Hubo un tiempo en que los políticos les temían a los militares, porque éstos demostraron, en 1973, que aquéllos no podían hacer lo que se les ocurriera con el país, como organizar un ejército clandestino para tomarse la totalidad del poder, usurpar por la fuerza empresas y fundos, torturar a opositores pacíficos, atacar en las calles a mujeres manifestantes y saquear servicios públicos, usándolos como caja pagadora de guerrilleros chilenos y extranjeros contratados para hacer la revolución.
Cuando los uniformados devolvieron el poder al gobierno elegido según la Constitución que el pueblo se había dado en 1980, a propuesta del gobierno de entonces, los políticos todavía les temían a los militares y por eso respetaban dicha Constitución y las leyes. Pero uno de ellos, que había respaldado el pronunciamiento de 1973, Patricio Aylwin, empezó a caminar por la cuerda floja y organizó una comisión inconstitucional para juzgar la acción del Gobierno Militar contra los grupos armados. Pues nadie puede en Chile ser juzgado por comisiones especiales, pero los militares lo fueron por ésa. Y, pese a haber sido designados en la propia Constitución como garantes de la institucionalidad, no garantizaron nada y aceptaron ser puestos en la picota pública de la denigración, sin chistar, teniendo un órgano constitucional donde chistar.
Envalentonado, Aylwin dio otro paso inconstituccional: mandó una carta a la Corte Suprema ordenándole no aplicar la amnistía para extinguir los juicios contra militares. La Corte acató la carta. Y los uniformados siguieron sin chistar. Entonces ya todo el mundo se empezó a dar cuenta de que no eran los mismos del '73 y, comenzando por los jueces de izquierda, con gran apoyo de los políticos de dicho sector y de centro, e incluso algunos de derecha, les fueron faltando cada vez más el respeto, convirtiéndolos en ciudadanos de segunda, pues carecían del derecho de todos los demás a que se les respetaran las atribuciones establecidas en su favor por las leyes.
Ya, entonces, los políticos civiles, contando entre ellos a los jueces de izquierda, les perdieron completamente el miedo a los militares y les quitaron sus prerrogativas constitucionales y su condición de garantes, además de comenzar a juzgarlos al margen de la legalidad vigente.
Y ahí sucedió algo inesperado: los jefes militares que fueron asumiendo en los '90 se pasaron al bando adversario para juzgar a sus camaradas perseguidos por los jueces de izquierda. Les encontraron toda la razón a éstos. Declararon culpables a dichos camaradas, que habían debido combatir contra los veinte mil o más guerrilleros armados que había en el país. La culminación de esta "vuelta de chaqueta" tuvo lugar cuando un comandante en jefe del Ejército describió a los bandos que habían estado en lucha como "nuestros camaradas y las víctimas", respectivamente. A partir de entonces ya no se habló más del miedo de los civiles a los militares, sino del de éstos a aquéllos, miedo que ha tomado caracteres de pánico, pues durante los anteriores gobiernos de la Concertación hasta se eliminó de textos oficiales del Ejército avances institucionales registrados entre 1973 y 1990.
Esa es la etapa en que nos encontramos hoy, y por ello es perfectamente explicable que en el artículo "200 años: Chile y su Ejército", del actual Comandante en Jefe, Juan Miguel Fuente-Alba, en "El Mercurio" de hoy, no se diga una sola palabra de la que posiblemente sea la cuarta más importante actuación del Ejército en esos 200 años, después del triunfo en las guerras de la Independencia, contra la Confederación Perú-Boliviana y del Pacífico: el logrado contra el ejército marxista clandestino y el terrorismo del igual origen con que se pretendió asolar al país mediante asociaciones ilícitas como el MIR y FPMR.
Si esas amenazas armadas hubieran triunfado, el destino de Chile habría sido muy diferente, y ciertamente peor. Probablemente centenares de miles de chilenos pacíficos habrían debido optar por el exilio, en lugar de tener que hacerlo sólo la decena de miles de comprometidos con el terrorismo, que huyó a raíz de la derrota de éste.
