, pero que la
justicia chilena posterior a 1990 ha sometido a las más altas penas, como la de
presidio perpetuo.
El
historiador Gonzalo Vial sostiene que se han aclarado judicialmente las muertes
en 1987 de doce frentistas en la Operación
Albania, conocida también como Corpus
Christi, por coincidir la fecha con la referida festividad religiosa (26).
Es la mencionada más arriba como razón del presidio perpetuo impuesto al
general Hugo Salas Wenzel, ex director de la CNI.
En
realidad, un probable motivo puede haber sido que el actuar de la guerrilla se
había tornado bastante ostensible y los diarios publicaban testimonios hasta de
la exhibición de armamento, por parte de los terroristas, en las calles de
algunas poblaciones, con entera impunidad. Alguna alta autoridad puede haber
exclamado: “¿Y qué hacen los servicios de seguridad frente a estas públicas
exhibiciones de los terroristas?”. La reacción de los subordinados frente a una
observación como ésa puede ser imprevistamente exagerada.
La
CNI tenía controlados a los guerrilleros pero, tal vez pensando que podía
obtener más información vigilándolos que apresándolos, no había hecho esto
último, hasta que se desató la Operación
Albania.
Comenzó
dándole muerte a uno de los jefes fundadores del Frente, Ignacio Valenzuela, en
una calle de la comuna de Las Condes. La CNI alegó que había sido un
enfrentamiento. Luego, en Ñuñoa y San Miguel, en la tarde y en la noche,
cayeron otros tres, en parecidos encuentros con personal de seguridad.
Y
se dio la información de un combate en una casa de seguridad del Frente, en la
calle Pedro Donoso, de Conchalí, donde, enfrentados siete frentistas jóvenes,
supuestamente de los que se había enviado a Cuba a recibir entrenamiento,
murieron todos estos. Veinte años después la justicia terminó por establecer
que el baleo fue unilateral.
El
personal de CNI responsable ha terminado recibiendo las más altas penas que
contempla nuestro ordenamiento por esas muertes. Por contraste, el jefe del
atentado a Pinochet, César Bunster, que causó cinco muertes, goza de perfecta
impunidad, ha sido candidato a concejal, ha recibido homenajes de la izquierda
en el Congreso y ha sido invitado al Palacio de La Moneda por la Presidenta
Michelle Bachelet en su primer gobierno. Y el jefe militar comunista que ha
confesado públicamente haber sido autor intelectual de dicho atentado, hoy
diputado Guillermo Teillier, nunca ha podido ser procesado porque los
tribunales han estimado que en su favor sí opera la prescripción. Y también ha
sido invitado a La Moneda por el Presidente Sebastián Piñera durante su primer
mandato.
El
país soporta un doble estándar en relación al resto del mundo: doce terroristas
muertos por la CNI derivan en cadena perpetua para los jefes y funcionarios de
ésta. Ejecución de 32 terroristas en el extranjero derivan en impunidad total,
si es que no condecoraciones, para los autores, en el siguiente caso:
“Aden
Hashi Ayro, quien era jefe de Al Qaeda en Somalía, murió ayer junto al jeque
islamista Muhaydin Omar y treinta personas más, en el mayor ataque de los
Estados Unidos a la insurgencia en ese país, el grupo Al Shabab, ligado a Al
Qaeda. El ataque aéreo en la localidad somalí de Dusamareb redujo algunas casas
a escombros” (27).
Homenaje
a Salvador Allende
Otro testimonio
del clima de distensión que generaron las medidas democratizadoras y la
dictación de leyes que regirían bajo la plena democracia, tuvo lugar en el Teatro Cariola, ubicado en el centro de
la capital: allí se realizó sin problemas un homenaje al ex presidente Salvador
Allende, sin sufrir inconvenientes ninguno de sus organizadores.
¿Alguien
creería en 2018, después del “lavado de cerebros” colectivo que ha tenido lugar
a partir de 1990, que bajo el Gobierno Militar se podía tributar un homenaje
público a Salvador Allende, en un teatro importante del centro de la capital?
