El 15 de mayo escribí el blog titulado "Y se Quedó con Todas las Bolitas", referido a que nuestro Presidente, uno de cuyos gustos es, justamente, "quedarse con todas las bolitas", lo había conseguido una vez más, suponiendo que había fructificado la venta de Chilevisión.
La verdad era que el negocio resultaba demasiado brillante para ser verdad, porque, por una parte, vendía en 130 millones de dólares lo que hace cinco años le había costado veinte, cosa no extraña para él, porque su fortuna de unos 2.200 millones de dólares se ha construido en esa forma. Sin ser experto en el tema, sé que, por ejemplo, compró una participación en LAN, siendo senador y cuando ésta se privatizó bajo la administración Aylwin, en 1990, en una pequeña fracción del precio en que, ya como Presidente, la vendió. También compró acciones de Antarchile cuando valían dos mil pesos y vendió cuando pasaban de diez mil. Y tuvo asimismo el acierto de comprar Vapores cuando estaban baratas, y las vendió en su "peak", antes de que volvieran a derrumbarse. Todo mérito de su buen ojo. Nada que objetar en todo eso, menos yo, que he hecho lo mismo varias veces, pero por montos menores y no siempre acertando tan bien.
La venta de Chilevisión era particularmente brillante porque su valorización se debía en buena medida a un equipo de ejecutivos, y naturalmente el canal tendría un precio diferente con esos ejecutivos que sin ellos. Entonces la genialidad de la venta consistía en que los compradores y no el vendedor asumían el costo de mantener a esos ejecutivos, reconociéndoles un porcentaje en la propiedad. Es decir, el anterior dueño se quedaba con toda la valorización que ellos le habían aportado al canal, sin pagarles nada, pues quien les cedía parte de la propiedad era el comprador. Genial.
Y también estaba el hecho de que el canal es una concesión otorgada por el Estado a la Universidad de Chile, que vence en 2018. Entonces ahí había dos temas: uno, la incertidumbre acerca de si el Estado renovaría la concesión; y, dos, qué ideas podrían ocurrírsele a la Universidad de Chile cuando resultara indispensable su concurso para obtener la prórroga. Pues una que podría ocurrírsele sería la de cobrar por prestar semejante concurso.
Parece que los compradores, Linzor Capital, pensaron todas esas cosas durante el "due dilligence" y decidieron echar pie atrás.
Entonces el Presidente, que otra vez se estaba "quedando con todas las bolitas", porque durante su campaña había prometido deshacerse de sus negocios antes de ser Presidente, y mucha gente votó por él ante esta promesa de independencia y distancia con todo conflicto de interés, finalmente se quedó con los votos de toda esa gente y también con sus negocios, pero ahora resulta que puede perder algunas bolitas, porque el negocio será menos brillante.
Al mismo tiempo, sus adversarios políticos están organizando una comisión investigadora parlamentaria para examinar el negocio de la venta de la participación presidencial en LAN, lo que puede representarle una incomodidad adicional, no sólo porque en ese caso tampoco cumplió con su promesa de vender antes de asumir, sino porque hay tributaristas ortodoxos que insisten en que debió pagar más impuestos por el diferencial de precios entre la compra y la venta. A nadie le gusta que sus negocios los examine una comisión investigadora parlamentaria, de la cual todos los días salen diputados frente a las cámaras y los flashes diciendo cosas impredecibles. Pero en esa materia nuestro Presidente se maneja bien. Recuerdo que el año pasado el diputado Jorge Burgos (DC), en la comisión investigadora del caso de la compra de acciones de, precisamente, LAN, usando información privilegiada, contaba con que se iba a oficiar a la firma Banchile Corredores de Bolsa para que enviara la cinta grabada con la voz que había ordenado la compra, lo que podría haber resultado muy inconfortable si la voz era la que Burgos creía que iba a ser. Pero se dio la sorpresa de que la comisión investigadora, formada por cinco concertacionistas y tres aliancistas, ¡acordó por cinco votos contra tres NO oficiar pidiéndole la grabación a Banchile! Ahí murió el asunto. Sin duda alguien ejerció un poder de convicción significativo para que se alcanzara tan sorprendente resultado. Por eso yo doy por descontado que van a estar los votos para aprobar en el Senado el proyecto de financiamiento de la reconstrucción (que, como he dicho en anterior blog, es superfluo y sólo conduce a acentuar la obesidad mórbida del Estado).
Hasta ahora el Presidente se ha quedado con todas las bolitas, pero algunas cosas se están enredando y, si este curso se mantiene, contra su costumbre tendría que resignarse a perder unas pocas.
Pareciera dar la impresión que Sebastián Piñera reune mas bien las características de "especulador de bolsa" que de "empresario" propiamente tal, entendiendo esta última acepción en el sentido tradicional.-
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