Siempre he tenido la aspiración de que Chile sea un país de caballeros, es decir, de personas que respeten las normas, sean bien educadas y digan siempre la verdad. Pero nunca he sabido cómo lograrlo y me he limitado a señalarles a mis compatriotas sus faltas a la caballerosidad y a instarlos a dejar de cometerlas. Pero una de las características más marcadas de este país es la de que no me hace el menor caso.
En medio del júbilo desatado por nuestra última derrota futbolística, debido a que coincidió con nuestra clasificación a la etapa de octavos de final del Campeonato del Mundo, creo del caso una vez más y sin ninguna ilusión llamar la atención a los chilenos, si es que alguno quiere enterarse, acerca de nuestra falta de caballerosidad.
En fútbol ella tiene el nombre de una palabra inglesa, "foul", que significa malo, maloliente, indebido. Es la trampa en el juego del fútbol, la falta de caballerosidad. Acá la hemos bautizado benévolamente como "picardía criolla", pero es una maldad. Bueno, jugamos contra España, cuyo equipo no tenía ninguna tarjeta amarilla en los dos partidos que había jugado, mientras nosotros habíamos acumulado el mayor número. Y en materia de fouls vamos vicecampeones, porque sólo nos aventaja Australia.
Una cámara de televisión enfocó la patada hacia atrás con que nuestro Waldo Ponce, cuando se había detenido el juego, quiso herir la canilla del español Fernando Torres. ¿Se ha visto una actitud menos caballerosa que ésa? Sí, se ha visto. En el Mundial de 1982 jugaba Chile contra Alemania y el mejor delantero alemán, se sabía, venía saliendo de una lesión en el tobillo izquierdo. Junto con comenzar el partido un jugador chileno de cuyo nombre no quiero acordarme se acercó subrepticiamente al alemán referido y, estando lejos de la pelota, le dio un hábil puntapié en el tobillo izquierdo, justamente el lesionado. Fue un foul concebido para dañar ilícitamente en la zona más sensible al adversario.
El chileno no sabía que en los estadios de los Mundiales hay muchas cámaras captándolo todo, no sólo lo que sucede alrededor de la pelota. Yo me sentí muy mal entonces, tal como me sentí ayer cuando Ponce fue captado en su innoble acción.
Como todos sabemos, la educación chilena deja mucho qué desear, pero la educación ética de los chilenos es todavía mucho peor que la educación general. La trampa es ampliamente perdonada. Es casi una señal de inteligencia y muchos no sólo la perdonan, sino que la admiran y la premian. Los "vivos" que engañan salen adelante, mientras los "quedados", que no hacen trampas y generalmente son víctimas de ellas, son personajes menospreciados.
En el caso del foul, al igual que en los de la trampa y el delito, a la larga (lamentablemente, muchas veces, muy a la larga) ellos no pagan. Y precisamente debido a los que nuestro equipo nacional comete nos va mal. Nos expulsan jugadores buenos o los dejan sin jugar partidos cruciales. Todo por hacer fouls. A veces la "justicia divina" escribe derecho con líneas torcidas, porque ayer expulsaron a Estrada por un foul supuesto, que no había cometido, como también lo delataron las cámaras, pero todos supimos que a Ponce deberían haberlo expulsado por su delito frustrado de lesiones contra Torres y el árbitro no lo hizo.
Bielsa no parece haberse hecho cargo de este aspecto. Todavía es hora de que lo haga. De que se pare frente a sus dirigidos y les diga: "Desde este momento en adelante, ustedes serán unos perfectos caballeros y nunca más cometerán un foul, porque, como dijera el barón de Coubertin, más importante que ganar es luchar bien. Y si el barón de Coubertin no lo dijo, debió hacerlo".
Don Hermógenes, tengo fe en que algún día la gente hará caso a sus consejos y Chile será un país en que el ser horado sea considerado una virtud y no una falta de inteligencia, y aunque por muy difícil que sea me gustaría alcanzar a vivir en aquel Chile compuesto por personas rectas y virtuosas.
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