“El
Mercurio” de hoy domingo abre con un mito y cierra con otro. En la página A2 es
destacado un artículo de Orlando Sáenz en que nos informa que el país que
entregó Pinochet a Aylwin en 1990 afrontaba situaciones tan indeseables como
las que confronta el país que Michelle Bachelet legará a su sucesor. Es decir,
el Chile que en 1989 crecía a más de diez por ciento al año, que se había
puesto a la cabeza de América Latina en todos los aspectos, exhibía excelentes
cifras macroeconómicas, tenía un desempleo apenas superior al 5 % en enero del
90 y mejoraba año a año su clasificación de riesgo financiero, estaba en igual
situación que el actual, que crece cada vez menos, ve deteriorada su situación
financiera y fiscal, tiene un desempleo de 8 % y aumentando y cuya
clasificación de riesgo financiero ha caído por primera vez desde entonces.
Los mitos de
Sáenz son proverbiales, pero el de Carlos Peña, con que se cierra el diario de
hoy domingo, los supera, pues constituye un elogio para la peor política
socialista que ha sufrido el país, con la posible excepción del Transantiago,
la Reforma Agraria “drástica, masiva y rápida” de Frei y Allende. Peña sostiene
que ese desastre posibilitó el surgimiento de una nueva clase media
emprendedora en el agro, cuyos votos le van a dar el triunfo ahora a otro, en
su tiempo, entusiasta de la misma Reforma, pero que en estos días guarda
conveniente silencio al respecto, Sebastián Piñera. Y Peña exclama, en un rapto
de entusiasmo ante su propia lucubración, “¡Viva la Reforma Agraria!”
“¡Felix
culpa!” que ahora permitirá una mayoría en favor de su candidato favorito, el
mismo a quien hace casi exactamente dos años tachaba, también en su columna de
ese diario, de “pícaro oportunista” que siempre conseguía quedar impune tras
las irregularidades que cometía, las cuales precipitaban a otros en la
descalificación y el desprestigio, pues “el que tiene peor comportamiento es el
que tiene menos riesgo de salir dañado”. Hoy los fuegos de Peña, un hombre de
izquierda, se dirigen preferentemente contra los adversarios de Piñera y en
particular contra el candidato de la izquierda, Alejandro Guillier, a quien ha
ridiculizado con su reconocidamente cáustica pluma.
Lástima para él que pocas
páginas antes de su elogio a los “emprendedores creados por la Reforma Agraria”,
la Sociedad Nacional de Agricultura, recordando también el aniversario de tan
nefasta iniciativa, se refiere así a la supuesta “nueva clase” de empresarios
que alaba Peña: “’La tierra para el que la trabaja’ pasó a ser un lema vacío,
por cuanto ningún trabajador de predios expropiados recibió un metro de tierra,
hasta que el Gobierno Militar resolvió parcelar y entregar títulos de dominio
sobre ellas. Esos trabajadores agrícolas, hasta hoy, han debido sufrir los
rigores de una economía menor que la de subsistencia, a quienes el Estado (es
decir, todos los chilenos) debe subsidiar año a año, a través del INDAP, con
US$400 millones en bonos, subsidios y ayudas que, aun así, no les permiten
salir de la pobreza”. Ésa es la “prosperidad” de la “nueva clase emprendedora” que
creó la Reforma Agraria.
A todo esto,
y visto lo anterior ¿cuánto nos cuesta el socialismo a los chilenos que realmente
producimos? Cuatrocientos millones de dólares al año para sostener a los parceleros
de la Reforma Agraria; otros cuatrocientos millones de dólares anuales para
indemnizar a los guerrilleros marxistas, “exonerados políticos”, autodeclarados
“torturados” y sus familias, más su salud y educación gratis; y setecientos
millones de dólares anuales para el deficitario engendro socialista llamado
Transantiago. ¿Es capaz el país de sobrevivir a tanto socialismo sin caer en la
ruina que nos anuncia ya el descenso de la clasificación de riesgo-país?
¿Y nos
proponen como solución a Piñera, un
partidario de la Reforma Agraria que dejó tal cual el Transantiago, votó a
favor los subsidios a los ex guerrilleros marxistas y ya en su período aumentó
de ocho a doce por ciento el endeudamiento público como porcentaje del PIB, aun
gozando de excepcionales condiciones externas (el cobre llegó a US$4 la libra)?
Como dijera
el desesperado Garrick, “¡por favor, cambiadme la receta!”.