Faltó un párrafo al efecto en el artículo del Comandante en Jefe. Como dije, es una omisión explicable, pero es fundamental, porque el mayor motivo de agradecimiento de una mayoría ciudadana al Ejército deriva de su acción de 1973, que permitió evitar la entronización en Chile de un régimen totalitario del cual, como ha sido el caso de Cuba, podría haber sido imposible hasta ahora salir.
¡Terrorífico!
ResponderEliminarHace poco más de diez años, compartimos con usted Hermógenes, una fotografía que tomáramos en Londres, -la Catedral de San Pablo más específicamente-.
Efectivamente, con motivo del secuestro de nuestro ex Presidente Pinochet por un Estado monárquico extranjero; viajamos a Inglaterra para apoyar a quién nos salvara del castro-comunismo, y, defender nuestra soberanía atropellada vilmente.
Visitando la cripta de la Catedral de San Pablo, en donde están sepultados los restos del Almirante Horacio Nelson, nos percatamos casi con estupor que, al pié del sepulcro ´había sido depositada una corona con forma de ancla, hecha con una fibra natural marrón y cintas tricolores (blanco, azul y rojo)con una leyenda de la Armada de Chile ¿?
Sin duda, la corona había sido colocada recientemente, estando un ex Presidente, senador y ex Comandante en Jefe del Ejército secuestrado en Londres.
Sentimos vergüenza, rabia, impotencia, por la humillación que nos infería a los chilenos, la Armada de nuestro propio país.
Unos turistas extranjeros que captaron el episodio comentaron sonriendo que no entendían cómo una rama de las FF.AA. chilenas rendían homenaje a un inglés en un momento de una afrenta tan potente.
Hermógenes:
ResponderEliminarEl episodio anterior lo comentamos con el ex Almirante Martínez Bush y nos contestó que la corona con forma de ancla que habíamos visto (con nuestros ojos), era de "antigua" data (...)
Nos agregó que, " éstas eran confeccionadas con un material especial que duraba mucho" ¿?
Por ese entonces supimos que la Esmeralda surcaba aguas del Mediterráneo, o sea, jamás llegó a Inglaterra. Entonces, la corona con forma de ancla habría sido enviada ¡POR AVIÓN!.
¿Qué necesidad había para hacer semejante acto por nuestra Marina?
Le confesamos que por primera vez sentimos vergüenza de nuestras FF.AA. Sentimos vergüenza frente a los turistas que presenciaron el acto de felonía de la Armada de Chile, allí, en la Catedral de San Pablo.
Tanto endiosamiento a las fuerzas armadas, Salvo contadas excepciones estan han sido un ejercito de mercenarios, que han mantenido el chanchito gordito a la oligarquia durante 200 años.
ResponderEliminarLa imagen que tengo del ejercito es la siguiente:
-Portales entregandole dinero a unos generales disidentes al gobierno liberal.
-La cobardia de los politica que ni siquiera cuestiona los inmensos privilegios que tienen los valientes soldados en un pais con 20% de pobres extremos.
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ResponderEliminarLa constitución de 1980 en dictadura no es legítima.
ResponderEliminarNi José Piñera la respetó y regaló los recursos mineros del estado a particulares, muchos nos preguntamos ¿a cambio de qué?, seguramente de alguna repartición de las empresas del estado.
Me gustaría que don Raúl explicara cuales son los inmensos privilegios de los militares.
ResponderEliminarEn cuanto al tema, bueno, la obsecuencia, el servilismo de muchos comandantes en Jefe, ha llevado a las FF.AA. al sitio que ocupan, a la altura del unto.
Pero si de acuerdo al ceremonial, cuando el presidente o una autoridad lee un discurso la mención a los Cdtes. en Jefe, viene más o menos después de los porteros y su ubicación, de primera fila, ya van como en la tercera.
En el Congreso Pleno de los 21 de Mayo prácticamente están ubicados casi al lado de la puerta del Salón de Honor, un poco más y los ubican en la calle.
Les prohiben que desfilen los comandos, el payaso de Vidal desfila disfrazado de tanquista, no se hasta donde se va a llegar