CAPÍTULO III
1975: Tratamiento de shock
Liberación de detenidos y el exilio
voluntario
El exilio tiene dos caras: una, la
más propagada y que, como suele suceder, se aparta de la realidad: pretende
mostrar que el Gobierno Militar deportaba gente al exilio. Pero esto no sucedió
como situación permanente. La otra, la situación real: quienes tenían problemas con la justicia pedían, como
alternativa a un posible procesamiento y condena, una especie de conmutación o
indulto: permiso para viajar al exterior. Querían irse para evitar ser
juzgados.
Después de 1990 el Presidente
Aylwin favoreció profusamente a violentistas de izquierda con indultos o
conmutaciones de penas que les permitían salir de la cárcel e ir a residir a
otros países, en los cuales sus contactos políticos –la izquierda nunca
abandona a sus huestes armadas— les habían conseguido de antemano un trabajo
remunerado. Pero a eso nadie lo llamó “el exilio de Aylwin”. Si lo hubieran
llamado así, Aylwin tendría un número parecido de exiliados al de la Junta.
Pero sí se llamó así, “exilio”, el
beneficio concedido a los 453 titulares de salvoconductos extendidos el 14 de
enero de 1975 a personas que estaban presas por delitos contra la seguridad
interior.
Al efecto, en mayo de 1975 se estableció condiciones para
que personas condenadas por Tribunales Militares pudieran abandonar Chile. Una
comisión recibía y tramitaba sus solicitudes, que finalmente eran elevadas al
Presidente.
El total contabilizado desde septiembre de 1973, de
personas que pudieron así viajar al exterior, fue de 2.744. En mayo de 1975
había 164 más, listas para salir del país; y permanecían detenidas 539, si bien
los entes nacionales llamados “de derechos humanos”, políticos opositores al
Gobierno Militar, sostenían que eran tres mil, mientras que en el extranjero se
publicaba, también sin ninguna base, la cifra de noventa mil (1).
Es que así era y es cómo se informaba y se informa al mundo
acerca de la Revolución Militar.
Dos liberaciones muy publicitadas fueron el canje de Luis
Corvalán Lepe, Secretario General del Partido Comunista, que estaba detenido, a
cambio del disidente soviético Wladimir Bukovsky, que permanecía en una cárcel
soviética. Tuvo lugar en diciembre de 1976 en Ginebra (posteriormente almorcé
con Bukovsky y otras personas en Santiago, y en ningún momento manifestó
gratitud alguna hacia el Gobierno Militar); y la liberación del ex senador
comunista Jorge Montes, en junio de 1977.
Poca solidaridad socialista
El
11 de septiembre Pinochet cobraba la palabra a la URSS y Cuba, que habían
demandado la liberación de subversivos en Chile:
“Chile inició el cumplimiento de
su palabra, permitiendo la salida de detenidos en virtud del Estado de Sitio, y
aun de personas condenadas por tribunales militares. Es así como los últimos
doce meses han abandonado el país 483 personas que se encontraban detenidas
preventivamente en razón de su presunta peligrosidad, conforme a la
característica jurídica que revisten las privaciones de libertad propias del
Estado de Sitio. Paralelamente se ha aprobado 189 solicitudes de conmutación de penas privativas de
libertad impuestas por tribunales militares, por la de extrañamiento, es decir,
abandono del país. Es útil agregar que dichas cifras no son mayores por las
dificultades que hemos tenido para encontrar países que acepten reubicarlos.
Como siempre, han sobresalido por su doblez los gobiernos de la órbita
soviética, que injurian a Chile pidiendo la liberación de los detenidos en
referencia, pero luego se niegan a recibirlos: es una prueba clara de la
falacia de la llamada solidaridad socialista” (2).
Tampoco aceptaron el emplazamiento
de liberar a igual número de presos de conciencia en sus países comunistas que
el de los extremistas liberados por Chile.
Jóvenes autores chilenos
contemporáneos, que no vivieron los hechos pero se han informado bien y han
leído a Jean-Francois Revel, han reparado en la gran paradoja creada por las
penetrantes consignas antichilenas creadas por el KGB:
“Así los gobiernos marxistas, que
nada tenían que decirle a nadie en lo tocante a violación de los derechos
humanos, lograron que Chile fuera, en la práctica, el único país enjuiciado por
la comunidad internacional. De esta manera, el comunismo internacional no sólo
consiguió que el régimen militar fuera repudiado internacionalmente sino que
también se valió de éste para tapar sus crímenes. Como bien ha dicho el
intelectual francés Jean-Francois Revel, ‘el grito de ¡Pinochet! ¡Pinochet!
exorciza los demonios, todas las Camboyas del mundo, todos los Afganistanes,
todas la Etiopías, todas las Checoslovaquias, todos los Tibet. Desde que los
coroneles griegos nos han dejado, es casi el único que está en primera línea
para soportar el peso del servicio psicoterapéutico de la culpabilidad de las
izquierdas’. En 1976, Alexander Solzhenitsyn diría a la televisión francesa:
‘Oigo la palabra Chile mucho más a menudo que el Muro de Berlín o (que) la
ocupación de Hungría y Checoslovaquia (…) (o que) nuestras actuales cámaras de
gases, es decir, las cárceles psiquiátricas (de la URSS)’. Efectivamente, si se
observa y compara la situación de los derechos humanos en el Chile de Pinochet
con la de otros países cuyos gobernantes eran comunistas, resulta sorprendente
que la URSS y satélites europeos, Corea del Norte, Vietnam, Camboya, Etiopía,
Cuba o Nicaragua no experimentaran la censura y el asedio que sufrió Chile por
parte de la comunidad internacional y, particularmente, de la ONU. Tampoco
tuvieron problemas la Uganda del dictador-antropófago Idi Amín Dada, el Irán
del Ayatollah Jomeini, el Irak de Saddam Hussein y los (demás) gobiernos
militares latinoamericanos” (3).
Pero ésa era una gota de agua
frente a la intensidad de la campaña internacional contra la Junta, impulsada
desde el KGB soviético. El ministro de Coordinación Económica, Raúl Sáez, le
reiteraba a la Junta algo que ya le había advertido el año anterior su colega
de Economía, Fernando Léniz:
“El país no ha tomado todavía una
clara conciencia de cuán grave es la opinión que afuera se tiene de lo que
sucede dentro de Chile. En el país suceden acontecimientos que no son de
extraordinaria importancia, pero que son magnificados y ello entorpece las
diligencias que los representantes chilenos estamos realizando en estos
precisos momentos” (4).
Reanudación de relaciones con Bolivia
En
febrero Pinochet se reunió en Visviri-Charaña, en la frontera
chileno-boliviana, con el Presidente del país vecino, Hugo Banzer. La
iniciativa fue del gobierno chileno, tomando pie de la conversación que habían
tenido ambos mandatarios el año anterior en Brasilia.
En un coche-salón del ferrocarril
de Arica a La Paz y en la misma línea fronteriza, intercambiaron ideas y luego
firmaron el “Acta de Charaña”, que decía
en su principal acápite:
“Ambos mandatarios, en mutua
comprensión y ánimo constructivo, han resuelto que continúe el diálogo a
diversos niveles para buscar fórmulas de solución a los asuntos vitales que
ambos países confrontan, como el relativo a la situación de mediterraneidad que
afecta a Bolivia, dentro de recíprocas conveniencias y atendiendo a las
aspiraciones de los pueblos boliviano y chileno”.
Pinochet recordaría más tarde: “Con
esta reunión normalizábamos nuestras relaciones con Bolivia después de 17 años
de ruptura” (5). Los historiadores Schiappacasse, Medalla y Sánchez añaden: “Se
iniciaron las negociaciones para encontrar una fórmula que permitiera a Bolivia
tener acceso soberano al mar en una franja contigua a la Línea de la Concordia.
Con el inicio de las negociaciones, el general Pinochet quería conseguir (según
lo confirma el Archivo General de la Presidencia 2.812/114, 15.08.76) ‘la
neutralidad de Bolivia en un posible conflicto bélico entre Chile y Perú’” (6).
Exilios efectivos
Otros acontecimientos que contribuyeron a la acusación de
que el Gobierno Militar “exiliaba gente” fueron tres casos aislados, y
probablemente desafortunados, en que sí lo hizo: el 6 de agosto de 1976
Investigaciones inopinadamente puso en un avión al extranjero a dos
distinguidos abogados opositores, cuyas críticas al Gobierno eran reiteradas,
muchas veces sin buen fundamento y siempre ampliamente acogidas por los medios
nacionales: Eugenio Velasco Letelier, abogado y ex Director de la Escuela de
Derecho de la Universidad de Chile, próximo al radicalismo; y Jaime Castillo
Velasco, democratacristiano, preocupado del tema de los derechos humanos y
constante crítico de la acción represiva del Gobierno.
El súbito exilio de ambos provocó enorme revuelo interno,
pero realmente fue una situación excepcional. Sin embargo, le dio un viso de
verdad a la noción de que el régimen “exiliaba gente”.
Posteriormente, en 1980, el Gobierno prohibió el reingreso
al país del presidente del Partido Demócrata Cristiano, Andrés Zaldívar, tras
recibir informaciones de su asistencia a reuniones en el sur de Italia en las
cuales se planteaba directamente el derrocamiento por las armas del Gobierno
Militar.
Ahondaré en este caso, al que tuve vinculación personal, en
el capítulo respectivo, “1980: El año de la Constitución”.
Pero noviembre de 1975, por otros motivos adicionales, fue
descrito como “un mes lacerante”, por la historiadora Teresa Donoso Loero:
“No bastaba el escándalo de los guerrilleros miristas
(Pascal y Gutiérrez), que arrastraron consigo a sacerdotes, monjas (las tres
implicadas abandonaron Chile con salvoconducto de cortesía el 8 de noviembre) y
a la propia doctora Cassidy, cuyas represalias se hicieron sentir hasta la
saciedad. No bastaba el padre Gajardo y sus reclusas bordadoras. Como si fuera
poco desprestigio para la Iglesia Católica, en Copiapó estalló la siguiente
noticia:
“Una célula mirista en que participaban activamente dos
sacerdotes cayó completa en poder del Servicio de Inteligencia Militar. Su
principal actividad era la de reclutar nuevos postulantes para el MIR y
desacreditar al Gobierno, por medio de panfletos que ellos mismos imprimían en
mimeógrafos de fábrica y rudimentarios. La aprehensión se hizo efectiva luego que
el día 4 del actual aparecieron banderas del MIR en uno de los cerros que
circundan la ciudad (…)
“Los sacerdotes implicados resultaron ser Giuseppe
Murinedou Rozzu (italiano, 35 años, especialista en la formación de juventudes
cristianas) y Salvatore Angelo Rozzu Canu (italiano, 33 años, especialista en
la creación de comunidades cristianas) ¿Pertrechos? Al allanar la Parroquia de
San José Obrero (Población Las Canteras) donde ambos sacerdotes ejercían su
apostolado, los investigadores se incautaron de panfletos contra el Gobierno,
textos sobre la fracasada Escuela Nacional Unificada de la Unidad Popular,
mimeógrafo con un stencil tipeado para la impresión de los panfletos
antigobiernistas (el mimeógrafo yacía bajo el altar de la parroquia),
literatura marxista, dos posters autografiados por el Che Guevara
(pertenecientes al padre Salvatore Angelo Rozzu), cassettes con grabaciones
denigrantes para Chile transmitidas desde Radio Moscú, un revólver dentro de un
libro expresamente acondicionado para ocultarlo, microfilmes con instrucciones
para la resistencia y organización de aparatos político-militares, una nómina
completa de las características y patentes de los vehículos manejados por los
oficiales del Regimiento de Infantería de Copiapó (…)
“Veinte días después de su detención, zarparon a Roma con
salvoconducto de cortesía Giuseppe Murinedou y Salvatore Angelo Rozzu” (7).