Al contrario, bajo la actual “plena democracia” no pudo realizarse normalmente
en 2010 un homenaje al ex Presidente Pinochet, en el Teatro Caupolicán de Santiago, cuya pieza fundamental era una
película documental sobre su obra, debido a la agresión de activistas de
izquierda contra los asistentes, algunos de los cuales sufrieron graves
lesiones.
Los
organizadores del homenaje a Allende fueron los partidos de extrema izquierda
que poco antes habían fundado el colectivo Izquierda
Unida. Este, debido a la violencia que practicaban los grupos que lo
formaban –el PS-Almeyda, el PC, el MIR— no había encontrado cabida dentro de la
Alianza Democrática que habían
formado la DC, el PS-Núñez, el PR y el PL, contrarios a la violencia armada…
tras convencerse de que el Gobierno Militar no iba a retroceder ante ella y,
además, pero no menos importante, que ella les generaba gran impopularidad
entre la población y suscitaba apoyo a la mano firme del Gobierno.
Pero
todas estas agrupaciones de partidos iban a unificarse poco después, cuando se
formara la Concertación de Partidos por
el No, a comienzos de 1988.
“No
queremos venganza…”
El 19 de mayo de
1987 la presidenta de la Agrupación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos, Sola Sierra, cuyo marido, un
dirigente comunista, había sido apresado en 1976 y su paradero no se había
posteriormente determinado, declaraba:
“No
queremos venganza. Después de un tiempo, si aquí se detecta quiénes son los
responsables y qué fue lo que pasó, si hay condenas y luego una ley de
amnistía, nosotros no nos opondremos”.
Exactamente
lo contrario de lo que en definitiva sucedió: hubo venganza, los procesos nunca
terminaron y sólo aumentaron; ni se respetó la Ley de Amnistía, sino al
contrario, se impuso la consigna “ni perdón ni olvido”. Y quienes sucedieron a
Sola Sierra en el cargo, tras su fallecimiento, han sido las más vehementes
opositoras a cualquier iniciativa para dejar atrás el pasado.
Ha
habido además lucro, a través de cuantiosas indemnizaciones obtenidas del
Estado, pese a que puede probarse que el Estado como tal nunca patrocinó
conductas delictuales.
Paro
en la Universidad de Chile
Como parte de la
apertura política iniciada en 1984, y que había dado lugar en la Universidad de
Chile a las primeras elecciones de directiva de su federación de estudiantes
(FECH) desde 1973, bajo la rectoría del general de brigada Roberto Soto
Mackenney se había iniciado un proceso de democratización de la principal universidad
del país y se había determinado que la elección de decanos de las facultades se
haría por sus pares académicos.
Pero
las autoridades económicas, dentro del exigente proceso de recuperación a que
se había visto sometido el país tras la crisis de 1982, habían advertido que el
funcionamiento de la mayor universidad estatal estaba generando un déficit
histórico, que ascendía a mil millones de pesos del año 1987.
La
impresión de los economistas de gobierno era que se necesitaba una mano que
racionalizara lo que estaba ocurriendo en las finanzas de la Universidad de
Chile y para ese efecto fue designado como nuevo rector el economista José Luis
Federici, formado en dicha universidad pero adepto a las políticas de los Chicago Boys y que había cumplido una
tarea saneadora rigurosa en los Ferrocarriles del Estado, otro ente generador
de continuados déficits gigantescos en años previos.
Pero
esa rectoría provocó una crisis en la Universidad de Chile. Tal vez la
precipitó el decreto universitario N° 4.379, dictado por el nuevo rector, que
suprimía la atribución de los decanos para contratar académicos. Si se quería
sanear las finanzas, lo primero era controlar las nuevas contrataciones
generadoras de un mayor gasto.
Entonces
tanto la Asociación de Académicos como la Federación de Estudiantes de la
Universidad llamaron a paralizar actividades y a partir del 28 de agosto se
suscitó un clima de máxima efervescencia, que tuvo una lamentable culminación
cuando el 24 de septiembre un desfile de estudiantes en el sector céntrico de
Santiago rodeó a un carabinero que dirigía el tránsito y éste, completamente al
margen de toda orden o conocimiento de sus superiores y, por cierto, del
Gobierno, y sintiéndose amenazado por individuos que lo insultaban y empujaban,
extrajo su arma de servicio disparando un tiro que dio en la cabeza de la
estudiante de música María Paz Santibáñez, que quedó gravemente herida.
