Los
socialistas no conocen la naturaleza humana. Si la conocieran, no serían
socialistas. Cuando están en el gobierno creen que pueden aplicar sus medidas,
cambiando a la sociedad, sin que los miembros de ella cambien su
comportamiento. Y porque están equivocados es por lo que han fracasado una y
otra vez en el gobierno de los países.
Cuando
terminó la II Guerra Mundial, en Gran Bretaña ganaron el gobierno los
socialistas, que allá se llaman laboristas. Tenían un completo plan de gobierno
para controlarlo todo. Pero, como habían ganado el poder en un país
democrático, sus planes no funcionaron, porque la gente se comportó de la
manera que más le convenía y no de la que estipulaban los planes socialistas. Éstos
fracasaron y los laboristas pronto perdieron el poder a manos de los
conservadores. Con los años entendieron y dejaron a un lado sus planes
quinquenales y basura parecida, adaptándose a la economía de libre mercado, con
Tony Blair, pero no fue suficiente, porque han vuelto a gobernar los conservadores.
Está pasando en todas partes. Hasta en Suecia, que fuera el paradigma del
“socialismo democrático”, se ha abandonado el “Estado de Bienestar” y gobierna
la derecha.
La
comparación con Gran Bretaña me la sugirió una medida socialista, el ranking de
notas, que está fracasando porque cada vez más alumnos se cambian de colegios
buenos a colegios peores para mejorar su ranking y así facilitar su ingreso a
la universidad. Están desarticulando a los mejores colegios. Si hubiera
educación libre, no habría una prueba estatal para entrar a la universidad,
sino que cada una resolvería por sí misma a quién admitir.
Pues la asociación de ideas con el caso británico provino de que recordé mis
visitas a la embajada de Chile en Londres, una elegante mansión de
ridículamente reducido frente y extenso fondo, cuya atrabiliaria arquitectura
obedecía a una política socialista de comienzos del siglo XX que gravaba con
impuestos a las viviendas de acuerdo al metraje de su frente. Las nuevas
edificaciones entonces se adaptaron, se construyeron ridículamente angostas y
pagaron menos impuesto territorial.
Todos
los notorios fracasos del socialismo han sido profusamente publicados en el
mundo civilizado, pero como acá la gran mayoría no entiende lo que lee y por
tanto no lo sabe, votó masivamente por “el otro modelo”, que es el socialista.
Y Michelle 3.0, que es la verdadera Michelle, porque la 2.0 de 2006-10 era
tímida y se entregó en manos de gente “que sabía mejor”, ahora, en 2014-18 se
ha creído el cuento y atiende a su corazoncito, que siempre ha estado muy, pero
muy a la izquierda, junto al de Eyzaguirre. Y entonces está desarticulando el
país.
Hasta
Pancho Vidal se está dando cuenta. Hay un indicio en su columna de ayer en “El
Mercurio”, cuando dice que las grandes empresas son sólo el uno por ciento del
total, pero producen el 84 por ciento de los bienes de consumo. Y hasta habla
de la “locomotora que tira el carro”, expresión que yo he usado tantas veces
para señalar que si usted dispara contra la locomotora se detendrá todo el
convoy. Es que cuando usted concentra el fuego en ese uno por ciento, está
amenazando al 84 por ciento del consumo. Y a un porcentaje parecido, si es que
no mayor, de la inversión.
Ayer,
también en “El Mercurio”, el economista Sergio Urzúa comenta la gran caída que
han experimentado, suprema ironía, las importaciones de retroexcavadoras, como
parte de la disminución de las importaciones de bienes de capital.
En una
reunión reservada oí a un experto
tributario de la Concertación expresar su certeza de que la Reforma Tributaria
es tan compleja que simplemente no puede funcionar; y que si se aprueba tal
como está, ya hay numerosos especialistas estudiando la manera de eludir sus
impactos. Pero la incertidumbre que ha generado es inmensa.
Conozco
inversionistas que, simplemente, dirigen sus capitales a países más benévolos
con las empresas, como Colombia, México y Perú. El capital es así y por eso
existe. Si no se comportara de esa manera ya habría caído por completo en manos
de gobiernos socialistas. Y se aleja hasta de los que no son tales, cuando lo
gravan en demasía. Leí al pasar en el diario que un importante conglomerado
norteamericano está trasladando sus instalaciones a Canadá, donde los impuestos
son más bajos.
Y no es
sólo un problema tributario. Viene un nuevo Sernac empoderado, que les hará más
difíciles las condiciones a las empresas. Viene una Reforma Laboral que hará
más costosa la mano de obra y aumentará la conflictividad sindical. Todavía no
se tranquilizan las aguas en la industria de la salud privada, tras el choque
de opiniones entre las autoridades del sector que dejan entrever la
reestatización del sistema y las que niegan que ello vaya a suceder.
En el sector
previsional nadie sabe qué significará la existencia de una AFP estatal. En la
agricultura, la minería y la energía tampoco nadie sabe qué alcances tendrá la
reestatización de los derechos de agua.
En la
educación, que a su vez es una importante industria, ya la persecución contra
el lucro detuvo mucha inversión privada en nuevos planteles de todo nivel y
acarreó enormes pérdidas de capital a los nacionales y extranjeros que habían
aventurado el suyo en la enseñanza superior.
Hasta la
impunidad de los terroristas que ponen bombas ha tenido consecuencias
económicas, pues a raíz de ella y de la renuencia a aplicar la Ley
Antiterrorista los atentados han menudeado, generando advertencias en otros
países a los turistas que se dispongan a visitar Chile, lo cual repercutirá en
la industria del turismo.
El
conjunto de todas esas amenazas al patrimonio privado y de la incertidumbre que
generan ha llevado a una fuerte devaluación de la moneda, que sólo puede
explicarse en esa magnitud por la falta de seguridad en el futuro de la
economía chilena.
El
Gobierno que ha provocado todo eso contribuye a agravar la escasez y en encarecimiento de la electricidad deteniendo el
principal proyecto de generación de energía hidroeléctrica no contaminante y
barata. Ha declarado que no lo dejará siquiera iniciarse durante su período.
Y como
corolario, casi buscando un seguro para convencer a todo el mundo de que la
incertidumbre “va” y cualquier cosa puede suceder en Chile, anuncia una Reforma
Constitucional acerca de la cual hay una sola certeza (supongo que esto no lo
discutirá nadie): que tras ella será mucho más fácil privar a cualquiera de su
propiedad privada, por simple mayoría. Porque ése ha sido siempre el anhelo de
todo socialismo de verdad.
Salvo los
mil días de Allende, nunca había visto en el país una política tan amplia y
metódica de desarticulación de la confianza de los emprendedores y de las bases
del progreso nacional en libertad.