Frustrado intento de la Revolución Militar
en educación
La Revolución Militar quiso, pero
no pudo, remediar el gran desequilibrio nacional en educación: falta de
recursos para niños de entre dos y seis años en extrema pobreza y generosidad
fiscal con la enseñanza superior. El problema sigue hasta hoy y un Chicago Boy de 1975, el economista Jorge
Claro Mimica, recuerda así en El Mercurio
de Santiago del 23 de enero de 2018, p. A2, lo que dicha Revolución intentó
pero no pudo hacer:
“UNA TRISTE HISTORIA. En 1975 un
pequeño grupo de economistas de la UC que trabajaba asesorando al ministro de
Educación, don Arturo Troncoso, se dio cuenta de que el presupuesto hecho en
octubre de 1973 asignó por error más del 50 % de los recursos a las
universidades y cero a los jardines infantiles para niños en extrema pobreza. A
sugerencia del doctor Fernando Monckeberg y de Ernesto Schiefelbeim, se desarrolló
con urgencia un proyecto que destinaba el 10 % del presupuesto universitario
–que fue necesario corregir durante ese año para que volviera al 30 %
histórico-- a un proyecto que llamamos
Centros de Atención Integral (CAI) para niños de entre dos y seis años en
extrema pobreza urbana. (…) Nuestro proyecto consiguió el entusiasta apoyo de
los ministros de Educación y de Hacienda –Jorge Cauas-- para ofrecer, en un período de diez años,
educación preescolar a 350.000 niños en extrema pobreza urbana seleccionados
según datos del mapa de extrema pobreza desarrollado por Sergio de Castro y
Miguel Kast y por los datos de desnutrición infantil de los consultorios del
Servicio Nacional de Salud.
“Lamentablemente y para nuestra
sorpresa, dentro del gobierno de dicha época hubo gente que se opuso activa y
efectivamente a esta iniciativa. Ellos consideraban que el proyecto era
‘economicista’ porque sólo la directora de cada jardín sería educadora de
párvulos y el resto del personal serían auxiliares de párvulos. Y, además, los
jardines serían de madera y no de hormigón, y no contarían con cocinas ni
bodegas para almacenar alimentos (…)
“Ante esta inesperada resistencia
política, decidimos encargar al grupo de evaluación social de proyectos
dirigido por Ernesto Fontaine en la UC, la evaluación social del proyecto CAI
(…) La evaluación resultó positiva. Con este antecedente el ministro de
Educación decidió desarrollar seis jardines piloto en el corazón de comunas
vulnerables, uno de ellos de doble capacidad en Pudahuel.
“Después de inaugurar tres o
cuatro jardines, los CAI no prosperaron por falta de convicción de algunas de
las más altas autoridades del país. A su turno, la Junta Nacional de Jardines
Infantiles (Junji) pasó a depender del ministerio del Interior y a ser dirigida
por la primera dama. Al cabo de algunos años y de haber creado lo que hoy se
conoce como Integra (una copia incompleta de los CAI), la Junji debió volver al
ministerio de Educación.
“Lo más importante y triste es que
por problemas políticos, y no técnicos, no se implementó este proyecto que
podría haber entregado educación preescolar a más de 1,5 millones de niños, hoy
adultos, que le podrían haber cambiado la cara al país. En resumen, Chile
perdió la oportunidad pionera de haber desarrollado el proyecto social más
importante y trascendente, a mi juicio, del gobierno de las fuerzas armadas”.
El
regresivo desequilibrio niños pobres sin
subsidio y universitarios generosamente subsidiados persiste hasta hoy.
Muerte del general Bonilla
El ministro de Defensa, general
Oscar Bonilla, había debido viajar
al campo para reponerse de una operación a la columna. Cuando tomó el
helicóptero para volver, el 3 de marzo, éste sufrió un fatal accidente a poco
de despegar y fallecieron el ministro, sus acompañantes y la tripulación.
Pinochet manifestó sentirlo en lo
más profundo, como “amigo de toda una vida” del fallecido, cuyos padres habían
sido muy amigos de sus suegros, también de toda una vida.
Políticamente la pérdida fue
también grande, porque Bonilla tenía muy buena llegada en el ambiente
eclesiástico y entre la sensibilidad democratacristiana, que tras el apoyo
inicial entusiasta a la Junta se había ido distanciando, en particular al
comprobar el rechazo universal generado contra ella por la incesante campaña
adversa del Departamento de
Desinformatsiya del KGB soviético y su extensa manipulación de la opinión
pública mundial.
Michael Townley
En
enero de 1975 Michael Townley aumentó su compromiso con la DINA y la
institución compró para él una casa situada en la zona de Lo Curro, con
instalaciones adecuadas para sus experimentos electrónicos, en Vía Naranja
4925.
Ni la Junta de Gobierno ni su
Presidente, el general Pinochet, tuvieron conocimiento siquiera de la
existencia de Townley hasta que en 1977 se reveló su participación en el caso
Letelier y los norteamericanos pidieron a Chile su expulsión del país. Y esta
expulsión se concretó justamente debido a las seguridades que prestó el coronel
Manuel Contreras, Director de la DINA, al Presidente, de que Townley nunca
había trabajado para ese servicio.
Townley era hijo del máximo
ejecutivo de Ford Motor Co. en Chile, firma que dejó el país al advenimiento de
la Unidad Popular. Era una “leyenda urbana” que ese máximo representante a la vez cumplía misiones para la CIA, pero
esta institución y la unanimidad de los diplomáticos norteamericanos siempre lo
negaron, como asimismo que Townley, hijo, perteneciera a ella, si bien han
reconocido que postuló para ingresar.
Asimismo, dada la amistad con el subdirector de la CIA,
general Vernon Walters, que decía mantener el director de la DINA, coronel
Manuel Contreras, era difícil que aquél no supiera del colaborador
norteamericano contratado por éste.
Yo mismo conocí a Townley de una
manera bastante original en 1972, bajo la UP, cuando hacía comentarios
político-económicos en Radio Agricultura,
y a raíz de que el gobierno de Allende dispuso la clausura temporal de la
emisora. Una noche recibí en mi domicilio el llamado de una voz femenina que me
ofrecía seguir transmitiendo mis comentarios, pero desde una emisora móvil,
cosa que yo acepté. Concertamos una cita en una bomba de bencina cercana a mi
casa para que yo hiciera entrega del primer libreto y allí llegó la mujer que
me había llamado y que era Mariana Callejas, escritora, famosa posteriormente
como la mujer y cómplice de Townley y también como ganadora de concursos
literarios, entre ellos uno de El
Mercurio.
La mujer me pidió ir a una calle
lateral cercana a la bomba en que nos encontramos, en Américo Vespucio con
Bilbao, y allí había un individuo joven y alto, diría que de un metro 90, rubio,
que era Michael Townley. En un castellano agringado me preguntó qué me parecían
otras iniciativas de oposición a la Unidad Popular que él podía desplegar,
aparte de transmitir mi comentario, como interrumpir el suministro eléctrico de
la ciudad o teñir de rojo el agua potable. Yo sólo pensé en lo incómoda que se
iba a tornar la existencia sin luz ni agua, sumadas esas carencias a todas las
que ya generaban las políticas socialistas, así es que le desaconsejé lo que me
consultó. Nos despedimos y la pareja se llevó mi libreto, no sin antes
indicarme en qué punto del dial y a qué hora podría oírlo por radio. Y,
efectivamente, tarde esa noche lo transmitieron.
Después me encontré con el mismo
Townley más de una vez en el ascensor de Radio Agricultura, cuando yo iba a grabar mi comentario cuotidiano y él
llevaba a la emisora material de Patria y
Libertad, un grupo nacionalista opositor a Allende al cual pertenecía.
Reaparición en 1977
Pasaron años y lo volví a ver
cuando yo era director del vespertino La Segunda
y ya se había conocido la participación de Townley en el caso Letelier.
Entonces me fue a ver a mi oficina y me pidió que participara en un programa de
televisión en el canal de la Universidad de Chile para exponer la gravedad que
tendría para el Gobierno Militar y para el país el hecho de que él fuera
entregado a las autoridades norteamericanas. Finalmente el programa de TV no se
concretó y Townley fue entregado a los norteamericanos, después de que el
entonces ya ex director de la DINA, general Manuel Contreras, le asegurara al
Presidente Pinochet que no conocía a Townley, que éste nunca había trabajado
para el organismo y que, en el peor de los casos, podría haber actuado como un
informante (8).
La decisión de entregar a Townley
no era imperativa, porque éste tenía un proceso judicial pendiente en
Concepción, en que estaba encargado reo debido a su intervención en una
operación mediante la cual el Canal 13 de la Universidad Católica pretendió
anular las interferencias electrónicas que silenciaban sus transmisiones en
Concepción, para lo cual UCTV contrató los servicios de Townley.
Éste ubicó el recinto desde el cual partía la interferencia
y una noche, con un acompañante, ingresó a él, amarró y amordazó al guardia del
lugar, inutilizando el equipo que emitía la señal de interferencia. Para mala
fortuna de los hechores, la mordaza del guardia quedó excesivamente apretada y
éste, amarrado como estaba, no pudo aflojársela y pereció por asfixia durante
la noche. El juez del crimen competente imputó a Townley por cuasidelito de
homicidio. De hecho, éste tuvo que fugarse de Chile debido a ese proceso, por
el cual podía ser en cualquier momento detenido. De ahí que el 11 de septiembre
de 1973 lo sorprendiera en Miami, donde brindó con champaña por el pronunciamiento,
junto a los exiliados cubanos.