De
nuevo, como en el Caso Quemados del
año anterior, la noticia dio la vuelta al mundo: “el régimen de Pinochet
dispara en la cabeza a una estudiante”. Y vinieron las muestras de repudio
internas y externas de rigor.
La
escena siguió el patrón clásico: un uniformado, solitario y aislado, ajeno al
tema, pues estaba encargado del tránsito, es rodeado y acosado por un grupo enardecido
y teme por su vida. Cree que lo van a linchar. Tiene su arma para defenderse y
la usa, hiriendo a la estudiante más próxima. Escándalo mundial y la culpa no
es de quienes iniciaron la agresión, sino del Gobierno Militar y su máximo
exponente: Pinochet. Pasa a ser “otro de los crímenes de Pinochet”: ordenó
dispararle a una estudiante.
Desenlace
del conflicto
Durante el paro
universitario yo defendí, desde mi columna de El Mercurio, el principio de autoridad. El 7 de octubre escribí:
“Debe
saberse quién manda en la Universidad. Si el Gobierno transige en este punto,
la oposición abrirá muchos otros frentes de rebeldía para repetir en ellos su
triunfo y la gente se preguntará, no quién manda en la Universidad, como ahora,
sino quién manda en el país”.
El
tema era ése. Por eso yo también escribía: “Todos los temas académicos y
administrativos pueden discutirse: si el plan de desarrollo es bueno, regular o
malo; si en el Departamento de Astronomía es apropiado o no que haya 21
profesores y tres alumnos o sería mejor la proporción inversa; o si en el
Hospital J. J. Aguirre (de la Universidad) debería haber más o menos de 520
médicos para atender las 840 camas. Pero eso se discutirá sólo cuando las
actividades universitarias se hayan normalizado y se haya acatado la autoridad
legal, no antes” (28).
Pero
la autoridad cedió y adoptó un criterio más flexible, aceptando la renuncia de
Federici –en ese momento la bête noir
de la oposición-- el 29 de octubre y designando al destacado filósofo y catedrático
Juan de Dios Vial Larraín como nuevo rector.
Como
el rector de la Universidad Católica era el académico Juan de Dios Vial Correa,
las dos principales universidades del país pasaron a tener rectores del mismo
nombre y primer apellido, por primera vez en la historia del país.
Y
el Departamento de Astronomía de la de Chile pudo continuar teniendo 21
profesores y 3 alumnos, su Hospital J. J. Aguirre 520 médicos para sus 840
camas, y el déficit de mil millones de pesos anuales que numerosas situaciones
como ésas generaban pudo permanecer.
El
7 de diciembre la Asamblea General de las Naciones Unidas condenó una vez más a
Chile por las “violaciones a los derechos humanos”, en una votación política
que ya no llamaba la atención de nadie ni generaba mayores consecuencias y que
se había renovado a pesar del reconocimiento del relator designado por la ONU,
Fernando Volio, de que la situación de los derechos humanos había mejorado en
el país.
Fracaso
del paro del 7 de octubre
El epitafio de la
política militar comunista se escribió el 7 de octubre, al fracasar el paro
violento preparado para esa fecha. Es verdad que hubo lanzamiento de bombas,
atentados incendiarios y apagones, todo reivindicado por el FPMR, con un saldo
de cuatro muertos y numerosos heridos, pero en el mismo mes un Pleno del PC
reconoció:
“Bajo
presión imperialista, un sector de la oposición abandonó el camino de la
movilización social y de la concertación política. Hubo temor de que el
movimiento de masas llegara a tales niveles de desarrollo y enfrentamiento, que
provocaran una caída violenta de la dictadura y se creara una situación en la
cual el pueblo entrara a jugar un papel determinante. A ello se sumó la
ofensiva anticomunista exacerbada a raíz del asunto de los arsenales y del atentado
al tirano, y ante la cual cedieron posiciones los partidos de centro y también
algunos de la izquierda.
