Esta mañana me llamaron de una radio para preguntar mi opinión sobre Gabriel Valdés. Lamentando su partida, no había pensado mucho en su figura. Tuve sólo un par de contactos personales con él. Me pareció una persona agradable y educada. Pero su actuación pública puso de manifiesto una postura política e ideológica muy diferente a la mía.
Perteneciente al ala izquierda de la DC, supongo que tuvo injerencia decisiva en que ese partido votara por Salvador Allende en el Congreso Pleno, en 1970. ¡Vaya responsabilidad histórica la de elegir a un régimen marxista-leninista, despreciando la alternativa de un Presidente de impecables credenciales democráticas, como las de Jorge Alessandri! Oyendo hoy los panegíricos a su memoria de algunos derechistas parece que hubieran olvidado esa parte de la historia.
Pero, pese a su izquierdismo y su contribución al socialismo que su partido entronizó en 1970, en la votación del Congreso Pleno (y como tantos otros progresistas) no se quedó en Chile a disfrutar de la "revolución con empanadas y vino tinto". Tal vez porque las unas y el otro comenzaron a escasear...
Los mil días fatídicos pasaron y amigos míos que dicen haber venido en el mismo avión que Gabriel Valdés, apenas producido el Pronunciamiento del 11 (ese avión debe haber tenido capacidad para unas mil personas, a juzgar por el número de los que me han contado que venían en él) aseguran que aquél manifestaba estar listo para asumir la Presidencia. Pero, apenas puso pie en tierra, hubo personas de uniforme que le aclararon mejor las cosas.
Cuando ya se aproximaba el fin del Gobierno Militar, se puso a la cabeza de entidades que buscaban precipitar el término anticipado del régimen, ninguna de las cuales ("Acuerdo Nacional", "Asamblea de la Civilidad", "Comité por las Elecciones Libres") llegó a ninguna parte. Porque la transición prevista en el articulado transitorio de la Constitución de 1980 se cumplió al pie de la letra. Por supuesto, los chilenos, que viven de entelequias políticas imaginarias, todavía hablan de "la transición" como si hubiera ocurrido después de 1990, y muchos como si todavía estuviera teniendo lugar. Pero hubo una sola y terminó el 11 de marzo de 1990, como lo preveía la Constitución.
También muchos hablan de que "recuperaron la democracia", cuando aquella en que hoy vivimos es la contemplada en la misma Constitución y si alguien la "recuperó", fue el Gobierno Militar que propuso la Carta de 1980 a la ciudadanía y obtuvo la aprobación de ésta.
Pero Gabriel Valdés, claro, en los '80 hizo sus famosos "sit ins" para cambiar el itinerario político y hoy hemos visto reproducida su imagen brincando al ritmo de "el que no salta es Pinochet". Sentándose al medio de la calle, a fines de los '80, lo único que consiguió fue que lo mojara el carro lanza-aguas, como corresponde cuando alguien interrumpe el tránsito. También estuvo bajo brevísimo arresto cuando provocó desórdenes callejeros no autorizados, como también sucede, de acuerdo con la Ley de Seguridad del Estado, a quienes alteran el orden público. Es que había un gobierno con autoridad. Y por eso los conatos que la amenazaban terminaron en que todos sus protagonistas finalmente se resignaran a ceñirse a la legalidad y a participar en el plebiscito de 1988, el cual, por lo demás, ganaron. Es raro que una "dictadura" pierda un plebiscito, salvo que no fuera tal "dictadura"...
Gabriel Valdés procuró entonces ser el candidato presidencial de la Concertación, en 1989, pero, como ha recordado en sus memorias, sufrió las consecuencias de diferentes trapisondas generadas al interior de su partido y resultó derrotado por una mayoría de votos en los que, se sospecha, estaban los de algunas personas difuntas y otras inexistentes, que sufragaron mayoritariamente por otro candidato, precisamente el único que había dicho antes que no lo era: Patricio Aylwin. En resumen, Valdés pecó de ingenuo. Debería haber conocido mejor a su grey DC.