Después volvió y terminó trabajando para la DINA gracias a
su especialización en electrónica, creyendo estar a salvo de la orden de
detención en su contra. Pero ésta siguió vigente, si bien sin llevarse a cabo (9).
En otras palabras, el Gobierno
Militar podía abstenerse de la expulsión asilándose en la excusa legal de que
había un proceso judicial pendiente en contra de Townley y en que las
autoridades norteamericanas debían seguir el procedimiento habitual de extradición,
lo que probablemente iba a obligarlas a esperar largo tiempo a que se
resolviera el proceso de Concepción antes de tener en sus manos al sujeto al
que deseaban interrogar.
Llevado el general Contreras, ya
disuelta la DINA, ante el Presidente Pinochet por la anterior situación, éste consultó
una tercera y última vez a aquél: “Quiere decir que tenemos que expulsar a
Townley ¿usted se opone a eso?”, preguntó, y Contreras respondió: “No, por
ningún motivo, si no tiene nada que ver con nosotros” (10).
En esa seguridad, el Presidente y
la Junta pusieron a Townley en manos norteamericanas, lo que a la postre
resultó, como éste me había advertido, gravísimo para Chile, pues el personaje
llegó a un acuerdo de delación compensada y refirió en detalle todo lo que
había obrado contratado por la DINA.
“Operación Colombo”
Desde
mediados de 1974 la DINA inició una batida contra el grupo terrorista MIR, que
alcanzó también a elementos socialistas ligados a la lucha armada. No se olvide
que el Partido Socialista había proclamado la necesidad de derrotar
militarmente al “Estado burgués” como parte de su lucha por el poder, en sus
congresos partidarios anuales desde 1965 hasta 1971.
Hubo 16 capturas de elementos
subversivos que fueron llevados a los centros de detención de Londres 38, José
Domingo Cañas, Tres Álamos, Cuatro Álamos y Villa Grimaldi.
En publicaciones simuladas de la
revista O Dia de Curitiba, Brasil, y
de la revista Lea de Buenos Aires,
Argentina, se informaba que esos 16 presos, como parte de la llamada Operación Colombo, habían caído en un
enfrentamiento entre subversivos, el cual resultó ser falso.
Ambos medios daban cuenta de la muerte de 119 extremistas
chilenos a manos de un grupo rival. Alguna prensa chilena mordió el anzuelo y
hasta tituló “Los Mataron como Ratas”. Pero pronto quedó claro que se trataba
de una maniobra burda para ocultar el hecho de la detención y eliminación de
esas personas en Chile por la DINA.
Probablemente el descubrimiento de esa falsificación
informativa y el desprestigio que la misma acarreó al régimen fue el primer
paso en el camino a la supresión del organismo de inteligencia. La vergüenza oficial
fue mayor.
Ante la necesidad de poner término a conductas como ésa,
antes de finalizar el año el Presidente dictó el decreto supremo N° 187, que se
publicó el 30 de enero de 1976, disponiendo la absoluta prohibición de mantener
lugares secretos de detención.
Al mismo tiempo, en el plano
interno la justicia ordinaria actuaba para proteger a quienes recurrían a ella,
tanto así que la DINA solicitó al Gobierno modificar el decreto ley N° 81, que
para detener personas exigía que hubiera un Estado de Emergencia y
copulativamente una amenaza a los “altos intereses de la seguridad del Estado”.
El departamento jurídico de la DINA demandaba modificar ese decreto ley para
que el último requisito bastara para detener personas, pero el general
Covarrubias, en representación del Presidente, desechó esa petición (11).
En
otras palabras, Pinochet no quiso facilitar la detención de personas
pedida por la DINA. Lo que sucedía era que los recursos de amparo por
detenciones eran acogidos por los Tribunales cuando no concurrían
copulativamente ambas condiciones. Lo que adicionalmente desmiente la posverdad de que los tribunales no
acogían recursos de amparo en esa época.
La relación de la DINA con
Pinochet se resintió aún más cuando éste comprobó que dicho organismo había
realizado investigaciones en la propia Presidencia de la República sin su
conocimiento, a raíz de que se había dejado en el diario La Patria un panfleto contra el coronel Contreras con un timbre de
la Presidencia. El timbre era falso, pero la DINA investigó el asunto dentro de
la Presidencia sin conocimiento de Pinochet, lo que provocó la molestia de éste
(12).
Finalmente, en 2017 la justicia ha
ordenado la condena de numerosos ex agentes de la DINA por esas muertes y
otras.
La ejecución de guerrilleros y
terroristas es una práctica habitual de los servicios de seguridad, en
particular de los Estados Unidos e Israel, pero todo ello se hace en un
contexto de legalidad formal. La DINA, en cambio, disimulaba sus actuaciones
con ardides que finalmente eran fácilmente descubiertos.
Ello condujo a la decisión de
disolverla y crear una nueva entidad de inteligencia, la Central Nacional de
Informaciones, CNI, bajo diferente mando, el de un general intachable y que
ofrecía amplias garantías de someterse a la legalidad: Odlanier Mena Salinas,
designado en 1978 (13).
El atentado a Leighton
Durante
su permanencia en Madrid en 1975, tras la muerte del generalísimo Franco,
habían sido presentados al general Pinochet dos personajes de nacionalidad
italiana vinculados a Avanguardia
Nazionale, movimiento neofascista: el general retirado Junio Valerio
Borghese, que había tenido destacada actuación en la Segunda Guerra Mundial
bajo las órdenes de Mussolini y que se había visto obligado a asilarse en
España después de 1970, cuando en Italia se le comprobó participación en un
intento de golpe de Estado para derrocar al premier socialista Giuseppe
Saragat; y el otro, Stephano Delle Chiaie, dirigente de la misma Avanguardia Nazionale.
Después habían sido invitados a
Chile por el Gobierno y se habían entrevistado en Santiago de nuevo con el
Presidente Pinochet. Estos personajes trabaron relación con el coronel Manuel
Contreras y su gente y precisamente por ello Townley contactó a delle Chiaie en
Roma, en 1975, cuando viajó con su mujer, Mariana Callejas, y el exiliado
cubano Virgilio Paz –que posteriormente participaría en el atentado a Letelier—
para preparar un atentado contra el ex ministro del Interior de Frei Montalva,
Bernardo Leighton, que había viajado a Europa a comienzos de 1974, se había
establecido en Roma y era un activo promotor de la unidad DC-socialista en la
búsqueda de una manera de derrocar al régimen militar.
Townley se contactó con un
sindicalista DC chileno residente en Roma que no tuvo inconveniente en
comprobar telefónicamente que Leighton se encontraba allí. Dos efectivos de Avanguardia, Pierluigi Concutelli y
Salvatore Falabella, concordaron en atentar contra el ex ministro, recibiendo
de Townley seguridades de que podrían después viajar a Chile y seguir
trabajando en nuestro país para la DINA.
A la vez, Virgilio Paz les aseguró que el Movimiento Nacionalista Cubano se haría
cargo de la responsabilidad pública por el atentado.
El 6 de octubre Concutelli disparó
con una pistola a la cabeza de Leighton, causándole una herida que no lo mató;
e hirió en un hombro, con otro disparo, a su cónyuge, Anita Fresno, que cayó
gritando, lo que alertó a los vecinos y a un sobrino del matrimonio. Esto
permitió dar pronta atención médica a las víctimas y salvar la vida de ambos,
especialmente la de Leighton, cuya herida era más grave.
Posteriormente éste y su cónyuge
volvieron a Chile, donde el ex ministro, a quien yo conocía desde que ambos
fuimos elegidos diputados por Santiago-Centro en 1973, me convocó una vez a su
departamento de la Avenida Lyon, en Providencia, con un curioso motivo: el
diario que yo dirigía, La Segunda,
había criticado severamente al ministro de Tierras y Colonización, un general
de Carabineros en retiro, que había autorizado un plan privilegiado para
financiar la compra de viviendas por parte de funcionarios del ministerio.
Don Bernardo me argumentó que “mediante estas facilidades
es que la clase media puede tener acceso a viviendas dignas”. Me di por
enterado de su inquietud y le expresé mi agrado por nuestro reencuentro.
Finalmente, tras investigar el
atentado a Leighton, la justicia italiana condenó a Delle Chiaie como su autor
intelectual, y también a sus ejecutores. Y cuando Pinochet fue detenido en
Londres en 1998, intentó también hacerle efectiva a él responsabilidad en el
frustrado homicidio, si bien había sido comprobadamente ajeno a su gestación.
El mismo Townley habían viajado a
Roma en septiembre de 1974 con su cónyuge y con el cubano exiliado Virgilio
Paz, donde tomaron contacto con personeros de Avanguardia Nazionale, lo cual comprometió a la DINA en el atentado
del año siguiente.
Pero el Movimiento Nacionalista Cubano (MNC), de exiliados de esa
nacionalidad, cumplió con reivindicar dicho atentado contra Leighton,
supuestamente para evitar que se inculpara al gobierno chileno (14). En todo
caso, ni la Junta ni su Presidente tuvieron responsabilidad en el caso, pues
posteriormente se probó, como ya se ha visto, que ni siquiera sabían de la
existencia de Michael Townley, co-gestor del crimen.
“Otra voz” del Episcopado
En
septiembre de 1975 se registró la
declaración Evangelio y Paz del
Episcopado chileno, cuyo contenido y tono no concordó con mucho de lo que los
obispos –y el Cardenal-Arzobispo Silva Henríquez-- habían dicho y hecho antes
con respecto al Gobierno Militar suscitando la molestia oficial.
Pero esa declaración ha sido citada posteriormente en
Cartas a El Mercurio del abogado
Sergio García Valdés, en el libro Desde
las Cenizas de James Whelan y en Iglesia
y Dictadura, de Enrique Correa y José Antonio Viera-Gallo, como se indica
en la respectiva nota de referencia, sin saberse de desmentido alguno por parte
de los obispos ni la Iglesia. Ella expresó, inesperadamente, lo siguiente:
“Nosotros reconocemos el servicio
prestado al país por las Fuerzas Armadas, al liberarlo de un dictadura marxista
que parecía inevitable y que había de ser irreversible. Dictadura que sería
impuesta en contra de la mayoría del país y que luego aplastaría a esa mayoría.
Por desgracia muchos otros hechos que los propios partidarios del pasado
gobierno hoy critican y lamentan, crearon en el país un clima de sectarismo, de
odio, de violencia, de inoperancia y de injusticia, que llevaba a Chile a una
guerra civil o a una solución de fuerza. Lo ocurrido en tantos otros países del
mundo en que minorías marxistas han impuesto o han tratado de imponer su
dictadura contra la inmensa mayoría de sus habitantes, y no pocas veces con
ayuda extranjera, era una clara advertencia de lo que podía suceder en Chile.