“Se
produjo una vergonzosa claudicación de la oposición burguesa, cayendo en una
verdadera capitulación ante el régimen de Pinochet” (29).
Es
que los comunistas fueron tan violentos que asustaron al resto de la oposición.
Frutos
del éxito económico
Habiendo dejado
atrás los peores efectos de la crisis de la deuda de 1982, ya la economía
chilena pisa en 1987 terreno firme. La Contraloría General de la República
informa al Presidente que el resultado consolidado de 1987 para el sector
público ha tenido un superávit de 105 mil millones de pesos, lo que ha
permitido servir la deuda pública por 32 mil millones de pesos (30).
En
el exterior también se dan cuenta, si bien el enrarecido clima político
anti-Junta que impera en todas partes bajo el bombardeo propagandístico
originado en Moscú amedrenta a la mayoría de los medios. Sólo pueden expresar
la realidad los que no se dejan intimidar, que son minoría, como es el caso del
Wall Street Journal, que afirma:
“Bajo
el mandato de Pinochet, Chile goza de una enorme estabilidad económica y
progreso, mucho mayor que la mayoría de sus vecinos latinoamericanos,
incluyendo a aquellos que expulsaron a los militares y tienen gobiernos
civiles” (31).
Desde
1985 se ha venido dictando normas para estimular las exportaciones y atraer más
inversión extranjera. Obedeciendo a esos estímulos se instala una planta de
metanol a 25 kilómetros de Punta Arenas, considerada como la más grande de
Occidente.
También
hay proyectos mineros de mediano y largo plazo de la Phelps Dodge, la minera de cobre más grande de los Estados Unidos.
El
empresario australiano Alan Bond, que pertenece al consorcio que ha adquirido
la mina de oro El Indio, le informa
al Presidente sobre los proyectos de inversión de su empresa.
Los
empresarios japoneses que han ganado la licitación del plan de enlace de la Compañía de Teléfonos también le
manifiestan su intención de participar en nuevos proyectos (32).
En
fin, la ley N° 18.567, de 16 de septiembre de 1987, crea un Fondo de Inversión de Capital Extranjero para captar recursos
fuera del país “mediante la colocación de cuotas de participación o para
ingresar al país recursos aportados por inversionistas institucionales
extranjeros, los que se destinarán a la inversión en valores de oferta pública
emitidos en Chile”.
Todas
estas medidas conducen a la diversificación del comercio de exportación chileno:
el cobre, que representaba el 82 % de todas las exportaciones en 1973, en 1987
es sólo el 41 %.
El
mecanismo que permite transformar documentos de deuda externa chilena en
capital de empresas nacionales ha permitido reducir la deuda externa en 1.980
millones de dólares (33).
El
incentivo para los inversionistas es claro: los papeles de la deuda chilena se
transan en una fracción de su valor nominal y, en cambio, en Chile sirven por
el total de ese valor para adquirir activos nacionales.
El
resumen es que hay confianza nacional e internacional para invertir en Chile. E
invertir más es crecer más. Y crecer más significa que todos los habitantes del
país están mejor.
La
revolución silenciosa en los hechos
El país estaba en
orden y, si no hubiera sido por los atentados terroristas del brazo armado
comunista FPMR, financiados y pertrechados desde el exterior por la Stasi de
Alemania Oriental, el KGB de la URSS y el gobierno cubano, la paz y la normalidad
internas serían completas.
Un
testimonio lo daba la noticia publicada en El
Mercurio sobre el reconocimiento internacional de la calidad de un servicio
público que normalmente, bajo gobiernos anteriores, había suscitado las quejas
de los chilenos, Correos de Chile. Y
que también las suscitó y suscita en los posteriores. He aquí cómo había
cambiado para bien:
“CARTAS
MÁS RÁPIDAS. Un control de calidad realizado por la Unión Postal de las
Américas y España determinó que el Correo chileno es el más eficiente en sus
tiempos promedio de salida, transporte y entrega de correspondencia.
“El
examen se efectuó en septiembre de 1986, superando el servicio nacional a los
de Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, Panamá y Uruguay” (34).