Entonces postuló a ser senador y, sin tener los votos necesarios en el Senado, llegó a presidirlo gracias a una hábil negociación de Jaime Guzmán, que se entendió muy bien con él y estaba al tanto de las sabidas intenciones de los "muchachos impacientes" de RN, Piñera, Allamand y Espina, de arrinconar a la UDI y hacerla desaparecer (le oí personalmente a uno de ellos pronosticar, en pleno ejercicio del "wishful thinking", esa desaparición).
Gabriel Valdés entonces se reservó para la elección presidencial siguiente, pero había surgido a esas alturas otro candidato DC, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, que lo volvió a postergar gracias a sus dos grandes atributos, al decir de Sergio Onofre Jarpa: su nombre y su apellido.
Después del gobierno de Frei ya Valdés dejó de desempeñar un rol protagónico en la política, pero no olvidó, pues en plena campaña presidencial entre Frei y Piñera, en 2009, no perdió la oportunidad de "pasarle la cuenta" al primero, y declaró que Piñera sería "un gran Presidente de la República". Pero como ya estaba sobre el bien y el mal, en su partido no dijeron nada. Total, la carrera era entre potrillos del mismo corral. Pero los hechos están poniendo en tela de juicio los atributos proféticos de Valdés.
Piñera le ha correspondido, a su vez, declarando ante su fallecimiento dos días de duelo nacional, homenaje que ni siquiera mereció el Presidente más importante del siglo XX; y expresando que ha sido "uno de los grandes hombres de la historia de Chile", exactamente la misma frase que empleó para referirse a Volodia Teitelboim cuando falleció. Pero vemos en estos días que esto último de nada le sirvió para blindarse contra la labor de zapa que viene desarrollando en su contra el partido rojo.
Gabriel Valdés sí tuvo un gesto reciente, revelador de altura de miras y de coraje político, cuando manifestó ser partidario de un indulto que permitiera la libertad de los presos políticos ex-uniformados. Ha sido el único personero de la Concertación (y tal vez también de la Alianza) que se ha atrevido a formular esa proposición de elemental equidad y justicia.
Su figura creció con los años y la noción de que su partido no supo apreciarlo en todo su valer ha prevalecido a raíz de su fallecimiento. Pero, por supuesto, los exagerados homenajes que le han tributado algunos de sus adversarios políticos sólo acreditan la facilidad con que se tiende acá a olvidar la real historia del país.
Bien Hermógenes, su comentario lo retrata como una persona de ORDEN, al poner las cosas en su lugar.
ResponderEliminarLo felicito Don Hermógenes, esta bien poner las cosas en su lugar. Que bueno sería que el gobierno hiciera lo mismo.
ResponderEliminarPoner las cosas en su lugar? Puede un ser humano, con toda su imperfección, acometer verdaderamente tal tarea?
ResponderEliminarDon Hermo: Comparto su perspectiva, que es la que posee la mayoría de la gente: la DC se va donde calienta el Sol. Con respecto a don Jorge, me gustaría recordar a ciertos comentaristas, que meses atrás yo defendí a don Jorge Alessandri, porque se le igualaba a Salvador Allende y Eduardo Frei Montalva. Saludos :)
ResponderEliminarSería ideal distinguir las secuencias de actos con significados, resultados y consecuencias, del proceso individual y colectivo que los gestó, en conciencia; aunque resulta difícil conocer cuánto hay en la conciencia, está lo que se manifiesta verbalmente… probablemente limpiado de la bajeza e iniquidad y transformado en épico: “soñé un país de tal manera…”, “habría querido que las cosas fueran de tal modo…”. No me atrevería a negar la consignación histórica de ambiciones personales políticas y sus perversos efectos; sólo mencionaré el otro rostro, también presente y tanto más humano, de los ideales más allá de su uso instrumental como pretextos.
ResponderEliminarEn la génesis de la Falange hubo una acción católica impregnada de pensamiento social todavía larvario e indefinido en torno a la dignidad de la persona humana y la justicia social, entendida desde un gran prisma: ética social en la línea de la distribución de la riqueza. Quienes se sumergieron en estos anhelos sociales desde jóvenes marcaron su vida con esta “justicia distributiva”, como un gran cauce cuyos afluentes disputaron el poder político y las conciencias mismas en forma caleidoscópica, al punto que, quienes nacieron a principios del S.XX, emborrachados de tan grandes certezas aparentes, vieron mil y una formas posibles de alcanzar el ideal ético inicial en partidos y gobiernos antagónicos; desde luego, la DC, ya en el poder, los tenía todos dentro de sí.