Que estos temores no eran cosa del pasado lo demuestran, entre otros, la actual
situación en Portugal o lo que se puede sospechar ocurre en Vietnam del Sur o
en Camboya. Es evidente que la inmensa mayoría del pueblo chileno no deseaba ni
desea seguir el destino de aquellos países que están sometidos a gobiernos
marxistas totalitarios. En ese sentido, creemos justo reconocer que las fuerzas
armadas interpretaron el 11 de septiembre de 1973 un anhelo mayoritario, y al
hacerlo apartaron un obstáculo inmenso para la paz” (15).
Increíble, pero sucedió una vez.
La urgencia económica: el golpe de Kelly
El buen precio del cobre y una
cierta irresponsabilidad del área económica del Gobierno hicieron que 1974
fuera un año “bueno” en términos de recuperación de la actividad y la
normalidad, pero “malo” en cuanto a que no se abordaron los ajustes esenciales
indispensables.
Los técnicos de Roberto Kelly en
Odeplan se dieron cuenta. Entonces Kelly mismo le tomó el peso a la situación y
actuó en consecuencia. Él debe ser señalado como un personaje clave en el éxito
de la Revolución Militar, en particular porque se dio cuenta a tiempo de que
ésta iba al fracaso y se jugó para evitarlo.
Al regresar de un viaje al Perú, a comienzos de abril de
1975, los economistas de su oficina-ministerio le demostraron que en su
ausencia habían hecho su trabajo y le dijeron dos cosas: que el presupuesto de
1975 no había sido bien estudiado, de modo que había graves desequilibrios; y
que “están al rojo todos los indicadores”.
En 1975 el precio del cobre
–principal exportación chilena-- había caído y el del petróleo –principal
importación-- había subido fuertemente. Súmese a ello el desastre fiscal y
particular heredados de la UP y se tendrá la tormenta perfecta.
Kelly debió volver al Perú por otros
días y a su regreso sus técnicos le reiteraron: “La situación es de una
gravedad inminente; no hay tiempo que perder; se prevé para 1975 una inflación
cercana a la de 1973; la inversión pública se ha desbordado en 1974; empezando
el año, el Banco Central tiene ya emitido todo lo que razonablemente se
esperaba que emitiera en los doce meses de 1975. O alguien manda en la política
económica y sanea a fondo la situación del sector público o esto va a la ruina”
(16).
Kelly se fue inmediatamente donde
el Presidente de la República y exigió verlo. Se le dijo que no podía, que el
Presidente se estaba vistiendo para una ceremonia. Kelly insistió y dijo que
era de vida o muerte. El gobernante le manda decir que pase un segundo. Kelly
entra y le dice que la situación económica es extremadamente grave. “No, eso lo
hablaremos después”, dice Pinochet.
Kelly insiste: “Perdón, Presidente, tiene que oírme ahora. Usted, que es
el salvador de Chile, va a quedar como el enterrador de Chile si no toma
medidas ahora mismo”.
Pinochet captó y citó a una reunión en Viña del Mar a las
nueve de la mañana del siguiente domingo. Todo ese día se analizó un drástico
programa de disciplina económica. El lunes el Presidente da a conocer la
necesidad de un plan de Recuperación Económica extraordinario a los generales y
almirantes.
En esos días se registró una
importante incorporación de civiles a la primera línea del Gobierno: el 14 de
abril de 1975 se habían incorporado al gabinete Sergio de Castro, en Economía;
Miguel Schweitzer Speisky, en Justicia; Hugo León, en Obras Públicas; Carlos
Granifo, en Vivienda y Urbanismo; y Francisco Soza Cousiño, en Corfo. La
presidencia del Banco Central quedó en manos de Pablo Baraona y la
vicepresidencia en las de Álvaro Bardón. Pocos días después jura en Minería
Enrique Valenzuela Blanquier (17). Ya no habrá cambios de ministros hasta el
año siguiente.
Pero el país funciona tranquilo,
pues no sabe del torbellino que lo amenaza. Viene una misión norteamericana
que, al término de su visita, declara que Chile parece desenvolverse
normalmente (18). Por supuesto, eso es muy distinto de todo lo negativo que
publica la “gran prensa” europea y norteamericana, hábilmente digitada –aunque
ella misma no se dé cuenta— por la Desinformatsiya
del KGB.
Programa de Recuperación Económica
Después de que suenan las alarmas
hay una reunión del Gabinete con la Junta, ante la cual Kelly expone crudamente
la situación.
Se dicta entonces el decreto ley N° 966, que llevará fecha
10 de abril y que entrega al ministro de
Hacienda, Jorge Cauas, amplísimas facultades para introducir economías en el
sector público, remover funcionarios y controlar y dirigir toda la operación
económica del Estado.
Se disuelve el Sistema de Ahorro y Préstamo para la Vivienda,
que amenazaba con una catástrofe financiera y una quiebra fiscal, porque el
Estado absorbía sus pérdidas.
Se desecha el enfoque gradualista
y se va a una política de shock. Y el año termina con una reducción del 80 %
del déficit del sector público y un pequeño superávit del presupuesto fiscal,
lo que no se había logrado en un cuarto de siglo.
Pero el shock provoca un terrible ajuste
recesivo: el producto cae -12,9 %, el gasto social -40 %, el consumo privado
-21 %, la producción fabril -30 % y el conjunto del ahorro -50 %. Las
exportaciones entran en una etapa decreciente.
Y se renuncia a la morfina: se prohíbe por ley que el Banco
Central financie gastos del sector público.
Se cambia el signo monetario del escudo –que había introducido
Jorge Alessandri en 1960 y equivalía a mil pesos antiguos, en otro esfuerzo
rectificador, que, tras su éxito inicial, sucumbió a las presiones políticas— y
se vuelve al peso chileno tradicional, que valdrá mil escudos. Es decir, el
peso nuevo vale un millón de pesos antiguos. Es la historia de la inflación
chilena.
El historiador norteamericano James Whelan vio así la
situación:
“El 26 de mayo de 1975 –quince años después que Chile
abandonó su peso jibarizado por la inflación y lo cambió por el escudo (= mil
pesos)— el gobierno anunció que a partir del 1° de septiembre el escudo sería
eliminado en favor de un peso resucitado. En el momento del cambio de moneda en
1960, el peso se transaba a $1.000 por dólar. El nuevo peso, señaló el
presidente del Banco Central, Pablo Baraona Urzúa, tendría un valor de mil
escudos. El escudo había sido devaluado 38 veces desde la revolución. Diez
veces sólo en 1975, la última vez, sólo unos pocos días antes, cuando la tasa
para importaciones y exportaciones subió de 4.100 a 4.300 escudos por dólar. La tasa bancaria para cambio de
monedas aumentó de 4.500 a 4.800. En el corazón de la política cambiaria se
encontraba una devaluación sistemática, empleando un sistema de
minidevaluaciones diarias que logró su meta de fomentar las exportaciones
durante el período durante el cual se mantuvo en vigencia…” (19).
El país cruje, pero el
reordenamiento le da nuevos bríos y a partir de 1976 crece y prospera… hasta la
siguiente crisis mundial, la de 1982.
La crítica interna en 1975, con todo, es fuerte. Viene
tanto del Comité Asesor como del ministro
de Coordinación, Raúl Sáez, que discrepan del plan. Pero Pinochet lo respalda y
se ejecuta. Sáez terminará yéndose y el Comité
Asesor está integrado por subordinados de Pinochet y terminará acatando. “¡Era
que no!” (Barros Luco).
Si no se hubiera llevado a cabo el
programa, todo pudo haber terminado muy mal el mismo 1975, pero se evitó
gracias a dos personajes claves: Kelly, que dio la alarma y cuyos técnicos
prepararon el shock, y Cauas, a quien nunca le tembló la mano. De maneras corteses,
era determinado y durísimo para conseguir sus fines. Suaviter in modo, fortitur in re.
Pero la política de ajuste fue
dolorosa: la tasa de desempleo se acercó al 20%.
Si en algún momento el país pagó el precio de la “farra”
que se dio la UP, fue en ese año 1975. Y si no lo hubiera pagado, la Revolución
Militar habría entrado en una crisis de insondables consecuencias. En lugar de
eso, a partir del profundo precipicio en que había caído, Chile inició una
etapa de recuperación y crecimiento que sólo se detendría cuando lo golpeara
otra crisis, esta vez sólo internacional, la de 1982.
Con el apoyo de un nuevo Director de Presupuestos, Juan
Carlos Méndez (que reemplazó al DC Juan Villarzú) Cauas aplicó una severa
disciplina fiscal y en un año la administración pública se redujo en 98 mil
funcionarios. Treinta años después, ya con la izquierda en el poder, se
reescribirá la historia y se achacará a la “persecución política de la
dictadura” el cese de funcionarios públicos supernumerarios. Pero la razón fue
estrictamente económica y dictada por el Programa de Recuperación del Ministro
Cauas. Hoy esos supernumerarios cobran generosas pensiones como “exonerados
políticos perseguidos por la dictadura”.
Cauas era conciliador, pero firme;
Léniz, ministro de Economía, era también conciliador y como en la emergencia se
necesitaba otro “duro”, renunció Léniz y asumió de Castro en Economía.
El 24 de abril Cauas anuncia
cifras de la nueva política económica de shock: reducción de gastos públicos
entre 15 % y 20 % del presupuesto en vigor; exoneraciones en las plantas del
personal estatal: se debe despedir al 30 % de los funcionarios; aumentos de
impuestos, entre ellos el de la renta; y consagración definitiva del IVA
(impuesto al valor agregado, pues antes se gravaba el valor total de las
ventas, generando así impuesto sobre impuesto); disolución del sistema de ahorros
y préstamos para la vivienda, que amenazaba necesitar un subsidio fiscal
gigantesco si los depositantes retiraban sus Valores Hipotecarios Reajustables
y Bonos Hipotecarios Reajustables: Cauas decretó un “corralito” y los
depositantes portadores de ambos papeles sólo pudieron retirar “con
cuentagotas” (20).
Espaldarazo de Friedman
Milton
Friedman visitó el país en marzo de 1975 y fue categórico para apoyar el
tratamiento de shock. Sus conferencias y entrevistas fueron brillantes y
merecieron ser posteriormente editadas por un grupo empresarial. Una sola
pregunta que le fue formulada, y su respuesta, constituyeron un claro
espaldarazo para la sacrificada política económica del ministro:
“Pregunta 14: Suponiendo que el 1°
de abril de 1975 el gobierno tome medidas para reducir gastos en el 20 o 25 %
durante un año, y que ello permita, a partir del mes ‘n’, dejar de emitir
dinero ¿en cuánto tiempo, a partir del mes ‘n’ estima usted que se reduciría la
inflación para llegar a un nivel que permita aplicar medidas efectivas para el
desarrollo?”