El
libro Chile: Revolución Silenciosa,
del economista Joaquín Lavín, apareció en 1986, como vimos en el capítulo
anterior, y se siguió reeditando en 1987, convertido en uno de los más vendidos
de la historia del país, porque respondió de una manera sorprendente a una
pregunta que solían hacer los opositores al Gobierno Militar: “Pero ¿qué ha
hecho este gobierno?”
Vale
la pena resumir otra de sus revelaciones más notables, aparte de las ya
señaladas en dicho capítulo: “En 1970 había 302 mil jóvenes siguiendo estudios
secundarios; en 1985 superaban los 670 mil; en los últimos seis años el número
de jóvenes siguiendo estudios superiores creció en 74 % (...) Los avances en
salud hacen que cada chileno que nace disponga durante su vida de 35 mil horas
más de tiempo que quienes nacieron en 1970 (…) Hay en 1987 casi 700 mil mujeres
más trabajando que en 1970 (…) Entre 1970 y 1986 la producción agrícola creció
en 54 % mientras las personas ocupadas en la agricultura disminuyeron en 101
mil (…) El número de automóviles se incrementó en 445 mil en quince años (…)
Con dos millones de televisores Chile ostenta una de las mayores densidades de
televisores por familia en Sudamérica (…) Durante 1986 doscientas mil personas
adquirieron la V Sinfonía de Beethoven junto con una revista (…) Los
trabajadores son a la vez accionistas del acero, del azúcar, de la
electricidad, de los teléfonos (...) La exportación chilena de software se
multiplicó por diez entre 1980 y 1987 (…) El cobre deja de ser la casi única
exportación y baja del 80 % al 40 % del total, mientras las exportaciones
forestales superan al acero (…) El número de pasajeros de líneas aéreas crece 55
% en diez años (…) El número de lavadoras supera el millón y circulan dos
millones de bicicletas por las calles (…) Las importaciones de bienes de
capital, que eran el 16 % del total en 1984, pasan al 25 % en 1987 (…) “El país
se parece hoy más a Australia y Nueva Zelandia que a nuestros vecinos
latinoamericanos” (…) Entre 1974 y 1986 las exportaciones agrícolas se
multiplicaron por once y las de fruta por veinticinco (…) Las plantaciones
forestales eran de 290 mil hectáreas en 1973 y llegaban a un millón cien mil
hectáreas en 1987 (…) De cada mil nacidos vivos, 70 morían en 1970, y sólo 19
en 1987 (…) Chile se ha transformado en el país con mayor número de televisores
por alumno en Latinoamérica (…) La Historia
de Chile, de Francisco Antonio Encina, ofrecida por la revista Ercilla en 37 tomos, vendió un total de
5.817.951 libros que están en 137.227 hogares que tienen la colección completa
(…) El tiempo requerido para obtener un certificado de nacimiento bajó de
cuatro días a treinta minutos (…) “Chile es hoy un país líder. A quienes en
diversas ocasiones han señalado que debemos recuperar el liderazgo entre los
países latinoamericanos, habría que decirles que Chile ya lo recuperó, y con
creces” (…) “Un estudiante que termina su Educación Media, ya no está forzado a
elegir entre la Universidad Católica, la de Chile o la de Santiago. Sus
opciones incluyen varias universidades privadas y numerosos institutos
profesionales y centros de formación técnica creados en los últimos años” (35).
Un
nuevo gabinete
En
julio Pinochet resuelve organizar un nuevo equipo de ministros para que lo
secunde en el período que resta para el plebiscito: a Interior vuelve, como más
arriba se dijo, Sergio Fernández, y Ricardo García pasa de esa cartera a la de
Relaciones Exteriores; en Defensa continúa el almirante (r) Patricio Carvajal;
en Economía asume el brigadier Manuel Concha; en Hacienda permanece Hernán
Büchi; en Educación asume Juan Antonio Guzmán, ingeniero comercial, empresario
y académico; en Justicia permanece Hugo Rosende; en Obras Públicas también
permanece el general Bruno Siebert; lo mismo en Agricultura, el agricultor
Jorge Prado; en Bienes Nacionales el general de Carabineros, Jorge Veloso; en
Trabajo asume Alfonso Márquez de la Plata; en Salud el doctor Juan Giaconi; en
Minería el abogado Samuel Lira Ovalle; en Vivienda Miguel Ángel Poduje; en
Transportes y Comunicaciones el general de Aviación Jorge Massa; en la
Secretaría General de Gobierno, el abogado UDI Orlando Poblete; en Odeplan, el
ingeniero y economista Sergio Melnick y en la Secretaría General de la
Presidencia el general Sergio Valenzuela.
