Piñera
se está despidiendo a su manera, es decir, auto homenajeándose por todas
partes. Pero los que deberíamos despedirnos somos nosotros, porque se viene
otro país, modelado según “la calle”. Lo que el nuevo gobierno ha prometido desde
el primer momento es, justamente, cambiarnos a ese país: 1) Otra Constitución, que nadie tiene idea qué va a contener ni quiénes
la van a dictar; se supone, naturalmente, que “la calle”, pero lo único seguro
es que derogará libertades personales y dará más facultades al Estado (“lo
público” predominará sobre “lo privado”); 2) Más impuestos sobre los que invierten
y producen, para financiar un Estado más grande como también “la calle” pidió; y 3)
Educación “pública, gratuita y de calidad”, es decir, estatal integral. No se
permitirá que los particulares aporten recursos para la enseñanza de sus hijos
en establecimientos subvencionados, porque eso “segrega”. Traducción: enseñar
mejor introduce más desigualdad.
¿Por qué
digo “otro país”? Porque el actual, elogiado e imitado, se construyó sobre las
bases opuestas: 1) Una Constitución fundada en las garantías a la libertad
individual, relegando al Estado a un rol subsidiario; 2) Impuestos bajos para
quienes invirtieran y produjeran; y 3) Incentivos (aunque insuficientes) para
la enseñanza particular y para que ella fuera más libre. El salto en la
matrícula para las universidades tuvo lugar justamente cuando se decretó la
libertad para fundarlas (1981).
Muchos
países adoptaron el modelo chileno de 1973-90, partiendo por grandes potencias
(EE. UU. de Reagan y Gran Bretaña de Thatcher) y siguiendo por las naciones del
este de Europa (Rusia y repúblicas ex soviéticas) y algunas latinoamericanas,
como México, Colombia y Perú. Otras optaron por el modelo inverso, al cual
ahora adherirá Chile: Argentina, Venezuela. Y así les va.
Antes
del viraje que se iniciará formalmente el 11 de marzo, se ha preparado el
terreno para este nuevo Chile. El manejo de la opinión pública ha quedado en
las manos de la izquierda que impulsa el nuevo modelo de país, sin contrapeso.
La producción cinematográfica, televisiva y literaria es monopolizada por ella.
Para el 40° aniversario del 11 de
septiembre de 1973 se desató una hemorragia de programas televisivos denigratorios
del Gobierno Militar, campaña a la cual se sumó el gobierno de Sebastián
Piñera. Esto fue lo que debilitó electoralmente a la derecha y explica su
derrota parlamentaria y presidencial.
Como los que derrotaron a la
violencia armada son ilegalmente procesados y condenados, hoy ésta goza de
impunidad y avanza como nunca. De 59 acciones subversivas violentas que hubo en
2011 en la Araucanía se llegó a 164 en 2013 (“La Segunda”, 26.02.14). En esa
zona la gente de orden que trabaja y produce vive en un estado de sobresalto y pánico
que no se venía desde antes de la Pacificación de la Araucanía en el siglo XIX (“El
Mercurio”, 28.02.14).
Pero el
lavado de cerebros a través de los medios controlados por la izquierda ha sido
tan completo que ya cada vez más dirigentes de derecha llaman a “dejar atrás a
Pinochet” de una vez por todas, revelando haber comprado completo el paquete
propagandístico del adversario y creyendo que así recuperarán algún crédito
electoral. Pero no lo conseguirán así, porque los partidos de derecha no sólo fueron
parte del Gobierno Militar sino que lo inspiraron política, económica y
socialmente (y de ahí el éxito de ese gobierno y su “Misión Cumplida” de 1990).
¿A quién quieren engañar los “arrepentidos” y “renovados”?
El gobierno de Piñera ha
hecho esfuerzos risibles pero trágicos (desde el punto de vista electoral) por
sumarse al lavado cerebral de la ciudadanía practicado por la izquierda. De
partida, ha mantenido intacta la parafernalia de “derechos humanos” instalada
por los regímenes de la Concertación, financiando el Museo de la Memoria marxista,
el Instituto de Derechos Humanos, conducido por una socialista defensora de
todo extremismo; y la Oficina de Derechos Humanos del Ministerio del Interior
(a cargo del subsecretario Ubilla, que se pavoneó de haber presentado más de
900 querellas contra militares, frente a las apenas 200 y tantas que habían
iniciado los gobiernos de la Concertación). Todo para perseguir ilegalmente a
militares ancianos y/o enfermos, por hechos prescritos, amnistiados, muchas
veces ya antes juzgados y no pocas inexistentes. Adicional y simbólicamente,
Piñera mantiene a cargo del vital Servicio Médico Legal a un mirista confeso,
que presta servicios a su causa aportando autopsias como la del general
Bachelet, según la cual éste murió hace 40 años a causa de torturas, siendo que
el mismo instituto no fue capaz de sindicar la causa de la muerte de un niño de
corta edad fallecido días atrás en Laguna Verde.
El sesgo pro-izquierdista de
Piñera es tan obvio que en estos días, en que recorre el país procurando
peraltar su imagen e iniciar su cuarta campaña presidencial, decidió rendir
homenaje público al cantautor comunista Víctor Jara, muerto por militares en
1973. Pero ante el público y las cámaras lo nombró como “Víctor Parra”, engrosando
la colección de “Piñericosas” que se han convertido en primer best-seller
literario por largos meses.
Los aumentos
de impuestos de Piñera se han traducido en una declinación del crecimiento del
país, que disminuyó en 2013 (4%) y volverá a disminuir en 2014 (3,5 a 3,8%). Y
como el gobierno entrante seguirá la misma línea y aumentará todavía más los
tributos, la perspectiva para los años siguientes es peor. Para mal de males,
Piñera, con su aumento de impuestos, ni siquiera consiguió mayor recaudación:
la del impuesto a la renta cayó 6,3% en 2013 (“El Mercurio”, 17.02.14).
El 17 de febrero se dio a
conocer el Índice de Confianza de los Consumidores y reveló que había bajado a
54,6 puntos desde su máximo de 59,2 en 2013. La Inversión Extranjera Directa
acumulada en doce meses disminuyó de 33.578 millones de dólares en marzo de
2013 a 25.110 millones en octubre (datos de Alfonso Swett, “La Segunda”
24.02.14). ¡Y la Nueva Mayoría promete derogar el DL 600 que da garantías a los
inversionistas foráneos!
La deuda externa aumenta y
ya algún medio (“Financial Times”) menciona a Chile entre los que se incorporan
al grupo de países “vulnerables a una crisis de balanza de pagos”, aunque equivocadamente,
a mi juicio. Pero antes nadie nos ponía en esa categoría. Además, lo que sí es
verdad es que “vamos para allá”.
Bueno, el
Chile de las libertades personales y del Estado subsidiario, de la Constitución
redactada por constitucionalistas, de las condiciones favorables para trabajar
tranquilos y producir, está haciendo mutis por el foro, dejando el lugar al
Chile gobernado por “la calle”. Adiós, Chile admirado e imitado. ¡Adiós, adiós,
quizá cuándo te vamos a volver a ver! Si es que hay un “cuándo”, porque los que
te salvaron una vez ya no van a querer volverlo a hacer.