Pero nadie previó que la ética de la distribución de la riqueza, por sí misma, era un simplismo panfletario de la ética amplia; en la otra trinchera quedó la aristocracia castellano vasca con su irreflexiva aunque práctica ética de la generación de la riqueza. Maritain no cayó en la trampa de esta polarización contradictoria entre éticas, pero rehusó la trinchera para cumplir su sueño de alcanzar el corazón del Dios que amaba más que nada. Así, unos y otros abandonaron el ruedo del pensamiento ético, y se quedaron unos con el igualitarismo y otros con el mérito y esfuerzo individual.
El conflicto no ha sido resuelto hasta hoy, y tiene graves consecuencias sociales, entre otros empobrecer, es decir, tirar por el caño la riqueza que se quiere distribuir cuando aún no se genera. Eso es vender la piel antes de matar el animal; reunir la ética nuevamente es un imperativo para alcanzar unidad política en torno al desarrollo integral.
Conversé muy largo estas cuestiones con grandes próceres de esa época. Aunque confesaban haber vivido un periodo de confusión donde transitaron por todas las doctrinas e ideologías posibles, dentro de sí mismos, intentaron honestamente mantener alguna línea aún anclada en su primer amor. Gabriel Valdés y su hermano don Pancho destacaron por sobre todos ellos, por su amplitud cultural y profunda nobleza que los proyectaba hacia lo más alto. En don Gabriel el error o el defecto, posible en tanto humano, era un accidente, aunque sus efectos políticos pudieran sernos detestables. Concordar con HPdA en su análisis, esta vez, no me fue suficiente, porque admiro a quienes, confusos o equivocados, entre errores y ambiciones personales, navegaron bravas aguas intentando ser fieles a un llamado que aún está vigente.
En mi humilde opinión, con don GVS partió otro pedazo de historia, con el debido recuerdo y respeto que se merece. Punto.
ResponderEliminarCreo necesario aclarar a qué aludo aquí por historia: a una persona del siglo XX; educada con la enciclopedia de siglo XIX y lógicamente desactualizada para el siglo XXI.
Estimado don Hermógenes:
ResponderEliminarQue sabias reflexiones, nada más de acuerdo. Sin embargo, tengo un problema con don Gabriel Valdés (Q.E.P.D.). Soy hijo de ex DC (lo expulsaron por no haber votado por Tomic), ex fundador de la falange y en consecuencia del partido. Hace poco compré las memorias de don Gabriel y para sorpresa mía, nombra a mi padre de una manera muy respetuosa, lo cual me obliga a tenerle una especie de gratitud.
Ahora bien y me encantaría que me lo aclarara de alguna manera.Estando viviendo fuera del país hace ya muchos años, me enfrenté acaloradamente a un DC harto mayor que yo. Discutíamos precisamente por el apoyo de la DC a la elección de Salvador Allende (Q.E.P.D.) en el congreso pleno. Él me dijo que en parte la responsabilidad era de la derecha, por que don Eduardo Frei M. (Q.E.P.D.) que a la sazón era presidente del Senado, le había ofrecido a la derecha, que modificaran la constitución en orden a que hubiera segunda vuelta, estaban lo votos y se podía hacer. La derecha le dijo que no. ¿Es cierto esto...?
Juan Blog T., la verdad es esta <== haga click sobre lo marcado.
ResponderEliminarSaludos,
CCA
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¿Qué hacía el extinto ex senador, ex diplomático, ex candidato a todo, antes de los sesenta años?
ResponderEliminarLos discursos de alabanzas al desaparecido´DC se circunscriben a la época de "la dictadura" más bién.
Mis reverencias Hermógenes. Tu columna sigue siendo un oasis donde la (mi) mente puede descansar en el equilibrio de leer cosas que me representan 100%. No deja de impresionarme tu tremenda memoria para acordarte de hechos que están practicamente borrados de la memoria colectiva.
ResponderEliminarSugiero, humildemente, que le pidas al mismo hijo que te ayudó a estructurar este blog que te cree una cuenta en Twitter. Un gran atributo de Twitter es que uno puede seguir a personas o temas que le interesen. Sería una excelente forma de saber con cuántos feligreses cuentas.