El
cambio más notorio es el reemplazo del abogado Francisco Javier Cuadra, de la
“línea dura” y que mantenía distancia con Fernández, por el abogado Orlando
Poblete. El ministro saliente asume como embajador ante la Santa Sede.
Fundación
del PPD
Ricardo Lagos
derivó de su Comité de Izquierda por las
Elecciones Libres la idea de organizar un partido instrumental, diciendo:
“Para avanzar en la concertación del conjunto de la oposición y para asegurar
la estabilidad futura de la democracia, es urgente que todos los partidos que
aspiran a formar parte del arco constitucional se comprometan a guiar su acción
por una serie de principios básicos.”
Detrás
estaba la idea de personalizar la opción “No” en una figura de sólido
ascendiente moral, capaz de contrarrestar la del Presidente Pinochet. Un pleno
del Partido Socialista Renovado “acordó solicitar al cardenal Raúl Silva
Henríquez que acepte participar con toda su experiencia, capacidad personal y
prestigio moral, reconocidos ampliamente, en la solución de la grave crisis
nacional, con el fin de restablecer la democracia y la justicia social” (36).
La
iniciativa no prosperó, pero el instrumental Partido por la Democracia (PPD) tuvo éxito en convocar a personalidades
de variadas corrientes políticas: social demócratas como Mario Papi; radicales
como Víctor Manuel Rebolledo y Jorge Schaulsohn y republicanos o derecha opositora, como los ex parlamentarios del Partido Nacional Armando Jaramillo y
Aníbal Scarella.
En
las primeras elecciones internas del PPD quedó en evidencia su pluriafiliación:
Pilar Armanet, ex Nacional; Víctor Barrueto, ex MAPU; Sergio Bitar y Pedro
Felipe Ramírez, ambos ex Izquierda Cristiana; Enrique Correa, ex socialista;
Oscar Guillermo Garretón, ex MAPU; Armando Jaramillo, ex liberal y republicano;
María Maluenda, ex diputada comunista; Víctor Manuel Rebolledo, ex radical;
Aniceto Rodríguez, ex senador socialista; y Julio Stuardo, ex socialista de Almeyda.
La
figura hegemónica de la colectividad era Lagos. El hecho de inscribirla
legalmente precipitó la decisión socialista de hacer lo mismo. Y posiblemente
también la de la DC, donde había una minoría interna contraria a la
inscripción, representada por los ex diputados Huepe y Hormazábal (37).
Culmina
legislación laboral
La Comisión
Redactora del Código del Trabajo, que preside William Thayer Arteaga, ex
ministro del ramo de Frei Montalva y
que, a diferencia de otros líderes democratacristianos, pero al igual que Juan
de Dios Carmona, se mantuvo apoyando al Gobierno Militar, entregó a fines de
octubre su anteproyecto. El Presidente lo envía a la Junta.
En
el mensaje, Pinochet recuerda que desde 1973 se ha legislado para reemplazar el
antiguo marco jurídico laboral y que la actual iniciativa tiene por objeto
recopilar esa legislación para constituir un texto básico que comprenda las
normas aplicables a trabajadores y empleadores.
La
obra legislativa del Gobierno Militar en materia laboral fue nutrida, pero sus
hitos principales fueron el DL N° 1.006 de 1975 sobre Estatuto Social de la
Empresa, el DL N° 2.200 de 1978 sobre contrato individual de trabajo y
protección de los trabajadores, el DL N° 2.756 de 1979 sobre organizaciones
sindicales, el DL N° 2.758 de 1979 sobre negociación colectiva, la ley N°
18.510 que modificó el procedimiento laboral, la ley N° 18.011 sobre contrato
de oficiales y tripulantes y la ley N° 18.032 que modificó el régimen laboral
de los trabajadores portuarios (38).
