Demostrando
una total ignorancia acerca del verdadero carácter nacional, el portero Claudio
Bravo y el entrenador José Antonio Pizzi mostraron su irritación por la silbatina
para la selección cuando iba ganando 3-1 a Venezuela y empezó a “hacer tiempo”.
Pero la
silbatina era completamente justificada, porque el equipo había empezado a “jugar
para atrás” y a “cuidar el resultado”, tal como todas las selecciones ratonas
de los cincuenta años anteriores a Bielsa, un argentino que convenció a los
chilenos de volver a ser como sus bisabuelos del siglo XIX, cuando no había
socialismo y todos iban para adelante e hicieron grande a este país.
Después, en
el siglo XX, llegaron al gobierno los repartidores de odio, el marxismo-leninismo,
los radicales de “no quiero que me den sino que me pongan donde haiga”, que lo
único que querían eran “pegas fiscales”; y los democratacristianos que estaban
bien con Dios y con el Diablo, dependiendo de cuál fuera ganando, todos los
cuales mandaron a Chile a la punta del cerro, donde estaba cuando los militares
acudieron al llamado civil en 1973 y, tras derrotar al ejército terrorista y
sentar las bases de una sociedad libre, dijeron “Misión Cumplida” y les devolvieron
a los civiles en 1990 “la joya más preciada de la corona latinoamericana” (Clinton,
1991.)
Demostrando también
no conocer en absoluto a los chilenos, Mahmoud Aleuy dijo que el grito “¡Viva
Chile Pinochet!” durante la proclamación de Piñera por la UDI demostraba que
éste era el candidato del pinochetismo, en circunstancias que ese grito era una
protesta lastimera de un genuino UDI de la era de Jaime Guzmán, en tibia
protesta porque sus directivos actuales están entregando el partido al mayor
perseguidor de militares y mayor crítico del gobierno de éstos, con excepción
de Patricio Aylwin, que se llama Sebastián Piñera.
El broche de
oro del desconocimiento de toda línea política lo puso el senador Iván Moreira
cuando se declaró a la vez pinochetista y piñerista, sólo equivalente al
bachetelismo aliancista de Joaquín Lavín.
La gente no
conoce a los chilenos. Si Pinochet no hubiera cometido el error de morirse
antes de tiempo, hoy sería “grito y plata” en la carrera presidencial (como fue
el general Ibáñez en 1952), porque la gente anhela el orden y que el país
vuelva a ser el que él presidía, cuando los delincuentes y terroristas iban
presos y los uniformados eran condecorados por reprimirlos; cuando simplemente
no existía el “conflicto mapuche” y los principales caciques proclamaban a don
Augusto como “Conductor y Guía” (“Ullmen F’ta Lonko”); cuando nos daba cada vez
más libertad de elegir colegios –hasta los comunistas del FPMR pudieron fundar
uno—; y universidades –hasta los comunistas pudieron fundar una--, previsión y
salud.
No reconocen
el alma de Chile, que “está ahí”, con sus virtudes y sus defectos; entre estos
últimos el de “darse vuelta la chaqueta”, que es tal vez el más grave y que es
el que lleva al subsecretario Aleuy a creer que identificarse con Pinochet es
malo para un político. Dicen que cuando Pancho Vidal era Ministro del Interior
y falleció don Augusto, se había creído ya tanto su propio cuento –falso, por
supuesto-- que un estremecimiento de alarma recorrió al Gobierno al ver las
filas de personas que llegaban desde la Escuela Militar hasta Colón en la
madrugada para ver los restos mortales de Pinochet. Jamás se lo habían
imaginado.
Bueno, hoy de
nuevo lo han olvidado todo y no han aprendido nada. No conocen a los chilenos.
Éstos son los mismos que “levantaban banderas en las poblaciones” (Frei dixit)
el 11 de septiembre de 1973. O que firman por José Antonio Kast y no por la
UDI, entregada a quien más traicionó a los militares (si se exceptúa a Aylwin),
y gritan “Viva Chile Pinochet” en el ceremonial de la traición de proclamar a
Piñera. O que silban a la selección cuando “juega para atrás”.