La única publicación extranjera a la que estoy suscrito es la revista "Time". Es la quintaesencia de "la corrección política", con lo que quiero decir que siempre se ha caracterizado por su sumisión a las corrientes dominantes.
Yo la leo para tenerla vigilada y, cuando es necesario, rectificarla si la sorprendo faltando groseramente a la verdad, lo que suele suceder cuando se refiere a Chile y, en particular, al Gobierno Militar. Memorable resultó cuando informó textualmente que "Michelle Bachelet fue torturada por Pinochet", en circunstancias que ella estuvo seis días detenida por haber sido ayudista del MIR, en 1974, y yo le oí personalmente reconocer en televisión, a comienzos de los '90, que no había sido torturada, aunque después hizo un "upgrade" y en varias entrevistas afirmó que sí.
El hecho es que leyendo el "Time" el otro día, sentado al lado de mi mujer, se me ocurrió comentarle lo bonito que me parecía un reloj Cartier que salía en un aviso a página entera. Entonces ella me replicó que me lo iba a regalar, porque uno de los problemas crónicos de su existencia es que no sabe qué regalarme. Yo le dije que ese reloj podía costar dos millones de pesos y yo no lo necesitaba, porque tengo unos catorce y el que más uso es el más barato de todos, un Casio de diez mil pesos. En cambio, le agregué, estaba teniendo un problema con los calzoncillos, pues el elástico ha ido cediendo y se me caen, de modo que un buen regalo sería una docena; y todavía más económico podría ser reemplazarles los elásticos a los actuales, que fuera de eso están bastante buenos. Pero me miró ofendida, como diciendo que qué me había imaginado yo que era ella, una persona que regalaba calzoncillos. Desde entonces hemos estado en conflicto, porque insiste en comprarme el reloj de dos millones de pesos y se ofende si le digo que eso es absurdo.
Y también a partir de ese momento me he fijado en el "Time" y otras revistas, comprobando que en todas vienen unos avisos a página entera con los más variados relojes no sólo Cartier, sino Breitling, Longines, Tag Heuer y Rolex. Es decir, hay gente dispuesta a gastar millones de pesos en relojes que no necesitan.
Yo ya tengo un Rolex auténtico que me regaló mi hijo mayor. Es igual al que usó Carlitos Menem cuando sacó a bailar a Hillary Clinton en la Casa Blanca. Puso en todo momento el reloj en primer plano y era inconfundible, porque tenía el marco de la esfera de colores rojo y azul. Yo un día me puse el que me regaló mi hijo para ir a una reunión de la Fundación Pinochet, antes de la cual conversé un rato con Carlos Cáceres, quien, al observar mi reloj esbozó una sonrisa que no pudo disimular, como diciendo "así es que tú también eres uno de ésos", pero yo obviamente no iba a entrar a explicarle que no era "uno de ésos" sino que me ponía el Rolex porque me lo había regalado mi hijo mayor y que mi verdadera personalidad se expresaba mejor cuando me ponía el Casio de diez mil pesos o, por último, el Longines de oro que me regaló "El Mercurio" cuando cumplí cuarente años escribiendo ahí. El hecho es que desde que Carlos sonrió irónicamente ante mi Rolex me cuesta mucho más ponérmelo.
Pero el síntoma del reloj me ha dejado pensando. ¿Por qué mi mujercita insiste en gastar dos millones de pesos para regalarme algo que no necesito y encuentra indigno gastar unos pocos miles en calzoncillos que sí necesito? Porque ha sido capturada por la "corriente dominante", pese a vivir ya medio siglo conmigo, que siempre he ido "contra la corriente". O sea, estoy "perdiendo el partido jugando de local".
Yo, precisamente por ir "contra la corriente", me caracterizo por defender a "la sociedad de consumo", porque ella es expresión de la libertad de las personas. Pero el síntoma del reloj me indica que, de una manera sutil y en medio de esa libertad, hay fuerzas que tienden a torcer la libre elección de las personas. Hay un "qué dirán" colectivo que tiene mucho que ver con "los cerebros lavados" en política y que le impone subliminalmente a la gente predicamentos que no son genuinamente los propios.
Mi mujer necesita expresarme su amor regalándome un reloj Cartier de dos millones de pesos (dinero que por suerte tiene y es propio), en circunstancias de que yo me daría por muy bien amado si me regalara una docena de calzoncillo nuevos. Entre paréntesis, llegó con ellos al día siguiente y me los cobró, negándose a considerarlos como objetos dignos de ser regalados.
Entonces, estoy ante el inminente peligro de recibir un Cartier precioso, que no necesito y que indica la hora igual que el Casio de diez mil pesos. Y como será un regalo hecho como expresión de amor, probablemente deberá ser el que pase a usar siempre, de ahora en adelante.
Entonces me explico por qué los relojeros gastan enormes cantidades de dinero en contratar avisos de página entera en las publicaciones más caras.
El síntoma del reloj nos debería hacer pensar mejor cuáles son los valores de la sociedad en que vivimos, y si no sería bueno, respetando la libertad de todos, reflexionar un poco acerca de la racionalidad de los imperativos que se han ido creando en orden a la forma en que gastamos los recursos que tenemos.
Don Hermogenes no se me ponga Marxista con eso de confundir valor y precio. Mi solución: Crear el poder popular que derrote al capitalismo...jajaja.
ResponderEliminarRespetado Raúl nunca me ha gustado el ja.ja.ja. de ustedes, me quedo con el humor inglés de nuestro anfitrión...
ResponderEliminarExcelente don Hermógenes.
Cuando el celular se hizo inevitable, el reloj se volvió innecesario y dejé de usarlo.
ResponderEliminarQueda la duda de cómo un Casio de 10 mil pesos llegó a poder de Hermógenes.
SSergioA: Me lo regaló hace unos quince años el mismo hijo que después me regaló el Rolex. Saludos.
ResponderEliminarUna buena forma de convencer a su esposa podría se pasearse con los calzoncillos vencidos y el reloj puesto.
ResponderEliminarMucha Suerte
Hermogenes, le exijo una explicacion. Cuanto tiempo lleva casado con mi mujer?.
ResponderEliminarQue manera de empaparme de verdades fundamentales !
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