El
Congreso en Valparaíso
Se atribuye
normalmente la idea de instalar en Valparaíso al Congreso Nacional o Poder
Legislativo al almirante Merino, como oriundo del puerto, pero se trató de una
iniciativa anunciada en julio de 1987 por el Presidente Pinochet… que también
era oriundo del puerto (39).
Los
propósitos en que se apoyó la idea fueron los de propender a una mayor
descentralización del país, procurar aliviar la concentración de población que
se registraba en Santiago, capital de un tamaño desproporcionado en relación al
resto de las ciudades chilenas; y prestar un reconocimiento a la importancia de
las regiones.
Cuando
la idea se llevó a la práctica fueron tantos los inconvenientes que presentó el
trabajo en ciudades distintas de los Poderes Colegisladores (Ejecutivo y
Legislativo) que se dio por un hecho que se aprobaría una moción de ley
presentada para devolver el Congreso a Santiago. En algunos momentos pareció
que la idea se iba a aprobar. Pero, finalmente, el Congreso quedó en Valparaíso
porque, al parecer, la idea encontró arraigo popular y en el propio puerto la
vehemencia para defender la sede se impuso sobre las necesidades prácticas y el
sentir general de los políticos.
En
octubre de 1987 el Ejecutivo presentó el proyecto de Ley Orgánica Constitucional del Congreso Nacional a la Junta,
fijando la sede del mismo en la ciudad de Valparaíso. Pero el tema de la sede
se dirimió en una ley independiente que, dictada con el número 18.678 y
publicada el 18 de diciembre de 1987, estableció que el poder Legislativo
tendría su sede en Valparaíso.
Después
de suficiente debate sobre la ubicación precisa del recinto que albergaría al
Congreso, se aprobó la idea presidencial de instalarlo en el lugar que ocupaba
el clásico y antiguo Hospital Deformes,
en la zona céntrica del puerto.
Se
llamó a un concurso de proyectos arquitectónicos y, habiéndose presentado uno
de un arquitecto socialista y otro de un arquitecto de derecha, el Gobierno y
la Junta optaron por el primero, para desconsuelo de todos los que considerábamos
que las líneas neoclásicas del proyecto alternativo habrían servido mejor al
sentido estético de nuestra sociedad que el gigante modernista finalmente
preferido.
Con
esto culminó el diseño de la transición a la democracia y, como ha resumido el
académico Gustavo Cuevas Farren, “en síntesis, es indesmentible que de los tres
modelos de transición, vale decir, la negociada o pactada, la rupturista y la
institucionalizada, el que termina prevaleciendo en nuestro caso es el último
de los nombrados, lo cual permitió no tan solo que los opositores ganaran de
manera no traumática las siguientes elecciones presidenciales, sino además que
el mismo proceso de transición haya sido considerado después paradigmático en
otras experiencias en diversos continentes” (40).
Balance
económico anual
El PIB este año
1987 creció más que el anterior, 6,5 %. Realmente, la economía estaba dejando
atrás “los malos días”, como alguna vez los llamara El Mercurio en plena crisis cambiaria de 1982. En realidad, era una
tasa infrecuente en el país.
El
desempleo volvió a un dígito, 9,6 %, pero la inflación aumentó un poco, a 21,5
%, confirmando el trade-off que los
economistas representan en la Curva de
Phillips. Pero la Tasa de Inversión en Capital Fijo aumentó dos puntos y
medio, y llegó a un prometedor 19,6 % del PIB, abriendo la puerta a
crecimientos mayores, que efectivamente después vinieron.
El
déficit del presupuesto fiscal aumentó un poco, a -2,2 % del PIB.
El
comercio exterior mostró una Balanza Comercial más favorable que en todos los
años anteriores, de 1.308,7 millones de dólares. A la vez, el déficit de la
Cuenta Corriente se redujo en más de 400 millones a -735,5 millones de dólares,
pero la Cuenta de Capitales redujo, aunque poco, su superávit a 890,2 millones
de dólares.
