¡Cómo entre 50 consejeros no va a haber 21, tanto entre los honestos y valientes, que cumplen su palabra, como entre los que no lo son y no la cumplen, pero ahora deciden hacerlo, que rechacen una gigantesca estupidez nacional e institucional y además un enorme dispendio adicional innecesario y cuantioso! ¡Cómo no va a haber 21 que se nieguen a hacerse cómplices de la trampa urdida por Gabriel Boric y Sebastián Piñera, a cuyo contubernio ad hoc en mala hora y por razones inexplicables se plegó José Antonio Kast, y que lo único que han conseguido ha sido dividir y confundir más a los chilenos!
El propio inspirador inicial de la barbaridad, el rector Carlos Peña, ya se arrepintió y ha caído en la cuenta de lo que es la realidad. "¿Existe el peso de la responsabilidad?" se preguntó. Y vivió una epifanía mística que le reveló la verdad. En su columna del 20 de octubre de El Mercurio calificó este ilícito, inconstitucional e inmoral segundo proceso como "un trampantojo", término que significa "engaño" y es una abreviatura de "trampa ante los ojos".
Bastan 21 votos el lunes 30 para deshacerse, de una vez y para siempre, del inútil, innecesario, inmoral, inoportuno y absurdo trampantojo constitucional.
En una actitud que lo honra, el rector llama a los consejeros a votar en conciencia, honestamente, de acuerdo con su leal saber y entender. No como borregos. Los llamó a "no eludir la responsabilidad por lo que cada uno decida aprobar o rechazar". Para poder decir después, con orgullo (el orgullo es un sentimiento individual, les advierte): "Yo fui quien lo decidí".
Tiene razón el rector: estamos ante un trampantojo. Primero, porque sus autores no podían ni debían perpetrarlo, tal como no se puede ni se debe robar, levantar falso testimonio, mentir, deshonrar padre o madre. Pues a sus autores intelectuales los previno a tiempo el profesor José Ignacio Vásquez, en El Mercurio del 20 de enero: "Las normas constitucionales actuales no facultan a los poderes colegisladores para elaborar una nueva Constitución". Pero no les importó. Lo hicieron igual. Porque tenían los votos parlamentarios y formaban un contubernio gobierno-oposición. ¿Quién los iba a acusar, entonces? "La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas", escribió Nicanor Parra. Inmoral, por supuesto, como insiste Rosa Angélica Sánchez, de larga experiencia constitucional, cuando comenta el texto.
Y además es nulo de derecho público: "Ninguna magistratura, ninguna persona ni grupo de personas puede, ni aún a pretexto de circunstancias extraordinarias", dice la Constitución, "atribuirse otra autoridad o derechos que los que expresamente les hayan conferido la Constitución o las leyes. Todo acto en contravención a este artículo es nulo". La nulidad tampoco les importó. ¡No les van a venir con esas cosas a tipos como Boric o Piñera; el primero pasa bajo los torniquetes de lo que sea y en todos los sentidos y al segundo es difícil sorprenderlo respetando las leyes y menos aplicándolas con rigor.
El trampantojo es, además, doblemente inconstitucional, porque aparte de no tener los políticos facultades para perpetrarlo, debía nacer de una iniciativa del Ejecutivo, por irrogar gastos, y sin embargo provino de una moción parlamentaria. Tampoco les importó. Porque para el contubernio violar la Constitución se ha convertido en un hábito impune.
"De todas las fuerzas más o menos invisibles que dañan la democracia", les dice el rector Peña a los consejeros que deben votar el lunes, "ésta, la abdicación de la propia responsabilidad, es la más grave". En otras palabras, les aconseja, "aunque te tengan amenazado... o presionado... reivindícate".
Muchos votamos Republicanos el 7 de mayo por haber sido los únicos opuestos a una nueva Constitución. No cumplieron. Ahora les exigimos que honren su promesa electoral, su palabra. Tienen los 21 votos necesarios para impedir la perpetración de un acto inconstitucional, nulo, inmoral. Un trampantojo. ¿Cómo no va a haber 21 hombres y mujeres íntegros, que mantengan su palabra, en la votación del lunes? Me niego a desecharlo.
Sobre todo que si lo liquidan vuelve la certidumbre constitucional. Bajará el dólar y subirá la bolsa. Renacerá la confianza. Porque el mal gobierno tiene fin, pero el trampantojo permanecería. El profesor Julio Alvear Téllez ha escrito sobre él: "si uno conjuga sus reglas, queda una cosa monstruosa... una bomba de tiempo".
Todo depende de si hay 21 consejeros constitucionales que el lunes pueden hacer un gran bien al país: (1) Evitándole riesgos e incertidumbre institucionales. (2) Reafirmando por enésima vez la Constitución que posibilitó los "mejores treinta años": 1985-2015. (3) Y volvería alguna seriedad. Al menos daríamos una señal de que no se debe hacer trampa. (4) En lo inmediato, ahorro de recursos, menos polarización. (5) Los telespectadores y los canales se librarán de la franja electoral. (6) Los políticos, por una vez, no podrán extraer de los contribuyentes los miles de millones de pesos que se han autoasignado por los votos obtenidos en los comicios a los cuales no se cansan de convocar.
En fin, los peor evaluados de todos en las encuestas, los políticos y sus partidos, que hacen lo que quieren con nosotros, por una vez no se saldrían con la suya, como ya se han acostumbrado a hacerlo con total impunidad.
Como diría Arturo Prat, el lunes 30 será un gran día para Chile.