Leyendo en Ex Ante un artículo de Pepe Auth, un experto electoral de izquierda bastante objetivo y que suele errar por menos que los demás, advierto que tiene un prejuicio sin fundamento: dice que "la extrema derecha" es una amenaza para la democracia en Europa y hace extensivo ese "peligro" a Chile.
Pero en Chile la derecha simplemente no puede ser una amenaza para la democracia, porque es la autora, la progenitora de la democracia chilena. Fue un presidente de derecha como el que más, Augusto Pinochet, quien entregó el poder después de la única transición a la plena democracia que ha habido, la de 1981 a 1989. Y ahí entró a regir la democracia prevista en la Constitución de 1980. En el articulado transitorio se contemplaba un plebiscito presidencial en 1988 que, si hubiera ganado el Sí, implicaba plena democracia desde el 11 de marzo de 1989. Y si ganaba el No, como sucedió, se prolongaba un año el mandato del presidente en ejercicio, hasta el 11 de marzo de 1990.
Pepe Auth, como toda persona informada, sabe que la derecha va a volver al poder en 2025, porque es lo que evidentemente quiere la gente. Por eso en todas las encuestas aparecen a la cabeza Evelyn Matthei y José Antonio Kast, ambos de centroderecha. Los de la derecha dura tenemos a nuestro candidato, Johannes Kaiser, confiados en que una mayoría, la misma que rechazó los proyectos constitucionales contemporizadores con la izquierda que apoyaban Matthei y Kast, va a votar por aquél porque representa la firmeza y la continuidad --largo tiempo interrumpida-- del país plenamente democrático, ordenado del 11 de marzo de 1990. Ése donde los delincuentes y terroristas estaban presos; ése que no sufría la guerrilla en la Araucanía ni el arribo masivo de delincuentes extranjeros por el norte; ése que, de haber continuado el mismo camino, creciendo 10 % anual como en 1989, habría alcanzado el status de desarrollado antes del siglo XXI.
Entonces, los que somos de derecha pura y dura nos sentimos padres legítimos de la democracia chilena antes de que la enfermaran las izquierdas y los contemporizadores con ellas. Y queremos mejorarla y restablecerla. Hoy está desvirtuada, fallida. Se violan flagrantemente la Constitución y las leyes, reina el delito en calles y campos y los jueces persiguen más a los agentes del orden que a los malhechores. Hay una dictadura judicial que contraviene la Constitución y las leyes, mantiene a centenares de presos políticos exuniformados seniles y cuyos derechos humanos son crónicamente atropellados, entre ellos ancianos privados de libertad por más de treinta años, que nunca tuvieron un debido proceso y privados hasta de derechos carcelarios que se respetan hasta a los peores delincuentes. En este país degradado, devora todo un Estado acromegálico enorme, cuya permisología no deja producir, que se autopaga remuneraciones en exceso (un 50 % más que en el mercado) y es incapaz de garantizar el orden público y evitar el deterioro de instituciones centenarias como el Instituto Nacional y la Universidad de Chile, hoy en proceso de descomposición; un país donde no rige la institucionalidad sino un confeso "parlamentarismo de facto" y los porcentajes de convencidos de que va por mal camino y de los que viven con miedo crónico son los más altos del mundo.
Somos la derecha, la madre legítima de nuestra democracia. Queremos rescatarla. Impedir que los verdaderos enemigos de ella sigan en el poder y la terminen de destruir. Y con el voto de la misma mayoría que nos ha respaldado en la última elección y en dos plebiscitos, venciendo a la izquierda y a los contemporizadores con sus dislates, lo vamos a conseguir.