“Respuesta: La medida que usted ha
descrito sería la más eficaz que se pudiera tomar para desarrollar la economía.
No obstante, con una pregunta como ésa es muy difícil ser extremadamente
preciso. Pero creo que mucho antes del término de ese año, en unos cuantos
meses –como máximo— ustedes verían una dramática reducción de la inflación.
“Si el gobierno adopta y mantiene
esa política, tendría precios estables antes de que terminara ese año. Y ya
estarían en camino al proceso del desarrollo.
“En realidad, yo vacilo en usar
esos términos al estilo de ‘planificación para el desarrollo’, a menos que uno
sea muy cuidadoso en cuanto a su significado, porque ocurre que suenan mucho
como esos grandes planes de desarrollo que suponen que un organismo del
gobierno decide qué industria debe desarrollarse y da subsidios a largo plazo
para esa industria.
“Esa no es la forma cómo ustedes
quieren tener un ‘plan’ para el desarrollo. En primer lugar, sus planes para el
desarrollo deben estar basados en el propósito de eliminar los obstáculos.
“En segundo lugar, deben dejar que
la enorme fuerza, iniciativa y empuje de la gente libre, que contrata
voluntariamente y se dedica a actividades económicas, produzca realmente un
desarrollo saludable” (21).
Chile siguió el consejo de
Friedman y consiguió ese desarrollo saludable.
Salida de Sáez del gabinete
Dice
Sergio de Castro en un libro-entrevista reciente: “El hecho de que Sáez
mantuviera el cargo de Coordinador Económico no ayudaba. El general Pinochet
buscaba soluciones y, como era su costumbre, pedía informes y consejos a unos y
otros. Las diferencias en el equipo económico eran evidentes y se habían
acentuado a raíz del tema de la devolución de las textiles y los bancos
comerciales. De hecho, comenzó a gestarse un programa alternativo encabezado
por Raúl Sáez y en el que participaron Carlos Massad, Andrés Sanfuentes y Juan
Villarzú. ‘Me acuerdo –nos cuenta Sergio— que un día llegan todos ellos al
Ministerio y nos presentan una nueva estrategia económica y un reordenamiento
del área, donde Sáez se convertía en un Superman,
con atribuciones incluso mayores que las de la Junta. Pero lo más grave era
que la propuesta que llevaban era la de desandar lo andado, volver atrás, fijar
de nuevo los precios, el tipo de cambio, etc. Estaban asustados porque los
precios se habían disparado y porque se hacía cada vez más notorio el déficit
fiscal a raíz de la caída del precio del cobre. Fue ahí entonces que nos
pusimos firmes”.
Pablo Baraona, que estuvo presente en esa reunión, comenta
que ésta fue dura: “Estábamos en la mesa de trabajo del ministerio de Economía
con Fernando Léniz, Sergio y creo que Juan Carlos Méndez y Ernesto Silva cuando
ellos nos empiezan a plantear este asunto de congelar los precios y frenar las
medidas que se habían tomado. Nosotros insistíamos en que lo que había que
hacer era ‘cortar el chorro’ y que no se sacaba nada con volver a una política
fracasada. El ambiente comenzó a encresparse, tanto así que un momento de
Castro y yo les dijimos que si querían tomar esas medidas que lo hicieran, pero
que nosotros nos íbamos”. Al final, Léniz logró calmar la situación y mantener
a raya a Sáez, quien no tardó en darse cuenta de que ya poco o nada podría
hacer: no contaba con su amigo Léniz y sabía que había perdido puntos con el
general Pinochet, quien a estas alturas lo escuchaba poco o nada” (22).
Un nombramiento trascendental
A
mediados de 1975 se produce un nombramiento que será decisivo para el futuro
económico de Chile: el del economista y académico, máster en Chicago, Sergio de
la Cuadra Fabres a cargo del Comité
Asesor de Política Arancelaria.
De la Cuadra es un estudioso de
las ventajas de una economía abierta. Ya el visionario primer ministro de
Hacienda, almirante Lorenzo Gotuzzo, había reducido el máximo de los aranceles
sobre las importaciones de 700% a 120%. En agosto de 1975 Cauas, a instancias
de de la Cuadra, los vuelve a rebajar a un rango de entre 10% y 35%, después de
una delicada reunión con el Presidente, en que se produce un malentendido
humorístico: al anuncio de de la Cuadra de que se propone terminar con todas
las exenciones de aranceles, Pinochet responde: “No, mi amigo, las excepciones
las manejo yo”. Le explican que son “exenciones” y no “excepciones” y se aclara
el malentendido, tras una patada de de Castro al expositor por debajo de la
mesa.
Entonces Pinochet dice que llevará el tema a la Junta, que
finalmente aprueba la desgravación (23).
Imagen sobre derechos humanos
El Gobierno había aceptado que la
Tercera Comisión de las Naciones Unidas designara un Grupo de Trabajo para
investigar la situación de los derechos humanos en Chile y también había
accedido al ingreso al país de una comisión inspectora comisionada por las
Naciones Unidas y presidida por el pakistaní Gulam Alí Allana.
Pero el Grupo Allana pretendió auto fijarse sus
atribuciones y determinar por sí el procedimiento que aplicaría, ante lo cual
el régimen chileno suspendió el permiso para su visita.
Al respecto, Pinochet declaró en
julio de 1975: “Es lamentable que el mundo no nos pueda defender, pues les
invade la indiferencia, que no sé cómo calificar, ya que ocultan la cabeza para
dejar a este pequeño David luchando solo contra el gigante Goliat. Pero no
olviden que David derrotó a Goliat” (24).
Y fueron proféticas sus palabras,
pues en 1989 terminó sucediendo así.
En definitiva, el voto
condenatorio de la ONU se aprobó con parecido número de sufragios que el año
anterior, 95 afirmativos, 11 negativos y 23 abstenciones, pero en esta
oportunidad se sumó a la mayoría el de los Estados Unidos. Increíble ataque
estadounidense a un país que lucha contra el comunismo. Resultó ilustrativo que
en ese mismo año la ONU rechazara condenar por atropellos a los derechos
humanos al mayor genocida de la época, el caudillo Pol Pot de la Camboya del
Khmer Rojo, que había ordenado matar a millones de personas. También es ilustrativo
reiterar que el Times de Nueva York
editorializó 66 veces en 1976 condenando la situación de derechos humanos en
Chile y sólo tres veces criticando lo
sucedido en Camboya, donde murieron 1,5 millones de personas de una población
de 7 millones.
Dice un historiador: “No es
impertinente recordar que, este mismo 1975, habló a la Asamblea General de las
Naciones Unidas –y fue aplaudido de pie por la masa de asistentes— el dictador
de Uganda, Idi Amin Dada, a quien se imputaría guardar refrigerados, para
deleite gastronómico y ritos tribales, pedazos selectos de sus enemigos
difuntos” (25).
La Comisión Allana siguió
funcionando en Ginebra, Suiza, de modo que el Gobierno consideró apropiado
enviar a una delegación de personas independientes para informarla sobre su
impresión, como testigos directos residentes en Chile, de lo que sucedía en
materia de derechos humanos.
Yo fui designado como uno de los
integrantes de la delegación, de la cual formaban parte también el entonces
ministro y ex presidente de la Corte Suprema, don Enrique Urrutia Manzano, el
dirigente sindical Hernol Flores, el dirigente de los camioneros, León Vilarín,
los jóvenes abogados y dirigentes universitarios gremialistas Carlos Bombal y
Raúl Lecaros y el dirigente agrícola Domingo Durán.
Antes del viaje estaba programada
una visita al Campamento de Detenidos de Cuatro Álamos, al cual fuimos
conducidos y donde recorrimos las instalaciones, con libertad para conversar
con los presos, cosa que aprovechamos de hacer, aunque a mí, por lo menos, no
me miraban con mucha simpatía. Eran centenares, sino miles, instalados en
enormes galpones con catres de campaña de dos niveles. Muchos estaban cocinando
pucheros apetitosos, a juzgar por su aroma. No se nos dio mayor información
respecto a ellos ni ellos nos la dieron. No acusaron malos tratos. El aspecto
general de la gente era de individuos de clase media, vestidos con ropas
abrigadas, y la mayor actividad que se advertía era la ya mencionada de
preparar comidas junto a sus respectivos camarotes. A nuestras preguntas
contestaron parcamente y no presentaron quejas.
En Ginebra fuimos recibidos por la
Comisión Allana y uno a uno fuimos prestando testimonio ante ella, presidida
por el pro-hombre pakistaní. El mío consistió en explicar lo que había visto en
materia de trato a los prisioneros, hecho lo cual fui prontamente despachado de
la amplia aula, donde había periodistas europeos de izquierda que me dedicaron
frases burlescas al pasar, sobre todo cuando fotografié a la Comisión Allana
con mi cámara amateur ridículamente pequeña.
El Grupo Allana era tan poco
imparcial que caía en el ridículo, lo que no obstaba a que sus informes
contrarios al gobierno chileno fueran aprobados con alta votación. Por ejemplo,
en el de 1976 estampó la siguiente “comprobación”, cuyo texto seguramente hará
reír a cualquier habitante en el Chile de esa época: “La información recibida
por el Grupo tiende a demostrar que la vida diaria de los niños que no están
encarcelados, se halla dominada por la impresión de soldados y camiones
militares” (26).
Eso sólo lo veían ellos desde
Ginebra y sintonizando Radio Moscú.
La opinión pública según Gallup
La opinión mayoritaria de los
chilenos, según una encuesta Gallup de 1975, señala que el 64 % cree que se
encuentra en mejor situación que cuando cayó Allende y sólo un 13 % cree que
está peor; un 73 % cree que las condiciones están mejorando y un 11 % que se
están deteriorando (27).
El Mercurio editorializa comentando que la encuesta “constituye un
fiel reflejo de la realidad de la opinión pública: en el exterior ella juzga de
Chile en concordancia con la campaña comunista; en el interior se aprecia al
Gobierno con sus dificultades, pero se le ve, en todo caso, como merecedor de
confianza y como una alternativa sin precedentes en estas generaciones” (28).
El fenómeno de la diferencia entre
lo que opinaban sobre el régimen chilenos y extranjeros que vivían en el país y
lo que opinaban los que vivían en el exterior será un tema recurrente durante
todo el tiempo de la Revolución Militar. El
Mercurio atribuye la discrepancia a la “campaña comunista”, en coincidencia
con el historiador Paul Johnson, para el cual, según vimos, la demonización del
régimen militar revolucionario fue el último gran éxito del KGB “antes de ser lanzado al
basurero de la historia”.