Que buena información. Mi imagen de Valdés era la de todos: un tipo equivocado (en sus ideas), pero al menos correcto (en las formas).
ResponderEliminarExcelente. En Chile estamos tan acostumbrados ya a ver en escena a personajes de bajísima estofa y menor vuelo -aun ocupando la primera magistratura de la República-, que hombres como Valdés adquieren dimensiones exageradamente elevadas.
ResponderEliminarFalta el contraste. Nadie es así, malo y estúpido. Decir que tenía buenos modales no es precisamente una virtud. Goebbles los tenía. ¿ Quizá fue buen padre? No se. Algo bueno habrá hecho, como decía la serie.
ResponderEliminarDe Goebbels se pueden destacar dos virtudes: era muy leal (lo fue con Hitler, al suicidarse con su familia, pese a que éste le había nombrado canciller del Reich tras su propio suicidio) y también era inteligente. Basta leer su último discurso (abril de 1945) para entender que, en relación con los sucesos posteriores en el mundo, el hombre no andaba tan perdido. Otra cosa es la valoración de su figura en el contexto de la historia de su época, y de cómo le ha tratado la historiografía en general.
ResponderEliminarTambién se puede destacar otra: no era humano. Era un demonio.
ResponderEliminarYa caímos en el moralismo ramplón. No era la idea.
ResponderEliminarGoebbels se suicidó con familia porque la alternativa era que los violaran y/o descuartizaran los rojos. Falta análisis y sobra dogma políticamente correcto, cada vez que sale el tema nazi.
ResponderEliminarGoebbels quemaba libros. Con eso me basta. ¿Les transcribo sus discursos en que daba tales ordenes? o ¿ Quieren de los otros en que incita a la mentira?, o ¿ aquellos en que incita al odio racial? los discursos están en internet. El de los libros es enternecedor.
ResponderEliminarConcuerdo con Juan completamente. El suicidio por motivos políticos siempre pretende dejar un "ejemplo" a posteriori (p. ej., Allende entre nosotros). Me parece que la postura de don Hugo es esencialmente moralista. Y en asuntos como el "tema nazi", lo menos que nos ayuda al entendimiento es, precisamente, el moralismo descontextualizado, de modo análogo a lo que pasa en Chile con el régimen militar.
ResponderEliminarY dicen también que era un homosexual reprimido, igual que Hitler, y que invocaron un demonio rojo en los últimos días, pero éste se pasó al lado de los yanquis y ahora oficia de superhéroe (conocido popularmente como "Hellboy").
ResponderEliminarOsea país Real, ¿ No existe el bien y el mal?
ResponderEliminarHitler inventó los OVNIS y los llenó con nazis mutantes grises de ojos grandes.
ResponderEliminarExiste el bien y el mal, pero también existen los matices. Hablamos de personajes complejos de la Historia.
ResponderEliminarY Juan: no era necesario "chacrear" la cosa...
Existen buenas y malas acciones, la segunda guerra mundial fue especialmente prolífica en malas acciones, entonces todos los participantes fueron "demonios con forma humana"? parece de cómic. Por supuesto que una intervención tan infantil se presta para la chacra.
ResponderEliminarJuan: siempre estás ofendiendo las opiniones de los demás. En este caso, tratandome de infantil. ¿Sabes en que sentido utilizo la palabra demonio? Lee el libro "Demonios" de Fiodor Dostoievsky, y encontrarás un a respuesta. Como es largo, te demorarás un par de días. Luego me contestas y conversamos. Mientras tanto... no caigas en el prejuicio de pensarte en el único que maneja la verdad y que los demás son niños de pecho que no han leido ni saben nada, todo por que no comparten tus opiniones.
ResponderEliminarDe hecho, he leído un par de biografías de la supuesta homosexualidad de Hitler. Nadie nunca ha afirmado eso. fue una relación Homoherótica- que es muy distinto- con Albert Speer, y q por lo demás no tendría nada de reprochable desde que todos tenemos aunque sea inconscientemente aquellas inclinaciones. Te recomiendo la biografia de Gitta Sereny, que yo he leído con mucha fruición.
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