No Me Iría Nunca del País, Pero...

Es verdad, nunca podría vivir en otra parte, pero en algunas situaciones límite y perspectivas atrabiliarias recientes no he podido dejar de pensar en el autoexilio. Me sucedió hace poco, cuando Lucho Bates, mi amigo desde la universidad, un hombre de derecho íntegro y sin otro defecto que el de ser un poco demo (desde joven), se alineó con los "jueces" de izquierda de la Suprema (pues es abogado integrante), para pulverizar el derecho. Por unanimidad atropellaron todos los principios jurídicos básicos y las disposiciones legales, para cambiar, por mera sevicia, una pena de 541 días remitida por otra de cinco años de presidio efectivo a tres oficiales de la Armada, uno de Carabineros y otro de Investigaciones, culpándolos de la muerte de un reconocido extremista, hace 38 años y sobre la base de testimonios descalificados. Fue tal mi consternación que le dediqué un blog ("Tú También, Lucho").

También una situación límite, que podría hacerme pensar en irme del país, sería la de que Josefa Errázuriz llegara a ganar a Cristián Labbé en Providencia, lo que indicaría que ya las cosas habrían llegado a un punto de no retorno. La única autoridad nacional que tomó medidas para mantener la legalidad durante la revolución de los encapuchados y un alcalde eficiente como el que más, desplazado por la izquierda boutique, con respaldo de la Concertación, el conglomerado peor evaluado por la ciudadanía según todas las encuestas. La sola idea del inevitable cambio de nombre de la Avenida Once de Septiembre que sobrevendría en pocas horas, en tal trance, me hace sentir inequívocos síntomas de depresión.

Y hoy, al leer "La Segunda", me encontré con otra noticia que, si hubiera tenido otro desenlace, pudo haberme llevado más cerca que todas las anteriores situaciones a pensar en el autoexilio. Fue la que informaba de que, por cuatro votos contra uno, la mayoría de izquierda de la sala penal de la Corte Suprema, pasando por sobre todo principio de derecho, como es su costumbre, acordó pedir la extradición de un diplomático norteamericano por la muerte, en 1974, de dos extremistas de izquierda de esa nacionalidad, Charles Horman y Frank Teruggi, que vivían en el Cordón Vicuña Mackenna, núcleo guerrillero llamado a tener importante papel en el autogolpe totalitario previsto en el Plan Z.

El punto crítico de la noticia, para mí, fue el párrafo siguiente: "El abogado (integrante) Ricardo Peralta, en voto disidente, la rechazó (se refiere a la extradición) por considerar los hechos prescritos".

Ricardo Peralta es un abogado intachable e insobornable, de la más sólida formación jurídica. Fui compañero de curso de él (y también de Lucho Bates) en la universidad, donde lo vi obtener las más altas calificaciones. Si yo hubiera leído que él se alineaba con la postura antijurídica de los jueces de izquierda, creo que eso me habría llevado a pensar que en Chile ya todo se había perdido y no valía la pena vivir. Pero mientras existan hombres como él, que levantsn la bandera del derecho y son capaces de hacerla prevalecer por sobre las presiones políticas y la corriente dominante de funadores, encapuchados y violentistas que están dictando lo que debe hacerse en Chile, no todo está perdido, y termino convencido de que "aún tenemos Patria, ciudadanos".