Violencia extremista activa
Pero el hecho es que el país se ha
pacificado visiblemente. El Informe
Rettig después dio cuenta, en 1991, de que el número de caídos en
enfrentamientos entre la subversión y las fuerzas de orden, que había sido de
1.261 entre el 11 de septiembre y el 31 de diciembre de 1973, había disminuido
a 309 en todo 1974 y a 119 en todo 1975 (29). La discrepancia entre el número
de caídos en ese período con los más de 1.800 que se ha dado en anteriores
citas deriva de que se sumó a los anteriores la cifra añadida por la Comisión Nacional de Reparación y
Reconciliación, que se formó después de la Comisión Rettig y ante el reclamo de personas que, al ver los
beneficios concedidos a las víctimas, quisieron también hacer valer sus casos
para alcanzar alguna retribución pecuniaria.
Pero la subversión armada de la
izquierda siguió activa. En septiembre de 1975 sufre un atentado, al que
sobrevive, el director de La Segunda,
Mario Carneyro, cuyo diario apoya al Gobierno; el vespertino había venido
informando sobre descubrimientos de depósitos de armas y explosivos.
En la parcela Santa Eugenia de
Malloco, se descubrió un centro clandestino del MIR. Asimismo, en la sede del
ex Comité Central comunista se descubrió otro. El general Leigh denuncia un intento subversivo planeado para
asesinar al Presidente y otras altas autoridades el 15 de diciembre y El Mercurio informaba que el MIR tenía
planes de reiniciar en Chile en gran escala el sistema de secuestros,
asesinatos, robos y asaltos a que están expuestos en esos tiempos muchos países
del mundo. Incluso se remite desde La Habana un informe sobre un plan para
liberar a Luis Corvalán mediante paracaidistas chilenos y cubanos apoyados por
lanchas de desembarco (30).
Pero el MIR está en una situación
crítica, tanto que una joven colaboradora del movimiento, Michelle Bachelet,
cuyo padre, el general de la FACH Alberto Bachelet, murió a comienzos de 1974
de una afección cardíaca estando preso en la Cárcel Pública y tras jugar un
partido de básquetbol contraindicado para su condición de salud, ha recibido el
encargo de cumplir una delicada misión para el MIR, “encomendada por la cúpula
del PS en Chile: traspasarle al MIR ayuda financiera urgente. La situación del
movimiento es desesperada. Los socialistas lo saben” (31).
El comunismo se desplegaba contra
la Junta principalmente en el exterior. En junio se realizó en La Habana una
importante reunión de los partidos comunistas de América Latina y el Caribe y
el caso de Chile fue tratado de manera particular.
En este sentido, Volodia
Teitelboim, ex senador y alto dirigente comunista, expresaba: “Chile es un
problema de todos los países del mundo y es también el más vigoroso toque de
alerta frente a la estrategia del imperialismo”. Hacía algunos reconocimientos:
“Estamos persuadidos de que el desenlace no era fatal. Una de las raíces del
drama es que la contrarrevolución se adelantó a la revolución (…) El pueblo no
debió haber postergado la resolución del problema del poder” (32).
Traducción: “debimos haber dado el
golpe que teníamos preparado antes que ellos.” ¿Qué mayor confesión de que
venía el régimen totalitario?
El “Objetivo Nacional”
El 23 de diciembre de 1975
Pinochet presenta al país el Objetivo
Nacional de Chile, documento en el cual ha puesto a trabajar a bastante
gente, civiles y militares, durante largo tiempo.
En una sociedad libre, como la que, siempre se dijo,
buscaba instituir la Revolución Militar, son los individuos los que van
marcando los rumbos nacionales a través de la consecución de sus múltiples
objetivos personales. Pero la intelligentsia
de todos los países, esa gente a la cual Paul Johnson prefiere calificar
como élites habladoras y que “domina
la escena pública”, suele exigir un “libreto” o “relato”. Gobiernos que lo
hacen bien, en el sentido de no entorpecer el desarrollo de sus respectivos
países, suelen ser acusados de “falta de relato”, de “no tener un libreto”. Por
tanto, aunque no lo necesiten, como en el caso del Gobierno Militar, que en los
cinco puntos iniciales de su Declaración
de Principios del 11 de marzo de 1974 ya había dicho todo lo necesario, se
esmeran por ir construyendo “un relato”.
Gonzalo Rojas en su libro Chile Escoge la Libertad sintetizó muy bien el Objetivo Nacional:
“… se orienta a conservar la
independencia e integridad territorial de la nación; a hacer realidad la
Declaración de Principios; a construir un régimen político-institucional basado en la
concepción cristiana del hombre y la sociedad, en el principio de subsidiariedad
del Estado y en la fidelidad a la tradición nacional; a desarrollar un cuerpo
de valores morales y espirituales; a procurar que el país alcance un desarrollo
equilibrado en lo político, económico y social; y a proyectar una política
internacional pacifista y colaboradora con los Estados amigos.
“Los objetivos específicos se
definen según las áreas a tratar. En el frente interior, configurar una nueva
democracia, creando un sistema político-institucional que preserve las bases de
un Estado nacionalista y libertario, y restablezca la concepción portaliana de
un gobierno autoritario. En relaciones exteriores se debe aumentar la capacidad
del Estado para promover la defensa nacional en el exterior, mediante una
política dinámica y pragmática. En el frente económico se debe alcanzar un
desarrollo que permita elevar el bienestar material y espiritual de los
chilenos, con una armónica combinación de capital, trabajo y naturaleza. Por
último, el desarrollo social debe alcanzarse en armonía con el desarrollo económico,
orientándolo a la raíz histórica nacional, para así concretar la participación
y el progreso en paz y libertad” (33).
Aparecen, una vez cada una, las
palabras “libertario” y “autoritario”; una vez la palabra “libertad” y ninguna
la antónima de ésta (en los hechos), “igualdad”.
El aislamiento internacional
Se
suponía que la demonización soviética de la Junta, y de Pinochet en particular,
había surtido efectos universales, pero hasta los más críticos del régimen
reconocían algunos rasgos. Por ejemplo, escribe el historiador Gonzalo Vial,
“en las crisis internas de cualquier país no sería raro escuchar, desde 1973,
al uomo qualunque local –un taxista,
un dependiente de tienda— el mismo comentario, temeroso y exasperado, pero
también esperanzado: ‘Necesitamos un Pinochet’” (34).
Sigue sucediendo hoy… incluso en Chile.
Pinochet había visitado Brasil y
Paraguay en 1974, como vimos. También tuvo un contacto positivo con el
Presidente de Bolivia, Hugo Banzer. Y con el ex Presidente de Uruguay, Juan
María Bordaberry, un constitucionalista que defendía la legitimidad del Poder
Militar para gobernar. A su vuelta a Santiago desde Asunción, Pinochet se había
entrevistado personalmente con Juan Domingo Perón en la losa del aeropuerto de
Buenos Aires, donde le pidió alejar a los exiliados chilenos de la frontera, a
lo cual Perón accedió con la frase “Perón tarda, pero cumple”.
Y a fines de marzo de 1975, ya fallecido Perón, recibió una
invitación de su viuda y Presidenta argentina, Isabel Martínez, con la cual
conversó “dentro de una atmósfera de cordialidad y respeto recíproco”.
En fin, en noviembre, a raíz de la
muerte del gobernante español Francisco Franco, decidió asistir a los funerales
y al juramento del rey Juan Carlos. Este último, todavía príncipe, lo esperaba
en la losa de Barajas junto al Primer Ministro, Carlos Arias Navarro.
La propaganda soviética se
desgañitaba para atizar algún repudio a Pinochet, pero el recibimiento para él
en España fue muy cálido, pues también ese país había sido “bestia negra” de la
URSS y soportaba las consecuencias.
Después, Pinochet fue de uno de los tres Jefes de Estado,
junto a Hussein de Jordania y Rainiero de Mónaco, que asistieron a la jura del
rey y a los funerales del Caudillo. Los demás gobernantes de “países libres” no
asistieron, pues estaban bajo el pánico de las injurias de la izquierda mundial
digitada desde Moscú y que había hecho de Franco un blanco favorito, antes de
sustituirlo por Pinochet.
Pero “un ambiente callejero de
viva popularidad rodeaba a Pinochet”, reconoce Vial, que lo quería poco (35).
Y el mismo Pinochet recordaba al
efecto en sus memorias: “Al alcanzar de regreso a nuestro hotel nos encontramos
con que en la puerta nos esperaba un grupo bastante representativo de la Junta
Coordinadora de Estudiantes de España, que quiso testimoniar su aprecio a
Chile, y a la vez materializar su cariño, entregándome un objeto recordatorio de
nuestra visita a la Madre Patria. Estos jóvenes españoles departieron algunos
momentos con nosotros y nos agradecieron nuestra concurrencia a las exequias
del Generalísimo Franco” (36).
Luego vino el viaje al Valle de
los Caídos para dar sepultura a Franco y, cuando se retira Pinochet, reconoce
también Vial, “es el momento de una tumultuosa y multitudinaria manifestación a
su favor, que aún hoy asistentes españoles recuerdan como pocas veces vista”
(37).
Cuando está por partir en el
aeropuerto, el ya rey Juan Carlos lo despide en la escalerilla del avión.
Un libro de Frei Montalva
El
ex presidente ya había ido virando desde su apoyo a la Junta a una actitud
crítica y opositora. En 1975 –permitiendo comprobar que en Chile había un grado
alto de libre información, contra lo que la “leyenda negra” ha dicho del
régimen-- publicó un libro, El Mandato de
la Historia y las Exigencias del Porvenir, presentado por la Editorial del
Pacífico.
En él descalificaba el apoyo
popular al Gobierno, que más tarde, en 1977, se vio obligado a reconocer.
Identificaba al régimen con los “grupos de extrema derecha” y decía de ellos:
“…esta es su última oportunidad. Su única oportunidad. Presienten que en
elecciones libres serían minoría absoluta. Todo su interés reside entonces en
que la actual situación se mantenga. El día que ella termine no serán nada ni
nadie” (38).
Ése fue siempre un predicamento de
Frei: la popularidad estaba a la izquierda. Pero la única vez que ganó, en
1964, fue gracias al apoyo de la derecha, que le dio su votación incondicional
para evitar la llegada del marxismo-leninismo al poder.
Pero es la suposición de que la mayoría está a la izquierda
la que lo ha llevado a él y a su partido a la oposición contra la Revolución
Militar.