Y
la Deuda Externa también se redujo en cerca de 300 millones de dólares, a
19.208 millones de la misma moneda (41).
Las
reservas Internacionales Brutas del Banco Central aumentaron a 3.613 millones
100 mil dólares, es decir, 299 millones 400 mil dólares más que el año anterior
(42).
REFERENCIAS
DEL CAPÍTULO XV:
(1) “El Mercurio”, Santiago, 03 de
febrero de 1987.
(2) Ibíd., 16 de octubre de 1987.
(3) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op.
cit., t. II, p. 614 y “El Mercurio”,
Santiago, 01 de noviembre de 1986.
(4) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op. cit.,
t. II, p. 557.
(5) Ibíd., ps. 561, 562.
(6) Domic, Juraj: “Política…”, op. cit.,
ps. 284, 285.
(7) Cuevas, Gustavo: “Pinochet…”, op.
cit., p. 174.
(8) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op.
cit., p. 662.
(9) “La Época”, 19 de julio de 1987, p.
10.
(10) Büchi, Hernán: “La transformación
Económica de Chile”, Norma, Bogotá, 1993, p. 196.
(11) “El Mercurio”, Santiago, 11 de
agosto de 2017, sección “Hace 30 Años”, p. A2.
(12) Whelan, James: “Desde las…”, op.
cit., p. 686.
(13) “La Tercera”, 17 de junio de 1987,
p. 5.
(14) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op.
cit., t. II, p. 552.
(15) Ídem.
(16) Domic, Juraj: “Política…”, op. cit.,
p. 286.
(17) López Bain, Jorge: “Testigo
Presencial”, Maye, Santiago, 2012, p. 200.
(18) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op.
cit., t. II. p. 552.
(19) Canessa, Julio y Balart, Francisco:
“Pinochet…”, op. cit., p.356.
(20) Ídem.
(21) Whelan, James: “Desde las…”, op.
cit., p. 789.
(22) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op.
cit., t. II, p.554.
(23) “La Tercera”, 23 de marzo de 2017.
(24) “El Mercurio”, Santiago, 21 de mayo
de 2017, p. C 15.
(25) Whelan, James: “Desde las…”, op.
cit., p. 688.
(26) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op.
cit., t.II, p. 710.
(27) “El Mercurio”, Santiago, 2 de mayo
de 2008, p. A5.
(28) Ibíd., 07 de octubre de 1987, p. A
3.
(29) Domic, Juraj: “Política…”, op. cit.,
p. 293.
(30) “La Segunda”, 28 de abril de 1988,
p. 7.
(31) Ibíd., 30 de diciembre de 1987, p.
5.
(32) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op.
cit., t. II, p. 692.
(33) “El Mercurio”, Santiago, 12 de
noviembre de 1987, p. C 7.
(34) Ibíd., 03 de agosto de 2017, p. A 2,
sección “El Mercurio hace 30 años”.
(35) Citas tomadas de Lavín, Joaquín:
“Chile: Revolución Silenciosa”, Zig-Zag, Santiago, 1987.
(36) Cuevas, Gustavo: “Pinochet…”, op.
cit., p. 184.
(37) Ibíd., p. 186.
(38) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op.
cit., t.II, p. 706.
(39) “La Tercera”, 18 de julio de 1987.
(40) Cuevas, Gustavo: “Pinochet…”, op.
cit., p. 177.
(41) Banco Central de Chile, Dirección de
Estudios: “Indicadores Económicos y Sociales 1960 1985”, Santiago, 1986;
“Indicadores Económicos y Sociales 1960-2000”, Santiago, 2001.
(42) Díaz, José; Lüders, Rolf y Wagner,
Gert: “La República en Cifras”, p. 516.
(CONTINUARÁ MAÑANA)
Abstengase de opinar de economia... la "curva de Phillips" muestra aumento de la inflacion solo una vez superado el pleno empleo. Lo cual no significa una causal, a lo más una correlación espúrea.
ResponderEliminarDicho eso agradecer el esfuerzo informativo desplegado en esta serie de blogs.
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