Ciertamente no se habría podido
imaginar que los dos partidos a la derecha de la Democracia Cristiana y adeptos
al régimen militar llegarían a ser, bajo un régimen de elecciones libres, ambos
en varias oportunidades, mayores en votación que la colectividad que él encabezaba.
Y hoy, 2018, todavía mucho más poderosos que ella. Menos habría podido imaginar
que un candidato presidencial de derecha y defensor del legado del Gobierno
Militar (José Antonio Kast) aventajaría ampliamente a la candidata presidencial
democratacristiana (Carolina Goic) en 2017.
También en su libro Frei Montalva manifestaba
su escepticismo sobre el éxito de la economía de mercado: “En las
circunstancias excepcionales por que atraviesa la economía mundial, y en
especial la economía chilena, se insiste en mantener el funcionamiento de un
sistema de economía de mercado que podría haber operado en otra época y en
otras condiciones, pero no hoy” (39).
Tampoco en eso el tiempo le daría la razón a Frei.
Concentración en la Plaza Bulnes
El cumplimiento del segundo
aniversario del Gobierno Militar culminó con una entusiasta concentración en la
Plaza Bulnes, a la cual concurrió mucha gente estimulada por la injusta
aprobación de la “acusación anual” sobre atropellos a los derechos humanos en
Chile por parte de la respectiva
comisión de las Naciones Unidas.
En un discurso, esa noche,
Pinochet hizo una proposición audaz:
“Tenemos la tranquilidad de conciencia del que obra
conforme a principios superiores e invariables. Por eso es que nuestras
fronteras han estado abiertas para todos cuantos han querido visitarnos, aun
cuando muchas veces era evidente que algunos sólo venían a nuestra patria a
afianzar un prejuicio adverso ya adoptado. Permitimos incluso la entrada al
país y el libre trabajo de varias comisiones investigadoras, que ninguna norma
jurídica nos obligaba a aceptar. ¿Qué gobiernos, de entre aquellos que nos
condenan, pueden exhibir un ejemplo semejante?
“No obstante, y para dejar en claro el elevado espíritu que
lo anima, Chile presentó recientemente a la Tercera Comisión de la Asamblea
General de Naciones Unidas un trascendental proyecto de acuerdo sobre
investigación futura de los Derechos Humanos.
“En él se propone un mecanismo que permitiría a Naciones
Unidas contar con un sistema de investigaciones de los Derechos Humanos de
carácter universal, obligatorio y automático, a la vez que fundado en normas
estables y objetivas para la generación y el funcionamiento de las comisiones
investigadoras.
“Podría decir, en breves palabras, que se trata de acordar
un sistema que, respetando las características propias de cada cultura o zona
geográfica, resulte de aplicación general y obligatoria para todos los países.
Ello impediría que se pretenda imponer a un país pequeño y altivo lo que su poderío
les permite eludir a las grandes potencias, o quienes se sometan a su imperio” (40).
Activismo de sacerdotes extranjeros
“En
un clima de ardor revolucionario como ése –dice el autor James Whelan-- era, por supuesto, inevitable que muchos
eclesiásticos unieran su suerte a la de los hombres y mujeres que luchaban con
armas y bombas por el ‘evangelio revolucionario’. Los extranjeros, incluso un
cierto número de norteamericanos, se destacaban entre ellos. Al comienzo, las
autoridades se mantuvieron en silencio, como cuando expulsaron al padre Robert
Plasker, en septiembre de 1974. El padre Plasker, miembro de la Congregación de
la Santa Cruz (Holy Cross), era profesor en el exclusivo colegio Saint George,
en Santiago. Al expulsarlo, el Gobierno simplemente dijo que se debía a sus
actividades ‘contrarias al Gobierno’” (41).
Aquí hago un paréntesis, pues
conocí personalmente a Plasker cuando matriculé a mis dos hijos mayores en el
mismo colegio donde yo también me había educado, el Saint George’s College. En
1968, tras matricular al segundo de ellos, el profesor jefe de su curso, el
padre Plasker, nos citó a los padres de alumnos a una reunión, donde nos dijo
que íbamos a constituirnos en una célula para discutir el cambio en nuestra
sociedad.
Yo recurrí a los sacerdotes más
antiguos, que me habían hecho clases cuando yo había estudiado ahí, quince años
antes, los sacerdotes Huard, Send y Provenzano. Les expresé que no estaba de
acuerdo en que los padres de los alumnos formáramos grupos ‘para cambiar la
sociedad’, pues lo que yo esperaba del colegio era que educara a mis hijos y no
a mí, cosa que ya habían hecho ellos, para bien o para mal; y que, en todo
caso, no quería que se nos instruyera, ni a mis hijos ni a mí, en cómo ‘cambiar
la sociedad’, sino en los ramos específicos de la enseñanza para cumplir el rol
que mis hijos eligieran en la vida.
Los sacerdotes antiguos me dijeron que ellos estaban de
acuerdo conmigo, pero que las nuevas tendencias del colegio estaban en manos de
otros religiosos que constituían mayoría ahora y nada podían hacer. Entonces
retiré a mis hijos del Saint George’s, aprovechando que recién se fundaba otro
colegio de excelencia, de la congregación del Opus Dei, y tras asegurarme de
que allí no fundarían células para cambiar la sociedad, sino que les enseñarían
Castellano, Matemáticas, Ciencias Naturales, Religión, Física, Química,
Filosofía y demás ramos que los habilitaran para desempeñarse en la vida y,
llegado el momento, elegir una actividad o profesión según su vocación personal.
Entonces los matriculé en el Colegio Tabancura, donde terminaron su enseñanza
media. Fin del paréntesis.
“El gobierno también tomó medidas
–continúa el historiador Whelan—en contra del sacerdote nacido en Norteamérica,
Gerard Whelan, ex rector del Saint George. Las autoridades dijeron que había
escondido en su casa al tercer jefe del MIR –el fugitivo Martín Humberto
Hernández Vásquez, miembro de la comisión política del MIR— y que después
enterró el fusil AKA, dos granadas y una pistola en un terreno baldío. El padre
Whelan, que había renunciado a su ciudadanía norteamericana en 1972, era uno de
los varios sacerdotes y monjas que fueron cogidos en esa redada. Cuatro norteamericanos
–el padre John Devlin, sacerdote de la Holy Cross, y tres monjas, las hermanas
Paula Armstrong y Bárbara Nelson, de la orden de Notre Dame, y Peggy Lepsio, de
la orden de Maryknoll— también estaba implicados. (Había informaciones de que
el padre Devlin había ayudado a Andrés Pascal Allende, el jefe máximo del MIR,
a escapar de Chile (nota del autor:
también Pascal era ex alumno del colegio). Otro sacerdote norteamericano,
el padre Daniel Panchot, también miembro de la orden de la Holy Cross, fue
arrestado a continuación. Todos los norteamericanos fueron deportados, pero
sólo después de que el Gobierno acusó a la embajada de los Estados Unidos de
ayudar a las monjas a esconderse, mientras se realizaban negociaciones para
obtener un salvoconducto para que pudieran salir de Chile. Esa misma
investigación dio como resultado el arresto de la doctora Sheila Cassidy (nota del autor: ver su caso tratado más
adelante en este capítulo) quien fue el centro de la subsiguiente furia y
causa de represalias por parte del gobierno laborista de Londres en contra de
Chile.
El padre Whelan y tres sacerdotes jesuitas chilenos –que
incluían al padre Fernando Salas, el primer director del Comité Pro-Paz--
fueron detenidos para ser juzgados. En la estela de esta redada el régimen
presionó a la Iglesia para que desmantelara el Comité; después dejó en libertad
a los cuatro sacerdotes (y a 160 presos políticos) en un gesto conciliador”
(42).
Crisis en relaciones chileno-británicas
El 29 de diciembre de 1975 se expulsa del país a la doctora
Sheila Cassidy. Este caso enturbió las relaciones con Gran Bretaña, cuyo
gobierno laborista lo magnificó intencionadamente y llegó al extremo de retener
ilegalmente aviones Hawker-Hunter de la Fuerza Aérea, enviados allá para su
reparación, en momentos críticos debido a las amenazas que sufría la soberanía
chilena.
Sheila Cassidy había atendido médicamente a un guerrillero
–Nelson Gutiérrez, del MIR-- herido en un enfrentamiento con fuerzas de
seguridad. Esa conducta de la doctora ciertamente también le habría acarreado
la prisión en Gran Bretaña, si ella hubiera atendido, sin dar cuenta a la
policía, por ejemplo, a un guerrillero norirlandés herido.
Pero el laborismo abusó
publicitariamente de la situación y el gobierno chileno optó entonces
por expulsarla, sacrificando la necesidad de hacer justicia.
El caso tuvo eco mundial y sirvió para deteriorar en grado
máximo la imagen de la Junta y rebajar al peor nivel las relaciones con Gran
Bretaña, pero también hay otra mirada, distinta de la que predominó en el
mundo, sobre el mismo. Reproduzco la versión de la historiadora Teresa Donoso
Loero, autora de Los Cristianos por el
Socialismo en Chile (43):
“Para contribuir al apaciguamiento convendría, tal vez,
repetir las palabras de Monseñor Augusto Salinas, Obispo de Linares:
“… En el caso concreto, entonces, en que se ha amparado a
algunos miristas, el que proceda así siendo sacerdote, religiosa, ha pensado
–según las palabras que he escuchado--
ha pensado que cumplía un precepto de caridad. Pero sin embargo no ha
pensado que está ayudando a una doctrina destinada a faltar a la caridad,
destinada a dar muerte a mucha gente, a atentar contra los principios de la
Iglesia y de la Patria. De modo que esto no es caridad. Es falta de caridad.
“Las alegrías de Sheila Cassidy
“Otra
practicante de tan curioso tipo de caridad fue la doctora británica Sheila
Cassidy. Detenida el 1° de noviembre de 1975, por su implicancia en el caso
Pascal-Gutiérrez, fue dejada en libertad y enviada a su país de origen con
salvoconducto de cortesía el 29 de diciembre del mismo año. Partió de Pudahuel
con una sonrisa de tal magnitud y constancia que ha pasado a ser histórica.
“Nada, pues, hacía presagiar que
la doctora, tan saludable y feliz, tejiera en Londres una intriga de tal
calibre contra Chile que lograra crear una delicadísima situación entre Gran
Bretaña y la Junta de Gobierno chilena, con llamado del Embajador Británico a
Londres y promesa de acusaciones ante la Comisión de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas.
“De la felicidad que en el
aeropuerto chileno irradiaba Sheila Cassidy da fe Monseñor Jorge Hourton,
Obispo Auxiliar de Santiago y Vicario de la Zona Norte. Suyo es el “Adiós a la Dra. Sheila Cassidy” que,
con ese título, se publicó el 11 de enero de 1976 en “Comunidad Cristiana”, suplemento semanal de la revista “Iglesia de Santiago”, (publicación
oficial del Arzobispado). Cabe
destacar que “Comunidad Cristiana” se
reparte gratuitamente y en abundancia en las parroquias santiaguinas. A
continuación, el adiós de Monseñor Hourton, publicado y difundido en Santiago
mientras en toda Europa los “testimonios” de la doctora Cassidy hacían de Chile
un matadero de los derechos humanos:
“Adiós a la Dra. Sheila Cassidy
“La fuimos a despedir el lunes 29 en una radiante tarde de sol. Sólo la
divisamos a través de los cristales de las puertas de Pudahuel; luego subió
feliz al bus que la acercó al avión. Entre otros bultos negros subió las
escalinatas del gigantesco aparato, blanca figura recortada sobre el horizonte
de la lejana ciudad. De una jaula en otra, por los huecos libres que
encontraba, sacaba su largo brazo y mostraba su alegre risa para responder a la
afectuosa despedida de sus amigos. Agitaba al aire la misma mano que tocó
tantos cuerpos enfermos en nuestra Policlínica de la Zona Norte, donde tantos
la conocían y querían, mano abierta y franca, incapaz de doblez y de violencia,
lo sabemos muy bien.
“Su
última jaula fue el inmenso pájaro de acero que la tragó generoso. Cuando se
elevaba entre el fragor de las turbinas, pareció que el majestuoso pájaro
llevaba prendida en la proa una inmensa rama de olivo. + Jorge Hourton, Vicario
Zona Norte”.
“De las incontables historias de
terror difundidas por la doctora Cassidy vale la pena consignar aquella que
publicara la revista italiana Gente,
obra del periodista Franco de Giorgi, reporteada en Londres y consignada bajo
un título taquillero: ‘Torturata da Pinochet’ (‘Torturada por Pinochet’). Hay varias frases decidoras:
“Es una de las pocas personas que lograron salir con vida de semejante
experiencia” (asegura el periodista, refiriéndose a la detención y
liberación de la doctora). “Lo convencí (a
Nelson Gutiérrez) –dice la doctora—de que
buscara un refugio más seguro (…) No
denuncié lo acaecido a la policía porque ello equivalía a su condena a muerte” (la
condena a muerte de Gutiérrez). “Andrés
Pascal Allende, explica la doctora, un
pariente del Presidente asesinado (…) Las torturas me habían provocado también
una infección (…)”, termina diciendo la doctora, según transcripción del
periodista italiano” (44).
Balance económico anual
En
1975 el país se había resuelto a “apretarse el cinturón”. La estrictez de Cauas
y la buena intuición de Pinochet hicieron posible el gran sacrificio que era
menester enfrentar. Y el costo quedó a la vista: el PIB cayó 12,9% en el
ejercicio y la tasa de desocupación saltó a 16,2% en el Gran Santiago, sin que
por ello la inflación bajara mucho: de 375,9% a 340,7%, que fue el aumento del
IPC en el año.
La Tasa de Inversión (Formación Bruta de Capital Fijo)
también cayó, de 17,4% a 15,4% del PIB.
Pero el déficit del presupuesto fiscal equivalió al 2,6 %
del PIB, la cuarta parte que el año anterior. Las finanzas públicas se iban
equilibrando.
El saldo de la Balanza Comercial se tornó negativo: - 118,3
millones de dólares. La Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, que incluye la
Balanza Comercial, los intereses y los movimientos de créditos, más que duplicó
su déficit, a -491,3 millones de dólares. La Cuenta de Capitales de la Balanza
de Pagos tuvo un superávit de 564 millones de dólares, más del doble que el año
anterior.
El saldo de la Balanza de Pagos fue negativo en -344
millones de dólares.
La Deuda Externa aumentó a 4.267 millones de dólares,
principalmente debido al mayor endeudamiento privado (45).
Las Reservas Internacionales Brutas del Banco Central se
agotaron y llegaron a una cifra negativa de -129 millones 200 mil dólares, con
una pérdida de 223 millones 200 mil dólares respecto del final del ejercicio
anterior. Fue lo más profundo de la crisis (46).
REFERENCIAS DEL CAPÍTULO III. "1975: Tratamiento de shock"
(1)
Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge la Libertad”, op. cit., t. 1, p. 218.
(2)
Pinochet, Augusto: “Camino Recorrido”, op. cit., t. I, p. 90.
(3) Schiappacasse, Mauricio; Medalla, Ernesto, y Sánchez,
Francisco: “Allende y Pinochet: las verdades olvidadas”, Maye, Santiago, 2012,
p. 46.
(4) Acta de la Junta de 4 de abril de 1975, citada por
Huneeus, Carlos: “El Régimen de Pinochet”, Taurus, Santiago, 2016, p. 377.
(5)
Pinochet, Augusto: “Camino Recorrido”, op. cit., p. 84.
(6)
Schiappacasse, Mauricio; Medalla, Ernesto y Sánchez, Francisco: “Allende y
Pinochet: las verdades olvidadas”, op. cit., p. 59.
(7) Donoso Loero, Teresa: “Los Cristianos por el Socialismo
en Chile”, 4ª edición, El Mercurio, Santiago, 1976, p. 265.
(8) “El Mercurio”, 2 de abril de 2000: reportaje titulado “Y
lo Negó Tres Veces”.
(9) Ekaizer, Ernesto: “Yo, Augusto”, op. cit. p. 228.
(10) Ver cita N° 8.
(11) Rojas, Gonzalo: “Chile Elige la Libertad”, op. cit., t.
I, p.234.
(12) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge la Libertad”, op. cit.,
t. I, p. 235.
(13) El Mercurio, Santiago, 3 de junio de 2017, p. A2.
(14) Ekaizer, Ernesto: “Yo, Augusto”, op. cit., p. 256.
(15)
García Valdés, Sergio: Carta a “El Mercurio” publicada el 12 de diciembre de
2004; Whelan, James: “Desde las Cenizas”, op. cit., p. 679; Correa, Enrique y
Viera-Gallo, José Antonio: “Iglesia y Dictadura”, Centro de Estudios Sociales,
Santiago, 1986, p. 94.
(16)
Fontaine, Arturo: “Los Economistas…”, op. cit., p. 88.
(17)
Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op. cit., t.1, p. 199.
(18)
Vial, Gonzalo. “Pinochet…”, op. cit., t. 1, p. 290.
(19) Whelan, James: “Desde las Cenizas”, op.
cit., p. 868.
(20)
Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op. cit., t. I, p. 266.
(21)
Fundación de Estudios Económicos BHC:
“Milton Friedman en Chile”, Santiago, 1975, p. 57.
(22)
Arancibia, Patricia: “Sergio de Castro…”, op. cit., p. 217.
(23)
Fontaine, Arturo: “Los Economistas…”, op. cit., p. 158.
(24)
Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op. cit., t. I, p. 289.
(25)
Ibíd., t. I, p. 291.
(26)
Ibíd., t. I, p. 292.
(27)
Whelan, James: “Desde las…”, op. cit., p. 687.
(28)
“El Mercurio”, Santiago, 6 de agosto de 1975, p. 3.
(29)
Informe Rettig, op. cit., p. 152 y 152.
(30)
Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op. cit., t. I, p. 243.
(31)
Insunza, Andrea y Ortega, Javier: “Bachelet. La historia no oficial”, Random
House Mondadori, Santiago, 2005, p. 95.
(32) Domic, Juraj: “Política Militar del Partido Comunista” Instituto
Geográfico Militar, Santiago, 1988, p. 49.
(33) Rojas, Gonzalo: “Chile Escoge…”, op. cit., t. I, p.206.
(34) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op. cit., t. I, p. 294.
(35) Ibíd., p. 301.
(36) Pinochet, Augusto: “Camino…”, op. cit., t. I, p. 105.
(37) Vial, Gonzalo: “Pinochet…”, op. cit., t. I, p. 302.
(38)
Cuevas, Gustavo: “Pinochet…”, op. cit., p. 85.
(39)
Ídem.
(40)
Pinochet, Augusto: “Camino…”, op. cit., t. 2, p. 108.
(41)
Whelan, James: “Desde…”, op. cit., p. 683.
(42)
Ibíd., p. 683,684.
(43)
Donoso, Teresa: “Los Cristianos para el Socialismo en Chile”, Edición de El
Mercurio, 1975, p. 265.
(44)
Ibíd.
(45)
Banco Central de Chile, Dirección de Estudios: “Indicadores Económicos y
Sociales 1960-1985”, Santiago, 1986; “Indicadores Económicos y Sociales
1960-2000”, Santiago, 2001.
(46)Díaz,
José; Lüders, Rolf y Wagner, Gert: “La República en Cifras”, Instituto de
Economía de la Universidad Católica, p. 514.
(CONTINÚA MAÑANA)
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ResponderEliminarPinochet/PolPot representan intereses muy diferentes lo que hace que un chileno valga mas que un camboyano.
ResponderEliminarSobre la educación y acostumbrado a un detallado desfilar de nombres aquí faltan los nombres de los responsables.
Hint: probablemente ninguno esta en Pta Peuco.
EliminarSegundo hint: por si no entendio, la violencia politica esta lejos de ser lo mas relevante del gobierno militar.
Eliminar"Pinochet/PolPot representan intereses muy diferentes lo que hace que un chileno valga mas que un camboyano."
EliminarQué clase de opinión más miserable y racista.
Esto demuestra que no existe ninguna auoridad moral de una persona por el ehcho de haber sufrido. Ser víctima no confiere autoridad moral como para decir algo tan soez y repugnante como ésta.
Lo que han hecho los antiguos partidarios de la UP y críticos del Gobierno MIlitar es escudarse en esta victimización para decir cualquier disparate o abominación como muestran acá.
La verdad es que durante el mismo tiempo que Pinochet estaba en el poder y encauzaba a CHile al desarrollo y una restauración de la democracia, en otros países hermanos ideológicos de la UP que tomaron el poder mataron miles, incluso millones, en forma sistemática y consciente y sumieron al resto en la peor miseria y muerte.
Por eso la frase de Revel fue tan acertada y reveladora: reuslta de verdad hilarante que partidos como el servil PC Chileno, que le manda pésames a Kim Jong Un o que se cuadró con la URSS en la invasión de CHecoslovaquia en 1968, aprezcan ahora como adalides de los DDHH.
La ley mordaza no deberia pasar el tramite constitucional. Asi que tal vez no seria mala idea pasar el texto a un editor, falta pulirlo bastante aunque esta bien informativo.
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